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Los tres viacrucis de José Antonio Primo de Rivera: abusado por República, Franco y el PSOE
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Los tres viacrucis de José Antonio Primo de Rivera: abusado por República, Franco y el PSOE

La República le metió en una fosa en Alicante, lo exhumó su hermana y los falangistas lo llevaron a pie hasta El Escorial en 1940. De allí fue al Valle de los Caídos y hoy falta saber su nueva morada

Foto: Traslado de José Antonio al Valle de los Caídos.
Traslado de José Antonio al Valle de los Caídos.

"Miguel y yo habíamos decidido recuperar para la familia el cuerpo de José Antonio y alejarlo de los actos oficiales", escribía Pilar Primo de Rivera cuando recordaba en 1959 los dos enterramientos y las dos exhumaciones del cadáver de su hermano José Antonio Primo de Rivera. Los tres hermanos, Pilar, Miguel y María del Carmen —que se mantuvo siempre alejada de la política— fueron los que habían sobrevivido a la Guerra Civil y ya mostraban signos de agotamiento ante el abuso de las autoridades y de sus propios camaradas falangistas y su fanática exaltación de la figura, o mejor dicho, de los restos del carismático líder y fundador de Falange. Una resignada Pilar constataba entonces: "Falange exigió como suyos, y con razón, sus restos, y nosotros, finalmente, accedimos a ello" (Pilar Primo de Rivera, 'Recuerdos de una vida').

En realidad, ni ella ni Miguel querían que se repitiera un nuevo espectáculo de masas, rozando la fascinación mística hacia su hermano, a quien se le comparó profusamente con Jesucristo por parte de los propios falangistas. José Luis Arrese, secretario de FET y las Jons, llegó a expresar poco después de hacerse público su fusilamiento, tres años después de producirse: "Y echaremos del templo a los mercaderes y tu sangre florecerá. Y el cortejo de tus mártires florecerá como una inspiración" ('José Antonio', Joan Maria Thomàs). José Antonio, asesinado como Cristo a los 33 años, se convertiría en el "santo secular del régimen", como lo definiría años más tarde el historiador Stanley G. Payne.

Foto: El líder de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera.

Pero la muerte no sería el último vía crucis. Si ahora la recién aprobada Ley de Memoria Democrática por parte del PSOE y sus socios ha sido la que ha forzado a la familia a tomar una determinación para evitar una exhumación mediática como la de Francisco Franco en 2019, entonces fue el propio dictador quien presionó a los hermanos con la idea de llevar sus restos al recién construido Valle de los Caídos para su grandiosa inauguración, en medio de las soflamas de reconciliación fratricida a cuenta de los 20 años de paz. Franco pidió permiso por carta a la familia y Sánchez lo ha hecho en el Parlamento. Se parece en que ambos han exhibido una mezquindad política a costa de un mito deformado demasiadas veces.

Fosa y nicho en Alicante

Lejos quedaba para Pilar, en aquellos momentos de descontento con el régimen a costa del traslado a Cuelgamuros, aquel 4 de abril de la victoria de 1938, cuando ella misma estuvo ante la fosa en el cementerio de Alicante acompañada de otra Pilar, Millán-Astray, hermana del general fundador de la legión, y junto a otros camaradas, entre ellos, Carmen Werner, de la sección femenina, a quien José Antonio escribiría una de sus últimas cartas antes de ser fusilado.

El cadáver lo había encontrado el día antes el hijo de Pilar Millán-Astray, Javier, por indicación de Tomás Santonja, el conserje del camposanto que había velado de alguna forma para la futura localización del cuerpo. Lo cuenta Jose María Zavala en la 'Pasión de Pilar Primo de Rivera': "Me enseñó el capataz su libro de notas. Leí: 'Fosa 11'. Y detrás el nombre de nuestro muerto, seguido de Vicente Muñoz, Luis Segura, Ezequiel Mira, Luis López y Felipe Codina".

placeholder La exhumación del nicho del cementerio de Alicante.
La exhumación del nicho del cementerio de Alicante.

En realidad, estaba en la fosa número 5. Santonja, cuya mujer era amiga de Pilar Primo de Rivera, lo había escondido para evitar futuras profanaciones. Y allí mismo Millán Astray comprobó que bajo cinco cuerpos estaba José Antonio, que llevaba aún sujeto al cuello el crucifijo que le había entregado la víspera de su muerte su otra hermana, Carmen, y que un miliciano intentó robar, pero impidió el propio Santonja.

Bajo cinco cuerpos yacía José Antonio, aún con el crucifijo que le entregó su hermana Carmen

Esa misma mañana lo exhumaron. Tal y como relató Javier Millán Astray: "Salí de la fosa. Izamos con sumo cuidado la queridísima carga. José Antonio, a pesar del tiempo que llevaba enterrado, pesaba unos sesenta kilos. Le amortajé con la bandera española y, privándole voluntariamente de toda ayuda, le deposité en el ataúd. Lo cerré, y en silencio absoluto, con los ojos ardientes por las lágrimas que en ellos querían brotar, lo trasladamos al nicho número 55, que fue provisionalmente tapiado". Triste cortejo ante la fosa común a la que lo habían lanzado sus captores y asesinos el 20 de noviembre de 1936, después de un proceso horroroso por engolado, del que ni las tímidas intervenciones de Indalecio Prieto y otros líderes de la República pudieron salvarle.

