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El falsificador de cuadros que engañó a Carmen Polo, pero Franco frenó la investigación
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El falsificador de cuadros que engañó a Carmen Polo, pero Franco frenó la investigación

El dictador no quería que trascendiera que su mujer había sido timada. Eduardo Olaya falsificó más de 400 lienzos que fueron vendidos a museos como originales. Un libro reconstruye su historia

Foto: Carmen Polo y Franco en una imagen de 1963. (Europa Press)
Carmen Polo y Franco en una imagen de 1963. (Europa Press)

Eduardo Olaya Araiz (1923-1974), alias La Baronesa, fue fumador empedernido, juerguista pertinaz, homosexual en tiempos de Franco, ladrón, estafador, aficionado a entregar cheques sin fondos y varias veces condenado por apropiación indebida. Su extenso historial delictivo le llevó a pasar media vida en prisión.

Pero el sevillano tenía un don, un talento particular. Era un magnífico pintor, capaz de reproducir con absoluta fidelidad cuadros de maestros como Velázquez, Murillo, Zurbarán, El Greco, Ribera… Autodidacta de formación, Olaya pasó muchas horas en el Museo del Prado, empapándose del arte de los más grandes, adentrándose en las profundidades de su genialidad. No era un mero copista: era capaz de insuflar alma a sus reproducciones, lograba que transmitieran verdad.

Apenas pintó obras propias, se dedicó a copiar y copiar a los clásicos. Fue un magistral y prolífico copista, incluso entre rejas seguía reproduciendo cuadros de grandes artistas. Se calcula que en total pintó unas 400 copias.

placeholder Copia de Velázquez realizada por Eduardo Olaya en 1959.
Copia de Velázquez realizada por Eduardo Olaya en 1959.

Eran tan buenas sus falsificaciones que en los años cincuenta y sesenta muchas de ellas fueron vendidas como auténticas por miles de millones en una veintena de países, sobre todo europeos y americanos, y varias podrían haber acabado en museos, desde el Prado hasta el Thyssen, pasando por el Museo Cleveland de Ohio o el Norton & Simon de Pasadena. Era tal la destreza de Olaya como copista que hasta Carmen Polo, la mujer del dictador Francisco Franco, compró una copia suya de un bodegón de Velázquez pensando que se estaba llevando a casa un original del autor de Las Meninas.

Toda esa historia se ha mantenido durante años en secreto. Pero tras años de investigación y la desclasificación de algunos documentos policiales, Juan Carlos Arias ha conseguido armarla y la cuenta en El falsificador de Franco. La historia del pintor que engañó al mundo del arte (Samarcanda). Criminólogo y detective privado, Arias ha invertido tiempo y esfuerzo en indagar la historia de Olaya, el último y más débil eslabón de una mafia que se lucró con su talento como copista, que se aprovechó de que en la época no existían técnicas sofisticadas para comprobar la autenticidad de un cuadro, que fue investigada por las fuerzas de seguridad franquistas (y en concreto por su padre, que era policía) y que, sin embargo, quedó impune y vio archivadas las diligencias policiales y judiciales sobre el caso. Todo, para que no trascendiera que Carmen Polo de Franco había sido tan necia de dejarse estafar por esa red.

placeholder Portada de  'El falsificador de Franco. La historia del pintor que engañó al mundo del arte', de Juan Carlos Arias.
Portada de 'El falsificador de Franco. La historia del pintor que engañó al mundo del arte', de Juan Carlos Arias.

La esposa del dictador, como es bien sabido, acumulaba de manera compulsiva joyas y antigüedades. Según la reconstrucción realizada por Arias, en los años cincuenta empezó a visitar en sus viajes a Sevilla la tienda de Andrés Moro, un anticuario con mucha labia y pocos escrúpulos, confidente de la policía y del que se dice que por un puñado de monedas compró a yonquis importantes piezas que sacaban a hurtadillas de las casas de sus familias.

Doña Carmen empezó a dejarse caer por su tienda una o dos veces al año. La señora arramblaba con lo que se le antojaba, asegurando al anticuario que ya recibiría un cheque del Palacio de El Pardo. Pero el cheque o bien no llegaba o bien era por un valor notoriamente inferior al esperado. Cuentan que, en los últimos años, Moro llegó a tapiar algunos cuartos de su tienda para ocultar piezas a la ávida esposa de Franco.

placeholder El copista sevillano Eduardo Olaya.
El copista sevillano Eduardo Olaya.

El anticuario ya trabajaba entonces con Olaya, a quien le compraba copias de importantes pintores españoles realizadas en lienzos antiguos y con marcos de época sacados de conventos, iglesias, casas de nobles venidos a menos… Moro vendía algunas de esas falsificaciones en su tienda, pero, como era un tipo astuto, era consciente de que no podía rebasar cierto precio. Sin embargo, lo que se podía sacar por esas mismas obras se multiplicaba si estas se vendían en el palacio de un aristócrata. Así que empezó a prestar a nobles venidos a menos algunas de sus piezas, para que tratasen de venderlas a cambio de una jugosa comisión, haciéndolas pasar por posesiones de su familia. Los compradores, por su parte, se relamían pensando que iban a hacer el negocio del siglo al comprar a nobles arruinados obras de grandes artistas por precios irrisorios.

