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'Los nocturnos': la historia de amor, sexo, enfermedad y muerte de George Sand y Chopin
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'Los nocturnos': la historia de amor, sexo, enfermedad y muerte de George Sand y Chopin

El Teatro Español lleva a escena la historia de amor entre el compositor y la escritora, con Marta Etura y Jorge Bedoya, dirigidos por Magüi Mira

Foto: Jorge Bedoya y Marta Etura, en 'Los nocturnos'. (Fotografía: José Alberto Puertas)
Jorge Bedoya y Marta Etura, en 'Los nocturnos'. (Fotografía: José Alberto Puertas)

Se conocieron en octubre de 1836 en el Hôtel de France, en París, invitados por Franz Liszt. Ella iba acompañada de sus hijos, Solange y Maurice. Él, de su amigo Ferdinand Hiller. Cuando les presentaron, ella le confesó a madame Marliani, su amiga: "¿Ese señor Chopin es una niña?". Y él, mientras abandonaba el hotel, le dijo a Hiller: "Qué antipática esa Sand, ¿es una mujer?".

Esa mujer culta y bohemia, vestida con levita y pantalones, se llamaba Amantine Aurore Lucile Dupin y, cuando conoce a Chopin, ya se había divorciado del barón Casimir Dudevant, había terminado una relación con el poeta Alfred de Musset, tenía amantes, era amiga de Victor Hugo, Balzac, Delacroix o Flaubert, escribía en prensa y había publicado ya sus novelas ‘Indiana’ y ‘Lélia’, firmadas con el seudónimo George Sand. Él había abandonado Varsovia tras la invasión rusa y residía en París desde 1831, donde ya era un célebre pianista y compositor.

Foto: Marta Etura (GETTY IMAGES)

Cuando conoce a Sand, Frédéric Chopin había compuesto ya muchos de sus 'Nocturnos para piano', varias polonesas y mazurcas, había escrito su testamento, barajado la idea de suicidarse y se había enamorado de una adolescente llamada María Wodzińska, cuya familia rompió el compromiso debido a los problemas de salud del compositor. Chopin tenía 26 años y Sand, 34. En 1838 vuelven a encontrarse y, aunque no parece que tengan mucho más en común que en su primer encuentro, Sand y Chopin comienzan una relación que se prolongará hasta 1847. Dos años después de su separación, él muere en su apartamento de la plaza Vendôme de París, con 39 años y víctima de tuberculosis. Chopin pedirá que quemen sus partituras (nadie le hizo caso) y que, antes de enterrarle, extraigan su corazón y lo lleven a Polonia. Sand querrá visitarle en sus últimas horas, pero Ludovica, hermana del compositor, le negará la entrada. Y esa despedida que nunca fue disparará en la dramaturga Irma Correa la escritura de 'Los nocturnos', obra que acaba de estrenar en el Teatro Español, con dirección de Magüi Mira y con Marta Etura como George Sand y Jorge Bedoya en la piel de Frédéric Chopin.

Un corazón sumergido en coñac

Todo es de color negro: el vinilo del suelo y la pared, el piano de cola y los metrónomos que se amontonan en un extremo. En el borde del escenario, una urna de cristal con un corazón rojísimo flotando en coñac. Chopin ha muerto y es George Sand quien nos habla desde esa devastación que provoca la muerte de un ser amado: "No pasó nada. Ni un viento huracanado, ni un destello de luz, ni un rugido desde el centro de la tierra. Los edificios no se derrumbaron, las farolas siguieron erguidas, la gente no huyó espantada. Y, sin embargo, yo pude sentir en ese mismo instante el pinchazo. Era el vacío. Penetró en mí como una inyección, arrasando mi cuerpo entero, músculos, vísceras, corazón. Mi cerebro se quedó mudo. Pude ver el mundo congelado. Porque él acababa de morir y yo estaba allí, en medio de la calle, respirando".

Esa devastación que arrasa el cuerpo de George Sand conecta con la devastación de la autora de esas palabras, Irma Correa, que comenzó a escribir 'Los nocturnos'después de que le comunicaran que su padre sufría una grave enfermedad: “Recibí la noticia de que mi padre estaba enfermo y me invadió una sensación de vacío, plagada de vértigo, y escribí ese texto que abre y cierra la obra”, explica a El Confidencial. Correa siguió escribiendo durante los últimos meses de vida de su padre y cuenta que la historia de Sand y Chopin "me ayudó a exorcizar mi pánico a la despedida, me conectó de una manera fulminante con la vida, con la muerte y con el amor. Sand quiso despedirse de Chopin en su lecho de muerte, pero no la dejaron. Yo sí pude hacerlo".

Sexo y disfraces

Sand está tumbada sobre el piano de cola. Chopin observa desde la penumbra. Ella va levantando una a una las enaguas de su vestido y las coloca por encima de su cintura. Se desprende de las flores que lleva en el pelo, se carcajea, se baja las medias y se dirige al público: "En el tiempo en el que yo crecí, una mujer que llevaba pantalones era una mujer extraña. Desorientada. Los que se convirtieron en mis amigos lo veían como una gracia, una excentricidad divertida. Me daban puros. Algunos pensaban que lo hacía para llamar la atención. Otros para provocar. Ninguno se dio cuenta, jamás, de que si empecé a vestirme como un hombre fue para pasar desapercibida como mujer".

