'Kill Yoli': Yolanda Díaz mata con veneno en 'Lo de Évole'
Está claro que Évole y su productora querían colocarla en el espectro de Uma Thurman en 'Kill Bill' porque es delgada y rubia, y es asesina
Mi plan de domingo: ver la entrevista de Jordi Évole a Yolanda Díaz imaginándome en todo momento que estoy en Galapagar, en el sofá de los Iglesias-Montero, sentado entre los dos. Dispuesto a degustar sadismo gallego, pongo palomitas en el microondas. Cada cual se divierte como puede.
Resumen: para alguien que no perciba los trucos de un libro de autoayuda, el discurso de Yolanda Díaz será transparente y honesto. Maruja Torres dijo que a Díaz "quisiera quebrarle la sonrisa" y mi madre dice lo mismo. Está pintada, esa sonrisa, en un delicado jarrón de porcelana lleno hasta los topes de cianuro. Esta noche, en lo de Évole, he analizado unos cuantos de sus muchos trucos de aguijón. Saco las palomitas del microondas. Ahí va una tapita:
En un momento dado, Évole le saca el tuit en que Iglesias la llama "miserable" por ponerse de perfil en lo del solo sí es sí y la pincha para ver qué dice. Díaz dice primero que lo tomó como un insulto, ligero abatimiento. Luego que ella no es de las que insultan. Luego que en su casa la educaron para no insultar y que a su hija la educa también para no insultar. Repite que no piensa insultar a Iglesias.
¿Lo habéis visto? Con delicadeza homicida lo está llamando zafio, agresivo y maltratador. Porque ella no insulta a diferencia de otros, y qué maravilla, me digo. He mirado el bol de palomitas humeantes y de pronto me ha dado miedo comerlas. Estaban demasiado cerca de la tele.
Con delicadeza homicida lo está llamando zafio, agresivo y maltratador. Porque ella no insulta, a diferencia de otros
Mirad cómo habla de sí misma, y no es broma, y no es exageración, las he recopilado: ella es —en sus propias palabras— una persona honesta, fuerte, sincera, alegre, negociadora, inquebrantable, libre. Hasta que la escuchas hablar un rato de sí, podrías pensar que este nivel de autoelogio era exclusivo de los raperos negros de los noventa. Pero no.
Dice luego que no le gusta que la alaben, que le da vergüenza. Que, con la máxima humildad, se ha presentado ahora a liderar Sumar. Que, por humilde también, le sentó fatal que Pablo Iglesias la nombrara a dedo para Podemos. Y aquí recalca: qué mal lo pasó entonces. Sin dormir, eso no se hace. No se la elige a una sin consentimiento, mal, Pablo, y mira que te quiero. Si al final aceptó el peso de la responsabilidad, es porque siempre ha sido muy responsable. Pero que las cosas no se hacen así.
Repito: ved cómo le clava el veneno a su presa mientras habla bien de sí misma y sin hablar mal de él. En este punto alejo el bol de palomitas de mí. Lo pongo en una mesa, me da miedo hasta el olor dulzorro que desprenden. Yolanda, casi de blanco, ¿olerá a palomitas de maíz? No, no, ¡claro que no! Ella solo es una mujer. Una mujer, parece decir, no como otros. Una mujer y no miro a nadie.
Cuando Évole le pregunta si es posible un pacto in extremis con los morados de Podemos, que a estas alturas son verdugones, ella dice que es la discreción hecha persona, y que por eso sus negociaciones salen siempre bien. No como otros, de nuevo, que todo lo airean en la prensa, los trapos sucios, todos los días, desde sus canales de televisión particulares. Ella no entra en esos juegos, dice.
"Si pides la unidad a torta limpia, deprimes a tu electorado".#LoDeYolanda pic.twitter.com/ONoEEW3or5
— Lo de Évole (@LoDeEvole) April 16, 2023
Recalquemos: esto lo está diciendo en prime time, en el programa de Évole, sí: que no lanza mensajes cifrados a través de la prensa y los titulares. Que no radia mensajes trapaceros para forzar al otro en las negociaciones. Y es cierto que no los radia, porque está en la tele. Aquí ya me llevo las palomitas a la habitación contigua, me da miedo hasta mirarlas.
Cuando vuelvo al salón, Yolanda dice que defectos se le podrán sacar muchos, pero que ella es clara. No faltaba más. También que se la podrá criticar por otras cosas, pero no por falta de seriedad. "Eres demasiado seria", le dicen. Antes ha dicho también que siempre está sonriendo, defectos que tiene una. Por eso, cuando la sacan sin sonreír en alguna foto, España le pregunta: ¿qué te pasa?
Viene a la memoria un cartel, visto en Barcelona, hace unos meses. Ponía "Yolanda Díaz". Era de su gira. Ponía "Proceso de escucha". Se la veía a ella hablando, y la gente escuchando. "Las gentes", dirá: "He visto a muchísimas gentes de Podemos que querían caminar juntas con Sumar, lo he visto yo". Que es como decir "Pablo, muérete ya, no te quieren ni en tu casa", pero sin decirlo. Qué bien lo sintetizó Gascón: llama Sumar a una resta.
En fin. Está claro que Évole y su productora querían colocarla en el espectro de Uma Thurman en Kill Bill porque es delgada y rubia, y es asesina. Tras un prólogo divertidísimo con japoneses que parodiaban Vistalegre II a base de frases literales de Iglesias y Errejón, pero en japonés con subtítulos, entraba Yolanda como un ninja en un restaurante sushi de lujo, con música de western y un pasillo rojo para los créditos en los que faltaban las dos gemelas del Resplandor.
Al término de la entrevista, Yolanda no ha tocado ni un plato, y Évole tampoco. Me alegro: comer es peligroso. Las palomitas no quiero ni tirarlas al contenedor por si vienen los de medio ambiente. Se veía todo el rato detrás de Évole una caligrafía oriental. No conozco el idioma, pero por el contexto debe ser un haiku: "Terciopelo suave / araña escondida/ sumar es matar".
Mi plan de domingo: ver la entrevista de Jordi Évole a Yolanda Díaz imaginándome en todo momento que estoy en Galapagar, en el sofá de los Iglesias-Montero, sentado entre los dos. Dispuesto a degustar sadismo gallego, pongo palomitas en el microondas. Cada cual se divierte como puede.
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