Es noticia
Jane Austen es de marujas, la escritora moderna y progresista es George Eliot
  1. Cultura
Aniversario

Jane Austen es de marujas, la escritora moderna y progresista es George Eliot

Se cumplen 200 años del nacimiento de la autora de 'Middlemarch' considerada la mejor novela británica de todos los tiempos, pero su aniversario ha pasado casi desapercibido

Foto: George Eliot
George Eliot

Hace un par de años, la actualidad literaria solo tenía un nombre: Jane Austen. Se celebraban los 200 años de la muerte de una de las más grandes escritoras británicas -y muy rejuvenecida por la crítica actual- y los homenajes a su figura y su obra dominaron durante meses las secciones culturales de los periódicos (españoles). 'Sentido y sensibilidad' era brillante; 'Orgullo y prejuicio', maravillosa. Y Austen, decía la crítica, había sido una pionera del feminismo. Aunque sus personajes femeninos estuvieran obsesionados con casarse… y poco más.

Ahora acaban de cumplirse los 200 años del nacimiento -fue el 22 de noviembre de 1819- de George Eliot, o más bien Mary Anne Evans, también considerada una de las más relevantes autoras en lengua inglesa junto a la propia Austen, Henry James y Joseph Conrad. Sin embargo, ni un triste párrafo en la prensa (española). Absoluto silencio. El aniversario de la autora de 'Middlemarch' -la mejor novela británica de todos los tiempos, según el ránking anglosajón de la BBC-, alabada por escritores como Martin Amis, ha pasado sin pena ni gloria. Pese a que en sus libros pone a las mujeres en el mismo plano que a los hombres y pese a que se permite mujeres alcohólicas ('Escenas de la vida clerical') o mujeres que matan a bebés ('Adam Bede') en sus novelas. Pese a ser radical.

Contra la novela rosa

George Eliot es la primera escritora moderna. Somete a la misma introspección a los hombres y a las mujeres. Es mucho más moderna que Austen, que siempre pone a las mujeres en segundo plano. Austen es marujesca. Y Eliot tampoco las tortura como Virginia Woolf y Silvia Plath. El victimismo que hay en Woolf y Plath no está en Eliot”, sentencia Gabriela Bustelo, traductora del ensayo de la escritora británica ‘Las novelas tontas de ciertas damas novelistas’, publicado por Impedimenta.

placeholder Las novelas tontas de ciertas damas novelistas
Las novelas tontas de ciertas damas novelistas

Este breve ensayo -nada que ver con la longitud de sus novelones, que pueden sobrepasar las 900 páginas- da una idea bastante aproximada de cómo era y pensaba Eliot con respecto a su época y sus contemporáneas, entre las que también se encontraban las hermanas Brönte. Fue publicado en 1856, cuando la autora tenía 37 años y rápidamente se convirtió en un bestseller. De hecho, a día de hoy lo sigue siendo en el mundo anglosajón. “En él se metía con la novela rosa y plantea preguntas que siguen de actualidad: ¿leen más las mujeres o leen peor? ¿El fin de la literatura es el arte o el entretenimiento? ¿Hay temas masculinos y temas femeninos?”, señala Bustelo, quien añade que “precisamente Austen es novela rosa, es una casamentera tremenda y da la razón al ensayo de Eliot. En realidad, lo que Eliot les está diciendo a las mujeres es ‘poneos las pilas’, lo que pasa es que en estos tiempos del metoo igual se la hubiera considerado misógina”. ¿Y de ahí el silencio? “Pues podría ser, aunque quizá es más porque en España mucha gente debe pensar por el nombre que es un hombre”.

Desde la mirada actual, la vida de Eliot es, sobre todo, libre. Desde la de hace dos siglos era cuasi satánica. “Pocas escritoras se concedieron la libertad que se concedió ella a su vida y a su obra”, admite su traductora. Nació en Warwickshire, en una granja donde su padre era el encargado. Familia de clase media, a los 16 años, con la muerte de su madre tuvo que abandonar los estudios para cuidar a su progenitor. No obstante, siguió leyendo y aprendiendo con un preceptor. Leía mucho a filósofos como Spinoza y eso hizo que a los 19 años se declarara agnóstica y dejara de ir a la iglesia. Aquello no era tan fácil en plena época victoriana. Fue toda una declaración de intenciones. Poco después se trasladó a Coventry y entró en contacto con el círculo de librepensadores como John Stuart y Harriett Mill, liberales y feministas, y el evolucionista social Herbert Spencer. Empezó a escribir en revistas como la Westminster Review, que era la más progresista por aquel entonces. Llegó a ser su subdirectora en 1851, con 32 años, un cargo que ostentaría hasta 1854.