Marta Etura, en la piel de la escritora francesa, se irá desnudando, desprendiéndose del disfraz de señorita que acepta la convención social para apropiarse de otro disfraz —pantalón, levita y chistera— que le permite moverse con soltura en un mundo de hombres. Correa decide que sea Sand quien cuente la historia, es ella la dueña del relato, y esa elección busca tender un puente entre mujeres como Sand, las hermanas Brontë o George Eliot con las mujeres de hoy, unidas por la misma pregunta: "Cómo hacer para poder expresarte y que no te callen, qué herramientas articulas para lograrlo, y Sand supo que para ser libre tenía que adoptar una máscara, esas ropas de hombre", explica la autora del texto.

placeholder Marta Etura y Jorge Bedoya, en 'Los nocturnos'. (Fotografía: José Alberto Puertas)
Marta Etura y Jorge Bedoya, en 'Los nocturnos'. (Fotografía: José Alberto Puertas)

'Los nocturnos' es una historia fragmentada, desordenada, sin orden cronológico y de estructura circular, una obra con vocación poética e impresionista, con escenas que parecen fogonazos de memoria de una vida que existió en otro espacio y en otro tiempo. Escenas que funcionan como las paradas de un viaje emocional que comienza con el enamoramiento, la pasión y el sexo ("esta noche cocino yo y aullaremos hasta que nos escuchen al otro lado del océano"), y que después transita por los hitos más conocidos de la relación entre Sand y Chopin: su estancia en Mallorca plagada de dificultades, la enfermedad del compositor y el dolor que le provoca el exilio, la querencia de Sand por la vida social y la melancolía de Chopin, o ese momento en el que la escritora pasa de ser una mujer enamorada a convertirse en una mujer que cuida al que ya no siente como amante, sino casi como un hijo.

La directora del montaje afirma que es la historia "de una pasión extrema, muy salvaje, que acabó en tragedia porque el sexo no ordena la vida"

Es ella quien le deja y, dice la directora del montaje, Magüi Mira, que esta es la historia "de una pasión extrema, muy salvaje, que acabó en tragedia porque el sexo no ordena la vida". A pesar de ser dos mentes privilegiadas y de compartir admiración mutua, Mira sostiene que “aquella relación no funcionó porque el sexo no lo es todo en una relación y ambos eran muy diferentes: ella era una revolucionaria y una feminista, fue una de las primeras socialistas, tenía dinero y amantes por todas partes, era la reina de París; él era un niño prodigio con seis años, pero pobre, exiliado, traumado y enfermizo, y desarrolló una gran dependencia de ella”.

Decisiones problemáticas

Magüi Mira dirige la puesta en escena con la solvencia de quien tiene mucho oficio a sus espaldas, pero toma un par de decisiones problemáticas respecto al texto de Correa. La autora abre y cierra la historia con un mismo monólogo, apostando por una estructura circular que parte y culmina en el mismo punto: la muerte de Chopin. Sin embargo, la directora desplaza ese monólogo y lo introduce dentro de una escena, dividiéndola en dos, generando más fragmentación en una obra ya de por sí desordenada y con muchos saltos en el tiempo. Es posible que el espectador que no conozca la historia, se pierda. Y es posible también que el espectador que sí conozca la historia se tope con alguna incoherencia: Mira suprime en escena el personaje de Ludovica, la hermana de Chopin, y pone en boca del compositor las palabras con las que ella se negó a que Sand visitara a su hermano sus últimos días de vida, una decisión que también genera confusión porque pareciera que es Chopin quien pone fin a la relación con esas palabras.

Marta Etura construye un personaje seductor que se mueve con soltura en la historia y Jorge Bedoya dibuja un personaje carismático

Marta Etura construye un personaje seductor que se mueve con soltura en los distintos planos de la historia y Jorge Bedoya, que también interpreta al piano los 'Nocturnos' de Chopin y composiciones propias, dibuja un personaje carismático que alimenta la química con su compañera de escena. La obra, en la función previa al estreno, estaba demasiado marcada, demasiado rígida, y cogerá vuelo a medida que se sucedan las representaciones.

*'Los nocturnos'. Texto: Irma Correa. Dirección: Magüi Mira. Intérpretes: Marta Etura y Jorge Bedoya. En el Teatro Español hasta el 17 de julio.

Se conocieron en octubre de 1836 en el Hôtel de France, en París, invitados por Franz Liszt. Ella iba acompañada de sus hijos, Solange y Maurice. Él, de su amigo Ferdinand Hiller. Cuando les presentaron, ella le confesó a madame Marliani, su amiga: "¿Ese señor Chopin es una niña?". Y él, mientras abandonaba el hotel, le dijo a Hiller: "Qué antipática esa Sand, ¿es una mujer?".

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