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EUROPEAN COUNCIL ON FOREIGN RELATIONS

¿Cómo se podría haber evitado la conquista talibana de Afganistán?

En el EEUU de hoy, hay voces que dicen que fue un error involucrarse en lo que ellos llaman “construcción de nación” inmediatamente después del acuerdo de Bonn

Imagen de archivo de milicianos talibanes. (Reuters)

El 20 aniversario del atentado terrorista del 11-S coincidirá ahora con la consolidación del segundo Emirato talibán en Afganistán, bienvenido por mensajes jaculatorios de Al Qaeda. ¿Se podría haber evitado? ¿U Occidente y la comunidad internacional estuvieron siempre encaminados a la derrota desde el momento en que Estados Unidos derrocó el régimen talibán en un ataque relámpago a finales de 2001? ¿Se perdieron las oportunidades para un arreglo político estable, ya sea por defecto o por diseño?

Hay obviamente lecciones que debemos aprender, aunque auguro una feroz controversia sobre cuáles son exactamente esas lecciones en los próximos años.

Quizá la oportunidad más importante que se dejó pasar fue justo después de la partida de las últimas fuerzas soviéticas en febrero de 1989. Hubo propuestas entonces para un acuerdo patrocinado por la ONU entre lo que quedaba del régimen de Najibulá y los diferentes grupos antisoviéticos muyahidines. Pero quedaron en nada, rechazado principalmente por Estados Unidos y Pakistán.

Por supuesto, nunca se sabrá si hubo otra oportunidad para un arreglo más estable justo después del derrocamiento del régimen talibán 12 años después. En teoría, habría tenido sentido intentar incluir también a los talibanes en un acuerdo político inclusivo. Pero Estados Unidos difícilmente habría aceptado esto, y los grupos de la Alianza del Norte estaban ansiosos por hacerse con todo el poder que pudieran.

El acuerdo salido de la conferencia de Bonn marcó el rumbo de los años venideros. Su esencia era un sistema presidencial altamente centralizado, estructuras dominadas por la antigua Alianza del Norte y una continua dependencia de los viejos señores de la guerra regionales que habían sido impulsados y financiados por las sacas de dólares de la CIA.

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En el EEUU de hoy, hay voces que dicen que fue un error involucrarse en lo que ellos llaman “construcción de nación” inmediatamente después del acuerdo de Bonn. Pero lo que sucedió fue más bien al revés. Estados Unidos se resistió activamente a un enfoque más ambicioso para ayudar al país, centrándose en cambio en su propia operación antiterrorista y, a lo sumo, aceptando alguna 'reconstrucción'. Esto llevó, en contra del consejo de muchos, a una presencia internacional muy escasa con fuerzas de asistencia de seguridad limitadas solo a Kabul. Estos fueron los años de Donald Rumsfeld y, en la medida en que hubo una atención sostenida de Estados Unidos en Afganistán (antes de que la guerra en Irak se la robara toda), se centró en la operación antiterrorista Libertad Duradera.

Pero estos años iniciales fueron el periodo en el que quizás hubiera sido posible un acuerdo político más amplio y duradero. En su ausencia, y como reacción a los otros fracasos de este periodo, entre ellos la dependencia de los viejos señores de la guerra, los talibanes comenzaron su regreso en 2005 y empezó la nueva guerra en Afganistán.

Los años siguientes fueron de altibajos, con los esfuerzos internacionales dependientes en gran medida de los cambios en las políticas de Washington. Los países europeos desempeñaron un papel clave en los esfuerzos de seguridad de la OTAN y gradualmente se convirtieron en dominantes en la financiación de los diferentes esfuerzos civiles. Las decisiones políticas para Afganistán se establecían casi exclusivamente en Washington, impulsadas por una mentalidad militar​ estadounidense no siempre en sintonía con enfoques más europeos.

Las decisiones políticas para Afganistán se establecían casi exclusivamente en Washington, impulsadas por una mentalidad militar

Con la excepción parcial de Londres, ninguna capital europea hizo ningún esfuerzo serio para influir en la política estadounidense sobre Afganistán durante estos años. Afganistán nunca ocupó un lugar destacado en la agenda de la UE, ya que se suponía implícitamente que todo era responsabilidad de la OTAN. Las visitas del alto representante de la UE a Kabul fueron extremadamente raras.

