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Cuando la sangría no era una bebida: una historia de dolor, sanguijuelas y barberos con cuchillas
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Cuando la sangría no era una bebida: una historia de dolor, sanguijuelas y barberos con cuchillas

En la actualidad, puede parecer contradictorio sacar de nosotros lo que nos da vida para curarnos de lo que nos mata, pero vaciar las venas fue una práctica muy habitual durante siglos

Foto: Detalle de un cuadro de Quirijn van Brekelenkam donde aparece una anciana sangrando a una joven mediante el método de la sangría. (Wikimedia)
Detalle de un cuadro de Quirijn van Brekelenkam donde aparece una anciana sangrando a una joven mediante el método de la sangría. (Wikimedia)

La flema, la bilis negra, la bilis amarilla y la sangre. Para tener una salud perfecta, en el pasado había que fijarse en estos cuatro ases de la medicina clásica. Un cuarteto de asuntos o elementos del cuerpo a los que habían apodado los cuatro humores. En ellos se buscaba el equilibrio, y en ellos se trasteó la muerte para luchar contra ella hasta, al menos, finales del siglo XIX. Durante mucho tiempo, la sangría no fue ninguna bebida, sino un asunto de salud pública. Esta es su historia.

Fue Hipócrates quien en torno al siglo V a. n. e. determinara que los humanos existían en el reino de los cuatro elementos básicos (tierra, aire, fuego y agua), elementos que se reflejaban en ellos con la forma de los cuatro "humores". Esta consideración, basada en el pensamiento científico de los presocráticos, pitagóricos y sicilianos, se conoce hoy como teoría humoral. Así empezaba la búsqueda eterna de un remedio contra el destino natural de las personas.

Foto: Cuidando a un soldado en la guerra civil norteamericana. (iStock)

En la actualidad, puede parecer contradictorio sacar de nosotros lo que nos da vida para curarnos de lo que nos mata, pero fue una práctica de lo más habitual desde épocas de los egipcios, los griegos y los romanos, hasta los árabes y los asiáticos. La sangría, como se la conoció, se extendió también por Europa durante la Edad Media y el Renacimiento. Como explica la médica y profesora de ciencias clínicas Meredith Goodwin en un artículo para Healthline, consistía en cortar una vena o una arteria, por lo general en el codo o la rodilla, para eliminar la sangre "afectada" del paciente. Así de simple.

La sangre como causa

En la Antigua Grecia, además de Hipócrates, otros médicos como Erasístrato y Herófilo habían generado toda una escuela teórica basada en la sangre como causa de una gran variedad de enfermedades. Después de todo, esta circula por todo el cuerpo y es la fuente de vida, así que también podría, pensaron, quitártela. Siguiendo aquella línea, poco a poco se fue considerando que las enfermedades podían tratarse expulsándolas con ejercicio, sudoración, vómitos. Sin embargo, la forma más popular de hacerlo fue la sangría.

placeholder Pintura griega antigua en un jarrón, que muestra a un médico (iatros) sangrando a un paciente. (Wikimedia)
Pintura griega antigua en un jarrón, que muestra a un médico (iatros) sangrando a un paciente. (Wikimedia)

Por supuesto, no se trataba de ponerse a cortar a diestro y siniestro. Había que llamar a un médico o practicante, y este se encargaría de realizar la incisión y extraer "lo malo". Concretamente, en caso de enfermedad, se drenaba la sangre hasta que la persona se desmayaba, lo que para la mayoría equivalía, de media, a un litro de plasma, pero a menudo esta cifra se sobrepasaba con creces. Hay que tener en cuenta que un adulto tiene entre 4,5 y 6,0 litros.

Hasta ese momento, aún no se tenía muy claro el funcionamiento específico de este líquido en el interior de nuestro organismo. Gran parte de la sociedad creyó lo que otro médico reconocido, Galeno de Pérgamo, concretó en sus cientos de escritos: que la sangre era estática, no circulatoria como ahora sabemos que es. De esta forma, se estandarizó la idea de que si se quedaba demasiado tiempo quieta, comenzaría a "estancarse" y echarse a perder, lo que daría lugar a las enfermedades que en ese momento asolaban Occidente. Ante esta idea, Galeno definió los criterios para la sangría en términos de extensión, intensidad y gravedad de la enfermedad, si la enfermedad era "incipiente", "presente" o "prospectiva", y según la madurez y la fuerza del paciente, según recogen Audrey Davis y Toby Appel en su libro Instrumentos de Sangre.

