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La lacra de la literatura sigue haciendo estragos en nuestra juventud
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'Gente que ríe'

La lacra de la literatura sigue haciendo estragos en nuestra juventud

No me sorprendería que Laura Chivite llegara lejos, o sea, prácticamente a nada. A hacer buenos libros

Foto: Laura Chivite, 'Gente que ríe'.
Laura Chivite, 'Gente que ríe'.

Algo hemos hecho mal cuando la gente nacida en los años noventa sigue escribiendo libros. Yo pensaba que con los autores nacidos en los años ochenta se acababa la literatura española, y podríamos al fin dejar de leernos. Al ver la fecha de nacimiento de la autora que hoy les traigo a la sección (o sea, 1995), se me han acumulado las sensaciones, todas ellas vertiginosas. La inmediata ha sido: qué viejo soy. La postrera ha sido: ¿4.000 años de civilización y la gente joven aún cree que merece la pena escribir novelas? Yo no considero que se haya inventado internet para que la gente joven siga queriendo escribir novelas, la verdad.

¿4.000 años de civilización y la gente joven aún cree que merece la pena escribir novelas?

En realidad, 27 años no son pocos. Con 27 años o menos escribieron grandes obras desde Kafka a Camus, pasando por Bret Easton Ellis o, de hecho, yo mismo. Mary Shelley publicó 'Frankenstein' con 21. El consabido asombro ante el hecho de que una persona menor de 30 años sepa siquiera hablar —no ya escribir bien— no comparece, sin embargo, cuando ese veinteañero inventa una 'app' que luego vende por 1.000 millones de dólares. Es lo más normal del mundo vender por 1.000 millones de dólares algo que has inventado cuando tenías 24. Pero en literatura escribir frases de más de tres renglones, conocer hasta 10.000 palabras de tu propio idioma o tener la más mínima gracia redactando sin haber cumplido los 30 se saluda siempre con ditirambos adanistas, del tipo “admirable precocidad”, “madurez anticipada” o “insultante juventud”. En realidad, lo difícil es escribir con 50 años; o sea, cuando lo que faltan son las ganas.

placeholder 'Gente que ríe'.
'Gente que ríe'.

'Gente que ríe'

El caso es que una chica nacida en 1995 ha escrito un libro que está muy bien. Se titula ' Gente que ríe' y lo publica Caballo de Troya sin saber lo que publica: en la contraportada dicen que el libro son “relatos” y en la biografía de la autora anotan que se trata de “su primera novela”. Las editoriales avispadas llaman novela a todo, en caso de duda, porque vende más. Por favor, no perdamos las buenas costumbres.

Es cierto que se puede entender este volumen al mismo tiempo como un libro de cuentos y como una novela, dado que tiene del género breve la multiplicación de las historias y de la novela, la compañía. Uno espera de una novela que enganche, acrezca la empatía y continúe una historia justo donde la dejaste el día anterior. De un libro de cuentos se esperan pequeños impactos felices, pero desconectados. Si la novela vende más, se debe a que los lectores quieren levantarse mañana y saber que tienen algo de lo que fiarse: una historia que les espera.

Pero todo esto ha quedado superado hace décadas y hoy hay novelas más fragmentadas que un libro de cuentos, y libros de cuentos más unitarios que cualquier novela.

En 'Gente que ríe', Laura Chivite ha tenido muchas ideas, que es lo que me gusta de su libro. Ahora hay muchas escritoras nuevas, pero la mayoría se limita a contarnos su vida, sus cositas, sus infancias. Esto a veces está bien y otras da vergüenza ajena, pero técnicamente no deja de consistir siempre en poner un trocito de prosa cada día, como en un blog o en Facebook. Pensar los libros formalmente se hace poco entre los jóvenes de ahora. Lo que en los noventa se llamaba 'experimentar'.

Ahora hay muchas escritoras, pero la mayoría se limita a contarnos su vida, sus cositas, sus infancias. A veces está bien y otras da vergüenza

La experimentación de Chivite, y las ideas varias que les digo, empieza por escribir nueve cuentos ambientados en fechas concretas y ordenarlos desde el futuro al pasado, o sea, desde 2060 a 1995. La fabulación arranca en su máxima exigencia futurista, imaginando qué tecnologías y terapias protagonizarán el lejano año 2060, y acaba tocando tierra y nostalgia con los relatos ambientados en tiempos que ya hemos dejado atrás. Es un viaje curioso de la distopía al realismo.

