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Cuando morir era la moda: así construyó la tuberculosis el estándar de belleza femenina
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Especulando con la desgracia

Cuando morir era la moda: así construyó la tuberculosis el estándar de belleza femenina

Dos de las hermanas Brönte murieron a causa de ella. Después llegó Fantine en 'Los miserables' o Katerina Ivanova en 'Crimen y castigo'... La tisis, como se conocía en el siglo XIX, mató y vistió a miles de mujeres

Foto: Fotografía de una chica enferma de tuberculosis, por Henry Peach Robinson. (Wikimedia)
Fotografía de una chica enferma de tuberculosis, por Henry Peach Robinson. (Wikimedia)

"Últimamente, la enfermedad de Anne ha asumido un carácter menos alarmante que al principio: la agitación se alivia; la tos se calma a veces. Si pudiera saber que viviría dos años, un año más, estaría agradecida: temía los terrores del veloz mensajero que nos arrebató a Emily en unos pocos días", escribió Charlotte Brönte en su diario en 1849. Había perdido a una de sus hermanas y estaba a punto de perder a otra. Hoy conocidas y reconocidas como grandes escritoras, ambas murieron jóvenes a causa de la misma enfermedad.

En las mismas páginas de aquel diario de una joven en duelo, una frase se interpone a todo el relato de la muerte acechando su casa: "La tisis, soy consciente, es una enfermedad halagadora". Con todo, Brontë parece mostrar con ella aprecio por una infección. La tisis se había adentrado más allá del organismo, en el subconsciente de toda una sociedad, Charlotte dejó prueba de ello. Solo quedaban 4 años para que el compositor Giuseppe Verdi presentara el ideal de una hermosa heroína en su ópera La Traviata. Una heroína que moría lentamente.

Foto: Fuente: iStock.

Verdi se inspiró en una obra que era en sí misma una adaptación de la novela de Alexandre Dumas La Dama de las Camelias. La historia era de todo menos una ficción: seguía en su vida a la cortesana y víctima de tisis, Marie Duplessis. Un retrato la había convertido en famosa por su piel extremadamente blanca y sus ojos oscurecidos que encumbraban a la perfección, nunca mejor dicho, la estética consuntiva de la época. El personaje de Fantine en Los Miserables se uniría a ella, y también Katerina Ivanova en Crimen y Castigo. La tisis, es decir, la tuberculosis, era un estándar, un sueño, un delirio hacia las mujeres.

Delicadas y pálidas

Las víctimas nobles y hermosas de la tuberculosis fueron un tema común durante todo el período conocido como la era victoriana en Inglaterra (y puestos así en gran parte de la Europa del momento). Basta un vistazo rápido para encontrar innumerables pinturas que a lo largo del siglo XIX plasmaron a niñas y mujeres víctimas de esta enfermedad, delicadas y pálidas en la cama rodeadas de seres queridos afligidos o reposando en un paisaje natural acompañadas por pájaros, que ilustran la metáfora de un espíritu listo para dejar el cuerpo.

placeholder Una chica enferma de tuberculosis reposa mientras su enfermera le lee un libro. (Wikimedia)
Una chica enferma de tuberculosis reposa mientras su enfermera le lee un libro. (Wikimedia)

A mediados del siglo XIX, la tuberculosis había alcanzado niveles epidémicos, volviéndose responsable del 25% de las muertes anuales solo en Europa. La enfermedad, que ahora se sabe que es infecciosa, ataca primero los pulmones y poco a poco va dañando otros órganos. Como explica la periodista Emily Mullin en Smithsonian, sus víctimas se consumían lentamente, y en el proceso de volvían pálidas y delgadas hasta morir. Aún quedaban décadas, hasta 1928, para que en el St. Mary's Hospital de Londres, Alexander Fleming descubriera la penicilina y con ella la introducción de antibióticos se hiciera posible.

placeholder Enferma de tuberculosis reposa en un balcón mientras la muerte, representada como un esqueleto con una guadaña, la observa. (Wikimedia)
Enferma de tuberculosis reposa en un balcón mientras la muerte, representada como un esqueleto con una guadaña, la observa. (Wikimedia)

Cuando la tuberculosis comenzó a propagarse durante la era victoriana, su recorrido no era nuevo. Se trata de una de las enfermedades más antiguas conocidas, tanto que incluso se han encontrado en momias evidencias de sus consecuencias. Pero entonces, como su cura, esto no lo sabían. En la actualidad, sigue provocando la muerte en países empobrecidos. Los investigadores estiman que más de mil millones de personas han muerto a lo largo de la historia.

