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La historia de la española prostituida en el burdel nazi, ¿real o inventada?
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La historia de la española prostituida en el burdel nazi, ¿real o inventada?

En entredicho 'El barracón de las mujeres', el superventas de Fermina Cañaveras que, según los descendientes de supervivientes del Holocausto, está plagado de errores. "Es repugnante", asegura la hija de Neus Catalá

Foto: La escritora Fermina Cañaveras. (Editorial Espasa)
La escritora Fermina Cañaveras. (Editorial Espasa)

Sarah Helm es periodista. Escribió el libro If This Is A Woman: Inside Ravensbruck: Hitler's Concentration Camp for Women, publicado en 2015 y que se considera la biblia de lo que ocurrió en este campo durante la II Guerra Mundial con las presas. La historiadora Fermina Cañaveras, sin embargo, coloca una cita de ella como “superviviente de Ravensbrück” al inicio de su novela El barracón de las mujeres (Espasa), que se ha convertido en un éxito editorial y que cuenta, según ella, la historia de un personaje real, Isadora Ramírez, en el burdel del campo de concentración de Ravensbrück. “Es una errata”, afirma a este periódico por teléfono la autora. Sin embargo, no es el único error que, a juicio de descendientes de supervivientes del campo, ha deslizado Cañaveras en lo que ahora defiende como novela pero que durante meses ha vendido - y "muy bien", como asegura la escritora- como una historia real del Holocausto.

Hace unos días la revista JotDown destapaba precisamente las imprecisiones y hasta datos falsos del libro a partir del testimonio de Pablo Iglesias, hijo de Mercedes Núñez Targa, verdadera superviviente del campo y autora de El valor de la memoria. De la cárcel de Ventas al campo de Ravensbrück. Según Iglesias, en una carta enviada a El País y jamás publicada, él y otros familiares de mujeres que fueron encerradas en ese campo dejaban constancia de que “nunca hubo burdel en Ravensbrück, ni barracón de locas, ni cámara de gas hasta principios del año 1945. Los burdeles estaban en los campos de hombres”.

placeholder La española Neus Catalá fotografiada durante su encierrro en Ravensbrück.  (Amical de Ravensbrück)
La española Neus Catalá fotografiada durante su encierrro en Ravensbrück. (Amical de Ravensbrück)

La carta estaba firmada, entre otros, por Margarita Català, hija de Neus Català (también superviviente) y presidenta del Amical de Ravensbrück, asociación fundada en 2005 para dar a conocer y transmitir el legado de las mujeres deportadas a ese campo de concentración nazi. La propia revista señalaba que el caso de Isadora Ramírez era un nuevo Enric Marco, quien durante años aseguró ser superviviente de Mauthausen hasta que se descubrió que era todo mentira, como también contó Javier Cercas en El impostor.

¿Quién es Isadora?

La historia de la novela de Cañaveras, nacida en Torrenueva, en 1977 (Ciudad Real), licenciada en Historia por la UNED y sin ningun estudio académico publicado, empezó en enero pasado, cuando la editorial Espasa la lanzó y empezó a tener un eco enorme. Casi todos los periódicos la reseñaron como la historia real de una española en el burdel que los nazis habían montado en Ravensbrück para los capos y que había logrado sobrevivir y contar lo que le ocurrió. La propia Cañaveras insistía en ello asegurando haber estado cuatro años documentándose sobre el tema y también indicaba que todo había surgido a partir de una jugosa casualidad mientras realizaba un trabajo de investigación sobre el Partido Comunista en la clandestinidad y encontrar una foto del pecho tatuado de una mujer en el que se podía leer ‘Feld-Hure’ (puta de campo, en alemán), que la llevó a la vida de Isadora. En las entrevistas, la historiadora dio todo lujo de detalles sobre esta mujer, su llegada al campo y su miserable existencia allí.

Sin embargo, pasado este tiempo y con la novela ya leída, desde la propia Amical no se han mostrado tan entusiastas con el libro. “Es un libro asqueroso, repugnante”, asegura tajante Margarita Catalá, hija de Neus Catalá y presidenta del Amical de Ravensbrück, en declaraciones a El Confidencial, uno de los pocos medios que no se hizo eco de la novela.

"Es un libro asqueroso, repugnante", asegura tajante Margarita Catalá, hija de Neus Catalá y presidenta del Amical de Ravensbrück

Para empezar, el nombre de Isadora Ramírez no aparece en ningún registro. “Yo misma he escrito al Memorial de Ravensbrück preguntando por Isadora Ramírez, y he buscado su nombre en muchísimos archivos y no aparece”, afirma Catalá, aunque también concede que “eso no quiere decir que no haya existido, los censos que quedan son incompletos. Pero desde luego yo no la he encontrado”.

