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Haber estudiado: el dilema de los dependientes de las tiendas
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Haber estudiado: el dilema de los dependientes de las tiendas

Quizá 'luchar' por seguir en un mal trabajo no sea una gran idea

Foto: Una dependienta de Zara, en A Coruña. (EFE/Cabalar)
Una dependienta de Zara, en A Coruña. (EFE/Cabalar)

Los dependientes de Zara hicieron una huelga para pedir un aumento de sueldo. Desde distintos foros se empleó el verbo luchar. Los dependientes de Zara, sí, luchaban por su subida salarial. No se dejaban nada dentro, su voluntad era férrea; su pasión, desaforada. Eso es luchar, asumo. Entonces alguien pensó: “A lo mejor por lo que deberían luchar es por dejar de ser dependientes de Zara”.

Como esto lo pensé yo, me asusté. Pero solo un poco. Nadie te oye pensar, y, sin embargo, no se piensa a menudo fuera del tiesto, de llevarse sustos y sorpresas, practicando esa doctrina revolucionaria que consiste en distinguir lo que uno cree de lo que uno piensa, esa frase suelta que dejas sonar en tu cabeza, incómoda. Cuando uno cree demasiado, no piensa nada incómodo, desde luego.

Foto: Y tú, ¿compras o devuelves?. (Reuters/Andrea Comas)
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“Por lo que deberían luchar es por dejar de ser dependientes”. Vaya frase para ponerla en un artículo, y dos veces, e irse luego de compras.

Me da que fue el tópico de la lucha, ese enardecimiento verbal con el que se metaboliza hacia arriba una demanda social, lo que agitó en mi cabeza conceptos y me provocó una frase como ultraliberal o insensible, de importarme poquísimo lo que cobra la gente en los mostradores. Digamos que en mi cerebro, algún pliegue irritado tomó el verbo luchar al peso y le pareció de pronto de una talla cien veces mayor que la cosa donde quería calzarse: 200 euros más al mes. Los aumentos se piden, se exigen, se negocian; solo la estricta supervivencia se lucha. Matices, sí. Pero si la lucha es tal, si lo pone uno todo en ella, ya es raro que se luche para seguir igual, y no para cambiar radicalmente el panorama.

Si luchas para que te suban el sueldo, es que piensas quedarte, incluso si no te lo suben.

Una lucha triste

La lucha en sí misma era por seguir siendo dependiente de una tienda, en realidad. De la misma manera, el apoyo puntual a esa demanda no diría yo que era bonito, pues todos los que respaldaban la huelga y animaban a los dependientes venían a expresar que, lo que es por ellos, todas esas personas que protestaban debían ser por siempre dependientes de una tienda. Al apoyarles, daban a entender que no pensaban que esa gente mereciera otra vida que la consistente en pasar eternamente artículos por un lector infrarrojo, solo que cobrando un poco más.

Foto: La tienda japonesa Uniqlo Japanese en París. (Reuters/Charles Platiau)

La, así llamada, lucha, vista de cerca, era justa y hermosa; vista desde un poco más lejos, era bastante triste: gente haciendo algo que no le gusta hacer y pensando que la vida consiste en seguir haciéndolo por algo más de dinero.

Luchar exige tesón, y orgullo, y pasos al frente y desafío; también cierta capacidad organizativa y de trabajo, todo lo cual casa mal con alguien que no puede dejar de ser dependiente de una tienda y encontrar trabajo de otra cosa. Si eres un luchador, no luchas por quedarte en una tienda; luchas por irte.

Qué bonito es ser explotado de joven, qué propio

En realidad, es lo más común que ese trabajo en Zara o en la Fnac sea tu primer trabajo y nunca el último, que lo dejes por algo mejor, que lo recuerdes incluso con esa nostalgia contradictoria que uno reserva para sus primeros trabajos penosos. Qué bonito es ser explotado de joven, qué propio. Yo lo recuerdo con cariño, por supuesto.