Farsas y rumores

Antes del momento fatal, un joven José Antonio perdió los nervios por la vida que se le escapaba a la edad de Cristo, tal y como se comprobó en las sesiones finales de la farsa del juicio y, según el secretario judicial del proceso, en confidencia que llegó al mismo Franco, hasta necesitó la ayuda de la morfina antes de dejar caer el abrigo y caminar impávido hacia el pelotón como le glosaron. La historia la recogió Serrano Suñer de boca del mismo Franco, al que llamó embustero, y aún hoy levanta ampollas, como comprobó este diario.

placeholder José Antonio Primo de Rivera, durante un discurso de Falange Española.
José Antonio Primo de Rivera, durante un discurso de Falange Española.

Así, mientras los camaradas de José Antonio lo inhumaban en un nicho del cementerio de Alicante el día 4 de abril, uno entre tantos provisionales descansos eternos, a menos de un kilómetro de distancia, en el puerto, se arremolinaban los últimos republicanos que intentaban salir del país. Los que no pudieron acabaron en el campo de los almendros custodiados por las tropas italianas de la División Littorio que habían tomado la ciudad. Según constató Max Aub se oyeron disparos dentro, de las propias pistolas de los republicanos. Disparos contra sí mismos.

Se llevó a hombros desde Alicante el féretro de más de 300 kilos sin pausa durante 10 días

Todo fue muy feo, por mucho que entre los vencedores se organizara en noviembre de 1939 la primera de las estaciones del vía crucis que se le había deparado al cadáver de José Antonio. Después de exhumarlo del nicho del cementerio, la Junta Política decidió trasladar el cuerpo al monasterio de El Escorial, el mausoleo funerario de la realeza española, el 9 de noviembre. Según el biógrafo de José Antonio, Joan Maria Thomàs, la idea fue de Dionisio Ridruejo, pero "topó con la oposición de algunos miembros de la propia Junta, una oposición comprensible, ya que el lugar tenía la máxima significación honorífica posible y refleja el grado de sublimación y significación al que algunos falangistas habían elevado a José Antonio".

Ceremonia clara y desnuda

Para mayores fastos y en consonancia con la teatralidad y el romanticismo de sus seguidores, se llevó a hombros desde Alicante el féretro de más de 300 kilos sin pausa ni sosiego durante 10 días, de noche, con antorchas, salvo una breve parada en la catedral de Albacete, hasta llegar al mausoleo de El Escorial. Samuel Ros en el diario Arriba lo explicó así: "La ceremonia de los relevos será clara y desnuda, como son todos los ritos de falange. Cada jefe provincial entregará el mando del cortejo y el cuerpo de José Antonio con el ritual de estas palabras ‘José Antonio Primo de Rivera’ y el otro responderá: ‘Presente"’.

En 1959 se pensó trasladarlo en coche, pero de nuevo los falangistas se lo echaron a hombros

Se deduce de las memorias de Pilar que El Escorial debió ser su último descanso, según la familia, pero el proyecto del Valle de los Caídos acabó por dinamitar cualquier voluntad personal, incluyendo la del propio Franco, que en realidad nunca manifestó deseo de ser enterrado allí, como se fue conociendo a lo largo de los años: un Consejo de Ministros presidido por Carlos Arias Navarro decidió enterrarle multitudinariamente en el Valle, en lugar del criterio de la familia, que prefería el mausoleo familiar de Mingorrubio. Es exactamente donde está ahora, después de otro espectáculo entre el Gobierno, los Franco y los abades de la basílica.

Una vez consumado el designio político de Franco de seguir usando el símbolo en que se había convertido José Antonio para la inauguración del Valle de los Caídos —Pilar acusa a Carrero Blanco y al Opus Dei de haber instigado la maniobra—, se decidió un traslado en coche fúnebre, pero de nuevo los falangistas quisieron escenificar el culto al líder caído y poco menos que asaltaron la comitiva para llevarlo de nuevo a hombros los 24 kilómetros del trayecto, en el que participó Miguel Primo de Rivera, a pesar de sus reticencias. La última instrumentalización política, por parte esta vez del PSOE, del líder de Falange, que fue irrelevante como político durante el periodo de la Segunda República y martirizado a su pesar durante la Guerra Civil, parece que pondrá fin a entierros y exequias. Esta vez los socialistas exigieron como suyos los restos de José Antonio, pero la familia no ha accedido a ello.

"Miguel y yo habíamos decidido recuperar para la familia el cuerpo de José Antonio y alejarlo de los actos oficiales", escribía Pilar Primo de Rivera cuando recordaba en 1959 los dos enterramientos y las dos exhumaciones del cadáver de su hermano José Antonio Primo de Rivera. Los tres hermanos, Pilar, Miguel y María del Carmen —que se mantuvo siempre alejada de la política— fueron los que habían sobrevivido a la Guerra Civil y ya mostraban signos de agotamiento ante el abuso de las autoridades y de sus propios camaradas falangistas y su fanática exaltación de la figura, o mejor dicho, de los restos del carismático líder y fundador de Falange. Una resignada Pilar constataba entonces: "Falange exigió como suyos, y con razón, sus restos, y nosotros, finalmente, accedimos a ello" (Pilar Primo de Rivera, 'Recuerdos de una vida').

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