Arquitectura & diseño

Estos son los arquitectos (y sus obras) que marcaron un antes y un después en el urbanismo de la capital

Por Guillermo Martínez y Marta de Orbe

Edificio Torres blancas

Con motivo de la octava edición del Open House Madrid, que se celebrará del 23 al 25 de septiembre, varios arquitectos desgranan los detalles de las obras que marcaron el devenir de la capital como por ejemplo las grandes carreteras en forma de anillos o la creación de Madrid Río. Además, apuntan las tendencias a las que se dirige la arquitectura urbana en el corto plazo

Una gran ciudad necesita continuamente de reformas para no quedarse obsoleta. Y Madrid no ha sido una excepción. Detrás de cada uno de los proyectos que han ido conformando lo que hoy en día es la capital ha habido un arquitecto que ha imaginado una ciudad mejor, más accesible, sostenible y, por qué no, también bonita (aunque esto último no siempre se ha logrado). Con motivo de la octava edición del Open House Madrid, que se celebrará del 23 al 25 de septiembre, hablamos con algunos de los autores (y sus obras) que han marcado el devenir de esta urbe.

Del primer anillo verde de Franco a la polémica M-45

Luis Rodríguez-Avial, gerente de la oficina municipal que realizó el Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU) en 1997, conoce muy bien cómo se produjo el crecimiento de la ciudad de Madrid: “En forma de círculos, de ahí viene la idea de los anillos, cada uno más grande que el anterior, que bordean Madrid”, nos señala sin ningún atisbo de duda.

La archiconocida M-30 madrileña fue, al principio, un plan ideado en tiempos de la Segunda República, posterior a dos pequeños anillos que rodeaban el casco histórico y el centro de Madrid. “En los años 40, el urbanista de confianza de Franco completó lo que después sería la M-30, apoyada con un anillo verde como sucedía en Londres, aunque eso nos lo hayamos cargado las generaciones posteriores”, añade el arquitecto. Fue en 1929 cuando se pensó el primer tramo de la carretera en la Avenida de la Paz. Más de seis décadas después se terminó el último y controvertido tramo que cerraba la M-30, el de La Vaguada.

Túnel de la M-30 en construcción

Tal y como describe Rodríguez-Avial, Madrid estaba ampliando su extensión al absorber los términos municipales de su alrededor, lo que le permitió crecer hasta llegar a las 60.700 hectáreas. “El siguiente acontecimiento nos lleva a 1963, cuando Madrid ya es muy grande y no es posible anexionarse la siguiente corona de municipios, por lo que se decide un planteamiento supramunicipal”, agrega en referencia a la M-40.

Esta nueva circunvalación primero fue gestionada por el Estado, hecho que cambió con la llegada de la democracia, cuando las competencias recayeron en cada uno de los municipios que atravesaba la carretera. Enrique Tierno Galván gobernaba en Madrid cuando fue aprobado el Plan de Eduardo Mangada, en 1985. Pronto se quedó corto, pues con la entrada de España en la Comunidad Europea multitud de empresas querían situarse en la capital.

La zona norte antes de la construcción de la M-30

Los solares en el centro de Madrid llegaron a multiplicar su valor por siete. Estamos en 1991 y el alcalde Álvarez del Manzano me elige a mí para dirigir el nuevo Plan”, desarrolla Rodríguez-Avial. Entonces se dieron cuenta que todos los días entraban a la ciudad más de medio millón de coches a través de las carreteras radiales, así que el propio Felipe González reunió a las diferentes administraciones para acometer un nuevo plan de acceso al municipio: “Ahí se acuerda rematar la M-40, pero no podíamos plantear un nuevo anillo de circunvalación, que sería la M-50, aunque desde la Comunidad de Madrid sí se acabaría haciendo”, añade el arquitecto urbanista.

Aún queda una incógnita, la M-45. Así la resuelve el propio Rodríguez-Avial: “Se pensó conveniente incluir una gran vía entre esa futura M-50 y la M-40 porque era demasiado espacio el que había, y de ahí surge la M-45”. En este sentido, el experto afirma que el asunto anda demasiado parado. Los planes generales de Madrid se han revisado cada 20 años de media, y el actual ya lleva vigente 25 años. “Nadie se atreve a modificarlo porque no hay mayorías suficientes ni estabilidad política para hacerlo”, remata.