En el primer relato se inventa un centro de internamiento llamado RALA, o sea, Regreso A Lo Analógico, donde la gente trata de desintoxicarse de las abstracciones, virtualidades e irrealidades a que aboca la tecnología. Tocar, sentir y pasar frío de nuevo, en suma. Ahí aparece un personaje llamado Berta, que asomará, con mayor o menor protagonismo, en todos los relatos del libro.

De hecho, la segunda pieza se llama 'Cómo olvidar a Berta' (2043), y me ha parecido brillante. Es un cuento de casi 20 páginas escrito en modo imperativo, o sea, en este plan: “Llora. Solucionadlo. Tened una breve ilusión de concilio y después volved al conflicto. Llora otra vez. Solucionadlo otra vez. Agótate, agótala. Llegad a la conclusión de que tenéis que dejarlo. Quédate en el sur, deja que se cambie de país. Desdibújate. Sufre. Confía en que ella esté sufriendo. Proyecta su sufrimiento”. A usted un lunes de abril esto de escribir cuentos en imperativo le da un poco igual, lo sé; pero es muy importante para el desarrollo de la cultura. Significa que la gente no se conforma.

placeholder Laura Chivite. (Penguin Random House)
Laura Chivite. (Penguin Random House)

Después viene un cuento escrito en futuro; o sea, en este plan: “Se encontrarán a las ocho de la mañana del día siguiente. Berta estará descansada y lúcida y verá a su vecina con las tres maltesas saliendo de casa a la vez que ella”.

¿Por qué? Hay varios motivos por los que un autor o autora decide complicarse la vida. El primero es que, si eres joven autor y no te complicas la vida, muy joven no eres. El segundo apunta a que todo está contado ya, y a lo mejor lo que debemos intentar es contarlo de otra manera. Lo tercero, siguiendo a Tarantino cuando explica por qué aparece tanta sangre en sus películas, es que hacer las cosas a lo loco es mucho más divertido. Tanto para el que escribe como para el que lee.

También hay un cuento dispuesto según las convenciones del discurso dramático, con sus acotaciones y parlamentos.

Hay toda clase de lances performativos, como una mujer con los índices seccionados o perros que se llaman como tus exnovias

Y, por debajo o por encima de todo esto, tenemos lo que con Ray Loriga en los noventa se llamaba 'estilo internacional'. En 'Gente que ríe' aparecen diversas localizaciones globales, Quebec, Granada, Burdeos, profesiones de todo tipo, desde basurero a mujeres que boxean, y toda clase de lances performativos, como una mujer con los índices seccionados o perros que se llaman como tus exnovias. Hay muchas parejas lesbianas y muchas referencias culturales, no siempre tópicas.

Se cita a Joan Didion y algo del estilo sofisticado y vivaz de Didion tiene esta prosa. También he pensado varias veces en Aleksandar Hemon y su libro 'Amor y obstáculos'. En Foster Wallace (un poco) y en Bolaño (otro poco). La autora no parece española y eso es bueno o malo según te pongas. Yo suelo verlo bien.

Y además sus insistencias psicológicas, mayormente relativas a la pareja o la familia, son enormemente perspicaces, como de saber algo de la vida. En general, no me sorprendería que Laura Chivite llegara lejos, o sea, prácticamente a nada. A hacer buenos libros.

Algo hemos hecho mal cuando la gente nacida en los años noventa sigue escribiendo libros. Yo pensaba que con los autores nacidos en los años ochenta se acababa la literatura española, y podríamos al fin dejar de leernos. Al ver la fecha de nacimiento de la autora que hoy les traigo a la sección (o sea, 1995), se me han acumulado las sensaciones, todas ellas vertiginosas. La inmediata ha sido: qué viejo soy. La postrera ha sido: ¿4.000 años de civilización y la gente joven aún cree que merece la pena escribir novelas? Yo no considero que se haya inventado internet para que la gente joven siga queriendo escribir novelas, la verdad.