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El izquierdismo frágil: que no te vean con ese, que es maric… facha
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El izquierdismo frágil: que no te vean con ese, que es maric… facha

Al progresista le da tanto miedo ser considerado facha como al machuzo ser considerado maricón. Eso se pega —en ambos casos— viendo a cierta gente, leyendo ciertas cosas, etc.

Foto: Manifestación del Orgullo 2022 en Madrid. (EFE/Emilio Naranjo)
Manifestación del Orgullo 2022 en Madrid. (EFE/Emilio Naranjo)
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Al machuzo aquejado de masculinidad frágil, ese anacrónico ejemplar humano del que tanto se habla, aunque prácticamente se haya extinguido, le daba miedo que lo vieran con gais porque en su tribu creían que la homosexualidad era contagiosa. Para un miembro sano del grupo, admitir que se tenía un amigo gay requería el valor de enfrentarse a la sospecha, incluso a la exclusión.

Según esa masculinidad frágil, también se volvía uno sospechoso de marica por llevar al crío a la guardería, fregar o saber dónde están las cosas en la cocina. El prejuicio, como se ve, tenía menos que ver con la orientación sexual concreta que con el miedo a no ser considerado hombre tal como el hombre debía ser, que es todo lo contrario a lo que se dicta que sea el hombre hoy: para bien y para mal, también.

Con el paso de los años, cuando la sociedad avanzó de forma inexorable, retrocediendo para otras cosas de forma igualmente inexorable, esta superstición primitiva empezó a verse como tal mientras surgían otras supersticiones de nuevo cuño que se hacían pasar por "sentido común", y así, a partir de cierto punto, para quedar bien había que decir lo que unos años antes era anatema: "yo también tengo amigos gais".

Foto: Foto: EFE/Pepe Torres.

Voy a detenerme en esa muletilla porque creo que nos dice tanto de la transformación de nuestra sociedad como un estudio sociológico. Lo que era razón sobrada para la culpa se convirtió en un intento de ser aceptado por los demás una vez que la homofobia quedó retratada como lo que siempre fue: un síntoma de retraso mental, un prejuicio idiota, un fósil.

Hace muy poco, una polémica en los ambientes derechistas de Twitter demostró que esta tendencia sigue vigente, pese a que entre los chicos jóvenes heterosexuales se haya empezado a practicar la misoginia o el machotismo precisamente, entiendo yo, por aborrecimiento a las toneladas de propaganda demonizadora que se les calza por vía escolar, mediática y (b)anal.

La anécdota: el autor del chascarrillo televisivo "que te vote Txapote" empezó a crecer en seguidores. Luego se destapó como un cavernícola cuando expresó su aborrecimiento por "las mariconas de derechas" a las que Vox promocionaba. Se refería a Infovlogger, un tipo de derechas y abiertamente homosexual, y a un par de travestis de la misma filiación ideológica. Vi mucha gente de derechas defender a los gais, pero fue Santiago Abascal quien terminó con la polémica apoyando a los gais y execrando al cavernícola.

Es decir: hasta en los ambientes de la derecha más dura, hasta en los márgenes de un partido que hace campaña con su oposición a lo que ven como un lobby gay, el homosexual tumba de espaldas al cavernícola que lo ataca, al menos de cara a la galería.

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El izquierdismo frágil

Bueno: demos un salto en paralelo. En los ambientes progresistas, el "yo también tengo amigos de derechas" no solo no ha llegado, sino que es motivo de deshonra y exclusión. Esto me hace pensar que hoy el izquierdismo es tan frágil como lo fuera ayer la masculinidad. No comparo la homosexualidad y la ideología, señalo para lerdos: comparo el prejuicio y la superstición. Al progresista le da tanto miedo ser considerado facha como al machuzo ser considerado maricón. El facherío, vaya, se pega como la homosexualidad: viendo a cierta gente, leyendo ciertas cosas, etcétera.

