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Ígor Stravinski y el escándalo que revolucionó la música del siglo XX
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50 años de la muerte del compositor

Ígor Stravinski y el escándalo que revolucionó la música del siglo XX

El estreno de 'La consagración de la primavera' terminó con una revuelta en el patio de butacas. "La gente gritaba insultos, chillaba, silbaba… Hubo tortas e incluso puñetazos"

Foto: El compositor ruso Ígor Stravinski
El compositor ruso Ígor Stravinski

Como si la Tierra entera se resquebrajara. Así concebía Ígor Stravinski la llegada de la primavera. Para el compositor ruso, de cuya muerte se acaban de cumplir 50 años, el florecimiento de la naturaleza no era un acto pacífico. Tampoco lo era el proceso creativo. Se trataba justo de lo contrario: la primavera es violencia. Las flores rompen y hieren la tierra. Cada marzo, los árboles se desangran en un torrente de colores y mueren. Esta es la idea que encierra el libreto de uno de sus ballets más célebres, ‘La consagración de la primavera’.

Y su estreno dejó para los historiadores un acontecimiento también violento, turbulento, del que todavía quedan muchas incógnitas por responder. El 29 de mayo de 1913, el Teatro de los Campos Elíseos de París acogió la primera representación del ballet de Stravinski. Según los testimonios de varias personalidades que acudieron al teatro, la obra revolucionaria terminó provocando un disturbio en el patio de butacas. Gritos, abucheos y hasta violencia. El compositor y su coreógrafo, Vaslav Nijinski, se vieron obligados a huir por la puerta de atrás.

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“El teatro parecía sacudido por un terremoto”, contaba la artista francesa Valentine Gross, que acudió al estreno. “La gente gritaba insultos, chillaba, silbaba… Hubo tortas e incluso puñetazos. Las palabras son inadecuadas para describir una escena como esa…”. ¿Pero qué ocurrió en el estreno de ‘La consagración’? ¿Realmente se formaron disturbios en el Teatro de los Campos Elíseos, y qué los provocó?

Aunque algunos testimonios hablan de que la velada terminó con 40 detenidos, no existen registros de que la policía parisina interviniera en el teatro. Lo que sí está claro es que el ballet de Stravinski conmocionó al ala más conservadora de la academia musical.

En el comienzo del siglo XX, París era una fiesta. Fueron varios los artistas franceses que allanaron el camino a las vanguardias durante las décadas previas. En la pintura, los impresionistas rompieron el hielo para las corrientes posteriores: fauvismo, cubismo, surrealismo, dadaísmo… Y en música, algunos compositores dejaron atrás la tradición europea de los últimos siglos. El francés Claude Debussy, entre muchos otros, revolucionó la concepción de la armonía influido por la música oriental y por los ecos medievales del canto gregoriano.

“La gente gritaba insultos, chillaba, silbaba… Hubo tortas e incluso puñetazos"

Pero con ‘La consagración’, Ígor Stravinski dio un paso más allá. Hacía poco tiempo que el compositor ruso se había instalado en la capital francesa. El empresario Sergéi Diághilev, fundador de la compañía del Ballet Ruso, había encargado a Stravinski la música de ‘El pájaro de fuego’ para su estreno en la Ópera de París. Y tres años más tarde, Diághilev volvió a encargar una partitura a Stravinski, con coreografía del bailarín Vaslav Nijinski.

El libreto de ‘La consagración de la primavera’ se basa en leyendas paganas de la Rusia ancestral. La trama se reduce a una premisa violenta: para ganarse el favor de los dioses en el comienzo de la primavera, una tribu rusa ha de sacrificar a una joven virgen. ¿Cómo? Obligándola a bailar hasta la muerte. Según los testimonios, la coreografía original de Nijinski no se quedó atrás. Contorsiones, espasmos y movimientos radicalmente nuevos. “Aquello no era ballet”, explicaba la historiadora de la danza Lynn Garafola para ‘NPR’ en el centenario de la obra. "Incluía saltos, pero no aspiraba a ser etéreo -en otras palabras, como esos saltos que parecen colgar del aire-. Parecía simplemente que se elevaban para estrellarse sobre la tierra”. El lenguaje corporal era “extremadamente violento”. Tanto, como la música de Stravinski y el motín que se fraguó en el patio de butacas.

El escándalo

Aquella noche, un público distinguido asistió a la primera representación. Artistas cercanos a Stravinski, como Pablo Picasso, Jean Cocteau o Gertrude Stein, se encontraban en el Teatro de los Campos Elíseos. Según el propio Stravinski, el escándalo estalló tras la obertura, cuando se levantó el telón y el público vio “al grupo de Lolitas de rodillas y trenzas largas que saltaban arriba y abajo”.

