ARQUITECTURA & DISEÑO

Esta obra es una ruina: la arquitectura moderna de los museos que se cae a pedazos

Por Guillermo Martínez

La Fundación Botín en Santander

El avance de la arquitectura moderna queda patente en el diseño de los museos que, cada vez más, sobresalen en las grandes ciudades. Ahora bien, no siempre como se esperaba.

Las grandes catedrales y castillos fueron, siglos atrás, las edificaciones que hacían resonar el nombre de una ciudad más allá de sus fronteras. Hoy en día sin embargo, las obras arquitectónicas que ubican a un municipio en el mapa están mucho más ligadas al aspecto artístico: primero de forma, después de contenido. Los museos, estos lugares de referencia e identificación, son cada vez más una puesta al límite de las posibilidades creativas.

Pero toda innovación conlleva su riesgo.

El arquitecto de renombre Renzo Piano pensó que 280.000 piezas con forma de disco serían las más adecuadas para cubrir el Centro Botín de Santander. Desde luego, llamaría la atención de los viandantes. La estructura de dos volúmenes conectados entre sí con una superficie construida total de 8.739 metros cúbicos y por la que la Fundación desembolsó 77 millones de euros, fue inaugurada en junio de 2017, pero en mayo de 2018 ya estaba cubierta con una malla para evitar desprendimientos.

La Fundación Botín en Santander
Detalle de la fachada de la fundación Botín en Santander

Román San Emeterio es vicedecano del Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria (Coacan), vecino de Santander y un habitual del Centro Botín. “Esa malla se colocó muy poco después de su inauguración por prescripción de la dirección facultativa, dado que algunas piezas parecía que habían sufrido algún desperfecto, aunque nunca han llegado a causar daño a terceros”, reconoce al respecto.

La malla lleva ya tanto tiempo que mucha gente piensa que forma parte de la planificación original del edificio. Nada más lejos de la realidad. “Los cántabros nos preguntamos cuándo se quitará la red. Yo presumo que tendrá que ver con asuntos de tribunales, porque se han dado reclamaciones entre el fabricante y los colocadores de las piezas”, añade el arquitecto.

Edificio

Desde la Fundación Santander aseguran que las piezas de cerámica no se han comportado como esperaban, pero eso no ha hecho que el Centro deje de operar con normalidad desde su inauguración, ya que “no afecta en absoluto a la seguridad de las personas ni al normal funcionamiento”, en sus propios términos. Y añaden: “Lo ocurrido con la envolvente cerámica del edificio es complejo. La Fundación Botín no ha dejado un solo día de buscar una solución que, ojalá, llegue pronto. Una solución que estamos buscando en colaboración con todas las partes implicadas y, sobre todo, queremos que, cuando se encuentre, sea la definitiva”.

El ‘problema’ del proyecto del Centro Botín es que, además de haber sido concebido como una gran sede artística y dedicada a la interpretación, se convirtió en una especie de laboratorio en el que probar nuevas técnicas y elementos. “Y eso es habitual. Cuando uno hace arquitectura de vanguardia, también asume ciertos riesgos. La arquitectura avanza y también las innovaciones, y luego se ve qué tal funcionan”, añade San Emeterio.

Esta innovación llega a su máximo esplendor cuando la obra final alberga un centro de exposiciones o interpretación, “ocasiones perfectas en las que los arquitectos expresan y crean sus novedades, sobre todo en los edificios nuevos. Esto es algo que no hay que dejar de aprovechar, porque lo contrario implicaría un estancamiento”, concluye.

A Coruña, Castilla-La Mancha… Los museos fallidos a causa de las inclemencias climáticas

Algo similar a lo ocurrido en Santander se repitió en la Domus de A Coruña. El diseño, a cargo de Arata Isozaki, propició que la fachada principal se construyera sobre una gran curva a modo de vela, cuyas dimensiones oscilan entre los 100 metros de longitud y los 16 metros de altura. El azote del viento tuvo serias consecuencias para este museo dedicado al ser humano y, por el momento, también está envuelto en una malla para evitar que cualquiera de sus cientos de losas de pizarra sujetas con tornillos puedan dañar a alguien en caso de desprendimiento.

Pese a que el Ayuntamiento de A Coruña no ha querido dar ninguna explicación a El Confidencial, sí lo ha hecho Roberto Costas, presidente de la delegación en la provincia del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia: “Lo sucedido en la Domus se debe al ambiente tan expuesto en el que está. Aunque seguramente los tornillos sean de acero inoxidable, todo se acaba corroyendo con el tiempo, y más con la salinidad del mar”.

Fotografía facilitada por la Fundación Hyatt del museo interactivo Domus de La Coruña

El propio Costas acepta que la arquitectura contemporánea tiene una parte de innovación y experimentación que conlleva ciertos riesgos, aunque los justos. “Se trabaja con materiales muy contrastados y ensayados. Nos gustaría hacer edificios eternos, pero no existen, por eso son tan importantes las labores de mantenimiento”, concluye este arquitecto.

También en el norte peninsular, la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela sufrió desperfectos en 2016, lo que obligó a revisar 70.000 losas de cuarcita que componían sus fachadas y cuya consecuencia directa fue que el Museo Centro Gaiás, la Biblioteca y Archivo de Galicia y el Centro de Innovación Cultural estuvieron andamiadas durante ese año. El megalómano proyecto de Manuel Fraga que costó unos 300 millones de euros y fue obra del arquitecto Peter Eisenman se empezó a construir en 2001, pero no fue inaugurado hasta una década después.

Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela

A la lista se suma el Museo Paleontológico de Castilla-La Mancha (MUPA) en Cuenca, diseñado por los arquitectos Carlos Asensio, José María de la Puerta y Paloma Campo. Hace unos meses, recibió 17.000 euros por parte del gobierno regional para reparar los desperfectos causados durante el 14 y 15 de marzo debido a la Borrasca Celia. Aunque el proyecto arquitectónico concluyó en 2010, no fue hasta cinco años después cuando el MUPA se estableció en el edificio de tres plantas, rodeado de charcas y jardines. Las inclemencias meteorológicas sin embargo causaron desprendimientos en una parte del techo y la fachada situada en la entrada principal del museo.

El desastre del Palau de les Arts de Valencia

Mención aparte merece Santiago Calatrava. Aunque son numerosas las obras con fallos de este arquitecto, el Palau de les Arts de Valencia quizá sea el más representativo. Pese a tener un presupuesto inicial de 109 millones de euros, el coste final alcanzó los 478 en 2005, año de su inauguración. ¿Qué es lo que ocurrió exactamente?

Palau de les Arts de Valencia

El peligro de desprendimiento se produjo por ciertos abombamientos en el trencadís de la fachada del edificio de la Ópera, aunque no fue la única alarma de derrumbe, como quedó comprobado con lo sucedido en el Palau de les Arts. Tan solo dos meses después de iniciarse su primera temporada, el escenario se hundió, lo que provocó la suspensión de varias representaciones. El mismo palacio sufrió una inundación en 2007 que anegó el edificio por completo. Para que no volviera a suceder, llevaron a cabo una construcción de casi 17 millones de euros que, según el Gobierno regional de por aquel entonces, estuvo a cargo del seguro. A ello se sumaron las goteras en el Ágora, ya presentes en 2009 y repetidas en 2011.

Un ejemplo más de arquitectura moderna aplicada a los museos, que no siempre acaba como se imaginaba.