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Frans de Waal, un primatólogo en la selva del género: "Nadie cree ya en la pasividad sexual femenina"
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Frans de Waal, un primatólogo en la selva del género: "Nadie cree ya en la pasividad sexual femenina"

Conversamos con el especialista mundial en comportamiento de los primates a propósito de su último libro: 'Diferentes. Lo que los primates nos enseñan sobre el género'

Foto: Frans de Waal (Tusquets)
Frans de Waal (Tusquets)

Un fantasma recorre Occidente, el fantasma del género. Los últimos años hemos visto cómo los debates se crispaban, las posiciones se encastillaban, antiguas alianzas se rompían en mil pedazos, y todo mientras las redes echaban gasolina al fuego. Género contra sexo, cultura contra biología, mujeres contra hombres, y contra otras mujeres, homosexualidad, transexualidad... la conversación pública parece haber enloquecido hasta tal punto que parece imposible mantener la serenidad y atender la carga de razón que presumiblemente atesoren todas las partes. Igual ha llegado el momento de ampliar el ángulo de visión, de buscar aire limpio más allá de Twitter. ¿Qué podemos aprender, por ejemplo, de nuestros parientes evolutivos sobre todo este follón?

Precisamente de esto se ocupa el último libro de la mayor eminencia mundial en simios, monos y otros primos evolutivos nuestros, el primatólogo holandés Frans de Waal (1948). Después de publicar centenares de artículos científicos en las publicaciones más prestigiosas, de que sus libros sean traducidos a más de veinte idiomas, de ser elegido una de las cien personalidades más influyentes del mundo, ahora se atreve a adentrarse en las más actuales y espinosas controversias en 'Diferentes. Lo que los primates nos enseñan sobre el género' (Tusquets, 2022). Conversamos con De Waal por videoconferencia sobre todo aquello que siempre quisiste saber y nunca te atreviste a preguntar del sexo y el género entre primates -y humanos-.

placeholder 'Diferentes', de Frans de Waal (Tusquets)
'Diferentes', de Frans de Waal (Tusquets)

PREGUNTA: ¿Hasta qué punto tenemos que tomarnos en serio las extrapolaciones del comportamiento animal, aunque sean de animales tan cercanos evolutivamente a nosotros a la hora de explicar la las actuaciones humanas, la manera de comportarse de los humanos, hasta qué punto son peligrosas o razonables, precisamente por su cercanía, esas extrapolaciones?

RESPUESTA: Las diferencias que observamos en los géneros humanos sobre la base biológica pueden ser universales. Y si nos fijamos en los primates, que son nuestros parientes más cercanos, y observamos las mismas diferencias, podemos decir que hemos encontrado una base biológica de las mismas. No estoy diciendo que seamos lo mismo pero, en fin nosotros también somos primates, no hay ninguna duda. Es importante fijarse en esas diferencias ahora que se recrudece en todas partes el debate sobre el género y algunos dicen que se trata solo de algo mental, que las creamos nosotros mismos. Hace falta volver a incorporar la biología a la discusión.

P: Se ha referido usted a los universales y también a la discusión actual acerca de si todo es género o hay un componente biológico. ¿Se podría decir, atendiendo a las diferencias que usted ha observado en su trabajo con los simios, que hay un cerebro masculino y un cerebro femenino?

R: Cuesta mucho responder a esa pregunta, y yo no soy neurocientífico, pero esas diferencias cerebrales sí parecen existir. No sabría exactamente decir qué semejanzas y diferencias son esenciales de la selección natural del cerebro. Pero existen diferencias universales en nuestro comportamiento, en, por ejemplo, la cuestión de la violencia. La violencia física es más habitual estadísticamente entre los machos que entre las hembras. En los primates y en los humanos. Se trata de una diferencia universal observable. También lo vemos en los cuidados, el cariño, la empatía, la función respecto a las crías, están más desarrolladas en las hembras. ¿Hasta qué punto esto lo explica el cerebro? Y además eso no significan que no podamos modificar esas tendencias... El cerebro, las hormonas, el papel diferenciador de la oxitocina por ejemplo, son claves.

Las diferencias cerebrales entre hombres y mujeres sí parecen existir

P: En ese sentido, su libro cuenta que, no solo entre los niños humanos, sino también entre los primates, ellos prefieren los coches y a ellas les gustan las muñecas, los peluches. Cuando ese debate surge en nuestra sociedad se suele decir, que esto es debido al condicionamiento del patriarcado. Pero, entonces, ¿existe también un patriarcado chimpancé o lo que vemos más bien es un comportamiento de base biológica?

