Leila Slimani, la escritora inquietante que le dijo no a Macron: "Quiero molestar al lector"
La ganadora del Goncourt es una de las voces literarias más potentes de la actualidad. Presenta nueva novela: una historia sobre su familia en Marruecos tras la II Guerra Mundial
La escritora Leila Slimani (Rabat, 1981) está estos días en Madrid para hablar de su nueva novela,
Slimani es la autora de varias novelas que en los últimos años la han colocado en el pedestal de las letras francesas. Escribe sobre sexo, violencia, maldad "sin vergüenza". Con 'Canción dulce', la historia de una niñera asesina de niños que, desde luego, no te deja indiferente, ganó el prestigioso Premio Goncourt en 2016. Con 'En el jardín del ogro', sobre una mujer adicta al sexo, se ganó a la crítica y a los lectores. Con su nueva novela, se adentra en la historia de su familia: su abuela, francesa, se enamoró de un marroquí durante la II Guerra Mundial y acabaron viviendo ambos en Marruecos. Un brutal choque cultural. Slimani tampoco huye de las escenas perturbadoras. Avisados están los lectores.
PREGUNTA. Esta es la primera novela de una trilogía sobre la historia de su familia. Empieza con sus abuelos, pero después seguirá con sus padres y, por último, con usted. ¿Lo tenía todo pensado o fue surgiendo?
RESPUESTA. Está todo pensado. Acabo de terminar el segundo.
P. ¿Qué ha sido lo más difícil? ¿No le da pudor hablar de su familia?
R. Lo más difícil ha sido contar la historia de mis padres, porque mis abuelos ya habían muerto, pero mi madre sigue ahí y eso lo hace más difícil. Pero sí que tengo pudor; lo que no tengo es vergüenza. A la hora de escribir, no hay que sentir vergüenza.
"Cuando escribo, sí que tengo pudor; lo que no tengo es vergüenza. A la hora de escribir, no hay que sentir vergüenza"
P. Me llama la atención el personaje de Mathilde [su abuela], una mujer francesa que lo deja todo para irse a una granja en Marruecos.
R. ¿Ah, sí? A mí me parece natural que cuando te enamoras sigas a esa persona hasta el fin del mundo. Hay que tener en cuenta que eran jóvenes, habían vivido la guerra sin hacer nada, sin tener expectativas, y, de repente, se conocen y surge…
P. Sí, pero ella se va a un país con una cultura completamente diferente y como mujer es un golpe muy fuerte. Vaya, es una decisión llamativa.
R. Sí, escribiendo es cuando me di cuenta de la personalidad de mi abuela, que era anticonformista y muy, muy moderna. Lo que me sorprende es que los padres la dejaran marchar a África sin oponerse.
P. ¿Cómo ha sido este viaje a la historia de su propia familia?
R. Fue un placer enorme, como volver a casa, a mi infancia y a mi país. Y luego también tuve la suerte de tener una abuela que sabía contar historias muy bien. Mi abuela era impresionante. Era una mujer alta, de ojos claros… Y sí, llamaba mucho la atención porque hablaba árabe, bereber, tenía un físico impresionante y además era divertida. Y le encantaba insultar. Había aprendido todos los insultos y nos los enseñaba de pequeños. El abuelo nos decía que dónde los habíamos aprendido [risas].
P. El libro se titula ‘El país de los otros’ y también hay frases que remiten a la otredad al principio. ¿Su abuela se sentía otra? ¿Usted también?
R. Para ella, no tenía una connotación negativa el haberse sentido en el país de los otros porque veía al otro en su alteridad, en su diferencia, y lo sentía y le interesaba precisamente esa alteridad…
P. Pero, como decía Sartre, “el infierno son los otros”...
R. Sí, y pueden llegar a ser un infierno porque te pueden oprimir, se pueden oponer a lo que haces… Y eso es lo que muestro en la novela.
P. La novela está ambientada a finales de los años cuarenta, principios de los cincuenta, ¿el sentimiento de otredad es ahora más intenso en nuestras sociedades?
R. Creo que no. Durante la colonización, los sentimientos de alteridad eran mucho más terribles. De esa época, precisamente lo que me duele es esa separación tan grande, esa frontera que no puedes traspasar, mientras que ahora se hablan más idiomas, hay más comunicación.
P. Sí, pero se lo decía por mensajes de partidos que refuerzan esta cuestión del otro, del diferente… y con un ramalazo racista bastante fuerte.
R. Sí, sí, es verdad que ahora en Europa hay esa sensación de que los emigrantes nos van a sustituir a los europeos… Pero a mí lo que me gusta es la actitud de los jóvenes, la apertura que tienen los jóvenes hacia los inmigrantes, hacia los discapacitados… De hecho, mis hijos y sus amigos son mucho más tolerantes que cuando yo era pequeña.
P. Entonces, ¿es una cuestión de tiempo y es generacional que quizá no calen ciertos mensajes racistas?
R. No, no, para mí el racismo nunca va a desaparecer. Tampoco lo va a hacer la maldad, de la que hablo mucho en mis novelas. Lo importante es seguir luchando y no tener una actitud pesimista porque si no parece que a la parte contraria le estás diciendo, vale, estáis ganando y tenéis razón.
"En Europa, hay esa sensación de que los emigrantes van a sustituir a los europeos, pero la actitud de los jóvenes es más tolerante"
P. Ahora que habla sobre la maldad… Después de ‘En el jardín del ogro’ y ‘Canción dulce’, creo que esta novela es más sosegada, más dulce en cierta manera, aunque hay ciertos párrafos que son violentos, repulsivos y te obligan incluso a retirar la mirada.
