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Anne Applebaum: "La derecha debe aceptar cambios pero ser el hogar de quienes los temen"
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Anne Applebaum: "La derecha debe aceptar cambios pero ser el hogar de quienes los temen"

Anne Applebaum era una mujer muy vinculada al conservadurismo en Polonia. Se alegró como tantos de la caída del comunismo y una década después celebraba la

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Anne Applebaum

Anne Applebaum era una mujer muy vinculada al conservadurismo en Polonia. Se alegró como tantos de la caída del comunismo y una década después celebraba la entrada del país en el siglo XX con una gran fiesta de fin de año en la que estaba rodeada del establishment de derechas polaco: los liberales, los conservadores, los fans de Margaret Thatcher, quienes querían modernizar Polonia impulsando el mercado, el trabajo duro, el liberalismo tolerante pero conservador. Su marido sería ministro de asuntos exteriores en uno de los gobiernos posteriores.

Pero, a decir Applebaum, esa gente cambió. Poco a poco fue virando hacia el nacionalismo, el autoritarismo y el sentimiento antieuropeo, cuenta en 'El ocaso de la democracia', su nuevo libro publicado por la editorial Debate. Los amigos que habían acudido a esa fiesta y admiraban el ejemplo de países más ricos y más abiertos ahora querían una Polonia cerrada, controlada por un solo partido que atacara a los periodistas que no obedecieran. Esa deriva, afirma, forma parte de una oleada más global, de Trump al Brexit, de Hungría a Vox, que está obligando al conservadurismo tradicional a luchar contra nuevas formas de política identitaria y a veces, dice, fanatismo. “¿Is Mrs Monasterio going to win?”, me pregunta desde su casa en Polonia cuando hablamos brevemente sobre las elecciones en Madrid que se están celebrando mientras se lleva a cabo la entrevista. “No”, le digo, seguramente ganará el Partido Popular. Sonríe: “That’s interesting”.

placeholder 'El ocaso de la democracia' (Debate)
'El ocaso de la democracia' (Debate)

PREGUNTA. Usted afirma en el libro que el autoritarismo no es tanto una ideología como una “predisposición”. ¿Por qué a veces esa predisposición es marginal y a veces triunfa?

RESPUESTA. Creo que aparece en momentos en los que se producen grandes cambios y la gente se siente insegura. Puede sentirse insegura por razones políticas, por razones demográficas o incluso por razones culturales. Sucede cuando la gente se siente moral o existencialmente amenazada por razones que no tienen por qué ser necesariamente económicas.

Mi percepción es que ahora el miedo lo está creando la velocidad a la que se transforma todo, y especialmente la esfera de la información. Los trabajos han cambiado, la manera en que la gente vive ha cambiado más en los últimos diez años que en los cincuenta anteriores a causa de internet. Y diría que para mucha gente está también la sensación de que, en mitad de ese enorme cambio, algo fundamental se ha perdido. Y no están equivocados. La manera en que creciste en un pequeño pueblo hace cincuenta años ha desaparecido. La manera en que te relacionabas con la gente y vivías tu vida está muriendo. Quizá eso ha sido sustituido por algo mejor, más interesante o dinámico. Pero existe la sensación de pérdida. Y eso ha inquietado a mucha gente.

Los líderes de estos nuevos movimientos de derechas siempre son miembros de la élite

P. También está la sensación de que las élites viven muy cómodas con esos cambios, pero no así el pueblo. Con todo, los líderes de estos movimientos suelen formar parte de la élite a la que critican.

R. Los líderes de estos nuevos movimientos de derechas siempre son miembros de la élite. En Estados Unidos lo son, en Reino Unido lo son, en España lo son. Han tenido una buena educación, tienen dinero, muchas veces es gente que habla idiomas. A veces dicen representar a la gente que no forma parte de la élite, pero ellos mismos, como cuento en el libro, especialmente los escritores de discursos, los asesores políticos y los intelectuales que se vinculan a este movimiento, suelen ser gente muy bien educada y muy bien relacionada. Eso es parte de este fenómeno.

P. ¿Cómo cree que ha afectado a este movimiento la derrota de Trump?

R. Creo que es un ejemplo de cómo se puede ganar a estos movimientos. Porque es muy difícil ganarles. Una vez tienen el poder empiezan a cambiar el ecosistema de la política. Eso es lo que pasa en Polonia. Han cambiado completamente la manera en que funcionan los medios. Pero Joe Biden demostró la manera en que puedes ganarles, y eso es una lección valiosa.

P. Pero Biden pudo ganar también porque las instituciones estadounidenses son fuertes. Quizá desalojar democráticamente a gobiernos autoritarios en países como Hungría o Polonia sea más difícil.

R. Las instituciones fuertes son una de las cosas que importan. Pero también importan las tácticas de los liberales. En Hungría y Polonia una de las cosas que pasan cuando la oposición se enfrenta a la extrema derecha, que es un movimiento antidemocrático y antipluralista, es que se fragmenta. Y también tienes el fenómeno de los liberales que responden al autoritarismo adoptando sus temas, de modo que si Viktor Orban, el primer ministro húngaro, dice que el mayor problema al que se enfrenta el país son George Soros y la inmigración, los liberales empiezan a discutir sobre George Soros y la inmigración. Aunque, por supuesto, ni George Soros ni la inmigración son grandes problemas en Hungría. Lo importante es cambiar de tema. Biden logró cambiar de tema. Logró que la gente se pusiera a hablar de la economía y de la pandemia.