Repito —los más lerdos seguro que todavía lo necesitan— que comparo el prejuicio y no el tipo de exclusión sufrido por los gais con el que pueda sentir un conservador al que no invitan a festivales de literatura.

Y para cimentarlo, dos anécdotas de esta semana: un influencer de izquierdas, Bulldog Punk, camionero de profesión, abandona redes y presencia pública tras el acoso y amenazas que él y su familia han recibido por parte de correligionarios dizque progresistas. El detonante: Bulldog Punk accedió a cenar con Macarena Olona para descubrir si lo que busca es nuevo nicho electoral o terapia.

La misma semana, la revista y editorial de izquierdas El viejo topo recibe el veto y se la excluye de una feria del libro dizque libertaria, en Barcelona. Detonante: la editorial ha estado publicando las obras de un filósofo marxista italiano llamado Diego Fusaro, látigo de las izquierdas posmodernas, crítico con la inmigración y absolutamente anatemizado por ambas cosas.

Foto: Estirando el chicle, recogiendo el Premio Ondas de 2021. (EFE/Quique García)
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Ya veis, pasa lo mismo dos veces: por tocar al marifacha, dos figuras que han estado contribuyendo a la causa sin levantar sospechas de pronto se han contaminado. El tabú se contagia al que lo toca, y los impuros son apartados rigurosamente y sin discusión. Al primero se lo separa de la comunidad con un linchamiento digital que lo avergüenza y amedrenta, y a la editorial con el veto irrevocable de una organización que declara: "aquí no puedes entrar porque has tocado eso".

Las chicas del podcast feminista Estirando el chicle tuvieron que hacer muchas misas y ponerse muchos cilicios para ser perdonadas tras invitar a Patricia Sornosa: es siempre lo mismo, quien toca al maricón se vuelve maricón.

Esta conducta supersticiosa y cerril también la puedo confirmar en primera persona. Yo no soy gay, pero alguna polla me habré comido. Quiero decir que no soy facha, pero critico a la izquierda, porque me enerva infinitamente más que la derecha, dada mi estúpida y tozuda proclividad a votar siniestramente. La cosa: tengo amigos de izquierdas que me comentan artículos o libros en privado pero no dejan que se sepa "porque ya sabes, jeje", y amigos que ocultan a sus amigos de izquierdas que les caigo bien, y otros que no lo ocultan pero son forzados a dar explicaciones. De los "amigos" que desdeño porque jugaban a dos bandas miserablemente he perdido la cuenta.

Las políticas de la diversidad siempre excluyen la más importante: la diversidad de criterio

El izquierdismo frágil, ya os digo. En ciertos ambientes, hay que alardear de la virilidad progre en todo momento, darse golpes en el pecho y sobre todo no dejarse ver con quien pueda poner en cuestión esa limpieza de expediente, porque el grupo, cargado de prejuicios y supersticiones, te puede expulsar. Es lo que ha pasado con Bulldog Punk, lo que ha pasado con El viejo topo en Barcelona, y lo que pasa en tu grupo de WhatsApp.

Conclusión: la izquierda actual y la diversidad son, en contra de lo que se proclama, incompatibles. Se maneja una bastardización del concepto de diversidad que significa 'encasillamiento según la etnia, la raza, el sexo o la orientación sexual', pero siempre hay que pensar de formas estandarizadas, y no cuestionar lo que no se debe cuestionar. Es decir: las políticas de la diversidad siempre excluyen la más importante: la diversidad de criterio. Esa en la que anida la auténtica libertad del individuo, sea este negro, blanco, hetero o ma... Chimpón.

Al machuzo aquejado de masculinidad frágil, ese anacrónico ejemplar humano del que tanto se habla, aunque prácticamente se haya extinguido, le daba miedo que lo vieran con gais porque en su tribu creían que la homosexualidad era contagiosa. Para un miembro sano del grupo, admitir que se tenía un amigo gay requería el valor de enfrentarse a la sospecha, incluso a la exclusión.

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