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La Marie Kondo de la arquitectura
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La Marie Kondo de la arquitectura

La arquitecta canaria Caterina de la Portilla ha elaborado un manual en el que enseña a sus colegas a poder vivir de su negocio que consiste en menos edificios singulares y más bajar a la realidad doméstica

Foto: La arquitecta Caterina de la Portilla. (Cedida por la autora)
La arquitecta Caterina de la Portilla. (Cedida por la autora)

Caterina de la Portilla (Las Palmas, 1991) estaba “harta de trabajar, dejándome el culo cada noche” para sacar adelante proyectos con los que ganaba una miseria. Se había licenciado en Arquitectura en la Universidad de Las Palmas, había hecho su trabajo final de carrera en Nueva York, había empezado a trabajar allí, después en Madrid, en Las Palmas, y todo para ver cómo se dejaba los riñones sin mucho incentivo a cambio. Cortó por lo sano y se sacó de la manga el plan B, el del emprendedor, el del montártelo por tu cuenta. Y la realidad le volvió a dar otra bofetada. “Me di cuenta de que no tenía ni idea de cómo conseguir clientes ni cómo crear mi propio estudio. En la escuela me habían enseñado arquitectura, pero nada de cómo vivir de ella”, recalca vía telefónica. Empezó con el plan C: ensayo y error hasta crear su propia metodología sobre cómo sacar su negocio adelante. Y esta vez, ya sí, le fue muy bien.

Tanto que, hacia 2017, después de comentar sus métodos y planes a colegas cercanos de profesión y ver que también les funcionaban, se fue creando una comunidad de arquitectos que quería conocerla y poner en práctica sus enseñanzas. Así nació la plataforma Líderes para la Arquitectura, que hoy conforman más de 2.000 arquitectos de 30 países en los cinco continentes. Se reúnen cada día vía telemática, comentan diferentes modelos de negocio, ven los puntos débiles e incluso se intercambian clientes.

placeholder 'Cómo vivir de la arquitectura', de Caterina de la Portilla.
'Cómo vivir de la arquitectura', de Caterina de la Portilla.

De ahí también surgió su blog, ampliamente consultado, y ahora acaba de ver la luz el manual Cómo vivir de la arquitectura, que publica Arpa, con todos los puntos que un arquitecto, ya sea novato o veterano, debe seguir. ¿Es la Marie Kondo de la arquitectura? “Totalmente —se ríe—, Marie Kondo también es bastante arquitecta. Y sí, hay que tener una estrategia”.

Menos arquitectura estrella

¿Y en qué consisten los planes con los que De la Portilla tiene entusiasmados a tantos otros colegas en todo el mundo? En general, consisten en bajar esta profesión un poco a tierra. “Para conseguir clientes, lo que hay que hacer es averiguar aquellas necesidades del mercado que no están siendo atendidas, que es algo que los arquitectos han omitido por un rollo egótico de que la gente tiene que venir detrás de mí. Así es como todo el mundo piensa que el arquitecto es caro, un egocéntrico y va a hacer lo que él quiere y no lo que yo quiero, que soy su cliente”, resalta. En definitiva, como insiste, “está muy bien eso de hacer proyectos brutales en la universidad, pero es que luego hay que salir al mercado y encontrar a gente que te pague para no sucumbir a la precariedad”.

Normalmente, cuando hablamos de esta disciplina no es eso lo que tenemos en la cabeza. La arquitectura no se entiende sin nombres como los de Brunelleschi y su famosa cúpula, Walter Gropius y la Bauhaus, Le Corbusier y sus famoso pilotes, Mies van der Rohe u Oscar Niemeyer, que hasta creó Brasilia, la actual capital de Brasil. Nombres a los que hay que sumar otros tantos premios Pritzker —el llamado Nobel de la Arquitectura— que han levantado edificios alucinantes. De Norman Foster a Jean Nouvel o el español Rafael Moneo. O todas esas cosas deslumbrantes que diseña Zaha Hadid. ¿Cómo casa, entonces, toda esta actividad creativa con la llana búsqueda de negocio para poder vivir y comer?

"La creatividad es diseñar soluciones a problemas. No es hacer un plano bonito. Porque si ese plano no ayuda a alguien, es un 'hobby"

“La creatividad es diseñar soluciones a problemas. No es hacer un plano bonito. Porque si ese plano bonito no ayuda a alguien no es creativo, es un hobby, ya que, quién te va a pagar por eso. La creatividad está en detectar problemas en el mercado a los que nadie está dando solución y poder encontrar soluciones creativas para poder ayudar a esa persona”, responde esta arquitecta de forma pragmática, una vez más. Que Norman Foster solo hay uno “y ese puesto ya está ocupado”, añade. Para ella, el arquitecto de hoy tiene que dedicarse “a una arquitectura más doméstica y más de ayudar. No se trata de hacer la siguiente Filarmónica, sino de ayudar a equis grupos de personas a mejorar su vida. Por ejemplo, hay un montón de personas que no pueden salir de la rueda del alquiler. Personas que tienen condiciones laborales y económicas mínimas, pues hay que pensar qué soluciones arquitectónico-financieras podemos ofrecer para que puedan acceder a una vivienda, que es una necesidad básica”.

