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Juan Manuel Gil ha escrito la sorpresa del año: "Todas las generaciones piensan que no les hacen caso"
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Juan Manuel Gil ha escrito la sorpresa del año: "Todas las generaciones piensan que no les hacen caso"

Ha ganado el premio Biblioteca Breve con 'Trigo limpio', una novela que ahonda en los años de la prepubertad en los inicios de los 90 y que es la revelación de 2021

Foto: El escritor Juan Manuel Gil. (Iván Giménez)
El escritor Juan Manuel Gil. (Iván Giménez)

Juan Manuel Gil (Almería, 1979) lleva años escribiendo. Y ha publicado varias novelas, como 'El hombre bajo el agua', 'Las islas vertebradas' y 'Mi padre y yo. Un western', entre otras. Sin embargo, su nombre saltó al público (más general) hace unas semanas cuando se desveló que era el ganador del premio Biblioteca Breve con 'Trigo limpio', una novela que ahonda en los años de la prepubertad en los inicios de los 90. Una novela que, pese a ese viaje en el tiempo, huye de la nostalgia edulcorada, de la idealización y del costumbrismo, que se recrea en un humor ácido, cruel —como es el de los niños— y que es una de las grandes sorpresas de este 2021. Y, además, juega con el lector porque nada de lo que propone, como dice ya desde el título, es trigo limpio. Un homenaje al arte de la imaginación.

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PREGUNTA. Tienes 41 años y llevas escribiendo más de 15, pero, hasta que no has ganado el Biblioteca Breve, la prensa no te hemos hecho mucho caso. Es díficil, ¿no?

RESPUESTA. Sí, el camino es difícil, pero cuando lo que recorres es una pasión tampoco es tan arduo. Pero bueno es complicado llegar a toda la prensa…, pero también es algo natural que ocurre en muchísimas disciplinas.

P. Llega un momento en el que uno dice, ¿ya no puedo más?

R. Hay momentos difíciles en los que uno se lo plantea…, pero creo que uno nunca lo dice honestamente. Nunca me he enfrentado al espejo y he dicho: voy a dejarlo. Porque verdaderamente me apasiona, me apasiona madrugar si es para sentarme en el escritorio y escribir, inventarme estos delirios que acabo encajetando en novelas. Y creo que no sería capaz de dejar de escribir. Otra cosa es que uno pueda llegar a momentos en los que lo pasa mal porque llama a la puerta de editoriales y es complejo que te abran.

"Me apasiona madrugar si es para sentarme en el escritorio y escribir, inventarme estos delirios que acabo encajetando en novelas"

P. Decidiste enviarlo al Biblioteca Breve con la esperanza de que saliera... Ya sabemos cómo son los premios en este país.

R. Está relacionado con mi anterior libro. ' El hombre bajo el agua' me trajo muy buen 'feedback' con los lectores, y me decían que era un libro que podía haber llegado un poco más allá. Y a veces uno se tiene que agarrar a esa visión externa. Así que cuando terminé de escribir esta novela, con la que estaba contentísimo, pensé 'por qué no intentarlo', sabiendo que era un doble tirabuzón y que caer de pie era muy complicado. Pero uno siempre piensa: “Y si lo leen y piensan que puede publicarse en la editorial”. Esa era mi meta. La sorpresa fue cuando [la editora] Elena Ramírez me llamó y me dijo que había ganado el premio. Ahí me di cuenta de que había caído de pie.

P. A lo que iba antes con el tema de la generación... Te lo decía porque parece que, incluso los periodistas, seguimos hablando de autores que tienen más de 60 años. ¿Notas lo de la generación tapón?

R. Yo creo que cada generación piensa que hay una generación tapón y que no recibe lo que necesita y que no le hacen el caso que merecen. Las generaciones anteriores a mí piensan que son una generación casi perdida. Todos pensamos que somos bisagra. Pero luego miras los suplementos o las redes sociales o lo libros más vendidos y ves que hay una mezcolanza. Hay gente que tiene un éxito extraordinario y que tienen veintitantos años. Y ves que delante de ti y de tu edad también. Pero obviamente, cuando las cosas no salen como uno quiere, porque uno es consciente del trabajo y del esfuerzo, pues es muy fácil no sentirse valorado. Pero esa sensación la acaban teniendo todas las generaciones.