Un método sin distinción de clase

Las teorías de Galeno se volvieron tan populares que la sangría se convirtió en el método de tratamiento preferido para casi todas las formas de enfermedad (y para todas las clases sociales). De hecho, la práctica llegó hasta otras culturas en las que también la adoptaron. Claro que así como tuvo sus defensores, ya desde la época de Hipócrates, y probablemente antes, aunque no se dispone de ningún registro escrito, la sangría también tuvo opositores: En el siglo V a. c. Aegimio de Eris (470 a . n. e.), autor del primer tratado sobre el pulso, se opuso a la venesección, mientras que Diógenes de Apolonia (430 a. n. e.), quien describió la vena cava con sus ramas principales, fue un proponente de la práctica, explican Davis y Appel.

placeholder  Recipiente con escena de derramamiento de sangre de la primera mitad del siglo XIII hallado en Irán. / Médico extrayendo sangre de un paciente a finales del siglo XIII. (Wikimedia)
Recipiente con escena de derramamiento de sangre de la primera mitad del siglo XIII hallado en Irán. / Médico extrayendo sangre de un paciente a finales del siglo XIII. (Wikimedia)

De todos, el anatomista y médico Erasístrato (300-260 a. n. e.), fue uno de los primeros en dejar constancia de por qué se oponía a la venesección. Erasístrato, que ejerció en la corte del rey de Siria y más tarde en Alejandría, célebre centro de la medicina antigua, reconoció que la dificultad para estimar la cantidad de sangre a extraer y la posibilidad de cortar por error una arteria, un tendón o un nervio podría causar daños permanentes o incluso la muerte.

Erasístrato creía que solo las venas transportaban sangre mientras que las arterias contenían aire, también temía la posibilidad de transferir aire de las arteriasa las venas como resultado de la venesección. Sus dudas fueron en aumento hasta preguntarse cómo la venesección excesiva difería de cometer un asesinato. ¿Era realmente ético lo que se estaba haciendo? ¿Tenía sentido?

"Mala sangre" alrededor del mundo

Se abrió así un período de cuestionamiento y señalización, pero no duró mucho. A través de los escritos del enciclopedista romano Aulo Cornelio Celso y de Galeno, apuntan Davis y Appel, la venesección fue restaurada como una forma de tratamiento médico ortodoxo. Permaneció así durante los siguientes mil quinientos años. En la época de Celsus, la sangría se había convertido en un tratamiento común. Él mismo comentó en su conocido relato de la medicina antigua: "Dejar que salga sangre cortando una vena no es ninguna novedad; lo que es novedoso es que casi no debe haber ninguna enfermedad en la que no se pueda dejar sangre".

placeholder Puntos para sangría, por Hans von Gersdorff en su Libro de campo de medicina de heridas, en 1517 / Un gráfico que muestre las partes del cuerpo que se sangrarán para diferentes enfermedades. (Wikimedia)
Puntos para sangría, por Hans von Gersdorff en su Libro de campo de medicina de heridas, en 1517 / Un gráfico que muestre las partes del cuerpo que se sangrarán para diferentes enfermedades. (Wikimedia)

Lo cierto es que, con todo, llegó incluso a considerarse un método sagrado. Aparece en una variedad de textos religiosos producidos en ese momento, como el Talmud judío, el texto rabínico judío central escrito entre el 350 y el 500 d. n. e. También se lo menciona tres veces en el Corán. Según el libro clave del islam, Mahoma declaraba que había 3 formas de curar la enfermedad: "un trago de miel, un rasguño de Hijamah y cauterización" .

Fuera de Europa y Medio Oriente, el derramamiento de sangre también fue adoptado por otras sociedades antiguas. La tribu Baganda en Uganda y los aborígenes de Australia, por ejemplo, lo usaban regularmente para aliviar los dolores de cabeza. En Fiji, la nitidez de los brotes de bambú imitaba las cuchillas para extraer sangre, y en la antigua Sumatra existía la creencia de que la "mala sangre" debía enterrarse bajo tierra. Además, se decía que los pueblos nativos de la antigua Patagonia se desangraban para deshacerse de los malos espíritus, en Mesoamérica los aztecas frecuentemente se perforaban partes del cuerpo y ofrecían su sangre a los dioses para lograr estados de trance, y en la antigua India las sanguijuelas y las ventosas se aplicaban rutinariamente a los pacientes enfermos.

La profesión de barbero-cirujano

A lo largo de la edad medieval en Europa, la sangría se convirtió en un remedio estándar contra la peste, la viruela, la epilepsia y muchas otras enfermedades mortales sin causa concreta aún entonces. Sin embargo, un decreto papal de 1163 prohibió a los sacerdotes "derramar sangre", así que la práctica fue adoptada por los barberos. Es por ello que con el tiempo se conocieron como barberos-cirujanos. De hecho, el famoso poste rojo y blanco que podemos ver a las puertas de cualquier local de estos hoy proviene de las toallas manchadas de sangre con las que se les identificaría.

placeholder Set de sangría de un barbero cirujano alemán de principios del siglo XIX / Fotografía de un hombre realizando un sangrado en 1860. (Wikimedia)
Set de sangría de un barbero cirujano alemán de principios del siglo XIX / Fotografía de un hombre realizando un sangrado en 1860. (Wikimedia)

Más tarde, aquellos que seguían practicándola desarrollaron varias reglas y supersticiones, recomendando que la sangría no debe intentarse en luna llena o cuando el viento sopla hacia el sur, y que la sangre debe extraerse a una distancia segura del área infectada o en el lado opuesto. Para entonces, en la teoría los humores se combinaron con cualidades específicas que representaban cada estación del año y los cuatro elementos según la bien aceptada doctrina de Empédocles, en la que todas las cosas estaban compuestas de tierra, aire, fuego y agua. Así, la bilis amarilla, el fuego y el verano se contrastaron con la flema, el agua, e invierno, mientras que la sangre, el aire y la primavera contrastaban con la bilis negra, la tierra y el otoño.