Biden logró cambiar de tema y que la gente se pusiera a hablar de la economía

P. Es decir, resistirte a hablar de los temas de los que los autoritarios quieren hablar.

R. Es la única solución. Cambiar de tema de conversación hacia cosas con las que la gente puede estar en desacuerdo pero dentro de un marco de consenso. Podemos discutir sobre lo elevados que deben ser los impuestos. Alguna gente cree que deberían ser del 40 por ciento, alguna gente cree que deberían ser del 20 por ciento. Podemos discutir eso sin matarnos. Sin amenazar la identidad de la gente. Cuando te pones a discutir sobre la naturaleza de la nación, sobre qué clase de país somos, sobre cuestiones culturales que afectan a la percepción de la gente de quiénes son y cuál es su identidad, acabas con frecuencia en dilemas irresolubles. El ejemplo extremo se encuentra en un lugar como Irlanda del Norte. Allí o crees que tu país es irlandés o británico. No hay un camino intermedio. No se puede llegar a un consenso. De modo que lo único que puedes hacer es intentar que la gente hable de procesos políticos, de economía. Si parte del sentido de la política es evitar la violencia, entonces una de las cosas que tenemos que hacer es que la gente hable de cosas de las que pueda discrepar honradamente.

P. Se ha hablado mucho de la globalización como causa del resurgimiento del nacionalismo autoritario.

R. El problema es que no puedes separar estas cuestiones. En parte sí, es la globalización y el miedo a perder tu yo tal como lo percibes. Pero también tiene que ver con el cambio en la naturaleza de los medios, la sensación de estar abrumado por la información y las dudas sobre las autoridades y las instituciones que suscitan las redes sociales. También están cosas como el feminismo o el auge de los derechos de los gays. Y todos esos cambios están sucediendo al mismo tiempo. No es fácil escoger uno de ellos como la causa de los problemas.

Una de las razones de la resurgencia del nacionalismo es el declive de la religión

P. ¿Cómo cree que debería responder el centro derecha a todo esto?

R. El papel del centro derecha, la derecha democrática tradicional, es muy importante en todo esto. En España, en Alemania, en todas partes. No creo que exista una fórmula, porque creo que estos fenómenos se dan de manera distinta en distintos países. Pero debe empezar por ser la fuerza que acepta algunos cambios y, al mismo tiempo, sigue siendo el hogar de la gente que está nerviosa por esos cambios. Habrá distintos cálculos sobre ello en distintos sitios. En Austria el centro derecha decidió que no iba a dejar que la extrema derecha le robara el tema de la inmigración. Lo mismo sucede en Dinamarca. Así intentan mantener a la extrema derecha fuera del poder. En Reino Unido, los tories decidieron aceptar los derechos de los gays, pero luego giraron hacia el nacionalismo inglés tradicional, casi como una manera de compensarlo. Hay distintas formas. Pero uno de los papeles del centroderecha es aceptar algunos cambios pero ser el hogar de las personas que temen al cambio. No digo que sea fácil.

P. ¿Qué papel juega la religión en todo eso?

R. Una de las razones por las que vemos esta resurgencia del nacionalismo y la política de la identidad es el declive de la religión. Este es una de las causas de que la gente tenga miedo. La gente busca en la política algunas de las cosas que les daba la religión: la pertenencia a la comunidad, la participación. Polonia está experimentando uno de los declives más drásticos de la religiosidad en el mundo. La gente joven simplemente ha dejado de ir a misa. Y esto es parte del miedo del que hablaba. La gente mayor siente que está perdiendo a los jóvenes, que estos se están convirtiendo en algo distinto. Y tienen razón. Es verdad. Y este miedo crea fanatismo político.

P. Pero al final, la diferencia está en el grado de pluralismo que estamos dispuestos a aceptar. Y los autoritarios son, como dice en su libro, esencialmente antipluralistas. Le temen a la complejidad.

R. Tiene que haber una manera para que la gente que cree en los derechos de los gays y la gente que no coexistan en la misma sociedad. Uno de los errores que los reaccionarios cometen es creer que cuando lleguen al poder podrán cambiar las reglas y regresaremos al pasado y el problema estará solucionado. Pero nada se soluciona. Tendrás una reacción del otro lado. Lo difícil es asegurarse de que todos estos puntos de vista tienen su lugar bajo un mismo paraguas. Es muy difícil.

Anne Applebaum era una mujer muy vinculada al conservadurismo en Polonia. Se alegró como tantos de la caída del comunismo y una década después celebraba la entrada del país en el siglo XX con una gran fiesta de fin de año en la que estaba rodeada del establishment de derechas polaco: los liberales, los conservadores, los fans de Margaret Thatcher, quienes querían modernizar Polonia impulsando el mercado, el trabajo duro, el liberalismo tolerante pero conservador. Su marido sería ministro de asuntos exteriores en uno de los gobiernos posteriores.