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'Cinturón de Hierro' de Bilbao: así fue la traición del PNV a favor de Franco en El Vaticano
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'Cinturón de Hierro' de Bilbao: así fue la traición del PNV a favor de Franco en El Vaticano

Hace 85 años se iniciaba la ofensiva nacional sobre la ciudad, una fortificación que cayó sin apenas resistencia. El PNV intentó salirse de la guerra del lado de los nacionales

Foto: Misa celebrada en la iglesia de San Nicolás, Bilbao el 20 de junio de 1937. (Cedida)
Misa celebrada en la iglesia de San Nicolás, Bilbao el 20 de junio de 1937. (Cedida)

El general Emilio Mola se puso ese día de niebla su faja de gala. Sería clave para reconocerle unas horas después cuando se le recogiera destrozado del 'Airspeed Envoy', un moderno bimotor que le debía llevar a Valladolid. Era el 3 de junio de 1937. Justo antes de salir, el general José Solchaga le preguntó a Mola:

—Pero... ¿se marcha usted?

—Sí, pero vuelvo enseguida. ¡Cómo quiere que me pierda esta operación!

Foto: El hispanista Henry Kamen. (EFE/Emilio Naranjo)

El director del Alzamiento y de la toma de Bilbao, en fuera de juego por un supuesto accidente, desató las sospechas nada menos que en El Vaticano, porque les pareció raro y porque se negociaba algo en secreto respecto a los vascos. Solo tres días antes, en el bando republicano, el jefe del Estado Manuel Azaña recibía al nuevo presidente del Gobierno Juan Negrín y al ministro Zugazagoitia para discutir el tema, entre otros, de la defensa de Bilbao. Su reflexión no podía ser más premonitoria:

"Cuando esté vencida la defensa en el campo, la villa no resistirá. Y temo aún otra cosa: caído Bilbao, es verosímil que los nacionalistas arrojen las armas, cuando no se pasen al enemigo". ¿Estaba al tanto Azaña de la conspiración del PNV? ¿O sólo era una intuición razonable? Con Mola muerto, se iba a hacer cargo de la operación por parte de los nacionales el general Fidel Dávila, el mismo que exactamente un día antes de las reflexiones de Azaña y cuatro de la muerte de Mola, entregó una carta al cardenal Gomá con instrucciones sobre la desafección y rendición del PNV a favor de Franco. El 'Cinturón de Hierro' de Bilbao no solo no era infranqueable, sino que estaba vendido antes de los bombardeos de Guernica, Durango... Participaron los curas vascos, el gobierno italiano de Mussolini y el cardenal Pacelli y, en junio de 1937, cayó el Frente Norte de la II República, el mes que se perdió la guerra para siempre.

Existían negociaciones secretas entre Franco y el PNV desde el principio de la guerra

Manuel Azaña era pesimista porque se acababa de superar la crisis de Barcelona entre comunistas y anarquistas con la caída del gobierno de Largo Caballero. En Cataluña se había comprobado la ausencia total de compromiso y lealtad de los dirigentes nacionalistas catalanes, de la misma forma que pasaba ahora con los vascos, estando el ejército nacional a las puertas de Bilbao. Era este quizás un caso aún más grave porque de forma inadvertida existían negociaciones secretas entre los nacionales y los nacionalistas vascos del PNV desde el principio de la guerra.

Los del lendakari Aguirre jugaron, sobre todo a partir del invierno de 1937, una partida en la que intervino, además del Vaticano, el gobierno italiano de Mussolini. Mientras, en el bando nacional las conversaciones secretas no avanzaban del todo, el mal tiempo y la inesperada muerte de Mola en el accidente de avión habían retrasado la ofensiva y habían generado algunas suspicacias, por ejemplo en el cardenal Gomá que escribió a Carmelo Blay: "No diga absolutamrnte nada a nadie, pero la catástrofe no fue debida al choque contra el monte, le diré otro día" -Carlos María Olazábal Estecha, 'Negociaciones del PNV con Franco durante la Guerra Civil'-.