Una ciudad partida por un río

Madrid Río es otro de los proyectos más destacados al reconvertir un gran espacio de la ciudad, antes repleto de ruido y polución, en una zona verde y agradable en el centro de la ciudad. Carlos Rubio fue uno de los responsables de esta intervención junto a otros estudios de arquitectura que soterró siete kilómetros de M-30 en la parte suroeste del río Manzanares. “Entendimos que Madrid era un accidente del río y no el río un accidente de Madrid. Estudiamos su trazado y vimos que esta parte del río podría ser una puerta en el centro de la ciudad mediante la que salir al campo”, ilustra este profesional.

Madrid Río

En la actualidad, esos siete kilómetros son un espacio verde, repleto de naturaleza y de zonas en las que cualquier persona de cualquier edad puede hacer deporte. “Fue un proyecto muy complejo que se hizo en tiempo récord. El mayor reto fue superar la crisis de 2008, pero gracias al Plan E impulsado por Zapatero, lo que al principio fue un proyecto único al final se desdobló en otros mucho más pequeños y pudo salir adelante”, expresa Rubio.

Hace apenas unos años Madrid se encontraba partida por el río, con autopistas en su margen derecho e izquierdo, valladas y por las que no se podía cruzar apenas. “Aquello fue una transformación brutal y se revalorizaron mucho las viviendas del lugar”, añade el propio Rubio, quien considera que “el Covid nos ha hecho ver que las ciudades, para ser sostenibles, crecerán sobre sí mismas y no más hacia los lados”.

Tres usos diferentes de un mismo edificio

Revitalizar los centros de las ciudades y recuperar viejos espacios en desuso es otra de las tendencias que se han dado en Madrid. Son numerosos los ejemplos. Uno de ellos es el actual edificio de Caixa Fórum, antigua Central Eléctrica del Mediodía reconvertida por los arquitectos suizos Herzog & de Meuron. El archivo y biblioteca regional de la Comunidad de Madrid también ocupa un lugar emblemático: el edificio de estilo industrial y neomudéjar que albergó la Fábrica de Cerveza El Águila y que fue rehabilitado por los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Moreno. Algo similar ocurre con el Museo ABC de Dibujo e Ilustración, en su día Fábrica de Cervezas Mahou y actualmente renovado por el estudio de arquitectos Aranguren & Gallegos.

Fuensanta Nieto es la responsable del proyecto culminado en 2014 del Mercado, polideportivo y biblioteca Barceló, ubicado en la calle homónima. “Fue una actuación urbana, considerando que el lugar era una especie de límite en Madrid, donde empezaba su casco más antiguo y se iniciaba la extensión hacia afuera. Quisimos conectar esas dos situaciones y generar un edificio que pudiera servir como nexo”, enuncia esta arquitecta.

Museo ABC
Mercado, polideportivo y biblioteca Barceló

Ella misma considera que es importante revitalizar los centros de las ciudades, algo que se puede llevar a cabo con edificios que combinan distintos usos, como en este caso. “Utilizamos todas las posibilidades del edificio y alrededores, plantamos más árboles de los que había y creamos una plaza intermedia”, añade.

“Las fachadas proyectadas eran de doble vidrio porque queríamos que el interior del edificio se iluminara con la luz de la parte superior del mercado. Al final, solo se quedó el cristal por fuera y por dentro se hizo un tabique, lo que evitaba la entrada de luz. Imagino que lo hicieron así para ahorrarse costes, aunque si utilizas luz natural dejas de gastar gran cantidad de energía”, remata Nieto.

Otro ejemplo de edificio histórico reconvertido es el de Matadero Madrid. El enorme conjunto arquitectónico, concebido como matadero municipal y mercado de ganado en plena Arganzuela por el arquitecto Luis Bellido en 1924, comenzó a reconvertirse en la década de los 70 cuando sus instalaciones quedaron obsoletas. Las primeras intervenciones para dotar a sus edificios de nuevos usos comenzaron en los años 80, cuando el arquitecto Rafael Fernández-Rañada transformó el edificio destinado a la administración del antiguo matadero, más conocido como Casa del Reloj, en sede de la Junta Municipal de Arganzuela, así como la nave de estabulación y venta de terneras en espacio para actividades de índole sociocultural. En los años 90, el arquitecto Antonio Fernández Alba transformó los antiguos establos de vacuno en sede del Ballet Nacional de España y de la Compañía Nacional de Danza. Desde ese momento el conjunto arquitectónico ha sido objetivo de numerosas intervenciones que han ido transformando sus diferentes espacios hasta convertirlo en lo que es hoy en día, la sede del Centro de Creación Contemporánea más relevante de la capital.