La política estadounidense no fue de ninguna manera coherente. Varias doctrinas iban y venían. Durante su periodo como comandante de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad, David Petraeus creía que la victoria vendría a través de una política de asesinatos selectivos de comandantes talibanes a través de controvertidas "redadas nocturnas". Richard Holbrooke, como representante especial de Estados Unidos, abogó por un proceso político con los talibanes, incluido el acercamiento a Irán.

Al final, ninguno de los dos enfoques dio resultados. Las redadas nocturnas probablemente fueron contraproducentes, ya que alienaron a muchos afganos, y ciertamente no faltaron nuevos reclutas para llenar los vacíos en las filas talibanas que dejaron los muertos. Y los esfuerzos para establecer un proceso político fueron derribados en Washington, donde existía la creencia de que los talibanes primero debían ser derrotados, o al menos reducidos en tamaño.

A menudo, era una guerra de alta tecnología contra una insurgencia de baja tecnología. Los ataques aéreos de cazas desde el Golfo o desde portaaviones ciertamente podrían ser tácticamente efectivos. Pero los llamados 'daños colaterales' aumentaron el resentimiento entre la población. Y fue muy caro; evidentemente, toda esta alta tecnología no venía gratis.

Y luego estaba la naturaleza de la política del propio Afganistán. Las elecciones presidenciales se convirtieron en graves crisis que trastocaron y deslegitimaron el propio sistema político. Y las vastas entradas de dinero en un país que carece de la experiencia o de las estructuras para lidiar con él estaban destinadas a fomentar, y lo hicieron, un clima de corrupción.

La abrumadora presencia militar internacional durante el llamado 'incremento' ('surge') de Obama en 2009 y 2010 fue claramente insostenible y probablemente contraproducente. Se inició un proceso de reducción gradual de la presencia internacional y entrega de responsabilidades a las autoridades afganas. Solo entonces se dio peso a los esfuerzos por buscar un arreglo político. Si se hubiera hecho antes de que se señalara la retirada, la posibilidad de progreso podría haber sido mayor.

La OTAN terminó su misión de combate en 2015, aunque continuó el entrenamiento y el apoyo, y las fuerzas afganas se volvieron aún más dependientes del poder aéreo estadounidense y de contratistas estadounidenses de diferentes tipos.

Se puede argumentar que todo estaba, paso a paso, en camino hacia algo que podría haber sido sostenible hasta que fuera posible un arreglo político más amplio e inclusivo. Cuando los soviéticos se marcharon en 1989, el régimen permaneció en su lugar, cambió sus colores de comunista a nacionalista y se mantuvo durante algunos años. Cayó cuando desaparecieron la Unión Soviética y su apoyo financiero, y cuando no hubo un acuerdo político más amplio.

Pero, en última instancia, fue la política divisoria de Washington, no la política corrupta de Kabul, la que allanó el camino hacia el desastre que estamos presenciando.

Fue la política divisoria de Washington, no la política corrupta de Kabul, la que allanó el camino hacia el desastre

Donald Trump quería salir de Afganistán, así como de casi todos los demás lugares donde Estados Unidos tenía presencia militar. Fue debido al temor a que se despertara una mañana y ordenara una retirada inmediata que se firmó el infame acuerdo de Doha de febrero de 2020. No fue un acuerdo de paz, sino un acuerdo de retirada, y, además de eso, abandonó 'de facto' al Gobierno afgano y cualquier intento serio de proceso político.

Lo que comenzó Trump, lo concluyó Joe Biden. El 14 de abril, anunció que todas las fuerzas estadounidenses restantes deberían estar fuera para el 11 de septiembre. Pero las consultas con los aliados fueron incluso más inexistentes que cuando Trump selló el acuerdo de Doha. Tuvieron que leerlo en la prensa.