Digitalización y nomadismo

Como buena olisqueadora de lo que puede querer hoy el cliente, De la Portilla señala que las áreas de mercado son infinitas. Que hay que pensar en que vivimos en un mundo global en el que hay múltiples necesidades en muy diversas áreas, desde la educativa a la hospitalaria, la turística o la vivienda. Y que ahí hay también distintos nichos de mercado. Ahora bien, desde la pandemia, que está teniendo un efecto notorio en su rama, hay tres tendencias destacables en su profesión.

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La arquitecta Caterina de la Portilla lo tiene bastante claro. (Cedida por la editorial)

“Una de ellas tiene que ver con la inversión inmobiliaria. Estamos en un momento de inflación y devaluación de la moneda, y el patrimonio inmobiliario es una manera de guardar el dinero. Muchas personas quieren invertir ahí; luego está la digitalización. El trabajo remoto está redefiniendo las oficinas con modelos híbridos y los espacios de trabajo y viviendas están cambiando por el trabajo; y en tercer lugar, el nomadismo. En el mundo entero la gente se está moviendo mucho por diferentes motivaciones. Gente que quiere jubilarse en un lugar diferente al que están trabajando toda su vida. Y ahí el arquitecto ofrece el lugar donde la persona va a quedarse”, explica.

Ella misma ha encontrado un potente nicho de mercado en las personas del norte de Europa que quieren pasar unos seis meses al año en las Canarias al sol. Ella les ofrece la solución de la vivienda, pero además “les ayudo en la parte financiera, en la parte de la compraventa… Se trata de ampliar un poco nuestros servicios”. Con esta apertura de miras tras la pandemia, De la Portilla ratifica que ninguno de sus colegas de la plataforma han visto mermada su actividad. Han buscado otras oportunidades.

"Somos una sociedad inmadura con respecto a la sostenibilidad y si no tenemos un incentivo, el ser humano no está preparado para invertir ahí"

Hay una tendencia de la que se habla mucho en los últimos tiempos: la arquitectura sostenible, aquella que se realiza con materiales con menos efectos negativos para el medio ambiente. De hecho, el último premio Pritzker, el burkinés nacionalizado alemán Diebedo Francis Keré, con proyectos como Árboles de mango, es uno de sus grandes adalides. Sin embargo, De la Portilla cree que todavía no ha llegado su verdadero momento. Los materiales son aún caros.

“Creo que aún somos una sociedad inmadura con respecto al tema de la sostenibilidad y si no tenemos un incentivo, el ser humano aún no está preparado para invertir dinero en la sostenibilidad porque sí. A día de hoy, si un arquitecto quiere desarrollar un modelo de negocio apoyado en la sostenibilidad, es difícil que encuentre este tipo de clientes”, afirma. Para la arquitecta, aunque la sociedad va en esa dirección, todavía nos quedan unos 10-12 años para empezar a invertir dinero por amor a la naturaleza.

placeholder De la Portilla, ante sus alumnos. (Cedida por la autora)
De la Portilla, ante sus alumnos. (Cedida por la autora)

Lo que sí que cree es que los problemas de los arquitectos son los mismos en todas partes. Es lo que observa en sus charlas con la plataforma Líderes para la Arquitectura. “Yo he trabajado con arquitectos de Angola, Canadá, Australia, Reino Unido, de toda Latinoamérica, de España… Y hay sutilezas, pero a grandes rasgos vivimos en un mundo globalizado y eso es una realidad. Lo que le pasa a un arquitecto en Chile es lo que le pasa a un arquitecto en Noruega”, manifiesta.

Al fin y al cabo, la cuestión aquí y en la Cochinchina, es conseguir que alguien te contrate para construir un edificio. Que no te vea como un loco que te va a disparar el presupuesto. Que te prefiera a ti “y no al maestro de obra, que no le da problemas”. Ella ha plasmado todos sus trucos en un manual con el que, además, avisa: “No va solo para los que acaban de salir de la escuela, sino también para el arquitecto veterano. Siempre se puede volver a empezar”. Ahí está el dato: uno de sus alumnos acaba de cumplir los 83 años.

Caterina de la Portilla (Las Palmas, 1991) estaba “harta de trabajar, dejándome el culo cada noche” para sacar adelante proyectos con los que ganaba una miseria. Se había licenciado en Arquitectura en la Universidad de Las Palmas, había hecho su trabajo final de carrera en Nueva York, había empezado a trabajar allí, después en Madrid, en Las Palmas, y todo para ver cómo se dejaba los riñones sin mucho incentivo a cambio. Cortó por lo sano y se sacó de la manga el plan B, el del emprendedor, el del montártelo por tu cuenta. Y la realidad le volvió a dar otra bofetada. “Me di cuenta de que no tenía ni idea de cómo conseguir clientes ni cómo crear mi propio estudio. En la escuela me habían enseñado arquitectura, pero nada de cómo vivir de ella”, recalca vía telefónica. Empezó con el plan C: ensayo y error hasta crear su propia metodología sobre cómo sacar su negocio adelante. Y esta vez, ya sí, le fue muy bien.

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