"Cuando las cosas no salen como uno quiere, porque uno es consciente del trabajo y del esfuerzo, pues es muy fácil no sentirse valorado"

P. También escribes desde la periferia. Y tan periferia como es Almería. ¿También se nota?

R. La periferia siempre será la periferia. El progreso tecnológico, internet, las redes, que se hayan atomizado las editoriales, que no todas estén en Madrid o en Barcelona… Eso ha abierto el abanico. Y la sensación de agravio de la periferia se diluye. Pero en mi caso me siento orgulloso de ser de la periferia y prefiero hacer una virtud de esa condición. Y prefiero que esté en minoría y quiero que esté presente casi como un protagonista. Yo no huyo de la periferia e intento encontrar ahí las preguntas esenciales que me van a ayudar como escritor.

P. ' Trigo limpio' transcurre en Almeria. Es la historia de unos niños de 11-12 años a principios de los 90... Y es una historia local, de un momento, pero se hace universal a todas las infancias. Seguro que quien tenía esa edad en esos años se reconoce.

R. Todo lector que ya tiene una edad va a compartir con esta novela un espacio y un tiempo. Todos lo tenemos en común y esa es la infancia. Se habla de la infancia como si fuera una patria, pero en lo que todos estamos de acuerdo es que es un espacio y un tiempo que todos compartimos. Eso juega en favor del autor porque el lector se va a sumir en su propia experiencia, en sus propios recuerdos. Y se va a pregunar si aquello que recordaba de la infancia es exactamemnte como lo recuerda o es el relato que ha construido en su cabeza. En ese sentido creo que existe una especie de fascinación. Porque recordamos la mirada de cuando nos sentíamos niños y esa fascinación tiene también que ver con la que nos aporta la lectura.

placeholder Juan Manuel Gil. (Iván Giménez)
Juan Manuel Gil. (Iván Giménez)

P. Pero en la novela pasa una cosa y es querer recordar la infancia y a la vez no querer recordarla porque es exactamente lo que acabas de decir, ¿es un relato falso el que tenemos cada uno de nosotros?

R. Para mí el recuerdo es un relato. Y como relato me tiene que fascinar porque soy escritor. Acercarse al relato de lo que uno recuerda implica necesariamente cuestionarse. Si además va de la mano de un viejo amigo que vuelve al presente desde el pasado y te hace cuestionarte aquello que tú creías que era una certeza absoluta, tiene los ingredientes para que el autor quiera salir hacia adelante. Los escritores en ese sentido tenemos un cierto punto despiadado. Cuando leemos la sangre de un buen relato es muy difícil que renunciemos a eso.

P. Hay un momento en el que resaltas que odias los ejercicios de nostalgia… Pero aquí también hay una nostalgia de una época.

R. Sí, pero me interesa la nostalgia regulada. La nostalgia en literatura es una compañía que debes mantener a raya, porque es muy fácil caer en lo empalagoso, lo dulzón y la idealización. Yo no tengo un recuerdo de mi infancia idealizado. Para mí, mi infancia fue un lugar vertiginoso, salvaje, trepidante, como para muchos niños, pero tenía también otra cara. Era violenta, implacabale, rigurosa y las cosas se pagaban caras. Y no es que viviese en un barrio marginal, era de clase media normal, pero los niños lo vivíamos todo con esa intensidad. Si me dicen ahora, abre esa puerta y podrás volver a la infancia, no volvería. Me gusta recordarla tal cual la tengo. Y ese recuerdo hace que mantenga la nostalgia a raya.

"La nostalgia en literatura es una compañía que debes mantener a raya, porque es muy fácil caer en lo empalagoso, lo dulzón y la idealización"

P. ¿Somos una generación nostálgica? Nos pasamos el tiempo hablando de la EGB (hay hasta libros sobre eso), sobre los parques de columpios de hierro...

R. Creo que es algo que nos ha acompañado desde Jorge Manrique con ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’. Es obvio, sabemos que nos aproximamos a un final. Eso está ahí. No queremos hablar sobre él, pero está ahí. Probablemente es de las pocas certezas que tengamos en la vida. Conforme va pasando el tiempo vas mirando hacia atrás y es lógico y natural y puede que saludable que pienses que cualquier tiempo pasado fue mejor. Los niños no piensan eso porque no tienen la certeza de la muerte. Pero cuando unes esa trampa que nos hacemos y la metes en literatura puede ser una mala compañera. El escritor tiene que tener su dosis de mala leche, de cinismo e incluso de decepción de la propia vida… y cuando todo lo embadurnas de nostalgia, cuando el dibujo que haces es exclusivamente maravilloso, desde los ojos de un adulto hace que la novela pierda su escala de grises. Una novela debe transitar en una escala de grises.