Poderoso obstáculo

Lo que tenían por delante, el famoso 'Cinturón de Hierro' de Bilbao, era, según el general retirado Rafael Dávila, hijo del que estuviera llamado a realizar la ofensiva, un "poderoso obstáculo que requería pericia y valor a la hora de enfrentarse a él". En esencia, la obra diseñada por el ingeniero Goicoechea en octubre de 1936 constituía una "reiteración sucesiva y escalonada de líneas continuas de trincheras, profusión de armas automáticas en nidos blindados, provisto de abrigos, puestos fijantes, flanqueantes y rasantes, combinados entre sí con alambradas repetidas y cruzadas, y con fuego de frente y de flanco, más centros de aislados de resistencia y máxima ocultación. Los nidos de ametralladoras construidos de hormigón, algunos de mampostería y reforzados con rollizos de pinos, proyectados en número de 1.400, que con las alambradas constituían la base de la organización defensiva más con algunas electrificaciones. Trincheras en zanja hasta las contrapendientes con puesto de tirador, cunetas de saneamiento y parapeto. Detrás de estas fortificaciones la artillería tenía fuertes asentamientos y más a retaguardia las piezas de mayor calibre" -Rafael Dávila, 'La Guerra Civil en el norte' (La Esfera)-.

placeholder Trincheras del 'Cinturón de Hierro'. (Cedida)
Trincheras del 'Cinturón de Hierro'. (Cedida)

El problema de este poderoso obstáculo era sin embargo de otra índole para los defensores, tal y como comprobó el lendakari Aguirre cuando recibió el informe de la situación del 'Cinturón de Hierro', pocos días antes de iniciarse la ofensiva nacional, firmado por su hombre de confianza, el teniente coronel del estado mayor francés Monier: "El cinturón carece de profundidad, tiene insuficiencia de refugios, defensa defectuosa de caminos y desfiladeros, mala unión entre las líneas de defensa e inexistencia de organización militar".

M. Azaña: "La unificación del mando ha sido una filfa. El Gobierno vasco no ha tardado en tarifar"

Es el mismo problema que viene acuciando a la República desde el mismo comienzo de la guerra y que plasma Azaña en su misma entrada del diario del 31 de marzo: "Todo lo que me contaban Irujo y otros, sobre organización, disciplina, mandos y moral del ejército vasco, era nacido del buen deseo y de la racional necesidad de que las cosas fueran así. Pero no lo eran. (...) La unificación del mando bajo Llano de Encomienda ha sido una filfa. El Gobierno vasco no ha tardado en tarifar con Llano, que se ha ido a Santander, y se ha erigido en director de las operaciones el inevitable consejo de Defensa, que no sé si es Leiazola u otro así. Dentro de Vizcaya, la unidad de acción y de moral de las tropas no está lograda. Continúan las columnas y unidades de vario coloro político" -Manuel Azaña, 'Diarios completos' (Crítica)-.

Negociaciones secretas

A las preocupaciones que tenía el presidente de la República, fruto de un informe que le había pasado el teniente Ruiz, se sumaban las de la posible desafección, rendición y traición del PNV, hasta el punto de que las consignara en sus diarios, si bien no las compartiera con Negrín y Prieto por precaución. Según explica Carlos María Olazábal Estecha en 'Negociaciones del PNV con Franco durante la Guerra Civil', no solo había motivos, sino que estos eran preocupantes para los republicanos. Las negociaciones habrían comenzado incluso en el propio alzamiento del 18 de julio de 1936, según las cuales, el lendakari Aguirre la habría apoyado tras las gestiones del general Mola.

En cualquier caso, conseguido el estatuto y habiéndose pasado al bando republicano, se intensificaron en el invierno de 1937 por tres vías: directamente con Emilio Mola, con el gobierno italiano y con el Vaticano, a través del cardenal Gomá y su enlace vasco, el cura Alberto de Onaindía. Precisamente, pocos días antes de la muerte de Mola, el general Fidel Dávila, que habría de tomar el mando una semana después, viaja a Pamplona con una carta que le entrega al cardenal Gomá y en la que su punto final expresa: "La situación de Bilbao es tan crítica y las operaciones tan adelantadas que no cabía dilaciones en los tratos pues cada momento está Bilbao en peores condiciones para la rendición y desencadenado el esfuerzo sería muy difícil el negociar". —Carlos María Olazábal Estecha, 'Negociacionesl del PNV con Franco durante la Guerra Civil' (Fundación Popular)—.

placeholder El lendakari José María Aguirre y Juan de Ajuriaguerra. (Cedida)
El lendakari José María Aguirre y Juan de Ajuriaguerra. (Cedida)

