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¿Y si Hitler hubiera exigido 'Las Meninas' a cambio de ayudar a Franco?
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¿Y si Hitler hubiera exigido 'Las Meninas' a cambio de ayudar a Franco?

La novela histórica de Javier Alandes 'Los guardianes del Prado', ambientada en el traslado de los lienzos de la pinacoteca a Valencia durante la Guerra Civil, abunda en esta fantástica ucronía

Foto: Sir Frederic G. Kenyon, a la derecha, junto a Sir J. G. Mann y varios responsables de la Junta Central del Tesoro Artístico en la Iglesia del Patriarca de Valencia en 1937. (Biblioteca Nacional)
Sir Frederic G. Kenyon, a la derecha, junto a Sir J. G. Mann y varios responsables de la Junta Central del Tesoro Artístico en la Iglesia del Patriarca de Valencia en 1937. (Biblioteca Nacional)

En julio de 1936, el general Gallardo, del lado de los insurgentes de Franco contra la República, se reúne en un andén de la estación de Hendaya con el general Jürgen von Schimmer, alto rango de la organización de Hitler. Tienen una negociación entre manos: el franquista quiere pedirle ayuda al nazi para la guerra que se acaba de desatar en España tras el Golpe de Estado. Los nazis están dispuestos a enviar artillería —no solo aviación— al territorio español a cambio de una condición: Hitler quiere para Alemania el 'Autorretrato' del pintor alemán Durero y la joya de corona pictórica española, 'Las Meninas', además de la más importante colección numismática que se encuentra en el 'Museo Arqueológico Nacional'. Gallardo no duda y acepta. Comienza así el complot para robar este importante patrimonio español y regalárselo a los nazis a cambio de tropas para la causa de Franco.

Por supuesto, esto no ocurrió. O al menos no se sabe que hubiera una negociación de ese tipo. Esta ucronía —la fantasía con lo que pudo haber pasado— solo está en la cabeza del escritor Javier Alandes (Valencia, 1974) que ha traslado esta conspiración para robar los cuadros a la novela 'Los guardianes del Prado' (Espasa), ambientada en el traslado de los lienzos más importantes de la pinacoteca desde Madrid a Valencia en noviembre de 1936 para ponerlos a salvo de los bombardeos que sufría la capital. En la realidad, el transporte salió bien, pero, ¿qué hubiera pasado si 'Las Meninas' hubieran acabado en manos de Hitler y ya a finales de 1936 hubieran entrado en España las tropas nazis para enfrentarse al ejército republicano?

placeholder 'Los guardianes del Prado'.
'Los guardianes del Prado'.

La propia historia real de aquel traslado ya da para una novela. Pocos días después del Golpe de Estado se creó en Madrid la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, impulsada por la Alianza de Intelectuales Antifascistas por la defensa de la Cultura de la que formaban parte, entre otros, María Teresa León, María Zambrano, Rosa Chacel, Miguel Hernández, Luis Buñuel y Rafael Alberti, quien a raíz de esto escribiría la obra 'Noche de guerra en el Museo del Prado'. La idea era proteger el patrimonio, puesto que las tropas de Franco apenas se habían quedado a las puertas de la ciudad, en la Casa de Campo. El 30 de agosto se cerraba el museo y el 5 de noviembre, justo después de la batalla que ya había empezado en Ciudad Universitaria, se decidió que los cuadros más importantes del Prado —más de 600— se llevarían a Valencia, la ciudad a la que se había trasladado también el Gobierno de la República aquel noviembre al ser la que estaba más alejada de la contienda y en la que, por entonces, todavía se podía hacer una vida relativamente normal.

El 5 de noviembre, justo después de la batalla que ya había empezado en Ciudad Universitaria, se decidió que los cuadros se llevarían a Valencia

En este punto cobra vida la novela de Alandes en la que se recorren también los lugares en los que estuvieron depositados los cuadros en la ciudad del Turia. Uno de ellos fueron las Torres de Serrano, una de las puertas fortificadas de la muralla medieval construida en el siglo XIV y que hoy da a los jardines del antiguo cauce. "Aquí estuvieron guardados en cajas cuadros como 'La familia de Carlos IV' o el 'Carlos V' de Tiziano. Estaban en cajas numeradas para que fuera secreto qué cuadros contenían", comenta el escritor justo delante de estas torres. En la novela también se cuenta cómo se protegieron estos lienzos, una forma muy a la valenciana. "Jose Lino Vaamonde [personaje real que fue arquitecto del Prado] tenía miedo de que una bomba cayera en las torres y las derribara con los cuadros dentro. Un ayudante [en la novela, el arquitecto Alejandro Santoro, personaje ficticio] le propone que se cubran con paja de arroz, que son los restos que quedan después de desgranar y que suponen mucho peso pero poca densidad. Fue una buena idea, pero no se ha vuelto a usar", cuenta Alandes.

placeholder Javier Alandes en los escenarios de su novela. (Jeosm)
Javier Alandes en los escenarios de su novela. (Jeosm)

La historia se adentra en el casco histórico valenciano. Allí se encuentra el Palacio de Benicarló, convertido durante la guerra en la sede de la presidencia de la República. Aquí fue desde donde Juan Negrín dirigió la estrategia republicana. Había sido un palacio de la familia Borja (o Borgia) durante el siglo XIV y tras décadas de abandono había pasado a ser una fábrica de sedas (una de las industrias más importantes de la ciudad). "Esta era el tipo de edificios que se ocuparon cuando se trasladó el Gobierno. Correos fue la sede de las telecomunicaciones… Fue un momento en el que los hoteles estaban llenos porque había que acoger a todos los funcionarios, se llenaron los restaurantes, los teatros… e incluso hubo un mayor desarrollo artístico cuando el Gobierno se instaló en Valencia", comenta Alandes. A finales del 36, la guerra aún quedaba lejos.