Si en un trabajo penoso (telefonista, grabador de datos, en mi caso) te trataran exquisitamente, tendrías menos motivos para dejarlo. Y si te pagaran relativamente bien, no podrías acceder a ellos mientras eres joven e inexperto. Resulta curioso. Siempre ha habido trabajos inmediatos, muy malos, para los jóvenes y sus ganas de hacer algún dinero primitivo. El peor trabajo del mundo consiste en hacer algo que no te gusta y por lo que te pagan muy poco. Se señala estos trabajos como la esencia del capitalismo liberal. Según yo lo veo, la esencia del capitalismo liberal es ese trabajo que no te gusta nada y por el que te pagan muchísimo. Si pagaran muchísimo por ser dependiente, el capitalismo no te explotaría, sino que haría algo mucho peor: comprar tu alma. ¿Quién puede querer pasar por la vida siendo dependiente de una tienda, por mucho que te paguen?

Amazon

El capitalismo malvado lo representa, según se dice, Amazon. Yo conozco a mucha gente que, por principio, no compra en Amazon. Esto quiere decir que desean que Amazon cierre y todos sus empleados se queden sin trabajo. Regularmente, se nos informa de las malas condiciones en que desarrollan su actividad estos empleados. Sin embargo, ahora que Amazon va a despedir a miles de trabajadores, a todo el mundo le parece muy mal, mayormente a los que no compran a través de Amazon. Amazon es malo por dar trabajo, y peor por desposeerte de él.

Foto: Foto: Reuters

A lo mejor el despido de dependientes no es un despido, sino una liberación. Ya sé que con esta frase me he ganado el cielo.

El otro día compré un gorro en Uniqlo, el gigante textil japonés que va entrando en España. Lo pagué en una máquina muy fea. Simplemente, dejabas caer las prendas (una, en mi caso) en un cubilete de plástico de la máquina y una pantalla las reconocía y te guiaba hacia el desembolso digital. Había seis o siete máquinas de estas, o sea, seis o siete dependientes menos de los que habría hace 20 años, cuando no se inventaban máquinas para quitar el trabajo a la gente que te cobra en las tiendas. La liberación se me antoja inevitable, así como el ingreso mínimo vital.

Aunque te guste mucho tu trabajo y te paguen muy bien, acabas harto

También, hace nada, le explicaba a mi hija qué trabajos son buenos y qué trabajos son malos, y por qué. Seguíamos el eje de coordenadas sugerido más arriba: que te guste o no hacer algo, que te paguen más o te paguen menos por hacerlo. ¿Es buen trabajo el de médico?, me preguntaba; y así.

La conclusión a la que llegué en ese debate de mínimos con mi hija fue que, al cabo, aunque te guste mucho tu trabajo y te paguen muy bien, acabas harto, y así se lo dije a la niña. De todo acabas harto, hija. Brad Pitt ha acabado harto de hacer películas, por ejemplo. Creo que por todo eso mi mirada sobre el trabajo de los dependientes es ahora muy distinta a cuando tenía yo 20 años, que podía albergar alguna solidaridad poética hacia sus luchas y sumarme al deseo generalizado de que sigan siendo dependientes, con eso de que las apoyas. Al final del camino (pongamos, cercano a los 50 años), solo hay un montón de gente que está cansada, ya lo dijo Cesare Pavese, de trabajar. Da completamente igual a qué te dediques. Comparado con eso, tener 25 años y que te exploten me parece hasta guay.

Los dependientes de Zara hicieron una huelga para pedir un aumento de sueldo. Desde distintos foros se empleó el verbo luchar. Los dependientes de Zara, sí, luchaban por su subida salarial. No se dejaban nada dentro, su voluntad era férrea; su pasión, desaforada. Eso es luchar, asumo. Entonces alguien pensó: “A lo mejor por lo que deberían luchar es por dejar de ser dependientes de Zara”.

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