A finales de la década de los cincuenta, Moro se enteró de que Carmen Polo de Franco iba a comer en compañía de otras damas en la mansión de una noble sevillana con la que el anticuario se traía entre manos ese tipo de trapicheos. Y, en venganza por todas las piezas que la mujer del dictador se había llevado de su tienda por precios ridículos, decidió tenderle una trampa. Según Juan Carlos Arias, el anticuario entregó a la aristócrata la falsificación de un bodegón de Velázquez realizada por Olaya. Carmen Polo lo vio, se quedó prendada del cuadro y compró la falsificación, pensando además que había hecho el negocio del siglo.

placeholder Andrés Moro, en su tienda de antigüedades en Sevilla.
Andrés Moro, en su tienda de antigüedades en Sevilla.

Un par de años después, en enero de 1960, una aristócrata sevillana se personó ante la Policía y denunció que Olaya le había vendido un falso bodegón de Velázquez. La acusación, según Juan Carlos Arias, estaba llena de incongruencias: para empezar, porque el copista nunca vendía directamente sus cuadros, y aún menos a una persona de la nobleza. Además, la marquesa no presentó ninguna factura o recibo de la compra de la pintura, no adjuntó ninguna foto de la misma. Ni siquiera dejó claro si el bodegón seguía o no en su poder. Arias lo tiene claro: “Fue una denuncia falsa para descargar en Olaya todas las culpas en caso de que hubiera algún problema”.

Eduardo Olaya fue interrogado, pero no soltó prenda. Solo accedió a hablar algunos meses después con José Arias, un policía honrado que siempre le había tratado bien, el padre de Juan Carlos Arias. A él sí que le confesó que había copiado un bodegón de Velázquez y que este había sido vendido como auténtico a Carmen Polo.

El policía redactó un atestado con toda la información que le había facilitado Olaya, lo que desencadenó una investigación policial bautizada como Operación Sevilla sobre la existencia tanto en la capital hispalense como en Madrid de una mafia dedicada a la venta de obras de arte falsificadas en la que estaban implicados anticuarios, marchantes, intermediarios y miembros de la nobleza.

La operación Sevilla fue archivada para evitar que se supiera que la mujer de Franco, cegada por su propia codicia, había sido estafada

Hubo redadas. En Madrid fue detenido el marchante estadounidense Stanley Moss, quien en el pasado ya había sido multado en varias ocasiones por sacar de España ilegalmente obras de El Greco y de Goya (se llevó enrollado en un bastón el San Jerónimo de Goya, que vendió al Museo Norton & Simon de Pasadena, en EEUU). También fue detenido dentro de la Operación Sevilla su brazo derecho, José Antonio Llardent Viciana, así como el marchante alemán Herbert Maier. Otro de los supuestos implicados en la venta de cuadros falsos, el intermediario madrileño Astasio Egea de la Fuente, optó por suicidarse tras recibir una llamada de inspectores de la brigada criminal pidiéndole que documentara las compras de cuadros que le había hecho al anticuario Andrés Moro meses atrás. Por su parte, Moro también fue arrestado, pero enseguida hizo valer su condición de confidente policial y sus estrechas relaciones con miembros de la nobleza y consiguió ser puesto en libertad.

El voluminoso expediente de la Operación Sevilla llegó, siempre según el relato de Juan Carlos Arias, hasta la mesa de Arias Navarro, entonces director general de Seguridad y buen amigo de Carmen Polo. Al enterarse de que esta había sido engañada, decidió hablar con el dictador. “Franco mandó descolgar el bodegón de Velázquez de El Pardo y ordenó venderlo al Museo del Prado”, asegura Juan Carlos Arias. Por su parte, la Operación Sevilla fue archivada para evitar que se supiera que la mujer de Franco, cegada por su propia codicia, había sido estafada por una red de vendedores de obras de arte falsas.

placeholder 'Fábula', de El Greco, uno de los cuadros vendidos por Stanley Moss al Museo del Prado.
'Fábula', de El Greco, uno de los cuadros vendidos por Stanley Moss al Museo del Prado.

“No sé qué habrá sido del bodegón de Velázquez pintado por Olaya, quizás esté en el almacén del Museo del Prado. Yo he preguntado al museo por los cincos cuadros que le compró a Stanley Moss, entre los que se encuentran Fábula, de El Greco, y Santa Cecilia, de José Ribera, para saber si les han hecho las pertinentes pruebas de autenticidad. No he recibido respuesta”, subraya Juan Carlos Arias. “Mi sospecha es que esas obras podrían ser falsificaciones realizadas por Olaya, así como otras muchas pinturas de artistas clásicos españoles que cuelgan de museos de Estados Unidos”.

Eduardo Olaya murió en el más absoluto olvido a los 51 años a causa de una tuberculosis que pilló en una de sus muchas estancias en la cárcel. Sin embargo, varios de sus cuadros podrían estar colgados en las salas de importantes pinacotecas y siendo objeto de admiración. Aunque no se sepa que son suyos.

Eduardo Olaya Araiz (1923-1974), alias La Baronesa, fue fumador empedernido, juerguista pertinaz, homosexual en tiempos de Franco, ladrón, estafador, aficionado a entregar cheques sin fondos y varias veces condenado por apropiación indebida. Su extenso historial delictivo le llevó a pasar media vida en prisión.

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