Matadero Madrid

Vivir en vertical

Madrid, como toda gran urbe europea, comenzó a tener unas necesidades habitacionales desproporcionadas para su espacio urbano a partir de los años 50. En primer lugar, debido a la migración masiva de los habitantes de zonas rurales, después del famoso ‘babyboom’, y más tarde los movimientos contemporáneos de migración internacional. Estos tres factores hicieron que la población madrileña creciera exponencialmente y la expansión de la ciudad fuese imperativa.

Esta necesidad tuvo un impacto directo en el paisaje y el urbanismo de la capital, en la que, antes de comenzar a planificar los PAU colindantes como solución residencial, se pensó en optimizar el suelo edificable aprovechando las estructuras de saneamientos y luz planteando nuevas viviendas en vertical. Auténticos rascacielos que dotaban de más unidades habitacionales a la ciudad sin necesidad de crear nuevos recursos en zonas donde aún no los había.

Torre de Madrid

El primero de ellos, uno de los seis edificios más altos de la capital aún hoy en día, fue la Torre Madrid. Proyectada por los hermanos Otamendi y terminada en 1960, esta estructura de 142 metros de altura, alberga más de 200 viviendas en plena Plaza de España. Además de dar una solución habitacional, de lujo, en el centro de la capital, fue un ‘hito’ en el urbanismo madrileño, convirtiéndose en el rascacielos que marcaba el final de una de las arterias de la ciudad, la Gran Vía.

Otro claro ejemplo de estas ‘viviendas en altura’ se observa en las famosas Torres Blancas de Sainz de Oiza. Uno de los mayores ejemplos de la arquitectura brutalista en Madrid que, gracias a sus 81 metros de altura, divididos en 21 pisos, dotaba al centro de Madrid de nada menos que 84 viviendas en plena Avenida de América impactando incuestionablemente en el perfil urbano madrileño.

Edificio mirador

Al igual que lo hizo la Torre de Valencia, otro de los más relevantes rascacielos residenciales, construido a principios de los setenta por el arquitecto Javier Carvajal. El edificio, no exento de polémica, se sitúa en la esquina de O’Donell del parque de El Retiro y con sus 94 metros de altura y 27 plantas, que albergan a más de 100 viviendas, constituyó un cambio radical en la perspectiva Cibeles-Puerta de Alcalá.

Estos edificios crearon escuela y convirtieron los ‘rascacielos residenciales’ no solo en una solución factible para el problema habitacional, sino también en otro elemento definitorio del paisaje urbano de la ciudad. Así, este concepto de ‘residencial vertical’ se ha seguido trabajando tanto en el centro de la capital, donde no se han resignado al agotamiento de la edificabilidad, añadiendo plantas ‘extra’ a numerosos edificios de viviendas, como en los nuevos PAU.

Muestra de ello es el Edificio Mirador en San Chinarro. Proyectado por el estudio de arquitectura neerlandés MVRDV y la arquitecta Blanca Lleó, este residencial posmoderno de 63 metros de altura, se basa en la concepción de una manzana tradicional de un ensanche, pero colocada en posición vertical. De este modo, la terraza central del edificio equivale a un patio de manzanas en torno al que, tal y como sucede en una manzana tradicional, se distribuyen ‘bloques’ de diferentes tipologías, llegando a tener hasta 35 distribuciones diferentes en las distintas viviendas.

Proyectos sostenibles, el futuro que nos espera

En un momento en el que se debaten los problemas por la limitación de las materias primas y se busca que los edificios sean mucho más eficientes a nivel energético, los urbanistas han tomado nota de los errores del pasado. Así lo explica el arquitecto Julio Touza: “Cuando examinamos los grandes desarrollos o los PAU, vemos que están concebidos para una época en la que el coche privado era el elemento central, el protagonista del diseño, con calles de hasta seis carriles pero sin casi semáforos”.

