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¿Qué fue de Lucas, el niño de 'Los protegidos'? Mario Marzo, del piano a la tele adolescente
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¿Qué fue de Lucas, el niño de 'Los protegidos'? Mario Marzo, del piano a la tele adolescente

Este pianista y actor participa en el Festival Internacional de Música de Canarias. Muchos los recordarán por interpretar al personaje tímido en la serie de Antena 3. "Vi un anuncio en el tablón del conservatorio y me dio por ahí"

Foto: Mario Marzo. (Cedida)
Mario Marzo. (Cedida)

Imaginen esta unión cultural algo insólita: una legión de fans de 'Los protegidos' agotando las entradas de un recital de piano. Jóvenes aficionados a una serie de ciencia ficción de Antena 3 (niños o adolescentes, cuando se emitía) a los que la música clásica no les interesa demasiado. En cualquier otro recital, es probable que una parte generosa del público no sepa ni qué es 'Los protegidos'. Pero la carrera de Mario Marzo (Madrid, 1995) une estos dos públicos improbables sin que haga falta imaginar: tal y como él lo explica, la historia empieza en Antena 3 y acaba en aquel recital como el curso natural de su vida, "porque una cosa llevó a la otra".

Nunca pensó ser actor de televisión. Tampoco pianista. Lo que llevó a esa legión de fans de Antena 3 a su recital es el hecho de que, hace más de diez años, Mario Marzo vio un anuncio en el tablón de su conservatorio: se busca a un actor de 13 años que toque el piano. Así acabó en el reparto de 'Los protegidos', una de las ficciones con más éxito de la cadena en la pasada década.

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"Muchos de los fans de 'Los protegidos' tenían mi edad. Ahora vamos creciendo todos y yo siempre animo a la gente a ir a conciertos. Cada vez hay más puertas de entrada para el público: la televisión, el cine, los artistas que interactúan en redes...", explica el pianista. Antes de interpretar a Lucas en 'Los protegidos' (y continuar haciéndolo en 'Los protegidos: el regreso', el 'remake' de Antena 3), Mario Marzo era pianista de conservatorio. Tras acabar la serie, obtuvo el Premio Extraordinario de Música de la Comunidad de Madrid. Terminó el Grado Superior con Matrícula de Honor y completó su formación en Berlín con Eldar Nebolsin, uno de los pianistas más reconocidos del mundo.

Marzo compagina la actuación con su carrera pianística, de momento. "Cuando tenga muchos conciertos o muchos proyectos audiovisuales, tendré que replantearme lo que hago. Por ahora, saco tiempo para todo". En esta charla, la unión cultural también es improbable: si quieren saber qué fue de aquel adolescente tímido en la serie o qué será de una de las promesas pianísticas españolas, Mario Marzo responde.

PREGUNTA. Mario Marzo es una figura conocida en dos ámbitos muy diferentes que, digamos, no suelen confluir: el del público de la música clásica y el de los fans de Los Protegidos. Del primero se dice que no es acogedor para los jóvenes. En el segundo, casi todos los son. ¿Cómo se conjugan?

RESPUESTA. Llevo siendo pianista desde los seis años. Mi madre es pianista, mi padre es pianista. La música ha estado en todos los días de mi vida. Cuando empezamos a grabar Los Protegidos hace doce años, a mí me gustaba hacer recomendaciones de música clásica. Y no con la idea de acercarla a los jóvenes, sino porque de verdad creo que es maravillosa y que puede ayudar a mucha gente. A inspirarse, a descansar, a encontrarse mejor, a buscar ideas... Hoy sigo haciéndolo. Me encantaría que la gente que me sigue tanto por una faceta como por la otra pueda disfrutar de las dos disciplinas sin problema.

P. Se dice que un músico empieza su carrera desde que aprende a leer un pentagrama, lo cual suele suceder a una edad muy temprana. La fama de 'Los protegidos' le llegó en la adolescencia. ¿Cómo se compaginaban las dos cosas?

R. Sí, eso se suele decir de la música clásica. Pero se podría decir también de los matemáticos, que empiezan su carrera cuando aprenden a sumar en el colegio y después continúan al especializarse. No tiene por qué ser negativo. Un instrumento puede ser un 'hobbie', puede estudiarse durante diez años y abandonarse, puede convertirse en una opción profesional... Pues eso que te llevas, con todos los beneficios que la música aporta al cerebro y al desarrollo. Conocer gente, repertorio, disciplina... En mi caso, siempre se me fue dando bien. Fui avanzando cada curso con buenas notas y, normalmente, un objeto en movimiento se mantiene en movimiento.

Nunca he tomado la decisión activa de dedicarme al piano. De repente, me planté con 18 años, me fui a Berlín a estudiar, terminé el máster de interpretación y aquí estoy. Nunca hubo un momento de plantarme y decidir. Y en medio de esa vorágine, apareció la televisión. Fue algo que en mi familia descuadró muchísimo, porque no existía ningún precedente de actores. Pero surgió así. Un día, yo estaba en el conservatorio y vi un papel: 'Se busca un niño que toque el piano para un casting'. No sé por qué, me dio por preguntar y no me cogieron para esa peli, aunque el vídeo lo vio el que es hoy mi representante. Así fue como después me llamaron para 'Los protegidos'.

