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¿Un genio o una impostora? El caso Buniatishvili llega a Madrid
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¿Un genio o una impostora? El caso Buniatishvili llega a Madrid

La pianista georgiana representa un fenómeno que fascina al público e irrita a la crítica, aunque no puede dudarse de su talento ni de sus habilidades comerciales apostando por su imagen exuberante

Foto: La pianista Khatia Buniatishvili. (EFE/Archivo)
La pianista Khatia Buniatishvili. (EFE/Archivo)

No está claro si Khatia Buniatishvili (Batumi, 1987) es un genio o una impostora, aunque el debate y la duda no contradicen la repercusión de su carrera musical y extramusical. Ya se ocupa ella misma de fomentar su arte y su imagen, como si hubiera heredado ambos de su madre. Que era pianista y modista, de tal manera que la monstrua georgiana tanto sabe expresarse en el repertorio más exigente como ha aprendido la relevancia de la mercadotecnia en cuestiones de imagen y de apariencia.

Lo demuestra la exuberancia de su vestuario y la exposición misma de su físico. Khatia Buniatishvili no es solo un producto de marketing, pero es también un producto de marketing cuya personalidad atrae más al público que a la crítica. Y cuya repercusión comercial en tiempos de saturación de mercado justifica haberse convertido en estrella principal de la casa Sony.

placeholder La pianista Khatia Buniatishvili, al concluir un concierto en París. (EFE)
La pianista Khatia Buniatishvili, al concluir un concierto en París. (EFE)

Recala en Madrid la diva. Y lo hace con una demostración de sus inquietudes, aunque no puede decirse que el recital del miércoles 20 en el ciclo de Scherzo (Auditorio Nacional) sea un ejemplo de orden programático.

Khatia Buniatishvili tanto interpreta a Bach y a Beethoven como a Schubert, Liszt y Stravinsky. Se trata de imantar al espectador. Y de abrumarlo con una concepción interpretativa que se resiente muchas veces de la arbitrariedad y las excentricidades, más o menos como si la maestra georgiana pretendiera demostrar, reivindicar, que es una artista diferente, cuando no exclusiva.

Quiere decirse que pasan cosas en los recitales Buniatishvili. Y que la pianista ha logrado familiarizar espectadores afines, vocaciones y prensa del corazón. Por el glamour de la artista. Por su vida social. Por las estampas provocativas. Y porque el primer algoritmo que aparece en el motor de búsqueda relacionado con el fenómeno es “Khatia Buniatishvili pareja”.

placeholder La pianista Khatia Buniatishvili, durante un concierto. (EFE)
La pianista Khatia Buniatishvili, durante un concierto. (EFE)

También hay debate al respecto. ¿Quién es? ¿Hasta dónde llegaron sus amoríos con Orlando Bloom? ¿Está casada? ¿Quién es el padre de la criatura que ella misma alumbró el pasado mes de junio?

La dimensión people de Khatia Buniatishvili la ha convertido en una fiera del zoo humano de París. Allí ha elegido instalarse, entre otras razones porque las autoridades francesas le concedieron la nacionalidad en 2017.

Fueron sus aptitudes de niña prodigio las que la derivaron a formalizar sus estudios académicos en el 'sancta sanctorum' de Viena

El fichaje concedía un nuevo jalón a la trayectoria cosmopolita e itinerante de la pianista. Llegó a tiempo de nacer en la URSS, conoció la independencia de Georgia y fueron sus aptitudes de niña prodigio las que la derivaron a formalizar sus estudios académicos en el sancta sanctorum de Viena.

Ya se había presentado Buniatishvili ante el público a los seis años. Y había protagonizado toda suerte de giras nacionales e internacionales con el reclamo del “fenómeno georgiano”, aunque el mérito de la chica precoz ha consistido en prolongar sus aptitudes y cualidades en la edad adulta, hasta el extremo de postularse como la principal heredera de Martha Argerich.

Es una comparación hiperbólica e innecesaria, pero también descriptiva del esfuerzo con que los apoderados de la estrella procuran compaginar la faceta más extravagante con el trasfondo emocional e intelectual.

El laberinto de nuestra mente

Un buen ejemplo es el prólogo ambicioso que identifica su última grabación. Se titula Laberinto (Sony) y pespuntea un recorrido heterogéneo por la literatura pianística —Couperin, Bach, Brahms, Satie, Villa-Lobos, Rachmaninov, Morricone— que Khatia Buniatishvili ha revestido de un objetivo filosófico-conceptual: “El laberinto es nuestro destino y nuestra creación; nuestro impasse y liberación; la polifonía de la vida, los sentidos, los sueños despertados y el presente olvidado; giros inesperados y esperados de lo dicho o no dicho… El laberinto de nuestra mente”.

El discurso redunda en la fascinación que Khatia Buniatishvili ha sabido ejercer desde el apasionamiento. Quiere decirse que sus recitales enfatizan la vehemencia y la sobreactuación. Y que el virtuosismo y la cualificación técnica predisponen un dominio de la escena y del escenario que proyectan el caso Buniatishvili al umbral de la genialidad… o de la impostura.

No está claro si Khatia Buniatishvili (Batumi, 1987) es un genio o una impostora, aunque el debate y la duda no contradicen la repercusión de su carrera musical y extramusical. Ya se ocupa ella misma de fomentar su arte y su imagen, como si hubiera heredado ambos de su madre. Que era pianista y modista, de tal manera que la monstrua georgiana tanto sabe expresarse en el repertorio más exigente como ha aprendido la relevancia de la mercadotecnia en cuestiones de imagen y de apariencia.

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