Pero tampoco ha encontrado nada de ella la escritora Mónica G. Álvarez, quien lleva más de una década investigando el Holocausto y tiene varios libros sobre el tema. El último se titula Noche y niebla en los campos nazis y en él reconstruye precisamente la historia de las 11 españolas que estuvieron encerradas en Ravensbrück y lograron sobrevivir: Olvido Fanjul Camín, Elisa Garrido Gracia, Neus Català Pallejà, Braulia Cánovas Mulero, Alfonsina Bueno Vela, Elisa Ricol López, Constanza Martínez Prieto, Mercedes Nuñez Targa, Conchita Grangé Beleta, Lola García Echevarrieta y Violeta Friedman. Ni rastro de Isadora Ramírez. “No he oído nunca hablar de ella, jamás”, destaca Mónica. G. Álvarez.

Pero, aunque Isadora hubiera existido realmente, es el cúmulo de burdos errores históricos que recoge el libro de Farmina Cañaveras el que ha indignado a los familiares de las mujeres que sí estuvieron encerradas en el campo de Ravensbrück.

“Nunca hubo un burdel en Ravensbrück, como se afirma en el libro”, subraya con rotundidad Catalá. “En 1942, y siguiendo instrucciones de Himmler, las SS empezaron a instalar burdeles en algunos campos de concentración de hombres (como Mauthausen, Neuengamme, Dachau, Flossenbürg, Buchenwald, Mittelbau-Dora o Sachsenhausen) para incentivar a los prisioneros que hacían trabajos forzados. La mayoría de las prostitutas enviadas a esos campos procedían de Auschwitz y Ravensbrück, pero en Ravensbrück no había ningún burdel”.

placeholder 'El barracón de las mujeres', de Fermina Cañaveras, en la editorial Espasa.
'El barracón de las mujeres', de Fermina Cañaveras, en la editorial Espasa.

Muchas eran prostitutas alemanas, pero también había algunas extranjeras, mujeres que no eran prostitutas y también “voluntarias”. Las voluntarias eran mujeres a quien se había prometido la liberación al cabo de seis meses. Ninguna fue liberada, pero algunas volvieron a Ravensbrück enfermas o embarazadas. “En Ravensbrück hubo unas 132.000 mujeres presas, y de esas unas 200 fueron enviadas a burdeles”, revela la presidenta del Amical de Ravensbrück. “Y no consta en ningún sitio que una prisionera española se prostituyera”.

Además está lo de la cámara de gas en el campo de Ravensbrück, en la que Isadora Ramírez habría estado trabajando en 1942 según consta en el libro de Fermina Cañaveras.

“Sin embargo en esa época en Ravensbrück no había ninguna cámara de gas. Solo hubo a principios de 1945, y para borrar el rastro de los crímenes nazis, se instaló en Ravensbrück una cámara de gas pequeña y se trajo otra de Auschwitz. La cámara de gas en realidad solo funcionó durante los cuatro últimos meses del campo, que fue liberado en abril de 45”, afirma Catalá.

Cañaveras se defiende

La historiadora también ha sido contactada con este periódico para conocer su versión, después de que la propia editorial Espasa se haya lavado las manos y haya derivado cualquier tipo de comentario para que ella los conteste. Así, Cañaveras explica que, pese a lo que salió publicado en algún medio, no llegó a la historia por la foto -que al parecer fue hecha después de la guerra, no es en ningún caso Isadora y tampoco está claro que sea una foto real- sino que conoció lo que le pasó a Isadora Ramírez a través de Carmen Patón, militante del PCE y ya fallecida.

Tal y como incide la escritora, estaba haciendo un trabajo de investigación sobre el PCE en la clandestinidad cuando conoció a Patón, quien a su vez había conocido a Ramírez cuando esta volvió a Madrid después de la guerra en 1945. Ambas militaban en el PCE. La supuesta deportada falleció en 2008 y, según confiesa la autora, su amiga es la única fuente con la que contó para escribir la novela.

“Isadora existió”, insiste. Como también insiste en que hubo un burdel en Ravensbrück. Y que la foto del tatuaje no es un fake, como sin embargo asegura que lo es Margarita Catalá. Ahora bien, ante la insistencia en lo que han revelado supervivientes y asociaciones también admite que “por eso no es un ensayo sino que es una novela” y que cuando empezó a escribir le faltaban muchos datos por lo que echó mano de la ficción. Sobre que no aparezca ninguna Isadora en los censos del campo de concentración comenta que incluso en los censos que maneja Amical muchas veces solo aparece una foto y el testimonio de alguien que dice que existió. Y abunda, ahora sí, en que el personaje de la novela “son retales de mujeres” que vivieron todo aquello, porque “una persona sola si hubiera vivido todo lo que vive el personaje no hubiera aguantado ni dos semanas”.

Ante la insistencia en lo que han revelado supervivientes y asociaciones Cañaveras admite que "por eso es una novela"

Precisamente, sobre las licencias novelísticas que Cañaveras dice ahora haberse tomado, la presidenta de Amical manifiesta que “un escritor es evidente que puede tomarse libertades y licencias con la realidad. Pero lo que es absolutamente inaceptable es que la novela pretende ser histórica y como tal ha sido presentada por la propia autora, algo que luego han amplificado por numerosos medios de comunicación”. Además, pese a que la autora asegura haberse entrevistado con Neus Catalá -fallecida en 2019- su hija lo pone en duda: "La cuidadora de mi madre, que era quien le llevaba la agenda y la acompañaba a todas sus citas, afirma que nunca se vieron”.

