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Terror ante la página en blanco: cómo superar el temible bloqueo del escritor
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Entrevista

Terror ante la página en blanco: cómo superar el temible bloqueo del escritor

Hace dos años, Juan Manuel Gil obtuvo el Biblioteca Breve, y en su nueva novela, 'La flor del rayo', enfrenta a un escritor a la presión de volver a escribir algo que interese al lector

Foto: Juan Manuel Gil. (Iván Giménez)
Juan Manuel Gil. (Iván Giménez)

El 8 de febrero de 2021, a eso de las 11 de la mañana, se hizo público que Juan Manuel Gil (Almería, 1979), un escritor hasta entonces casi desconocido y que había publicado en pequeños sellos, había ganado el premio Biblioteca Breve de novela con Trigo limpio. Él ya lo sabía, claro, aunque solo desde hacía unos días. A partir de ahí, las luces de neón: los mensajes de enhorabuena, las entrevistas, las presentaciones del libro en infinitos clubes de lectura y librerías. Un año lleno de oropel que además se ratificó con las buenas críticas al libro. Sin embargo, durante todo ese tiempo hubo una pregunta que a Gil le carcomía. Se la había hecho un periodista casi como el que no tiene mucho más que preguntar (y no se ha leído la novela): ¿podrás con la presión para escribir otra novela?

Todo este primer párrafo es real, ocurrió —el día, la hora, el autor, el premio, la pregunta— y a la vez casi de forma literal está incluido en su última novela, La flor del rayo (Seix Barral), que se publica mañana: un escritor al que hasta hace nada leían unos cientos de personas y que pasan a leerle miles —la propia Seix Barral afirma que de Trigo limpio se han vendido 10.000 ejemplares, una cifra nada mala para un libro literario—, que se enfrenta al terror de la página en blanco —maldito periodista y su pregunta— con unos condicionantes que nunca había tenido. Y con dos escenas en la cabeza: un hombre que llora y una ambulancia.

placeholder 'La flor del rayo', de Juan Manuel Gil.
'La flor del rayo', de Juan Manuel Gil.

“Sí, existió un vértigo”, confiesa el propio Gil a El Confidencial por teléfono, “pero no un bloqueo ni una resistencia. El vértigo sí, porque había conseguido conectar con un número de lectores mucho más amplio y el feedback era constante. Y ahí estaban las preguntas: seré capaz de hacer algo parecido, qué pasa con una novela cuando ya no lleva un premio bajo el brazo...”. Pronto se dio cuenta de que para llevar a buen puerto aquellas ideas que ya tenía medio garabateadas antes de ganar el premio necesitaba hacerse esas preguntas. Eran el motor para descubrir en la nueva novela qué iba a pasarle a ese narrador que era él y no era él y que, como él, también había ganado un premio literario.

Un escritor metódico

Gil se puso a escribir durante los meses de promoción de Trigo limpio. Al ser profesor de Literatura en un instituto, pudo pedir una excedencia de varias semanas. Y, desde el primer momento, supo que tenía que quitarse de la cabeza el premio. “Intenté sacar de mi habitación todo aquello que me recordaba que iba a ser leído por la gente que leyó Trigo limpio. Intenté sacar de la habitación el nombre de la editorial Seix Barral, el nombre del grupo Planeta. Todo aquello que me pudiera alejar del Juan Manuel Gil que se había puesto a teclear Trigo limpio y que lo había hecho con una libertad y un entusiasmo que creo que debo proteger en mi proceso de escritura”, reconoce. Hoy está contento porque cree que lo logró. “Me he sentido muy libre escribiendo La flor del rayo. No he tenido un auditorio fantasmagórico por allí y el vértigo me llegó cuando terminé el manuscrito y se lo envié a [la editora] Elena Ramírez para ver qué le parecía”, añade. Hoy lo tenemos entre manos, así que, como poco, le pareció bien.

"Intenté sacar de mi habitación todo aquello que me recordaba que iba a ser leído por la gente que leyó 'Trigo limpio"

Durante ese tiempo también intentó seguir con su trabajo de escritura metódico. Gil es lo más alejado a cualquier autor anárquico. Y también está en las antípodas del tipo que busca sustancias o experiencias nocturnas para darle a la tecla. Gil, confiesa, se levanta a las cinco de la mañana para escribir delante de su portátil y sus cuadernos hasta las siete y media, hora en la que se levanta su hija, comienza de alguna manera el día y se prepara para dar sus clases. Y lo cuenta con ese entusiasmo del que sabe que nada le está haciendo más feliz en el mundo que eso.

Foto: Imagen de las casetas de libros de la cuesta de Moyano, en Madrid. (EFE/Zipi)

“Para mí, ese momento es hasta de cierto encantamiento. Uno empieza a escribir con un pie en el sueño y poco a poco va entrando la luz, poco a poco uno va encontrando cierta lucidez. Quizá las mejores ideas, las mejores puertas, las abro cuando estoy con un pie más en el sueño, pero las páginas mejor escritas llegan cuando tengo ya los dos pies en el día. A partir de la tarde tengo la cabeza para leer o reescribir, revisar, pero el proceso puro del primer borrador, para mí, es por la mañana. Ese tiempo bisagra entre noche y amanecer es muy productivo”, revela.

placeholder El escritor almeriense Juan Manuel Gil, tras ganar el premio Biblioteca Breve. (EFE)
El escritor almeriense Juan Manuel Gil, tras ganar el premio Biblioteca Breve. (EFE)

