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'Kleo': si eres hombre, blanco, de más de 35 y absurdamente hetero, esta es tu serie de espías
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'Kleo': si eres hombre, blanco, de más de 35 y absurdamente hetero, esta es tu serie de espías

¿Cómo no vamos a elegir una serie de espías ambientada en el Berlín de 1987 y con una protagonista guapa, rubia, que resulta ser una asesina consumada con carita de ángel?

Foto: 'Kleo'. (Netflix)
'Kleo'. (Netflix)

Esta semana he terminado de ver 'Kleo', dirigida por Viviane Andereggen y Jano Ben Chaabane. La serie parece haber esperado a que palmara Gorbachov para su estreno y contiene todos los alicientes para que un hombre CIS, blanco, de más de 35 años y absurdamente heterosexual, caiga en ella como el que pide una cerveza o confirma que 'sí seguro es que sí'. La producción alemana, dividida en ocho episodios y que pueden disfrutar en Netflix, nos lleva al caos administrativo y de espionaje que floreció junto a las piedras del recién derribado muro de Berlín, y que mantuvo dividida la ciudad, Europa y al mundo entero en dos bandos durante finales del siglo pasado. ¿Cómo no voy a elegir una serie de espías ambientada en el Berlín de 1987, y con una protagonista guapa, rubia, que resulta ser una asesina consumada con carita de ángel? Somos tan básicos que los clichés nos enloquecen.

La protagonista, Kleo (Lelia Haase) es una espía de la Stasi, que cruza de lado a lado la frontera de la RDA para ir eliminando los objetivos que le van marcando sus superiores. Por eso, en el primer episodio, vemos con qué naturalidad uno podía cruzarse al otro lado y pasar de la ceniza y deterioro del régimen comunista, al disparate liberador de discoteca y pastillas que habitaba en el lado Occidental. De hecho, cumpliendo con todos los estereotipos posibles, decide meterse en el cuarto de baño de una discoteca con un tipo que no parece tener claro si debía firmar o no el consentido de Igualdad, y, tras volcar una papela en ese maravilloso espacio dónde la gente tiene por costumbre esnifar, le invita a meterse una raya de algo que lo deja frito, antes de que se enrollen del todo. En un segundo, objetivo eliminado y de vuelta al pasadizo para seguir disfrutando de la disciplina de hambre del todos por igual. Es curioso la afición que han tenido siempre por esos lares a los envenenamientos y a los polvos mágicos.

Pero algo parece estar cambiando en el mundo entero. Tras volver a la RDA, Kleo es arrestada por su propia gente y, tras un juicio en el que todos sus contactos niegan conocerla, la envían dos años a prisión. Durante el tiempo que está presa, cae el muro, y de una noche para otra, lo que eran dos Alemanias vuelve a ser una, la Stasi va recogiendo y cerrando sus archivos y, como no podía ser de otra manera, debe eliminar los cabos sueltos que pudieran haberse olvidado por ahí, como a la buena de Kleo. Pero ¿qué es lo que pasa cuando has entrenado así de bien a una asesina tan voraz y refinada? Pues que quiere respuestas. Y las encontrará.

En una oda tarantiniana, Lelia Haase se convierte en una especie de Uma Thurman en 'Kill Bill'

En una oda tarantiniana, Lelia Haase se convierte en una especie de Uma Thurman en 'Kill Bill', con una banda sonora a la altura creada por Johnny Klimek, y en la que decide ir cepillándose a cada uno de los eslabones de la cadena que la han metido presa, incluyendo a un abuelo malísimo, a la jueza, testigos, jefes de Stasi, y demás repertorio de asesinos que participan. Y con mucha diversión. Cuando uno ya pensaba que una mujer como ella no tiene espacio para creer en el amor, zas, aparece un bonachón agente de policía del Berlín Occidental, Sven (Dimitrij Schaad) que, tras seguir la pista del asesinato del cuarto de baño, se obsesiona con Kleo hasta tal punto, que nadie le toma en serio, hasta que el número de venganzas anega las calles de la nueva Berlín y la cosa termina por hacerse, que se diría ahora, viral.