R. No creo que sea más dulce, pero como es más larga da más tiempo para dejar correr esa sensación de dureza. Yo lo que busco es que el lector se remueva cuando lee. Como Toni Morrison, lo que quiero es molestar al lector, no ser complaciente. También es lo que busco como lectora. Me gusta llorar, removerme, sentir cosas fuertes.
P. Como lectora, ¿se encuentra con mucha literatura complaciente?
R. Lo que falta muchas veces es estilo. Y prefiero un libro que no hable de nada, pero que tenga frases magníficas, a un libro que trate de un tema, pero el estilo esté ausente.
P. Cuando leía esta novela, pensaba en que muchas veces hemos leído sobre el Magreb por parte de autores franceses con ascendencia árabe, pero criados en Francia. En su caso, sin embargo, nació en Marruecos y se crio allí. ¿Cree que hay alguna diferencia y una distancia a la hora de escribir si no se ha vivido en los propios países árabes?
R. Yo creo que nacemos con un corazón y con un cerebro, y eso no cambia nunca. Te puedes ir a China y escribir una novela sobre Marruecos, eso no cambia. En mi caso, la verdad es que dejo hablar a los personajes, no al narrador, porque cada personaje tiene su entidad. Por lo tanto, no es mi visión de las cosas sino la que tiene cada personaje.
P. En ‘En el jardín del ogro’, trataba el tema de la adicción al sexo de una mujer, y en ‘Canción dulce’, de una niñera asesina de niños. Los dos libros llamaron mucho la atención porque, es verdad, no son temáticas habituales, pero ¿hay una cierta mirada conservadora hacia la literatura?
R. No sé si es conservadora, lo que sí creo es que ahora las cosas están como muy planitas, muy políticamente correctas, y eso me aburre bastante. En mi próxima novela, voy a hablar de todas las cosas incorrectas. Estoy harta de esos actores, actrices y escritores que son políticamente correctos y guapos y ecologistas y buenos, y que tienen miedo de escribir o decir algo… En la vida, la gente se enfada, y porque enfades a alguien eso no es nada del otro mundo. Yo a mis hijos les digo que si alguna vez les dicen algo que no les gusta, pues que así es la vida y que no hay que sufrir por ello. La vida es así, nos pueden decir cosas que no nos gustan.
"En la vida, la gente se enfada, y porque enfades a alguien eso no es nada del otro mundo. La vida es así, nos pueden decir cosas que no nos gustan"
P. En Francia, está empezando a moverse ahora toda la ola del #MeToo que en otros países como España ya lleva algunos años. De hecho, se ha criticado que a Francia no acabara de llegar e incluso saliera aquel manifiesto famoso de Catherine Deneuve y otras escritoras como Catherine Millet a la contra del #MeToo. ¿Qué ha cambiado?
R. Creo que ha tardado más porque los franceses tienen una visión particular de la relación hombre-mujer y la galantería y todo eso. Y se pensaba que si los franceses seguían la misma línea del #MeToo, se iban a parecer a los puritanos americanos, pero ahora se está entendiendo que lo que hay que hacer es eliminar la agresividad y que eso no pone en peligro ni la sexualidad, ni la feminidad ni nada. Fue la generación del 68 la que pensaba que todo estaba permitido, incluso las relaciones sexuales con menores… De ahí vienen los excesos. Incluso mi madre decía que los hombres tenían unas actitudes y se preguntaba cómo pudo aceptar una serie de cosas… La generación de Catherine Deneuve ya había aceptado que el que les dieran un cachete en el culo estaba bien, y lo que decían es que si ellas lo habían hecho, por qué las jóvenes no lo iban a aceptar.
P. Por cierto, Macron le ofreció ser ministra de Cultura, pero usted se negó. Sin embargo, sí está implicada en las instituciones, puesto que está en el Consejo de la Francofonía. Desde su posición, ¿cómo ve las posibilidades de Macron para una reelección?
R. Yo creo que la situación ahora es bastante inquietante, pero como sucede en muchos países de Europa y del mundo. Saldremos de esta crisis, pero no sé en qué estado. Todavía no se puede medir todo el daño que ha causado la pandemia y la crisis económica que ha supuesto, pero no solamente en Francia, también en España…
"Sí le puede afectar [la pandemia] a Macron. Los políticos que han vivido grandes crisis no han sido reelegidos"
P. En Francia ha habido fuertes restricciones y confinamientos. ¿Esto le pasará factura a Macron? En Madrid está todo abierto… Ahora mismo, se puede ir a tomar algo si quiere.
R. Sí, sí, ¡todos los franceses vienen a Madrid! Yo paso olímpicamente de si Madrid está abierta o no porque me paso la vida encerrada en casa escribiendo… Si antes bebía y fumaba fuera, ahora lo hago en casa, incluso más que antes. Pero creo que todo esto sí le puede afectar a Macron. Los políticos que han vivido grandes crisis no han sido reelegidos, porque lo que ocurre siempre es que se les asocia con la crisis, así que esta pandemia puede jugar en contra de la reelección.
P. Usted ganó el Goncourt. ¿Le ha cambiado la vida?
R. Sí, me ha cambiado la vida como mujer, pero no como escritora, porque aunque me ponga delante del ordenador y me diga, “venga, que eres premio Goncourt”, tengo que seguir currándomelo. Pero desde el punto de vista de la sociedad, he recibido muchísimo cariño. La gente te reconoce, te quiere y en ese sentido es fantástico.
La escritora Leila Slimani (Rabat, 1981) está estos días en Madrid para hablar de su nueva novela,