Cuando el Gobierno de la República se instaló en Valencia, los hoteles, los restaurantes, los teatros se llenaron. La guerra quedaba lejos

Por eso había lugares en los que la vida bullía. Como la plaza de la Virgen en la que desembocan la puerta de los apóstoles de la catedral y donde todavía hoy se siguen dirimiendo los pleitos entre los regantes de las acequias de la ciudad, la Basílica de la Virgen de los Desamparados y el Palau en el que hoy se encuentra la Generalitat y que durante la guerra ocupó el presidente del Gobierno. Y es un lugar que está a mitad de camino entre las Torres de Serrano y la Iglesia del Patriarca, donde también se guardaron los cuadros, por lo que se convierte en central en la novela. "Por aquí se entra al barrio del Carmen, en el que se encuentra el Hostal Milán que aloja a los transportistas que participan en el complot para robar los cuadros", apunta Alandes.

Zigzagueando, los personajes atraviesan lugares como la Plaza de Lope de Vega, donde se encuentra la fachada más estrecha de Europa (solo 107 centímetros), la plaza redonda, donde se vendían (y se venden) hilos y todo tipo de telas y la calle Caballeros —llamada Metalurgia durante la República— hasta llegar a la plaza del Patriarca, el otro punto neurálgico de la historia real y la novela. Un trazado que, como recalca Alandes, no ha cambiado en todas estas décadas, si bien sí lo han hecho los nombres de algunas calles.

Críticas internacionales

En la iglesia del Patriarca se guardaron aquellos cuadros que no estaban en cajas. Uno de ellos, y el más importante, fue 'Las Meninas'. El lienzo de Velázquez había suscitado atención internacional desde el inicio de la guerra. Los directores de los principales museos europeos habían pedido al Gobierno español que, pasara lo que pasara, no lo movieran de Madrid, consejo al que el Gobierno no hizo ningún caso. Eso dio lugar a múltiples artículos desde medios como 'The Times' en los que se criticaba el traslado. Ante tales ataques, el propio director general de Bellas Artes, Josep Renau, pidió a Frederic G. Kenyon, que había sido el director del British Museum y se mostraba bastante reacio a mover el cuadro, a que viera cómo estaba resguardado en Valencia. Y hasta allí fue el inglés para comprobar que el cuadro, efectivamente, estaba en muy buen estado. Hoy todavía resiste una foto de Kenyon con varios responsables de la Junta Central del Tesoro Artístico junto al cuadro que da fe de los hechos. Por desgracia, si bien 'Las Meninas' no tuvo ningún desperfecto, sí hubo otros cuadros que sí sufrieron daños, como le ocurrió a 'La carga de los mamelucos' que tuvo varios cortes en uno de sus lados (y que aún se pueden ver ya cosidos).

Los directores de los principales museos europeos habían pedido al Gobierno que no movieran 'Las Meninas' de Madrid

Esto ocurrió en la realidad; en la novela todo sucede a un ritmo más de thriller. Entre esta iglesia y la sede de la Universidad de Valencia, donde trabaja como bedel el padre de uno de los personajes principales, Elisa Parisi, apenas distan cuatro metros —la calle de la nave—. Es él quien se da cuenta de que algo pasa con los cuadros. Lo que sucede es que es por ahí por donde se están moviendo los que quieren robar 'Las Meninas' para dárselas a Hitler. Para saber si la conspiración llega a buen puerto hay que llegar al final del libro.

Un complot, una guerra, héroes que luchan por salvar el patrimonio, unos villanos que buscan la victoria a cualquier precio… Javier Alandes ha escrito una novela que busca entretener al lector en unos escenarios reales y en un tiempo histórico que fue real. Pero también avisa: "No es una novela de bandos buenos y malos, no es un tratado político. Es una novela sobre todo de personajes que intentan hacer lo correcto".

En julio de 1936, el general Gallardo, del lado de los insurgentes de Franco contra la República, se reúne en un andén de la estación de Hendaya con el general Jürgen von Schimmer, alto rango de la organización de Hitler. Tienen una negociación entre manos: el franquista quiere pedirle ayuda al nazi para la guerra que se acaba de desatar en España tras el Golpe de Estado. Los nazis están dispuestos a enviar artillería —no solo aviación— al territorio español a cambio de una condición: Hitler quiere para Alemania el 'Autorretrato' del pintor alemán Durero y la joya de corona pictórica española, 'Las Meninas', además de la más importante colección numismática que se encuentra en el 'Museo Arqueológico Nacional'. Gallardo no duda y acepta. Comienza así el complot para robar este importante patrimonio español y regalárselo a los nazis a cambio de tropas para la causa de Franco.

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