Para corroborar los datos, Cañaveras puso en contacto a este periódico con Isabel, la hija de Carmen Patón y única fuente de toda la historia. “Mi madre militaba en el PCE y con bastante frecuencia iba a Madrid desde Torrenueva, el pueblo cerca de Valdepeñas en el que vivía (y de donde casualmente también procede Fermina). En Madrid se reunía en un piso con otras militantes comunistas, y allí conoció a Isadora. Yo también la conocí. Era una mujer bajita, muy poquita cosa”, nos cuenta Isabel, quien ahora tiene 77 años.

placeholder Neus Catalá y Lola Casadellà llevando bandera en las primeras reuniones de deportadas supervivientes en el campo. (Amical de Ravensbrück)
Neus Catalá y Lola Casadellà llevando bandera en las primeras reuniones de deportadas supervivientes en el campo. (Amical de Ravensbrück)

“Isadora, Isa, le contaba a mi madre lo que le había pasado, algunas veces estando yo delante, lo que ocurre es que yo tenía entonces unos 8 años y no entendía. Isadora hablaba y lloraba, y lo que recuerdo es que decía siempre que tenía miedo de que su historia no llegase nunca a saberse. También recuerdo que llevaba siempre prendas de cuello alto. Yo nunca le vi ningún tatuaje, pero mi madre decía que tenía uno en el pecho”.

El problema es que la madre de Isabel, Carmen, murió hace dos años. Y también todas aquellas compañeras del PCE que habrían conocido a Isadora. Según Isabel, no queda nadie que conociera de primera mano a la mujer que fue obligada a prostituirse en Ravensbrück. “Que yo sepa no tenía familia, nunca se casó ni tuvo hijos, siempre estuvo sola. Las únicas personas vivas que quedan que tuvieron contacto directo con ella somos yo y mis hermanos”, resume.

Epílogo judicial

Toda esta historia tiene un apéndice final que pasa por la justicia. El barracón de las mujeres, publicado ahora por Espasa, salió a finales de 2021 en una pequeñita editorial, Molinos y Gigantes, puesta en marcha por Irene Camacho, que hasta entonces era correctora para distintas editoriales. Cañaveras había contactado con ella a través de las redes sociales, le pasó el manuscrito e insistió, según cuenta ahora Camacho a El Confidencial, en sus investigaciones y su paso por los registros.

“Cuando me mandó la novela me dijo que había ido a un montón de registros y yo la creí. Que no solo había contactado con Amical sino que había sido un honor para ellos”, sostiene la editora que le pareció maravillosa, no se lo pensó y lanzó su editorial con esta novela cuyo título entonces era Putas de campo (la traducción del famoso tatuaje, pero en plural).

placeholder Putas de campo, de Fermina Cañaveras, en la editorial Molinos y Gigantes.
Putas de campo, de Fermina Cañaveras, en la editorial Molinos y Gigantes.

En seis meses le montó 30 eventos y se hicieron muy amigas. También al libro le iba muy bien y llegó a vender mil ejemplares, una cifra muy alta para una editorial pequeña, desconocida, sin fuerza para promociones más allá de las presentaciones y una autora también primeriza.

Pero ahí comenzaron los problemas. “Ella vio el dato, intentó rescindir el contrato, que era de cinco años, hasta 2026 y como no pudo envió un burofax, después demandó a la editorial y como fue desestimada se lo dio directamente a Planeta [Espasa pertenece a este grupo] incurriendo en un acto ilegal por lo que la denuncié. Y en esto es responsable tanto ella como Planeta”, comenta Camacho, que asegura sentirse dolida, porque su autora “siguió vendiendo la novela como si nada”. Ante esta cuestión Cañaveras sostiene que lo que le pasó a Planeta fue una edición “ampliada”. Por su parte, la editora constata que se trata exactamente del mismo texto y que ella mantiene los derechos de explotación. Un asunto que ahora tendrá que dirimir la justicia. El otro cae del lado de la conciencia.

Sarah Helm es periodista. Escribió el libro If This Is A Woman: Inside Ravensbruck: Hitler's Concentration Camp for Women, publicado en 2015 y que se considera la biblia de lo que ocurrió en este campo durante la II Guerra Mundial con las presas. La historiadora Fermina Cañaveras, sin embargo, coloca una cita de ella como “superviviente de Ravensbrück” al inicio de su novela El barracón de las mujeres (Espasa), que se ha convertido en un éxito editorial y que cuenta, según ella, la historia de un personaje real, Isadora Ramírez, en el burdel del campo de concentración de Ravensbrück. “Es una errata”, afirma a este periódico por teléfono la autora. Sin embargo, no es el único error que, a juicio de descendientes de supervivientes del campo, ha deslizado Cañaveras en lo que ahora defiende como novela pero que durante meses ha vendido - y "muy bien", como asegura la escritora- como una historia real del Holocausto.

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