R: A los machos chimpancés no les interesa demasiado el mundo de las muñecas. Como mucho para destrozarlas. A las hembras, sin embargo, las hemos observado en estado salvaje incluso crear sus propias muñecas con troncos o piedras, las abrazan, les encantan. De alguna forma tienen que entrenarse en esas habilidades del instinto maternal. Deben aprender muchas cosas antes de poder ser madres y lo logran entrenando ese tipo de conductas. Los machos, que son mucho más fuertes, luchan entre ellos, o hacen como que luchan, que se pelean, peleas que no suelen ser graves. De hecho, aprenden así también, a inhibirse para no ser peligrosos con su propia prole. Es algo típicamente masculino que también vemos entre nosotros. Si estás peleándote todo el rato con tus amigos, aprendes a controlarte mientras te diviertes.

Foto: Un chimpancé, con juguetes. (EFE/Rhona Wise)

P: Ha mencionado el asunto de la violencia. Y leyendo su libro es muy interesante cómo ha cambiado la percepción que teníamos acerca de lo que llama el patriarcado primate, que no ha resultado ser tan violento, tan salvaje como se pensaba hace décadas, ¿verdad?

R: Existe un estudio de hace mucho tiempo sobre los papiones y los babuinos, que son monos, no simios, y están así más alejados de los seres humanos, que documentó mucha violencia entre los machos que, en ocasiones mataban a las hembras. Aquel estudio se convirtió durante mucho tiempo en el prototipo de las sociedades de primates. Pero claro, en esas especies los machos son mucho más grandes que las hembras. Entre los simios también esa dominancia masculina, aunque no en los bonobos, pero no es ni por asomo tan brutal como aseguraba aquella descripción. Existen machos alfa, sí, pero en realidad son muy responsables y se ocupan, por ejemplo, de que sus compañeros no se peleen, de ayudar a los desvalidos... En cualquier caso, no deberíamos equiparar "dominio masculino" con "conducta tiránica". A veces, si un macho es muy brutal, el grupo puede expulsarlo e incluso matarlo. Y luego, como decía, está el bonobo, y entre los bonobos mandan ellas.

P: Ha citado a los bonobos a los que usted ya dedicó un título anterior sobre las creencias. Me ha hecho mucha gracia lo que escribe 'Diferentes' de forma irónica, como que los bonobos son la última esperanza del feminismo, porque forman algo que se podría llamar un matriarcado. Las hembras muestran sororidad, tejen alianzas juntas. Y son además las sociedades de bonobos mucho más pacíficas que las chimpancés. ¿A quién nos parecemos más los seres humanos, a los chimpancés o a los bonobos?

R: Buena pregunta. Los humanos elegimos entre las actitudes de estos dos pacientes cercanos en función de nuestro contexto. A los hombres les gustan más los chimpancés, donde dominan los machos. Los antropólogos hombres, por ejemplo, suelen decir que los bonobos no son relevantes. No les gustan demasiado, son excesivamente pacíficos. Y, por su parte, a las antropólogas les gustan más los bonobos y su matriarcado pacíficos. El asunto es que los humanos nos hallamos a la misma pequeña distancia genética, con los chimpancés a un lado y los bonobos, al otro. Por lo tanto, debemos considerar ambos. Pero también porque ambos muestras cosas buenas. El vínculo masculino, la cooperación entre machos, es propio de los chimpancés. Y de los hombres. El vínculo femenino, la cooperación entre hembras, es propio de los bonobos. Y de las mujeres. El movimiento MeToo fue precisamente un movimiento de solidaridad femenina contra los hombres agresivos. Y esto es típicamente bonobo. Los bonobos además son muy eróticos. Y habitualmente nos olvidamos de que los seres humanos también lo somos. Así que, los humanos somos tan chimpancés como bonobos y podemos elegir, sobre todo, a quién nos queremos parecer.

placeholder Frans de Waal (TED)
Frans de Waal (TED)

P: Suele afirmarse que, respecto al sexo, una de las diferencias fundamentales entre los primates y nosotros es la ausencia de celo femenino en la hembra humana, su disponibilidad permanente para mantener relaciones sexuales, cosa que no vemos en ninguna otra especie animal. ¿Es así?

