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'The Last of Us': ¿es la última serie de zombis... solo otra serie de zombis más?
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ESTRENO EN HBO

'The Last of Us': ¿es la última serie de zombis... solo otra serie de zombis más?

Pedro Pascal ('The Mandalorian') y Bella Ramsay ('Juego de Tronos') protagonizan esta adaptación de un videojuego que imagina un mundo apocalíptico dominado por hongos que convierten a la gente en zombis

Foto: Pedro Pascal protagoniza esta adaptación de uno de los videojuegos más populares de los últimos años. (HBOMax)
Pedro Pascal protagoniza esta adaptación de uno de los videojuegos más populares de los últimos años. (HBOMax)

Un día cualquiera te levantas y tu vecino se ha comido a tu perro y, de paso, te intenta comer a ti. Al ser humano le gusta buscarse excusas para fantasear con matar a su vecino, a su jefe o a su compañero de trabajo y un pretexto como otro cualquiera es que un virus, una bacteria o similar haya infectado a la raza humana convirtiendo hasta al más pacífico Ned Flanders en un caníbal homicida. Este lunes, HBO ha estrenado la enésima distopía zombi, The Last of Us, una serie de nueve capítulos —de momento, aunque hoy solo se ha estrenado uno— que aspira a convertirse en un fenómeno social por el que poder estirarse como un chicle temporada tras temporada; esperemos que no tantas como The Walking Dead, que se ha ido arrastrando durante once temporadas sin que nadie pudiera rematarla dignamente.

Basada en uno de los videojuegos más populares de los últimos años, The Last of Us promete no ser una serie de zombis como otras series de zombis. Y lo consigue a medias. Con un arranque absolutamente cinematográfico, la serie va acercándose al lenguaje televisivo de los personajes y las tramas múltiples, los escenarios devastados, mucha acción y la intención de ofrecer un zombi o infectado o mordedor o apestoso —o como quiera llamársele esta vez— con alguna característica ligeramente diferente que lo haga más especial que sus antecesores. En este caso, la novedad es que la culpa de la cuasi extinción de nuestra especie no la tiene un virus, sino el hongo parásito Ophiocordyceps unilateralis —¿se acuerdan del los insectos zombis de National Geographic?— que, gracias al calentamiento global, muta para adaptarse a las nuevas temperaturas y acaba encontrando el hospedaje ideal en las cálidas circunvoluciones del cerebro humano. En el resto es más difícil innovar: los retazos de 28 días después (2002), las películas de George A. Romero e incluso superproducciones como Guerra Mundial Z asoman por cada esquina.

The Last of Us comienza en los años setenta, en una convención de científicos en la que nos encontramos con John Hannah (La momia) y Josh Brenner (Silicon Valley) en micropapeles secundarios, lo que augura un reparto de primera línea. Y, efectivamente, una de las mayores virtudes de la serie reside en sus interpretaciones, con un Pedro Pascal compungido y curtido por la tragedia en el papel protagonista, Bella Ramsey (Lady Marmont en Juego de Tronos) interpretando a una adolescente de 14 años "con un par de huevos" —la frase es de los guionistas, encabezados por Neil Druckmann, creador del videojuego, y Craig Mazin— y Anna Torv (Fringe) también como mujer dura. En The Last of Us todos son duros porque, como pronto aprendemos, en un hipotético holocausto zombi no se sobreviva a base de compañerismo y buenas intenciones.

Los capítulos comienzan con una mirada al pasado, a ese 2003 en que Bush era el presidente del mundo libre, nadie tenía un smartphone —¿cómo sobrevivir al apocalipsis sin ayuda del Google Maps?— y todos estábamos obsesionados con el terrorismo. Ese 2003 que las nuevas generaciones se imaginan en color sepia y que es como si a algunos de ustedes, lectores, les contasen cómo era la vida en los años cuarenta, cuando en vez de frigoríficos las casas utilizaban fresqueras. En ese 2003, The Last of Us nos presenta a una familia humilde en un barrio obrero de Austin (Texas) —porque si Estados Unidos es el sueño americano, también allí ha de empezar la pesadilla—, en la que el padre, Joel (Pedro Pascal), trabaja como obrero de la construcción junto a su hermano Tommy (Gabriel Luna) y la hija, Sarah (Nico Parker), pasa mucho tiempo sola o en casa de los vecinos cuando sale de clase.

placeholder Bella Ramsay y Anna Torv, en otro momento de 'The Last of Us'. (HBO)
Bella Ramsay y Anna Torv, en otro momento de 'The Last of Us'. (HBO)