¿Qué estaba pasando?

Dos siglos atrás, la forma en que se contraía aún no se entendía bien, pero su carga se acentuó tanto en comparación con otros tiempos que llegado el momento a los científicos de la época no les quedó más remedio que centrarse en ella. Se había convertido en una epidemia, matando a casi 1 de cada 5 personas en Europa. De aquellas muertes, resulta que el 40% se producían en ciudades densamente pobladas. ¿Qué ocurría?

placeholder La Miseria, de Cristóbal Rojas (1886). Rojas tenía tuberculosis cuando pintó esto. Aquí describe el aspecto social de la enfermedad. (Wikimedia)
La Miseria, de Cristóbal Rojas (1886). Rojas tenía tuberculosis cuando pintó esto. Aquí describe el aspecto social de la enfermedad. (Wikimedia)

Mientras en los laboratorios y las convenciones tanteaban respuestas a la gran pregunta, la enfermedad se tornó un estándar. A menudo se le llamaba "consunción" debido a la cantidad de peso que perdían quienes la padecían. También la apodaron "la peste blanca" por lo pálida que se ponía la gente. Sin embargo, su apodo definitivo fue "la enfermedad romántica".

Contra todo pronóstico, o no, la sociedad se enamoró, literalmente, de los efectos físicos de contraerla. La piel pálida, las cinturas delgadas y los labios y las mejillas enrojecidos por las fiebres prolongadas que producía enmarcaron la idea de belleza. La tisis hacía que las mujeres enfermas parecieran mucho más débiles y apagadas (estaban muriendo, como para no estar apagadas). Los retratos de pintores que se enfrentaban a la enfermedad de sus esposas o hijas convirtiéndolas en musas, como es el caso de Abbott Thayer, condujeron a la moda a inclinarse hacia lo puritano para emular el destello celestial de aquellos cuadros.

placeholder Mis hijos, por Abbott H. Thayer. Podemos ver en el centro a la hija mayor del artista, viudo de su esposa y madre de los tres pequeños a causa de la tuberculosis. (Wikimedia)
Mis hijos, por Abbott H. Thayer. Podemos ver en el centro a la hija mayor del artista, viudo de su esposa y madre de los tres pequeños a causa de la tuberculosis. (Wikimedia)

Amoníaco por aquí, plomo por allí

"Está claro por qué los artistas se abstendrían de conmemorar el estado agonizante de sus seres queridos en favor de una representación más halagadora. Desafortunadamente, el instinto complicó las cosas significativamente. El hecho de que los efectos de la tuberculosis se consideraran atractivos en la era victoriana, incluso deseables, socavó la naturaleza letal de la enfermedad", apunta al respecto la periodista cultural Annie Lyall Slaughter en la revista digital Cultured. Así, como si la falta de sol no fuera suficiente para muchas mujeres de clase alta del momento, ¿por qué no empolvarse la cara para parecer aún más pálidas?

placeholder A la izquierda, un recorrido visual por los diferentes patrones de la moda femenina a lo largo del siglo XIX; a la derecha, vestidos de gala, una ilustración de finales de 1870. (Wikimedia)
A la izquierda, un recorrido visual por los diferentes patrones de la moda femenina a lo largo del siglo XIX; a la derecha, vestidos de gala, una ilustración de finales de 1870. (Wikimedia)

Entre mediados y finales del siglo XIX, los efectos blanqueadores de la tuberculosis eran tan codiciados que las mujeres comenzaron a tragar obleas de arsénico (falsamente anunciadas como "absolutamente inofensivas"), lavarse con amoníaco y cubrirse el cuerpo con pinturas blancas y esmaltes tóxicos: cremas a base de plomo, tiza y pizarra, que se usaban en todo el rostro y, en realidad, donde fuera, como detalla la escritora estadounidense Mimi Matthews en su libro A Victorian Lady's Guide to Fashion and Beauty.