Escribía en revistas como Westminster Review, la más progresista de la época, y llegó a ser su subdirectora con 32 años

Por aquel entonces comenzaría también una relación con el periodista y científico George Henry Lewes. No fue una relación al uso. Él estaba casado y no abandonó a su mujer. Sin embargo, George Eliot -fue por esas fechas cuando se puso este nombre masculino para tener más consideración profesional y social- nunca escondió que Lewes era su pareja. Se mantuvieron juntos hasta 1878, cuando él murió. “Eran un poco como Katherine Hepburn con Spencer Tracy. Mientras tanto ella también hizo lo que le dio la gana. Le respetaba, pero vivía otras historias”, sostiene Bustelo. Por supuesto, en esa mitad del siglo XIX vivir de esta manera una relación amorosa era casi acto de excomulgación. Se le cerraron puertas y hasta su familia dejó de tener contacto con ella durante 25 años. Muerto Lewes tampoco cambió mucho la cosa: se casó con John W. Cross, que era amigo de ambos, y veinte años menor que ella. Tampoco es que aquello se viera del todo bien.

“Cara de caballo”

En 'Middlemarch', la protagonista, Dorothea Brooke, se casa dos veces con dos hombres que tampoco son aprobados por la sociedad. Eliot supo trasladar a su novelística tal y como ella entendía la vida. Eso le granjeó muchas tiranteces e incluso críticas a su físico, que suele ser una de las dianas más facilonas contra las mujeres y que ni mucho menos son de hoy en día. Henry James decía de ella que era "magníficamente fea, deliciosamente horrible" y que tenía “cara de caballo”; otras críticas señalan que tenía “una cara cetrina y poco saludable, con una piel amarillenta, nariz recta y cabello color ratón”. Este tipo de palabras no procedían solo de los hombres. La novelista estadounidense Grace Greenwood manifestó que era “extremadamente simple, con su mandíbula agresiva y sus evasivos ojos azules”.

placeholder Middlemarch
Middlemarch

A la propia Eliot todo esto debía darle un poco igual. Era una persona bastante conocida y reconocida. Sus novelas, que abarcaban mucho más que el simple drama de una chica de provincias y que señalaban las limitaciones y frustraciones de la mujer, se habían convertido en populares. En 1861, dicen las crónicas, un editor le ofreció hasta 10.000 libras por su próxima novela. Trasladado a la actualidad hoy serían muchas libras, las que ya no se pagan en los anticipos.

La figura de Eliot nunca bajó en popularidad, ni siquiera tras su muerte en 1880. Fue aplaudida por escritores como Marcel Proust, y Virginia Woolf y Simone de Beauvoir la reconocieron como una influyente escritora feminista. De ella salió la frase que explica el mansplainning: "Bendito sea el hombre que no teniendo nada que decir, se abstiene de demostrárnoslo con sus palabras". Lena Dunham, la creadora de la serie 'Girls', a quien había entusiasmado su 'Middlemarch', la tildó no hace tanto desde la admiración de “una fea cachonda”. Quizá es lo que era. Y qué más daba el físico cuando durante toda tu vida habías hecho lo que te había dado la gana, y no te había ido demasiado mal.

Hace un par de años, la actualidad literaria solo tenía un nombre: Jane Austen. Se celebraban los 200 años de la muerte de una de las más grandes escritoras británicas -y muy rejuvenecida por la crítica actual- y los homenajes a su figura y su obra dominaron durante meses las secciones culturales de los periódicos (españoles). 'Sentido y sensibilidad' era brillante; 'Orgullo y prejuicio', maravillosa. Y Austen, decía la crítica, había sido una pionera del feminismo. Aunque sus personajes femeninos estuvieran obsesionados con casarse… y poco más.

Literatura Feminismo Novela