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'Lo dejo cuando quiera': por qué en España es mejor ser narco que licenciado
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'Lo dejo cuando quiera': por qué en España es mejor ser narco que licenciado

El director Carlos Therón firma el 'remake' de la película italiana 'Lo dejo cuando quiero' con David Verdaguer, Carlos Santos y Ernesto Alterio como protagonistas

Foto: Carlos Santos, David Verdaguer y Ernesto Sevilla en 'Lo dejo cuando quiera'. (Sony)
Carlos Santos, David Verdaguer y Ernesto Sevilla en 'Lo dejo cuando quiera'. (Sony)

Parafraseando aquel título de Joel Gallen, esta no es otra estúpida comedia española. O sí, pero también es algo más. Porque en 'Lo dejo cuando quiera' la pasada de frenada es tal que no queda otra que aplaudir los huevos metafóricos, no en salmuera —guiño a la película— del director y los guionistas. Aunque la idea no es original —es un 'remake' de un éxito italiano—, los habituales gags 'cuñados' típicos de la comedia castiza aquí desbarran hasta lo irreverente: hay escatología, hay genitales en todas sus versiones, pero también hay ocurrencias absurdas que provocan la carcajada por incredulidad. Y se agradece.

Por muchos estudios de los que alardear, en 'Lo dejo cuando quiera' todos los personajes son insultantemente idiotas. Unos patanes. Adultos irresponsables, desorientados o, directamente, mezquinos que se manejan por la vida de manera inmoral. Los tres protagonistas son el epítome del hombre-niño, del síndrome de Peter Pan —la adultescencia, que lo llaman ahora—, a lo que se suma una inaudita torpeza para desenvolverse en la vida. Sin embargo, los salva la dignidad del héroe —más bien antihéroe— involuntario, quijotes en una comedia con un trasfondo de crítica social que mete el dedo en una llaga lamentablemente contemporánea: la degradación de la universidad.

placeholder Sevilla, Cristina Castaño, Miren Ibarguren Verdaguer y Amaia Salamanca en 'Lo dejo cuando quiera'. (Sony)
Sevilla, Cristina Castaño, Miren Ibarguren Verdaguer y Amaia Salamanca en 'Lo dejo cuando quiera'. (Sony)

El guion de Cristóbal Garrido y Adolfo Valor —responsables tanto de la serie como de la película 'Cuerpo de élite'— subraya el absurdo de las condiciones laborales del profesorado —salarios miserables, contratos inestables— y el empeoramiento de la calidad de la educación universitaria derivada de la falta de inversión y la desmotivación de profesores y alumnos. Investigaciones paralizadas y convenios con universidades extranjeras que venden un supuesto prestigio histórico a cambio de dinero rápido sin preocuparse por la excelencia del contenido. Todo ello, en un momento social de hegemonía global de un sistema en el que el culto al entretenimiento ha sustituido a la cultura del mérito y del esfuerzo. "Cuando hacía las cosas bien todo me salía mal. Y ahora que hago las cosas mal, todo me sale bien", resume Pedro (David Verdaguer), uno de los protagonistas.

Los protagonistas son el ejemplo de licenciados que trabajan por cuatro perras en puestos para los que están sobrecualificados

Si bien el guion es caótico y el humor de trazo grueso, 'Lo dejo cuando quiera' parte de la premisa del desencanto de aquellos universitarios a los que les prometieron un futuro de prosperidad y que en la adultez se han dado de bruces con la inestabilidad laboral, económica y sentimental. Pedro, Arturo (Ernesto Sevilla), Eligio (Carlos Santos) y Anabel (Miren Ibarguren) son cuatro ejemplos de licenciados que trabajan por cuatro perras en puestos para los que están sobrecualificados y que, además, tienen que aguantar el desdén de un entorno que los ningunea.

placeholder Ernesto Alterio es Tacho, rey de la noche, narco mayor. (Sony)
Ernesto Alterio es Tacho, rey de la noche, narco mayor. (Sony)

El proyecto de investigación de Pedro, profesor de Química, no consigue fondos de la universidad y cuando su superior (Pedro Casablanc) lo despide, decide que, al fin y al cabo la diferencia entre un medicamento y una droga recreativa es la nomenclatura y que vivir al margen de los códigos morales y legales es más fácil y más rentable que ceñirse a ser un ciudadano modelo. Así que, como una 'Breaking Bad' a la española —la referencia es tan ineludible que los guionistas bromean sobre ella a través de sus personajes—, los licenciados precarios se convierten en narcotraficantes. Y al otro lado de la ley todo es jauja. O casi todo. Al menos mucha fiesta, mucha pasta y el reconocimiento de unos jóvenes que si no respetan a sus profesores, adoran a cualquiera que les pueda proporcionar una buena fiesta. Pero también, por el contrario, son unos 'tolais' en un mundillo en el que el tiburón no muerde: despedaza. Literalmente.

placeholder Cartel de 'Lo dejo cuando quiera'
Cartel de 'Lo dejo cuando quiera'

El director Carlos Therón ('Mira lo que has hecho') imprime a esta comedia un ritmo desigual que acaba funcionando gracias al factor sorpresa: hay un atropello que actúa como prueba de fuego para entrar o no en la película. Entre los hallazgos de 'Lo dejo cuando quiera', un reparto en consonancia —con Ernesto Alterio como gurú de la noche pasado de vueltas— y distintas secuencias clave resueltas con bastante gracia, como las alucinaciones lisérgicas de los protagonistas —con número musical incluido—. Verdaguer se consolida como uno de los actores del momento capaz de defender con creces cualquier registro y por fin puede darse a conocer fuera del circuito de cine de festivales. 'Lo dejo cuando quiera' entra, sin duda, en la categoría de placer culpable. Pero mejor ser culpable de reírse —y mucho— con una comedia de descerebrados que de una trama de narcotráfico al por menor, como indica la moraleja.

Foto: Fotograma de 'El día que vendrá'. (Fox)
Foto: Juliette Binoche y Vincent Macaigne en la última película de Olivier Assayas, 'Dobles vidas'. (Bteam)

Parafraseando aquel título de Joel Gallen, esta no es otra estúpida comedia española. O sí, pero también es algo más. Porque en 'Lo dejo cuando quiera' la pasada de frenada es tal que no queda otra que aplaudir los huevos metafóricos, no en salmuera —guiño a la película— del director y los guionistas. Aunque la idea no es original —es un 'remake' de un éxito italiano—, los habituales gags 'cuñados' típicos de la comedia castiza aquí desbarran hasta lo irreverente: hay escatología, hay genitales en todas sus versiones, pero también hay ocurrencias absurdas que provocan la carcajada por incredulidad. Y se agradece.

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