Foto: Imagen promocional de 'Los protegidos: el regreso'. (Atresmedia)

P. Aunque no hay actores en su familia, sus padres son pianistas. Imagino alguna similitud entre el niño que dice: 'de mayor quiero ser actor' y el de 'de mayor quiero ser pianista'. A algunas familias les asustaría por igual.

R. Mis padres querían que yo hiciese lo que me apeteciera, pero les gustaba la idea de que también me dedicara a la música. Pero mi madre, siendo ella pianista, siempre me decía: 'Ay, Mario. El piano no'. El último concierto que ella dio como solista, con Juanjo Mena, lo hizo embarazada de mí. Yo estaba en su tripa. Cuando daba clases y yo era pequeño, me dormía debajo del piano. Pero conforme crecía, me advertía de que es un instrumento muy difícil y solitario, pero ya era tarde (ríe). Preferían que hubiera escogido el chelo, el violín, la viola (instrumentos de la orquesta sinfónica), pero yo empeciné con el piano.

P. Puedo entender la preocupación de su madre. El piano es un instrumento que ejerce casi siempre como solista, a veces como acompañante o en formaciones pequeñas. El mundo del pianista es especialmente competitivo...

R. Y solitario... Ahora tengo la suerte de estar tocando un concierto para dos pianos y orquesta. He tenido la suerte de que en mis conciertos siempre he estado acompañado por mi pareja o mi familia. Pero se da la casualidad de que este año no. De no ser porque este concierto es colectivo, estaría solo en los ensayos. Después del concierto, los aplausos y las propinas, acabaría en la habitación del hotel, de nuevo solo. Con una adrenalina que no te deja dormir y pensando en el próximo repertorio.

Lo que pasa con estos conciertos de piano, aunque sobre el escenario estamos casi cien músicos, tenemos roles muy diferentes. Lógicamente, hacemos música juntos y nos unimos todo lo que podemos. Pero, al final, el piano tiene un rol diferente al de la orquesta. Los músicos de cualquier orquesta forman un ente, se conocen entre ellos, tienen sus amistades y enemistades, trabajan a la orden de distintos directores. De algún modo, el pianista solista está siempre al otro lado.

"Por suerte, en el primer día que grabé 'Los protegidos' no tenía ninguna frase. Recuerdo los mayores nervios que he sentido en mi vida"

P. Sin embargo, el trabajo actoral en televisión es un juego de equipo. ¿En qué diría que se parece el piano a su otro trabajo?

R. Pues mira, nunca he grabado un disco. Ni en solitario ni con orquesta. Eso es lo que más se asemejaría a una grabación de una serie. La capacidad de improvisar, de ver lo que has hecho y ordenarlo, de reafirmarte o corregirte... El mundo del directo es más complejo. Creo que se parece más al teatro: lo que te da tocar frente al público, la penumbra y el silencio de una sala, escuchar cómo se mueve el sonido. Eso no se puede vivir en una grabación de televisión.

P. ¿Cuál es su primer recuerdo en un escenario?

R. Una vez, cuando tenía diez años. Me dio por hacerme una cresta enorme con un bote de gomina antes de una audición en la escuela de música. Recuerdo la cara de mi madre (ríe). Es el primer recuerdo que tengo al plantarme en un escenario.

Foto: James Rhodes. (EFE/Juanjo Martín)

P. ¿Y ante una cámara?

R. Eso lo recuerdo mejor, tenía 14 años. Por suerte, en el primer día que grabé 'Los protegidos' no tenía ninguna frase. Solo tenía que agacharme y tocar a una persona. Recuerdo los mayores nervios que he sentido en mi vida. Estar ahí maquillado, vestido de otra persona, en una furgoneta y a punto de hacer algo que no había hecho en mi vida.

No sé por qué me dio por ahí. Siempre he sido muy curioso, pero jamás quise ser actor ni trabajar en televisión. Ni siquiera era muy fan del cine cuando era pequeño. Tampoco quería ser famoso. Lo digo porque sí hay casos de gente que se adentra en el mundo de la tele porque le gustaría ser conocida y luego se enamora del oficio. Yo no le prestaba demasiada atención... Solo vi el anuncio y me presenté. La verdad, estoy tremendamente agradecido de haber tomado esa decisión.

P. ¿Tiene en mente grabar un álbum de estudio?

R. Sí, me gustaría. No sé cuándo porque ahora no tengo tiempo. Mi idea sería grabar un disco con diferentes piezas que me gustaría que la gente escuchara.