El compositor se refiere a la ‘Danza de los adolescentes’. La sección de cuerda comienza martilleando un poliacorde (varios acordes distintos tocados simultáneamente, de forma disonante), mientras el resto de la orquesta crea un ritmo inestable, obsesivo y tribal. La violencia de la música, la sordidez de la premisa y la coreografía imposible enloquecieron al público.

placeholder Una escena de 'La consagración'. (Wikicommons)
Una escena de 'La consagración'. (Wikicommons)

Empezaron los abucheos. Hasta tal punto, que Nijinski tuvo que subirse a una silla desde bastidores para indicar el compás a las bailarinas porque los golpes de la orquesta empezaban a ser inaudibles. Así lo relataron después el escritor Jean Cocteau y el propio Stravinski. Los testimonios de los periodistas y asistentes son confusos. Se habla de abucheos, insultos, incluso violencia física entre el público. Según el testimonio de Rómola Nijinski, recogido por el historiador Modris Eksteins, dos personas se retaron en duelo durante la representación, que consumaron al día siguiente.

“Luchamos por el arte (algunos pensaban que lo era y otros pensaban que no)”, escribió el crítico del ‘New York Times’. “Echaron a cuarenta alborotadores del teatro, pero eso no apaciguó los disturbios. Las luces estaban completamente encendidas pero el ruido continuó […]. Con el acompañamiento de una turba de hombres y mujeres enfadados”.

placeholder La crítica del estreno en el 'New York Times'
La crítica del estreno en el 'New York Times'

Pese al escándalo, la representación del ballet continuó hasta el final. Para Stravinski, el héroe de la noche fue el director de la orquesta, Pierre Monteux. “La imagen de la espalda de Monteux es más vívida en mi memoria que la del escenario”. El maestro no miró ni una vez al cuerpo de baile. “Sus ojos estaban fijos en la partitura, intentando recordar ‘el ‘tempo’ exacto que Ígor me dio y que, tengo que reconocer, nunca he olvidado”, contaba en un testimonio recogido por el pianista y escritor Peter Hill.

Stravinski entendió la violencia del estreno como una ruptura con la tradición musical, una entrada traumática de la era moderna. En el público y en la partitura. Tras ‘La consagración de la primavera’, la obra del compositor ruso pivotó de una corriente a otra con una facilidad inaudita. Del neoclasicismo al dodecafonismo, de una reinterpretación de Pergolesi en ‘Pulcinella’ a la influencia del expresionista Arnold Schönberg.

placeholder Stravinski y el coreógrafo Vaslav Nijinski
Stravinski y el coreógrafo Vaslav Nijinski

Para el sonido de la Rusia ancestral, Stravinski escogió un lenguaje rupturista y completamente moderno. El crítico y poeta Juan Eduardo Cirlot explicaba esta contradicción comparándola con la evolución del compositor español Manuel de Falla: “[Falla] ha superado sus etapas tradicionales para arrancar de su corazón los secos, austeros e imperialistas acordes […] cuya sonoridad, impregnada de tintas marrones y grises, velazqueñas, es la voz de ese dios oscuro, hijo del clima, del trabajo, que es el de la raza”.

En ‘La consagración de la primavera’, la esencia de la Rusia primitiva no proviene del folclore, sino del magma de su cultura, de una expresión tribal. “Para expresar el temor, la esperanza y el frenesí de esta gente brutal, Stravinski hizo una música cuyos ritmos, temblorosos, pulsantes, parpadeantes, retumbantes y estrepitosos con un latido de pistón loco, recogen emociones animales", escribió una de las bailarinas que participó en el estreno. La primavera y las entrañas de Stravinski irrumpieron con violencia en el comienzo del siglo XX. Y la historia de la música no volvería a ser la misma.

Como si la Tierra entera se resquebrajara. Así concebía Ígor Stravinski la llegada de la primavera. Para el compositor ruso, de cuya muerte se acaban de cumplir 50 años, el florecimiento de la naturaleza no era un acto pacífico. Tampoco lo era el proceso creativo. Se trataba justo de lo contrario: la primavera es violencia. Las flores rompen y hieren la tierra. Cada marzo, los árboles se desangran en un torrente de colores y mueren. Esta es la idea que encierra el libreto de uno de sus ballets más célebres, ‘La consagración de la primavera’.

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