P. También huyes del costumbrismo aunque haya escenas que, 'a priori', parecen costumbristas y son muy reconocibles.

R. No sé si huyo de manera intencionada. Estamos hablando de principios de los 90, finales de los 80. No es un tiempo tan lejano. Lo que pasa es que obviamente los cambios que ha habido en el último tiempo, el progreso ha avanzado a una velocidad que probablemente no sea equiparable a otra época. Los 90 nos parecen un tiempo muy lejano. Pero, cuando uno se acerca a ellos y ve la relación padres-hijos y entre amigos en la infancia, te das cuenta de que la naturaleza en ese tipo de relaciones que no ha cambiado tanto. Han cambiado otras formas. Mi manera de divertirme es probablemente muy parecida a la manera de divertirte tuya. Era la calle, saltar la tapia, meter la mano en el cauce del agua… Hoy en día todo eso es impensable, eso es cierto. Los niños están hiperprotegidos, los parques se adecuan para que los niños no se dejen los dientes, es imposible que un niño a una edad a la que yo salía salga a la calle sin ningún tipo de supervisión...

P. En ese sentido hay quien idealiza la época y hasta los columpios oxidados.

R. Claro. En ese sentido hay que huir. Esa idealización es una consecuencia de la nostalgia y es muy peligrosa. Menos mal que ha cambiado todo. En mi barrio había años que chavales jóvenes morían ahogados en balsas. O te encasquetaban un aeropuerto pared con pared con unas viviendas y tenías que dormir las siestas de verano al rebufo del queroseno y los aviones. Hemos progresado. Ahora sabemos lo que es el desarrollo sostenible. Mi madre me mantenía a salvo a través de relatos. Era una manera de mantenerme a raya para que no fuera solo a determinadas zonas. Llenaba mi vida de personajes que secuestraban o que te robaban los órganos vitales y luego te depositaban el cadáver en la puerta de la madre... Y yo que tengo una hija de un año me doy cuenta de que menos mal que hemos cambiado. No me imagino educar a mi hija con estos relatos. Pero yo tengo la certeza de que sigo vivo gracias a los relatos de mi madre.

"El escritor tiene que tener su dosis de mala leche, de cinismo e incluso de decepción de la propia vida"

P. La novela también parece autoficción, pero no es para nada autoficción, al contrario, es un puro homenaje al arte de la ficción.

R. Como bien apuntas, es una parodia de la autoficción haciendo uso de la autoficción. Y eso ya lo hizo Miguel de Cervantes salvando las distancias. No es un juego nuevo. Es una novela que transmite el amor por la imaginación, por lo trepidante, por el placer de la lectura. Yo lo que busco cuando escribo esta novela es buscar a un lector que quiera disfrutar, sentir un placer con el simple hecho de leer una historia que no te pide permiso para llevarte a la última página. Es más ambiciosa: te coge y te lleva. Pero sí, es un homenaje al amor que siento por la ficción.

P. Y al humor, esta novela tiene un humor del que hacíamos de niños en los 90, como llamar a una persona "el del fallo multiorgánico" o "el del síncope" porque luego se murieron de eso. Leía y pensaba que era muy de esa época y muy poco de esta.

R. En la novela todos los temas están tratados con cierta nobleza. Con la nobleza que le viene dada de no perder de vista que quienes están hablando son chavales a comienzos de los 90. Y en ese sentido el lector coge el testigo porque la novela lo coge de una manera muy explícita y muy noble. Sí, la novela tiene un humor… y nosotros que somos de esa generación entendemos que es un humor muy de aquel tiempo, con diálogos chispeantes, donde a nadie le falta su apodo y el apodo generalmente era hiriente. Decidí aceptar ese juego y bautizar a los personajes con apodos porque creo que tiene un juego bonito y además me permitía darle a la novela esa mala leche que siempre había. En aquel tiempo el humor era cómplice y a la vez un humor duro y que buscaba herir. Por suerte, nuestra mirada ha cambiado, nuestra manera de concienciarnos ante determinados temas.

placeholder Juan Manuel Gil. (Iván Giménez)
Juan Manuel Gil. (Iván Giménez)


P. Ahora se traspasan menos límites que antes.

R. Seguro. Porque somos muy conscientes del escrutinio al que es sometido todo escritor, todo cantante o toda persona… Y cuando uno es consicente de que va a ser analizado con lupa tenemos un mecanismo de autocensura que nos lleva a ser muy prudentes. No queremos tener problemas. Y esa frontera de donde está la línea que uno puede pasar o no es muy difícil de precisar porque la línea se va moviendo en función de la sociedad, de todo.