Obligadas por la mirada de ellos, las rutinas de tocador se alargaron al tiempo que la ropa se estrechaba. Corsés, crinolinas y largos vestidos que empujaron su postura a un estado frágil e inestable… El look perfecto para autodestruirse, o el gancho ideal para toda bacteria.

De lo neoclásico a lo fatal

Hasta el comienzo de la era victoriana a mediados de los años 30, el estilo de vestir neoclásico había sido la gran tendencia entre las mujeres de clase alta. Telas delgadas y transparentes y líneas rectas ajustadas que ocultaban la figura femenina. Paulatinamente, se desabrocharon el pecho y el cuello para resaltar aquellas pieles pálidas y mostrar una buena estructura ósea en forma de clavículas prominentes. La única zona del esqueleto que se libró de un trato fatal.

placeholder Ilustración de mediados del siglo XIX que resalta con ironía la moda para las mujeres en aquel momento. (Wikimedia)
Ilustración de mediados del siglo XIX que resalta con ironía la moda para las mujeres en aquel momento. (Wikimedia)

De hecho, no es casualidad que la invención de la jaula de crinolina de acero con resorte en la que se debían enfundar todas las mujeres "respetables" ocurriera en 1856. Y para rematar, los bajos se volvieron cada vez más largos, como auténticas colas que tapaban la sombra y alargaban las siluetas que establecía el corsé requerido para tales vestidos. Por supuesto, el resultado terminaría siendo una figura encorvada y un cuerpo bastante debilitado por la falta de capacidad para respirar correctamente un aire cada vez más contaminado.

El inmenso crecimiento industrial que estaba sucediendo cubría las ciudades de una polución para la que tampoco había cura… El mundo se acercaba a la industrialización masiva en un escenario de constante prueba y error que enfermaba (y enfermó) a cualquiera.

El ideal de belleza o los ojos masculinos

En este sentido, añade Lyall que "fueron artistas, poetas y escritores quienes crearon representaciones extravagantes de la terrible enfermedad en un frenesí febril para hacer que sus efectos fatales fueran más fáciles de comprender. Mientras la enfermedad exterminaba en masa, provocando heridas sangrientas, dolores debilitantes en los pulmones e interminables días de agotamiento, los artistas visuales utilizaron sus herramientas para llevar el dolor, representando la angustia de la tisis como si fuera nada menos que algo hermoso. Nacía un nuevo período de exaltación de los muertos (o futuros muertos)".

En palabras de Carolyn Day, profesora de historia en la Universidad de Furman en Carolina del Sur y autora del libro Consumtive Chic: A History of Fashion, Beauty and Disease, "la tuberculosis potenció aquellas cosas que ya están establecidas como bellas en las mujeres". Day explica para Smithsonian que por eso entre la clase alta se comenzó a juzgar la predisposición de una mujer a la tuberculosis nada más y nada menos que por su atractivo. El apogeo de esta llamada "elegancia consuntiva" llegó también a las mujeres de clase media, que también se vieron engullidas por aquel patrón mortífero.

placeholder De izquierda a derecha: retrato de Elisabeth Kaiserin von Österreich (Sisí), por Franz Xaver Winterhalter en 1865; María Adelaida de Austria en 1848, por Benoit Hermogaste Molin, y la Reina Victoria en un retrato el día de su boda, en 1847, por Franz Xaver Winterhalter. (Wikimedia)
De izquierda a derecha: retrato de Elisabeth Kaiserin von Österreich (Sisí), por Franz Xaver Winterhalter en 1865; María Adelaida de Austria en 1848, por Benoit Hermogaste Molin, y la Reina Victoria en un retrato el día de su boda, en 1847, por Franz Xaver Winterhalter. (Wikimedia)

