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'Los delincuentes': en el campo no crecen árboles, sino cultura
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'Los delincuentes': en el campo no crecen árboles, sino cultura

La representante argentina en los Oscar despista con su trama criminal hasta acabar convertida en otra égloga pastoril

Foto: Fotograma de 'Los delincuentes', la película argentina candidata a los Oscar 2024. (Wanka)
Fotograma de 'Los delincuentes', la película argentina candidata a los Oscar 2024. (Wanka)

Es curiosa la idea que tienen del campo los artistas: está lleno de cultura. En el campo y en las alquerías no hay suciedad, excrementos, tétanos, vallas oxidadas (tétanos, ya decimos), alimañas, frío, desprotección, tedio y no pocos tontos de pueblo, sino cine francés, discos de vinilo, poemas bonitos, juegos infantiles, paseos inolvidables, baños inolvidables, ríos y arroyos derretidos y un horizonte hecho de plástico y neón. Está impoluto el campo para que te vayas a vivir allí.

Los delincuentes es la película que en esta edición representa a Argentina en los Oscar. Dirigida por Rodrigo Moreno, se trata de un largo meneo metacinematográfico que empieza como si fuera otra cosa: una de robar bancos. Durante la primera hora, la cinta es fantástica, al proponer el robo de una caja de caudales como una ecuación existencial. Morán, que trabaja en una sucursal bancaria, hace cálculos y comprueba que, si roba todo el dinero que ganará en el banco en los próximos veinticinco años, pasará tres años y medio en prisión. Le sale más cuenta robar al banco que trabajar para él, pues un amigo podría guardarle el botín hasta su salida de la cárcel. Y así lo hace.

Durante este primer acto, Los delincuentes no sólo hace justicia a su título, sino que complace las expectativas de los espectadores, sin que esto sea necesariamente bueno siempre. La película parece española, pues sale mucho Buenos Aires y Buenos Aires es muy similar a Madrid en los años 80. Me vino a la cabeza el cine de Garci, con esos planos melancólicos sobre esquinas del centro de la ciudad, sobre cartelería, tiendas y lugares comunes. También me acordé de Atraco a las tres (José María Forqué, 1962) o Smoking room (Wallovits, Gual, 2002): el infierno es la oficina. Todo es cutre, todo el mundo es feo, todos los objetos son viejos, están astillados, están gastados o parecen funcionar a pedales. La película misma diría uno que está ambientada en un tiempo previo a Internet, pero basta una mención a las pantallas en una escena, y el uso de un móvil en otra (sólo sale una vez un smartphone, lo cual es poco verosímil), para cerciorarse de que Los delincuentes transcurre en nuestros días.

placeholder Un fotograma de 'Los delincuentes'. (Wanka)
Un fotograma de 'Los delincuentes'. (Wanka)

Su propuesta de fondo no es otra que el odio al trabajo, cuando podría estar uno mirando las nubes tan ricamente. ¿Cómo librarse de la esclavitud de trabajar a diario, de ese sinsentido que te roba el tiempo y la energía, y te amansa? ¿Cómo, sin meterse a político? La solución es meterse a delinquir, fíjense.

Por aquí la película iba estupendamente, ya decimos. Sin embargo, el director da un timonazo a todo el artefacto y empieza a rodar horizontes, ríos y fincas agrícolas. Ahí se ve que no ha pisado mucho el agro, porque el agro de su película parece más armónico, ordenado y pulcro que la Buenos Aires que hemos recorrido en la primera hora. Es como si el campo tuviera su propio servicio de limpieza.

Los delincuentes deja de ser cine español y pasa a ser cine francés. Demasiado francés. Como en las películas de Éric Rohmer, el amor es importantísimo. La gente se enamora y tiene nombres ridículos: Román conoce a Ramón, Morna y Norma (en serio); y su amigo y compañero de banco que le cuida el dinero se llama Román. Por introducir alguna referencia argentina, la trama amorosa, donde dos amigos se disputan a la misma mujer, parece alojar en algún punto un eco de La intrusa, el cuento de Borges. De hecho, durante algunos tramos de película, los dos actores protagonistas dan la impresión de estar representando al mismo personaje, sin que esto sea un desdoro para el filme, sino algo estimulante y muy borgiano, de nuevo.

La película iba estupendamente. Sin embargo, el director da un timonazo a todo el artefacto y empieza a rodar horizontes, ríos y fincas

Las escenas campestres nos muestran a Román, Ramón, Morán, Norma y Morna felices y despreocupados, cosa lógica llamándose así. Se bañan durante largos minutos, beben vino por los caminos y graban el sonido que hace el viento al agitar la maleza. Realmente esta gente va al campo a mejorarlo.

Uno de los trabajadores bancarios ve una película de Jean-Luc Godard, y luego la propia película donde le vemos nosotros se vuelve muy Jean-Luc Godard: se leen libros durante escenas enteras, se juega con la música incidental (esos silencios abruptos originales de Vivir su vida, 1962) y se ponen discos mostrando claramente a los espectadores la portada (Pappo's Blues, en este caso). Cuanto más tiempo pasan los personajes en el campo, más cultos se hacen. Sus conversaciones no giran en torno a las deposiciones de las gallinas, sino en torno a la muerte del cine. Una de las chicas coge un huevo de un gallinero como si fuera un diamante reluciente en un mostrador de Tiffany´s.

Luego hay muchas escenas en las que los personajes hacen el tonto. Hay gente que en cuanto nota bajo sus pies la tierra madre, se pone a hacer el idiota. No sé qué les pasa.

Todo esto, sin duda (hablamos de tres horas de película, con la tontería incluida), va a disuadir a mucha gente de ir a verla. Se hace pesada. Pero, si les gusta mucho más la cultura que el campo, Los delincuentes es el filme del momento.

Es curiosa la idea que tienen del campo los artistas: está lleno de cultura. En el campo y en las alquerías no hay suciedad, excrementos, tétanos, vallas oxidadas (tétanos, ya decimos), alimañas, frío, desprotección, tedio y no pocos tontos de pueblo, sino cine francés, discos de vinilo, poemas bonitos, juegos infantiles, paseos inolvidables, baños inolvidables, ríos y arroyos derretidos y un horizonte hecho de plástico y neón. Está impoluto el campo para que te vayas a vivir allí.

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