Humor negro

Tiene algo de 'Killing Eve' y mucho más de una película de espías al más puro estilo 'God Save the Queen', pero desde el prisma que los tiempos actuales exigen. Siendo claros, no creo que se trate de lo más habitual encontrarse con una especie de niña bonita que te raja el cuello con dos movimientos de pinta labios; como que le falta ese punto creíble en el que las historias son reales, aunque quizás, precisamente pretendan huir de ese rollo cuando en más de una venganza, la escena parece congelarse tornarse en una ejecución obvia, pero con un humor negro que trata de romperle, precisamente, la veracidad a la trama. Porque para que las historias parezcan ciertas, James Bond debe siempre ser un chico alto, guapo y fuerte. Pocas eran las mujeres que trabajaban como espías para la Alemania Oriental, y mucho menos unas consumadas asesinas. Menos aún si cabe, que parezca que tienen veinte años, pero en las series, como en los libros, los autores tenemos una ventaja frente a la historia, y es que nos permite escribir lo que nos dé la gana. Y quizás esto sea lo mejor que tiene la serie: rompen todo lo les parece pretencioso.

En las series, y en los libros, los autores tenemos una ventaja frente a la historia, y es que podemos hacer lo que nos dé la gana

Otro papel que me ha llamado la atención, lo interpreta un joven que decide pasarse al recién liberado lado oriental, porque la vida es mucho más pobre y al mismo tiempo, mucho más barata. En medio de la explosión de éxtasis y del inicio de la música berlinesa, Thilo (Julius Feldmeier), es un apasionado pastelero que se pone a vender pastillas y que tiene el sueño de abrir su propio club de música, pero al mismo tiempo, se convierte en el único amigo que la pobre Kleo se encontrará, durante sus disparatados planes de venganza. Esta parte representa lo más costumbrista de la serie, porque mientras un agente más malo que un cáncer de páncreas, Andi Wolf, tiene como único objetivo acabar con la vida de Kleo, el único de la de Thilo, es además de vender pastis y bailar tecno, el de salvar la vida de su nueva y rara amiga espía.

Foto: '17 instantes de una primavera'.

Me pregunto si en realidad estoy equivocado. Si los servicios secretos sí que utilizan este tipo de niñas guapas y las convierten en niñas guapas asesinas, y soy yo el incrédulo que se equivoca de cabo a rabo, con perdón. Me imagino si, algunas de esas chicas que de vez en cuando uno se cruza por la calle, pueden ser en realidad unas asesinas que trabajan para algún gobierno o cualquier ministerio de igualdad, en estos tiempos en los que James Bond es negra, Walt Disney crea personajes que dudan de su sexualidad desde que conocieron a Blanca Nieves, o que debemos firmar un contrato para intentar ligar con una tía. Porque ahora funciona así el mundo. De hecho, pienso, puede que esta misma mañana me haya cruzado con una posible agente secreto que dejaba a sus hijas en el colegio, o quizás esté en el grupo de chats de padres, que el bueno de Hector García Barnés nos ha contado, y del que si decides abandonar, pueden encontrar tu cabeza en cualquier cuneta del camino al cole.

Uno, después de ver esta serie, no sabe en quién puede confiar.

Esta semana he terminado de ver 'Kleo', dirigida por Viviane Andereggen y Jano Ben Chaabane. La serie parece haber esperado a que palmara Gorbachov para su estreno y contiene todos los alicientes para que un hombre CIS, blanco, de más de 35 años y absurdamente heterosexual, caiga en ella como el que pide una cerveza o confirma que 'sí seguro es que sí'. La producción alemana, dividida en ocho episodios y que pueden disfrutar en Netflix, nos lleva al caos administrativo y de espionaje que floreció junto a las piedras del recién derribado muro de Berlín, y que mantuvo dividida la ciudad, Europa y al mundo entero en dos bandos durante finales del siglo pasado. ¿Cómo no voy a elegir una serie de espías ambientada en el Berlín de 1987, y con una protagonista guapa, rubia, que resulta ser una asesina consumada con carita de ángel? Somos tan básicos que los clichés nos enloquecen.

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