Si bien es cierto que no solo las mujeres fueron víctimas de aquella moda desproporcionada. A finales del siglo XVIII, los artistas ya quisieron tratar la enfermedad como una oportunidad de alcanzar cierta conciencia elevada, una visión creativa y una agudeza intelectual. Algunos, como el poeta John Keats o el pianista Frédéric Chopin, murieron jóvenes de tuberculosis, unos genios. Su reputación quedaría para siempre consolidada por "una aflicción de artistas", recuerda Elizabeth Lee, profesora de Historia del Arte en el Dickinson College, en The Conversation.

Por fin encontraron los gérmenes

Pero una muerte lenta y dolorosa era imposible de esconder entre metáforas. A menudo, especialmente para quien podía pagarlo, los médicos recomendaban a las personas afectadas que se mudaran una temporada a un lugar tranquilo, con naturaleza y con aire fresco. Recetaron pasar tiempo al sol y dedicarse a la introspección. De esta forma, para la década de 1870 el interés por los sanatorios se popularizó. Se creía el que las personas que tenían tuberculosis, o que pensaban que la tenían, podían fortalecerse en recintos cerca de las montañas, el desierto o el mar, supervisados médicamente

Llegada la última década del siglo, los científicos comenzaron a comprender la teoría y la transmisión de los gérmenes. Resultó que las mujeres se contagiaban más que los hombres, así que comenzaron a darse cuenta de que, por lo que sea, la vestimenta de ellas podría ser el motivo directo de su muerte: no era higiénico tener faldones largos arrastrando y barriendo el suelo de las calles.

placeholder Una joven con tuberculosis, por Gustave Léonard. (Wikimedia)
Una joven con tuberculosis, por Gustave Léonard. (Wikimedia)

Cuando los científicos tuvieron la voluntad de pararse en ello, también se dieron cuenta de que emular aquella estética con corsés restrictivos que aplastaban los pulmones era contraproducente, sobre todo teniendo en cuenta que la tuberculosis causaba por sí misma fuertes ataques de tos. La observación condujo a los llamados "corsés de salud", una opción más flexible, o a los vestidos que se ceñían en la cintura para permitir un efecto adelgazante sin la necesidad de otra pieza debajo.

Como era de esperar, tal vez, cuando la tuberculosis pasó de moda se asoció con las clases más bajas y pobres. ¿Que fue una vez una enfermedad trágicamente hermosa entre los ricos? Si te he visto, no me acuerdo. A comienzos del siglo XX aquellos mismos ricos la asociaron con la miseria y la pobreza. Ahora, las apariencias saludables y vigorosas eran el verdadero símbolo de riqueza. Gran parte de la simpatía hacia las afectadas y los afectados se perdió una vez que la enfermedad "mutó" de clase.

Si bien el ideal victoriano en torno a lo tísico no ha sobrevivido hasta el siglo actual, la tuberculosis ha tenido efectos persistentes en las tendencias de la moda y la belleza posteriores a las de la época victoriana. Una vez que los dobladillos de las mujeres aumentaron unos centímetros a principios de la década de 1900, por ejemplo, los estilos de zapatos se convirtieron en una parte cada vez más importante del aspecto general. Asimismo, los baños de sol como tratamiento desembocaría en el fenómeno moderno del bronceado.

"Últimamente, la enfermedad de Anne ha asumido un carácter menos alarmante que al principio: la agitación se alivia; la tos se calma a veces. Si pudiera saber que viviría dos años, un año más, estaría agradecida: temía los terrores del veloz mensajero que nos arrebató a Emily en unos pocos días", escribió Charlotte Brönte en su diario en 1849. Había perdido a una de sus hermanas y estaba a punto de perder a otra. Hoy conocidas y reconocidas como grandes escritoras, ambas murieron jóvenes a causa de la misma enfermedad.

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