Gomá telegrafió inmediatamente a Pacelli [secretario y futuro Pío XIII] con este mensaje: "Me permito a hacer presente a V. E. que necesita aconsejar al Sr. Aguirre para que busque urgentemente la forma de rendirse. Stop. Ha sido recibido el mensaje cifrado nº 9 que ha comunicado este gobierno". Será una de los últimos intentos antes de que tras la ofensiva nacional, la huida de José María Aguirre y el pacto alcanzado por su sustituto al frente de Bilbao con los italianos, su compañero del PNV, Juan de Ajuriaguerra, certifiquen la rendición de la ciudad a los nacionales sin luchar casa por casa. Onaindía y los curas vascos habían agotado la vía de El Vaticano sin conseguir nada. Sin paz separada, habría rendición

Ulibarri vs. Dávila

Antes de eso y ante la absoluta falta de coordinación de las tropas de 'gudaris', el gobierno republicano, es decir Prieto y Negrín, habían decidido la creación de un cuerpo de ejército separado, cuya jefatura recae el 1 de junio en un militar profesional leal a la República, el general Mariano Gamir Ulibarri. Aguirre quiso deshacer su jerarquía proponiéndose como representante del mismo ministro de Defensa en Vizcaya, pero fue inútil. Lo único que demostraría este tipo de intentos sería finalmente que siguiera descoordinado, como escribiría él mismo. Mientras tanto y tras el funeral del general Mola, el ejército nacional comandado por Fidel Dávila atacó el día 11 la fortificación del cinturón de hierro.

La superioridad área de los nacionales era manifiesta y resultó, además, crucial. En cualquier caso, la gran fortificación de Bilbao se vino abajo en apenas dos días. El 12 quedó vencida la resistencia enemiga y las tres brigadas de Navarra (I, V y VI) irrumpieron por la brecha abierta en la fortificación. Con el cinturón de Bilbao roto, Aguirre pidió luchar calle por calle, pero las negociaciones de Ajuriaguerra para rendir Bilbao con el CTV italiano a través del cura Alberto de Onaindía habían avanzado ya demasiado, cumpliéndose las predicciones del presidente Azaña.

La gran fortificación de Bilbao se vino abajo en apenas dos días, cuando Dávila penetró el 12

El día 18, las tropas de Dávila habían rodeado Bilbao y Ajuriaguerra había entregado ya la ciudad a cambio de que no se destruyera nada y quedara intacta toda la industria además de la huida de sus dirigentes. Mientras el ejército del general Mariano Gamir Ulibarri pudo huir a Cantabria. Antes de la rendición final en Santoña escribiría al ministro Prieto: "Perdido Bilbao. ¿en nombre de qué clase de modalidades puede aducir el nacionalismo su prosecución en la lucha, que ya originó cansancio y pérdida de valor al recibir el empujón sin medios adecuados a su amortiguamiento no enviados por el Poder Central en tantos meses? Fuera de la idea de Autonomía, sino de la independencia, sus principios son más afines al enemigo, que a los nuestros: religión, propiedad, etc. y se exterioriza ya por contactos con el enemigo…".

Efectivamente, grandes sectores en el País Vasco empezando por los mismo Aguirre y Ajuriaguerra se sentían primero cercanos a una paz —que no se consiguió— y después una rendición, tanto de Bilbao como del ejército, tal y como ocurriría en Santoña, antes de la destrucción total por parte de las tropas de Franco, que respetó las condiciones. Manuel Azaña el día 20 de junio al conocer la caída de Bilbao escribió en su diario: "De esta manera he sabido la pérdida de Bilbao. Anoche alguien de esta casa abrió la radio, contra lo que se usa. Salió una estación hablando en catalán. Creímos un momento que sería Barcelona. Pero no; bien pronto se advirtió que era una estación de los enemigos. Describía la entrada del ejército victorioso en Bilbao. Aún despojando a la narración de los adornos propios del caso, se recibía la impresión de que los vencedores habían entrado más que en orden de ataque, desfilando en columna".

El general Emilio Mola se puso ese día de niebla su faja de gala. Sería clave para reconocerle unas horas después cuando se le recogiera destrozado del 'Airspeed Envoy', un moderno bimotor que le debía llevar a Valladolid. Era el 3 de junio de 1937. Justo antes de salir, el general José Solchaga le preguntó a Mola:

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