P. En algún momento mientras escribías has pensado 'por aquí mejor no porque es pasar esa línea'.

R. No. La he escrito divirtiéndome, disfrutando. Porque pensaba que si yo disfrutaba escribiéndola el lector iba a disfrutar leyéndola. Y si me pongo ya cortapisas y límites de una manera artificial pues probablemente se me note. Pero no me preocupó mucho porque he procurado siempre que quien hablara era la nobleza de los niños y muy contextualizado en los 90. Y además en ningún momento los deja bien. Somos conscientes de que están llamando a alguien como no deben, están poniéndole el mote que no deben…, pero es que era así.

"Ligamos la alta cultura con el sufrimiento. Que se diga eso en un país en el que Cervantes escribió 'el Quijote' me parece un drama"

P. Los protagonistas tienen 11-12 años. Es una edad que aparece poco en literatura, me da la impresión. O son niños pequeños o son ya adolescentes rebeldes.

R. Sí, también tengo esa percepción. Es una edad poco tratada o no tanto como otras. Pero me resultaba fascinante poque es una edad casi bisagra. Empiezas a dejar atrás la inocencia, el niño que hace el mal sin ser consciente de la trascendencia que puede tener para el otro. Y ya empieza a tener chispazos de que aquello que hace puede dañar al otro. Y, por tanto, se plantea un conflicto moral. Lo hago o no. Y los chavales que vivían en el barrio muchas veces eran consicentes de que aquello que hacían entrañaba una maldad y asumían el precio porque necesitaban levantar los días de verano. Y muchas veces ese divertimento no era jugar un partido de futbol, sino saltar una tapia, coger frutos de una higuera que estaba metida en una finca… Pero de vez en cuando había una trastada que decían: aquí nos hemos pasado y qué hacemos, ¿seguimos o volvemos?

P. Siempre se dice que en España nos hemos tomado a los escritores y la literatura muy en serio y por eso hay pocos escritores que hagan humor con la salvedad de Eduardo Mendoza o, por supuesto, Miguel de Cervantes. ¿Sigue pasando?

R. Yo pienso que la tradición literaria española no se puede entender sin el humor. Y hacer como que no está, como se ha hecho muchas veces, incluso desde la parte más académica, es un error. No se puede explicar la tradición sin mirar a Cervantes, al Lazarillo de Tormes, el teatro del absurdo del siglo XX… Y obras divertidísimas, ácidas, que estaban ahí, pero que no han estado dentro del canon académico. Yo creo tenemos grandes escritores que escriben humor. Me mencionas a Mendoza, pero hace poco tuvimos el éxito de Santiago Lorenzo con 'Los asquerosos', que es una obra que está cargada de humor y que ha tenido reconocimiento del público. O, por ejemplo, cualquier novela de Antonio Orejudo. Todas sus novelas están cargadas de un humor brillante. Porque para que un humor funcione tiene que ser inteligente. Si tú te ríes con algo ahí hay inteligencia. La literatura que utiliza el humor rápidamente le añaden esos calificativos: inteligente, fino, profundo. Pero cuando es un drama no dicen: drama inteligente. Ya se presupone.

P. Pasa en general, el drama tiene estatus alto, lo cómico, la comedia, no. Pasa mucho en el cine con los premios, por ejemplo.

R. Tenemos una visión de la literatura relacionada con el sufrimiento. Si a ti algo te cuesta, si esa novela te ha supuesto el tourmalet, te ha costado y has llegado, esa novela es buena. Pero si una novela es una novela zigzagueante, que te lleva, te conduce, la pones en tela de juicio. Y se comete el error de decir 'es una novela ligera'. Para que alguien llore me vale con darle un golpe, pero para hacerle reír tengo que construir algo que funcione. Es cierto que a la comedia muchas veces le cuesta luchar en el espacio público, académico, de los premios con lo serio. Pero es que ligamos mucho la alta cultura con una carga de sufrimiento, de vamos a fustigarnos. Que se diga eso en un país en el que Miguel de Cervantes escribió 'el Quijote' sí que me parece un drama.

Juan Manuel Gil (Almería, 1979) lleva años escribiendo. Y ha publicado varias novelas, como 'El hombre bajo el agua', 'Las islas vertebradas' y 'Mi padre y yo. Un western', entre otras. Sin embargo, su nombre saltó al público (más general) hace unas semanas cuando se desveló que era el ganador del premio Biblioteca Breve con 'Trigo limpio', una novela que ahonda en los años de la prepubertad en los inicios de los 90. Una novela que, pese a ese viaje en el tiempo, huye de la nostalgia edulcorada, de la idealización y del costumbrismo, que se recrea en un humor ácido, cruel —como es el de los niños— y que es una de las grandes sorpresas de este 2021. Y, además, juega con el lector porque nada de lo que propone, como dice ya desde el título, es trigo limpio. Un homenaje al arte de la imaginación.

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