P. Eso es cada vez más habitual: artistas jóvenes que, en lugar de grabar obras largas completas (sonatas de Beethoven, preludios de Rajmáninov, partitas de Bach...), graban una colección de piezas que tienen un significado especial para ellos. A veces, no están ni relacionadas temporalmente: Víkingur Ólafsson (con Rameau y Debussy), Khatia Buniatishvili (con su 'Motherland'), Yuja Wang, el propio James Rhodes... Son discos que se presentan de una forma parecida a la industria del pop, con el nombre y el rostro del artista por delante. ¿Se han invertido los términos?

R. Creo que hay espacio para todo. Lo que más sentido tiene es que los artistas jóvenes prefieran enfrentarse a estas pequeñas amalgamas que a una integral de Beethoven. Ojo, que una selección de pequeñas piezas conlleva un trabajo de creación que una obra entera no. Si decides grabar todas las sonatas de alguien, no hace falta que pienses el repertorio: está ahí. Hacer un pequeño mix también tiene su dificultad.

"Hay un público que prefiere una recopilación de escenas de Shakespeare que una obra entera. Con la música pasa lo mismo"

Estando todo lo importante grabado, como lo está ahora, me parece una posibilidad muy coherente grabar cosas que para un artista son importantes. Piezas cortas que juntas crean un recital... Al final, el público está cambiando mucho. Eso se nota en los conciertos. Ahora, la gente prefiere que en un recital de una hora haya seis compositores diferentes a uno solo. Prefiere variedad. Eso sí: tiene que tener cierta coherencia. Pero también entiendo que se quiera escuchar un poco de todo. Estos discos vienen de artistas jóvenes, que están comenzando... o no. Por ejemplo, Daniil Trífonov [uno de los pianistas más aclamados de la escena actual] acaba de sacar un disco-amalgama sobre Bach y sus familiares. Con las pinceladas que él quiere contar sobre el compositor.

P. ¿Es cada vez más importante la identidad del intérprete y su construcción?

R. Es cierto que se construye mejor una identidad como intérprete al posicionarse y al crear tu propia obra. Una cosa buena que tienen estos álbumes es que tú, como artista, tienes la potestad de decidir qué es lo que quieres compartir con el oyente. No estamos diciendo que en una partita de Bach, por ejemplo, haya un movimiento que sea peor que los demás y por eso no la quiero tocar. Pero es habitual que en los recitales estemos obligados a tocar lo que se nos pide, siempre ha sido así y probablemente lo será durante mucho tiempo.

El mundo del CD y del álbum nos permite elegir: quizá de esta obra me apetece tocar estos dos movimientos, y después tocar otro movimiento de otra distinta. Y luego unirlo con una obra de otro compositor diferente.

Foto: Imagen de la serie 'Los protegidos' (Boomerang TV)

P. ¡Como un DJ!

R. ¡Claro! (ríe). Tiene que haber sitio para todo. Para la gente que se quiera escuchar un álbum de 40 minutos de Led Zeppelin y para el que quiera escuchar un tema de Led Zeppelin, uno de The Strokes, otro de The Who... Esto es lo mismo.

P. Entonces, ¿la escucha del público es cada vez más dispersa o fragmentada?

R. A ver... También entiendo a quien defiende la integridad de las obras, a quien quiere escucharlas completas y ordenadas, tal y como se crearon. Pero es que hay espacio para todo. Piensa en el teatro. Hay un público que quiera ver en directo una recopilación de las mejores escenas de Shakespeare. O de los mejores monólogos, en una obra de dos horitas y en la que se puedan hacer una idea de cómo funciona el dramaturgo, sus temas recurrentes, su lenguaje... ¿Que también hay gente que quiere ver una obra completa? Claro que sí. En música ocurre algo similar, sobre todo siendo algo tan fundamental en la vida de la gente.

Es que la gente no tiene tiempo para escuchar la 'Kreisleriana' de Schumann entera [una obra de unos treinta minutos]. Probablemente, aproveche para escuchar música en el transporte público o en el coche. Y las piezas que son lentas y más tenues no se escuchan bien en determinados lugares por el ruido... Es que hay gente que reniega de este tipo de álbumes como si no fuera la forma en que la gente escucha hoy música. En general, la gente tampoco se escucha 'El mal querer' de arriba a abajo. Va picoteando entre las canciones que más le gustan y ya está. El oyente se comporta así cada vez más y los intérpretes, por tanto, también. Dicen: 'Mira, esta es la mezcla que quiero hacer'. Ahora bien, el público decidirá si lo escucha entero o no.

Imaginen esta unión cultural algo insólita: una legión de fans de 'Los protegidos' agotando las entradas de un recital de piano. Jóvenes aficionados a una serie de ciencia ficción de Antena 3 (niños o adolescentes, cuando se emitía) a los que la música clásica no les interesa demasiado. En cualquier otro recital, es probable que una parte generosa del público no sepa ni qué es 'Los protegidos'. Pero la carrera de Mario Marzo (Madrid, 1995) une estos dos públicos improbables sin que haga falta imaginar: tal y como él lo explica, la historia empieza en Antena 3 y acaba en aquel recital como el curso natural de su vida, "porque una cosa llevó a la otra".

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