Es, por otra parte, un proceso lento. Gil no es de los que escriben a chorro, se sientan delante del portátil y las líneas aparecen como por arte de magia o inspiración divina. Antes de nada, el almeriense piensa en las vigas maestras que van a sostener su novela. “Por ejemplo, reflexiono mucho sobre el duelo, que aparece mucho en mis libros, sobre las relaciones de pareja, sobre la felicidad que me produce la escritura… Y eso me lleva a muchas páginas de reflexión y de descarte”, manifiesta. Y ahí, precisamente, está una de sus claves: todo lo que tira a la basura. “Sí, hay bastante. Y cuando hay mucho, me siento muy bien. Siempre el proceso de descarte, de guardar algo en el cajón, de eliminar vías que creo que no llevan a ningún lado, me provoca más placer que el hecho de progresar y sumar páginas. La labor del escritor creo que radica más en la responsabilidad que tiene de borrar que en la de seguir escribiendo. En los talleres de escritura se debe hacer mucho hincapié en esto”, asegura.

Pasión por el oficio de escribir

Al hablar de literatura, Gil encandila. Notas que es una persona que casi da su vida por este arte y el oficio de escribir. La flor del rayo es un ejercicio sobre el poder de la ficción, la imaginación, la fabulación. Sobre cómo un escritor no se queda solo en una escena que ve, sino que intenta desentrañar qué ocurre después. “Cualquier otra persona se quedaría ahí. Pero en el día a día de un escritor esa amputación no tiene sentido. Necesita construirle una prótesis y la literatura es una manera muy interesante de generar esa prótesis y que encaje a la perfección”, afirma. Y todo eso está ahí desde el título, que obedece a las huellas geométricas y casi como si fuera una hiedra que deja en la piel humana el impacto de un rayo —sí, tiene ese nombre tan poético—, pero “también al tatuaje que deja la lectura de un buen libro y a la aspiración de que el libro quede tatuado en la memoria del lector”. En tiempos en los que tanto contamos nuestra vida, Gil concede al poder de la ficción una gran primacía. De ahí que esta novela juegue con la veracidad de las cosas que ocurrieron.

"Yo siento que me debo a la ficción, porque le he dedicado mi vida. Y tengo que pensar que ha merecido la pena"

“Y da igual que el porcentaje de ficción sea mucho menor que el de la realidad porque va a calarlo. En mi caso, yo siento que me debo a la ficción, porque le he dedicado mi vida. Y tengo que pensar que ha merecido la pena. Estudié Filología, Literatura, me fui de profesor de Literatura a un instituto, me gasto parte de mi patrimonio en libros y renuncio a muchas cosas con tal de escribir. Para mí, la respuesta es clara, sí me merece la pena, porque si no se me caería mi vida entera”, comenta.

Más recogimiento, menos oropel

Toda esta pasión choca con el oropel que Gil vivió durante los meses posteriores a ganar el premio y que, según él, fue como lanzarse por un tobogán muy pronunciado para alguien que venía de editoriales más modestas Los aprovechó al máximo, dice, pero no cree que todo aquello que rellena mucho las redes sociales y los cotilleos tenga que ver con lo que es la literatura. “Para mí, la literatura es una especie de liturgia, soledad, reflexión, cierta intimidad, con mucha renuncia, porque son demasiadas horas las que pasas delante del portátil y del cuaderno y en ocasiones todo esto colisiona de manera frontal con los aeropuertos, hoteles, fiestas, cenas. El que ama la literatura y la escritura llega un momento en que le apetece el recogimiento”, mantiene.

"Para mí, la literatura es una especie de liturgia, soledad, reflexión, cierta intimidad, no tiene nada que ver con aeropuertos, hoteles, fiestas"

También reconoce que le salvó una doble ancla. “Una es que no puedo renunciar a mi pasión. Una de las cosas que más entusiasmo me provocan en mi vida es madrugar, abrir el portátil y tener algo que escribir, intentar averiguar adónde me lleva lo que tengo entre manos. No hay nada, ni las fiestas, ni los aeropuertos, ni las promociones, que me haya ofrecido un sentimiento parecido”, asegura. La otra es su hija de tres años, con la que quiere pasar todo el tiempo posible, y eso lo consigue escribiendo en casa. Y, por último, “a mí el reconocimiento me llegó con 40 tacos, si me llega con 25 no habría estado mi hija, no tendría la misma madurez y probablemente me habría dejado seducir por esos cantos de sirena que en ocasiones son altamente hipnóticos y es muy fácil que te atrapen”.

Ahora comienza una nueva promoción: más aeropuertos, más hoteles, más cenas y más fiestas. Pero siempre tiene a mano su portátil y un libro (lleva tres leídos este enero). El ancla de lo que sí es la literatura.

El 8 de febrero de 2021, a eso de las 11 de la mañana, se hizo público que Juan Manuel Gil (Almería, 1979), un escritor hasta entonces casi desconocido y que había publicado en pequeños sellos, había ganado el premio Biblioteca Breve de novela con Trigo limpio. Él ya lo sabía, claro, aunque solo desde hacía unos días. A partir de ahí, las luces de neón: los mensajes de enhorabuena, las entrevistas, las presentaciones del libro en infinitos clubes de lectura y librerías. Un año lleno de oropel que además se ratificó con las buenas críticas al libro. Sin embargo, durante todo ese tiempo hubo una pregunta que a Gil le carcomía. Se la había hecho un periodista casi como el que no tiene mucho más que preguntar (y no se ha leído la novela): ¿podrás con la presión para escribir otra novela?

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