El gran acierto del arranque es el de no romper el punto de vista de la protagonista, Sarah: el espectador descubre, a la vez que ella, todo lo que ocurre a su alrededor. La rutina de todos los días en la vida de los Miller —que así se llaman— empieza a desordenarse levemente, con esas ambulancias que pasan al fondo, esas noticias que hablan de casos violentos aislados —el manual de prensa frente al fin del mundo siempre llama a la calma, ya lo hemos visto en pandemia; luego ya se desata el pánico cundido— y esos pequeños detalles que en una serie bien narrada dejan aire al tempo, que no necesitan estar subrayados por si acaso a alguno de los espectadores ya le ha infectado la materia gris el maldito hongo. Otro de los trucos, relacionados con el diseño de producción y los efectos especiales —algo que deberían apuntarse las producciones modestas que aspiran a disfrazarse de grandes—, radica en que cuanto más lejos enseñes ese avión que cae y explota mejor quedará el efecto. Sarah, a través de la ventana de su casa o de la ventanilla de su coche, es testigo un fin del mundo en el que los hongos manejan a las personas como si fuesen marionetas y cuya misión es expandirse y perpetuarse hasta acabar con el libre albedrío de los buenos ciudadanos de a pie. Es decir, como un totalitarismo cualquiera.

Una vez presentados los personajes y desarrollados los contextos, la acción se traslada veinte años adelante; es decir, a la época actual. Normalmente, este tipo de distopías suelen ambientarse en el futuro cercano para poder jugar la baza de la excitación de la catástrofe a corto plazo, pero en The Last of Us el pasado inmediato ficticio ya nos echa de la partida. En el 2023 que propone la serie, la dictadura se ha impuesto —por la seguridad de los supervivientes— y controla con mano de hierro hasta el último aliento dentro del perímetro de seguridad. Como en toda distopía que se precie, parece que acabaremos descubriendo que, en realidad, el peligro somos nosotros y que siempre estuvimos ahí. Lo de los zombis es solo una excusa. La serie parece que apunta a un mensaje antisistema —todo lo antisistema que pueda ser una superproducción de HBO Max—: lo interesante será ver hacia qué lado se escora. O si realmente acaba como una defensa del sistema porque recuerda: antes de todo esto —sea lo que sea esto—, vivíamos mejor. Otra novedad es la existencia de un grupo terrorista, Las Luciérnagas, que luchan por restablecer la libertad y la democracia a base de bombas y enfrentamientos con el Ejército represor.

placeholder Otro momento de 'The Last of Us'. (HBO Max)
Otro momento de 'The Last of Us'. (HBO Max)

En cada capítulo, The Last of Us descubre algún dato más sobre la eclosión del desastre y cómo pararlo, como la experta en Micología de la Universidad de Indonesia que propone como tirita antes de la herida bombardear todas las ciudades en las que haya algún infectado. Eso sí, lo propone con todo el dolor de su corazón. De vuelta a 2023, la serie ofrece tiroteos, objetivos claros y concisos como el de atravesar un Boston en ruinas al estilo del 12 monos de Terry Gilliam, pero con zombis. Como Las Vegas de Ejército de los muertos (2021) pero en drama y con el carácter denso de la costa este. En realidad, rápidamente se desvela en la serie la estructura a base de misiones propia de los videojuegos: encontrar un camino, atravesar un edificio, escalar unas ruinas, despistar a unos zombis y demás.

Sin embargo, parece poco probable que The Last of Us vaya a convertirse en el fenómeno que fue The Walking Dead y que pueda ofrecernos algo realmente diferente cuando en el género zombi ya se ha probado hasta la distopía de tacitas con Orgullo, prejuicio y zombis (2016). En los primeros tres capítulos —cuya duración va desde los 30 minutos hasta la hora y 20—, el equilibrio entre narración dramática y la acción es el justo para atraer a los que priman lo uno o lo otro a la hora de elegir el entretenimiento. Lo mejor de la serie: que nos recuerda, cada capítulo, que nadie es imprescindible. Lo peor: que la parte apocalíptica de 2023 es menos interesante que la de 2003 y que parece que nos encontramos solo ante otra serie de zombis más.

Un día cualquiera te levantas y tu vecino se ha comido a tu perro y, de paso, te intenta comer a ti. Al ser humano le gusta buscarse excusas para fantasear con matar a su vecino, a su jefe o a su compañero de trabajo y un pretexto como otro cualquiera es que un virus, una bacteria o similar haya infectado a la raza humana convirtiendo hasta al más pacífico Ned Flanders en un caníbal homicida. Este lunes, HBO ha estrenado la enésima distopía zombi, The Last of Us, una serie de nueve capítulos —de momento, aunque hoy solo se ha estrenado uno— que aspira a convertirse en un fenómeno social por el que poder estirarse como un chicle temporada tras temporada; esperemos que no tantas como The Walking Dead, que se ha ido arrastrando durante once temporadas sin que nadie pudiera rematarla dignamente.

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