De pronto, el 17 de abril de 1616, Williams Harvey, el cuarto Lumleian lecturer, presentó por primera vez a los miembros del Royal College of Physicians su revolucionario descubrimiento de que la sangre circulaba, bombeada por el corazón, y que no se generaba indefinida e ininterrumpidamente en el hígado a partir de los alimentos, como se había sostenido a partir de Galeno, por más de 1500 años. En 1628, Harvey plasmó sus ideas y descubrimientos, en latín, en un libro de 72 páginas y tosca impresión, Exercitatio anatomica de motu cordis et sanguinis in animabilus (una controversia anatómica del movimiento del corazón y la sangre en los animales), conocido como De Motu Cordis.

Nuevas técnicas e instrumentos

Como apunta Ricardo Zalaquett en su artículo 400 años del descubrimiento de la circulación de la sangre. Harvey y la Filantropía, "el descubrimiento de la ‘circulación Sanguínea’ es uno de los mayores descubrimientos científicos de todos los tiempos, dando origen a la base de la observación experimental tal como la conocemos hoy. Sin embargo, mitos y creencias como el concepto de arterias que contienen aire, la perforación del tabique interventricular y muchos otros, tuvieron que ser progresivamente descartados".

Paralelo al descubrimiento de la circulación de la sangre, se desarrollaron técnicas e instrumentos especializados para hacer cortes más precisos

En paralelo a aquel descubrimiento se desarrollaron técnicas e instrumentos especializados, incluido el uso de sanguijuelas, para hacer cortes más precisos y mejorar el control sobre la cantidad de sangre extraída. La sangría se había dividido así en dos métodos: el de la venesección o arteriotomía, que seguía siendo el más generalizado, y un método realizado por escarificación con ventosas y sanguijuelas, sostiene Gerry Greenstone en un artículo para el BC Medical Journal.

De una u otra forma, a menudo implicó también la escarificación, es decir, raspar previamente la piel de la zona donde se iba a realizar la incisión con una caja de latón en forma de cubo que contenía varios cuchillos pequeños, seguido de ventosas, lo que implicaba colocar un vaso en forma de cúpula sobre la piel y extraer el aire por succión o calentamiento previo.

La popularidad de las sanguijuelas

En cada extracción, una sanguijuela puede ingerir entre 5 y 10 ml de sangre, casi 10 veces su propio peso. El uso de estos anfibios tuvo su momento de moda en el siglo XIX, muy influenciado por François Broussais, un médico parisino que bajo la lógica de sus más antiguos predecesores, afirmaba todas las fiebres se debían a la inflamación de órganos específicos. Broussais creía, incluso, que había que colocar sanguijuelas directamente sobre el órgano del cuerpo que se consideraba inflamado.

placeholder Un médico administra sanguijuelas a una paciente. Reproducción en color de una litografía de 1827. (Wikimedia)
Un médico administra sanguijuelas a una paciente. Reproducción en color de una litografía de 1827. (Wikimedia)

La sanguijuela cayó en desgracia a medida que avanzaba la comprensión de la enfermedad. La teoría del miasma, y luego, finalmente, la teoría de los gérmenes, dejaron en claro que la sangría rara vez era un tratamiento tan efectivo como se había pensado anteriormente. En cincuenta años, las sanguijuelas habían disminuido precipitadamente. No obstante, el método de la sangría aparece en un libro de texto de medicina publicado en 1942 como un tratamiento recomendado para la neumonía. Su autor, Sir William Osler, fue uno de los últimos médicos que la sostuvieron. No obstante, la práctica aún sigue llevándose a cabo de manera casi clandestina en algunos lugares del mundo como presenta Erika Engelhaupt en National Geographic.

Con la distancia que las décadas ya nos otorgan, quizás el legado más importante de la sangría es haber existido como un precursor de las transfusiones de sangre, que llegaron a partir del descubrimiento de Karl Landsteiner de los diferentes tipos de sangre en 1909. La brutalidad en cifras de heridos a causa de la Primera Guerra Mundial presentó este nuevo método con la prueba definitiva, y muchos soldados fueron salvados así, por lo que gradualmente se aceptó como una última opción para salvar vidas en períodos bélicos.

La flema, la bilis negra, la bilis amarilla y la sangre. Para tener una salud perfecta, en el pasado había que fijarse en estos cuatro ases de la medicina clásica. Un cuarteto de asuntos o elementos del cuerpo a los que habían apodado los cuatro humores. En ellos se buscaba el equilibrio, y en ellos se trasteó la muerte para luchar contra ella hasta, al menos, finales del siglo XIX. Durante mucho tiempo, la sangría no fue ninguna bebida, sino un asunto de salud pública. Esta es su historia.

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