R: Bueno, entre las humanas, el deseo sexual también fluctúa según el momento del ciclo. Más bien, la diferencia es que nosotros no mostramos señales externas acusadas del deseo sexual y fertilidad como los genitales prominentes y los glúteos rojos visibles de chimpancés y bonobos. Aunque existen estudios que parecen mostrar que las hembras humanas se visten distinto, más atractivas, durante la fase de mayor fecundidad del ciclo menstrual. Es muy interesante, las señales externas han desaparecido en nuestra especia pero nosotros seguimos recreándolas de forma inconsciente. El desarrollo reciente más importante en el sexo es que nos centramos ahora más en la sexualidad femenina. Habitualmente se presentaba como algo pasivo, como que los hombres querían sexo y a las mujeres les interesaba menos y eso ya no nos lo creemos. Todos los estudios, no solo en nuestra especie, sino en muchos otros animales, demuestran que la sexualidad femenina es muy activa, ellas buscan también de manera activa el sexo.

El cerebro masculino también cambia como el de la mujer, al tener descendencia, se hace mucho más maternal

P: En el debate interminable sobre qué influye más, si la biología o la cultura, las mujeres levantan la mano con razón contra algunos argumentos biológicos que pretenden señalar por ejemplo, que puesto que ellas están mejor 'diseñadas' para cuidar a los niños, en fin, para qué nos vamos a poner nosotros a cambiar pañales... ¿Puede servir así la biología para quitarnos de en medio?

R: La biología no es el destino, no dicta cómo tenemos que comportarnos. Fíjese, respecto al cuidado de los niños, los hombres en realidad tenemos muy buen potencial. Entre los chimpancés y los bonobos, los machos, la verdad, hacen muy poco. Pero sabemos que, cuando muere una madre y quedan huérfanos, hay machos que los adoptan, los cuidan durante años... y se les da muy bien. Los humanos formamos familias con un macho, una hembra e hijos, esto parece evolutivamente muy antiguo y estable, y hemos visto que el cuidado de la prole no es algo difícil para un hombre, lo puede hacer perfectamente. El cerebro masculino también cambia como el de la mujer, al tener descendencia, se hace mucho más maternal. El debate sobre las funciones dentro de la familia es complejo y deberíamos también incorporar la biología a la discusión pues la biología nos muestra un gran potencial masculino. Atendámoslo antes de quejarnos de la ciencia.

P: ¿Qué puede decirnos un primatólogo acerca de la homosexualidad y la transexualidad? En su libro explica que no es posible seguir defendiendo que sea algo cultural, ya que lo observamos en centenares de otras especies animales. Y si tiene un poso biológico, ¿cuál sería el sentido de una actividad que no deja descendientes para la selección natural?

R: La homosexualidad y la transexualidad son cosas muy distintas. Vamos con la primera. La homosexualidad tiene que ver con la orientación, si te atrae tu propio sexo o el contrario. En todos los primates vemos conductas sexuales y, entre los bonobos es tan habitual que yo les llamo directamente bisexuales. La orientación homosexual en exclusiva no es tan habitual en el resto, como tampoco lo es entre los humanos. En cambio, la conducta homosexual no exclusiva que incluye también conducta heterosexual, no impide la procreación. Y este modelo, comportarse a veces de forma homosexual y otras, heterosexual, es mucho más habitual. También entre los seres humanos. Hace veinte años hablábamos de la conducta homosexual como elección y esto ya no lo defiende ningún científico. Uno nace así, no escogemos conscientemente. Y lo mismo ocurre con la transexualidad. No se elige, los humanos nacen transgéneros o no. Desde una edad muy temprana lo observamos. Según un estudio reciente en EEUU, tan sólo un 2,5 por ciento de los niños transgéneros cambian de opinión al paso de los años. Y luego, también hemos visto diferencias cerebrales. Por lo tanto, en ambos casos, no se trata de una elección cultural sino de un destino biológico.

Un fantasma recorre Occidente, el fantasma del género. Los últimos años hemos visto cómo los debates se crispaban, las posiciones se encastillaban, antiguas alianzas se rompían en mil pedazos, y todo mientras las redes echaban gasolina al fuego. Género contra sexo, cultura contra biología, mujeres contra hombres, y contra otras mujeres, homosexualidad, transexualidad... la conversación pública parece haber enloquecido hasta tal punto que parece imposible mantener la serenidad y atender la carga de razón que presumiblemente atesoren todas las partes. Igual ha llegado el momento de ampliar el ángulo de visión, de buscar aire limpio más allá de Twitter. ¿Qué podemos aprender, por ejemplo, de nuestros parientes evolutivos sobre todo este follón?

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