Pero Afganistán no era solo un problema de Estados Unidos. En ese momento, las fuerzas estadounidenses en la misión de la OTAN constituían un poco más de una cuarta parte del total. Las contribuciones de la Unión Europea y sus Estados miembros a los esfuerzos económicos y civiles fueron más del doble que las de Estados Unidos.

En aquel momento, todavía existía la posibilidad de que la salida de Estados Unidos fuera algo mejor que la salida de la Unión Soviética. Pero esto habría requerido una estrategia política concertada para manejar la política de la retirada y, más aún, la política de la pos-retirada. Podría haber funcionado. Las evaluaciones de inteligencia filtradas de que el régimen podría sobrevivir algún periodo no eran necesariamente erróneas. Pero evidentemente carecían de una evaluación de la política del propio Estados Unidos y su efecto sobre la moral y la confianza en Afganistán.

Después del colapso, tanto Biden como el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, han culpado de todo a Afganistán y al Ejército afgano.

La salida de Estados Unidos de Afganistán resultó ser mucho peor manejada que la salida soviética

Pero la fuerza de un Ejército no es principalmente la fuerza de sus armas, sino la fuerza de su moral y su confianza en una eventual victoria. El Ejército afgano claramente tenía lo primero, pero perdió casi todo lo segundo cuando comenzaron a fluir mensajes estadounidenses instando a los estadounidenses a salir del país lo antes posible.

Los dignatarios extranjeros se apresuraron a ir a Doha para reunirse con los talibanes mientras nadie se presentaba en Kabul, donde, como era de esperar, la sensación de traición se estaba haciendo más fuerte. Evidentemente, ese mensaje se leyó alto y claro en las filas de las fuerzas de seguridad afganas.

Entonces todo fue mucho más lejos de lo que incluso los talibanes habían previsto. En cierto modo, fue una reversión de lo que experimentaron con el rápido colapso de su régimen hace dos décadas.

Un final ignominioso

El régimen afgano colapsó cuando Estados Unidos envió la señal de que se lavaba las manos, y finalmente se evaporó el 15 de agosto. Al no haberse preparado para este escenario, EEUU acabó con la humillación de tener que pedir permiso a los talibanes para quedarse unos días para sacar al menos a algunas personas.

Fue un final tan ignominioso como se puede imaginar. La salida de Estados Unidos de Afganistán resultó ser mucho peor manejada que la salida soviética.

¿Había alguna alternativa?

Claramente, Biden quería salir de Afganistán y no le importaban demasiado los métodos ni las consecuencias. Esta era una 'guerra eterna', y no quería nada de eso.

Veinte años es mucho tiempo en la impaciente esfera política de Estados Unidos, pero no cuando se trata de ayudar a construir un Estado funcional, un Ejército razonable y una nación más estable. El éxito estratégico en situaciones como estas solo se logra con paciencia estratégica, y eso es lo que Estados Unidos perdió.

Pero no debería haber sido imposible mantener una presencia de seguridad reducida centrada en Kabul y mantener un mensaje firme a los talibanes de que se mantendría hasta que hubiera un arreglo político creíble e inclusivo. Pero, que yo sepa, ningún Gobierno puso tal opción sobre la mesa para su discusión. Parece que Afganistán ni siquiera estaba en la agenda de ninguna de las reuniones de la UE después del dramático anuncio estadounidense de abril.

Ahora estamos donde estamos.

Para el 11 de septiembre, quizá sepamos si existe algún tipo de régimen semi-inclusivo en Afganistán, aunque en esencia dominado por los victoriosos talibanes, o si el país habrá entrado en una nueva fase larga de conflicto renovado y desesperación cada vez más profunda. No debemos olvidar que el país también se enfrenta a una sequía horrible, una pandemia devastadora, un desastre humanitario y un sistema financiero que colapsa.

En cuanto a las consecuencias más amplias para el desorden global y para Europa, es un tema para hablar, mucho más ampliamente, en otra ocasión.

* Carl Bildt es ex primer ministro y exministro de Exteriores de Suecia. Artículo publicado originalmente en el European Council for Foreign Relations, con el título "Afghanistan: How it could have been different".

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