“La segunda tendencia que se ve es el ahorro energético y la sostenibilidad, un factor que cada vez está más en la cabeza de los promotores y arquitectos”, sostiene Touza. Y hay otro tema del que no se habla tanto, pero indispensable en el día a día, la racionalización del consumo de agua, ya que la evolución histórica señala que cada vez habrá que afrontar épocas más secas.

El socio de Touza Arquitectos también agradece otra tendencia, aunque a un nivel diferente: “Por fin vemos que los poderes públicos evolucionan sus normativas para favorecer que estas medidas sean viables”, dice.

Torre Riverside

Y de las palabras, a los hechos. Desde su estudio han llevado a cabo la Torre Riverside, obra integrada en un paraje tan significativo como Madrid Río. En ella se han valido de vegetación autóctona para la fachada y los huertos urbanos de la parcela, por ejemplo. Las Torres Skyline también llevan la firma de Touza. Estas edificaciones, al igual que la anterior, poseen aislamientos reflexivos en las fachadas que aumentan su calidad. “Luego está la parte activa de la instalación, como el aprovechamiento de la energía solar mediante placas, el uso de la aerotermia que ahorra costes de climatización y el empleo de materiales reciclados”, agrega el arquitecto.

La estética es otro factor que no pasa desapercibido. La España del ladrillo ha quedado atrás y ahora vemos una tendencia hacia estructuras mucho más blancas. Esto es así por varios motivos: el blanco refleja la luz y rechaza mejor el impacto solar, es el color mayoritario de los elementos prefabricados y también predomina en los materiales de nueva generación. “Esta conciencia y necesidad de controlar más nuestros diseños a efectos bioclimáticos ha hecho que el diseño sea más orgánico, que tengamos en cuenta su disposición en el espacio para poder aprovechar al máximo sus características”, concluye el mismo Touza.

Adelfas 98
Adelfas 98

Un ejemplo de esas ‘construcciones blancas’ lo encontramos en Adelfas 98. Este edificio residencial diseñado por el estudio de arquitectura Ruíz-Larrea, en el distrito de Retiro, tiene una fachada fabricada en chapa de acero galvanizado impolutamente blanco. Esta característica, junto a sus innovadores cerramientos, dota a la construcción de una ‘envoltura’ térmica que le otorga un bajo consumo energético y una notable reducción de las emisiones de C02. Sumado al resto de sus soluciones bio-climáticas, le ha hecho ser el primer edificio en la Comunidad de Madrid calificado como ‘Muy bueno’, en la certificación BREEAM (método de evaluación y certificación internacional de la sostenibilidad en la edificación).

Pero no solo las obras residenciales de nueva construcción auguran a Madrid un futuro sostenible. El Hospital Fraternidad-Muprespa Habana, situado en el Paseo de La Habana, tras la reforma del equipo de arquitectos de López-Fando se ha convertido en uno de los cuatro hospitales más sostenibles del mundo y en el primero de Europa. Paneles fotovoltaicos, una reutilización del agua eficaz y las técnicas y materiales más avanzados de la construcción han conseguido que su ahorro energético sea de un 43%.

Torres Colón

Y en un futuro cada vez más cercano, podremos ver el primer rascacielos histórico convertido en ECCN (edificio de consumo casi nulo), en pleno Madrid. Las emblemáticas Torres Colón, el rascacielos ‘gemelo’ que Antonio Lamela proyectó para presidir la Plaza de Colón en 1976, está a punto de terminar la reforma integral, firmada por el arquitecto Luis Vidal, que le colocará a la cabeza de las edificaciones sostenibles. Además de convertir su emblemático ‘remate’ art-deco, conocido como ‘el enchufe’, en cuatro plantas más, esta reforma conseguirá que el edificio tenga un ahorro energético del 60%, generé un 10% de su propia energía y emita prácticamente cero emisiones de dióxido de carbono (CO₂).

Se prevé que la obra terminará este mismo año, y será otro paso en el camino hacia un Madrid 100% sostenible, donde la arquitectura y el urbanismo tendrán, y ya tienen, un papel decisivo.