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Tumbas profanadas y cadáveres robados: el verdadero origen de Frankenstein
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Tumbas profanadas y cadáveres robados: el verdadero origen de Frankenstein

Varios estudios confirman los antecedentes literarios que tuvo Mary Shelley para dar luz a su mítica obra, y los crímenes que les dieron pie por parte de científicos sin escrúpulos

Foto: Fotograma de 'La novia de Frankenstein', de James Whale (1935)
Fotograma de 'La novia de Frankenstein', de James Whale (1935)

En 1816, el volcán Tambora de Indonesia dejó al mundo entero sin verano al liberar toneladas de polvo de azufre que enfrió la atmósfera. Al otro lado del mundo, en Suiza, un grupo de amigos se reunía en una mansión al pie de un hermoso lago, la Villa Diodati. Entregados a las conversaciones científicas y literarias, los Shelley almorzaban con Lord Byron, quien les había invitado a pasar unos días junto con su médico personal, John Polidori. Entonces, tal y como cuenta la historia, Byron retó a sus invitados a crear una historia de terror gótico.

"La lluvia incesante nos confinaba en casa. Unos volúmenes de historias de fantasmas cayeron en nuestras manos", relata Mary Shelley, autora de 'Frankenstein o el moderno Prometeo', sobre dicho momento. "Están tan frescos en mi mente como si los hubiera leído ayer". Posteriormente, confesaría que la historia y el personaje de su obra culmen, que tantos relatos de terror inspiraron, nacieron en un sueño que tuvo pocos días después de su estancia en la mansión de Byron.

"Al final, era como una imitadora que emulaba lo que otros hacían, pero poniendo por escrito todo lo que mi mente me sugería", escribió Shelley

Sin embargo, ¿qué pasaría si en verdad habría estado intentando ocultar algo sobre su inspiración directa para concebir a Frankenstein, y por eso puso la excusa de que la idea le había venido en sueños? ¿Cabría pensar en que con "frescos" Shelley no se refería en realidad a esas obras que leyeron ella y sus amigos, sino más bien a los cadáveres que día tras día llegaban a los centros anatómicos forenses de Londres a comienzos del siglo XIX? ¿Y si esos cadáveres fueran de personas inocentes asesinadas a los que los científicos entusiastas negaron el derecho a seguir viviendo? No en vano, la práctica del robo de cadáveres era uno de los negocios más boyantes de la época. ¿Y si la inspiración de Shelley vino de una oleada de crímenes cometidos por el puro interés científico?

Evidentemente, la fascinación de la autora romántica por los cuerpos humanos en descomposición y las corrientes eléctricas que les conferían vida era algo troncal en su inspiración literaria para dar a luz a su obra. De hecho, de esto mismo trata la novela: un científico que, creyéndose Dios, consigue crear vida en un cuerpo ya fallecido. El galvanismo, una doctrina creada por el médico italiano Luigi Galvani que estudiaba los procesos por los que el cerebro enviaba señales eléctricas a los músculos para producir el movimiento de los cuerpos, estaba en plena expansión en los cenáculos científicos de la época y en la mente de Shelley. Se dice que fue Polidori, el médico personal de ella y su marido, quien asesoró a la escritora de cara a redactar su novela con una terminología anatómica precisa. Pero recientemente salió a la luz una nueva investigación que ofrece otro nombre de un cirujano de la época, también aficionado a las historias de terror: Anthony Carlisle.

Frankenstein: ¿plagio u obra original?

Don Shelton es seguramente uno de los hombres que más han investigado las razones que le llevaron a Shelley a escribir 'Frankenstein'. En uno de sus más recientes estudios, demuestra las grandes similitudes que tiene su texto final con dos novelas de autores que no pasaron a la historia, completamente desconocidos, y que documentan prácticas de resurrección a cadáveres totalmente reales. Se trata de las novelas góticas de 'The Horrors of Oakendale Abbey' ("Los horrores de la Abadía de Oakendale") de Anthony Carlisle y 'The Aventures of Hugh Trevor' ("Las aventuras de Hugh Trevor") de Athomas Holcroft, ambas fechadas en 1797, alrededor de veinte años antes de que la autora terminara de escribir su obra capital.

Foto: Fuente: Wikipedia

"De niña hacía garabatos... y mi pasatiempo favorito era escribir historias", escribió Mary en uno de sus diarios de lectura, a los que pudo acceder Shelton. "Mis sueños eran mucho más fantásticos y agradables que mis escritos. Al final, era como una imitadora que emulaba lo que otros hacían, pero poniendo por escrito todo lo que mi mente me sugería". Estas tres novelas tienen en común la obsesión de científicos y anatomistas locos que un día soñaron con dar con las teclas de la vida. La Abadía de Oakendale era el lugar al que los profanadores de tumbas enviaban cadáveres para que fueran resucitados con corrientes eléctricas. A lo largo del profundo análisis que realiza del académico, podemos encontrar frases textuales extraídas de los libros de Carlisle y de Holcroft a las que Shelley cambió el orden o los adjetivos, así como grandes similitudes entre la personalidad de los personajes y la forma en la que está escrito (a modo epistolar, narrativo y con monólogos).

Carlisle, los hermanos Hunter y Smellie

Indagando en la biografía de Carlisle, encontramos que fue miembro de la prestigiosa Royal Society de Londres, la sociedad científica más antigua del Reino Unido y, quizás, del mundo entero. A ella también perteneció John Hunter, uno de los anatomistas y cirujanos más venerados en los manuales de medicina del pasado y presente, al ser padre de la Patología Quirúrgica, dotando a la anatomía de un carácter experimental que marcó el avance de la cirugía hasta como la conocemos hoy en día. Sus biógrafos apuntan a que coleccionaba más de 13.000 piezas anatómicas en su casa de Leicester Square que quedaban exhibidas al público como un museo.

Foto: Jonas Edward Salk, creador de la vacuna de la polio.

A lo largo de su vida, entabló amistad con varios "resurreccionistas", quienes le proporcionaban cadáveres frescos para que sus alumnos hicieran prácticas de anatomía y cirugía. "A pesar de tratarse de una actividad aborrecida por el público, los cuerpos no eran legalmente de nadie, por lo que los resurreccionistas se movían en una laguna legal", apunta A. J. Sánchez en un artículo de 'Médium'. "El robo de cuerpos en los cementerios londinenses se generalizó a principios del siglo XVIII, llevando la mercantilización de los cadáveres frescos". Uno de tantos que llegó a Hunter, quizás el más famoso, era el de un hombre llamado Charles Byrne, apodado como 'el Gigante Irlandés' por su gran tamaño, el cual llegó a valer 500 libras.

Shelton sugiere que Hunter y Smellie pudieron haber asesinado a entre 35 y 40 embarazadas entre 1750 y 1774 para investigar sobre ginecología

A tal punto llegaba el robo de cadáveres que se montaban peleas y trifulcas entre los ladrones y los que acudían al camposanto a rezar o a velar a sus seres queridos fallecidos. Como explica Sánchez, en 1828 ocurrió un gran enfrentamiento en el cementerio de Dublín, "cuando un grupo de dolientes se enfrentó a uno de resurreccionistas". Para parar semejante profanación de tumbas, se crearon celdas para féretros que los aristócratas usaban para evitar que los cuerpos de sus fallecidos fueran exhumados.

placeholder Retrato de William Smellie realizado por R. Anderson. (Wikipedia)
Retrato de William Smellie realizado por R. Anderson. (Wikipedia)

Hace unos años, Shelton también publicó un estudio en el que aseguraba que uno de los diez hermanos de John Hunter, llamado William, fue aprendiz de otro hombre que era tocayo suyo, apellidado Smellie, y que ambos fueron responsables de una ola de crímenes sin igual en Inglaterra: las víctimas eran mujeres embarazadas a las que se diseccionaba de arriba a abajo para conocer más sobre el útero y el proceso de concepción humana. De hecho, hay un montón de dibujos de la época realizados por Hunter y Smellie que en su momento funcionaron como una ventana a este misterio anatómico. No en vano a los dos científicos se les conoce como los padres de la obstetricia y la ginecología modernas.

"Encontré evidencias de que John Hunter, que colaboraba con su hermano, intentó revivir fetos mediante transfusiones con sangre de perro"

En su trabajo de investigación 'Las nuevas ropas del emperador' (2010), Shelton sugiere que Hunter y Smellie pudieron haber asesinado a entre 35 y 40 embarazadas tras revisar los datos demográficos de la época y el registro de mujeres en cinta fallecidas entre 1750 y 1774. "Ellos nunca revelaron el origen de estos cuerpos, pero es posible que fueran suministrados de manera legal", asevera el académico, en su artículo publicado en 'The Journal of the Royal Society of Medicine', una de las revistas médicas más prestigiosas del presente.

Todos los Víctor Frankenstein reales

De esta forma, concluye que estos dos científicos habrían contado con un mayor número de víctimas que otros grandes mitos modernos de la crónica negra británica, como Jack el Destripador. "Smellie y Hunter necesitaban cuerpos frescos de mujeres embarazadas en su última fase de gestación porque estaban experimentando con cesáreas secretas", explicaba Shelton. "También encontré evidencias de que John Hunter, que colaboraba con su hermano, intentó revivir fetos mediante transfusiones con sangre de perro".

Foto: Elle Fanning protagoniza 'Mary Shellay'. (Filmax)

Volviendo a esa plácida reunión en la mansión Villa Diodati, en Suiza, de los escritores románticos, la conclusión que podemos sacar es que el relato que contó esa noche Shelley y que más tarde sirvió de idea para crear la novela de terror gótico más arquetípica, no era más que el resultado de ese fervor científico y anatómico por descubrir los secretos de la vida humana a cualquier precio. Que en realidad el relato fantástico de Shelley sobre un doctor loco que creyó haber descubierto los engranajes de la vida en la carne inerte tenía un componente realista a raíz de las historias que redactaron Carlisle y Holcroft sobre sus amigos resurreccionistas. Y que, por desgracia, ocurrieron.

En 1816, el volcán Tambora de Indonesia dejó al mundo entero sin verano al liberar toneladas de polvo de azufre que enfrió la atmósfera. Al otro lado del mundo, en Suiza, un grupo de amigos se reunía en una mansión al pie de un hermoso lago, la Villa Diodati. Entregados a las conversaciones científicas y literarias, los Shelley almorzaban con Lord Byron, quien les había invitado a pasar unos días junto con su médico personal, John Polidori. Entonces, tal y como cuenta la historia, Byron retó a sus invitados a crear una historia de terror gótico.

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