Es noticia
Conocer la historia a través de la sangre: una nueva forma de investigar documentos antiguos
  1. Alma, Corazón, Vida
Proteómica

Conocer la historia a través de la sangre: una nueva forma de investigar documentos antiguos

Extraer moléculas de proteína de la superficie del papel sin dañar los objetos parecía tarea imposible, pero se ha conseguido y ahora puede cambiarlo todo por completo

Foto: Foto: iStock/Wikimedia/elaboración propia.
Foto: iStock/Wikimedia/elaboración propia.

Durante décadas, la investigación cultural y especialmente literaria ha tratado de resolver uno de los misterios más emblemáticos de la historia: si Vlad el Empalador, también conocido como Vlad Drácula, sirvió de inspiración para Bram Stoker cuando se dispuso a crear a su famoso personaje del conde Drácula. ¿Estaban aquí atados los hilos de la ficción y la realidad o entre ellos apenas tenían nada en común más allá de un nombre?

Uno era un déspota asesino que vivió en el siglo XV, tallando su reputación en una crueldad que casi parece fantásticamente inventiva: fue acusado en numerosas ocasiones de monstruosidades como hervir vivos a sus enemigos en un caldero de cobre o empalarlos clavándolos en las paredes con estacas y otros elementos punzantes. El otro es, sin embargo, un vampiro ficticio y atemporal, casi oculto en un castillo ubicado en la región rumana de Transilvania.

Foto: Fuente: iStock.

Stoker, aquel director de teatro irlandés que durante su tiempo libre detalló en palabras la figura del conde Drácula, no había situado su historia en Rumanía por mero gusto. Es en este país del este de Europa donde ocurrieron, también, todos los crímenes de Vlad el Empalador. La casualidad siempre ha sido demasiado evidente para ser cierta.

Una carta de hace más de 500 años

Si la fantasía gótica nos adentra para este relato en un bosque oscuro, los hechos nos remontan a una carta fechada hace más de 500 años. Llena de pliegues y manchas, fruto del tiempo que ha corrido sobre ella, sus nueve líneas de fluida escritura latina, traducidas hace mucho tiempo, son claramente legibles.

placeholder Retrato de Vlad Drácula. (Wikimedia)
Retrato de Vlad Drácula. (Wikimedia)

Apareció una lluviosa mañana de mayo, entre los pasillos de un archivo del Gobierno en Sibiu, una localidad de la región de Transilvania (Rumanía). En aquel momento, el archivista Tudor Arhire se topó con una pequeña página amarillenta dentro de un sobre marrón que había permanecido guardado en un archivador de madera. Con fecha del 4 de agosto de 1475, Arhire descubrió que el texto había sido escrito a una familia burguesa de la zona por un tal "príncipe de las regiones transalpinas". El hombre informaba a la gente del pueblo de que pronto tendrían un nuevo vecino. Firmado: Vlad Drácula. ¿Se trataba de un anuncio o tal vez de una amenaza?

La carta es hoy una de las posesiones más preciadas de dicho archivo, y no solo por el texto que recoge. En un folio tan antiguo caben muchas cosas más: el pasado, el presente e, incluso, el futuro se entremezclan en ella en una suerte de destino conjunto detenido. Así lo consideran los investigadores Gleb y Svetlana Zilberstein, que se han centrado en transitar un camino lleno de letras para no tenerlas demasiado en cuenta. Ellos van más allá de lo visible, entre los confines del trazo, en cada espacio, donde parece que no hay nada.

El misterio de las moléculas

A lo largo de los últimos siglos, las proteínas (moléculas que codifican el ADN y que hacen la mayor parte del trabajo dentro de nuestras células) han conformado enormes estudios dentro de la biología y la medicina. El ADN ya se usa para identificar individuos a partir de restos biológicos y revelar relaciones a gran escala, desde árboles genealógicos hasta líneas de tiempo evolutivas. Todo está en él, pero a veces muchas partes de ese todo pasan desapercibidas.

Técnicas analíticas están permitiendo usar trazas de proteínas para recopilar información de materiales que fueron dominio de historiadores

En la actualidad, una serie de técnicas analíticas sensibles están permitiendo a los investigadores alcanzar esas partes. Para conseguirlo, utilizan trazas de proteínas con las que recopilar información íntima de materiales que, como explica la periodista Jo Marchant en Smithsonian, alguna vez fueron dominio exclusivo de historiadores y arqueólogos, "abriendo una nueva ventana al pasado".

Lo cierto es que el ADN permanece constante a lo largo de la vida de una persona, pero se va degradando gravemente con el tiempo. Es por eso que quienes lo estudian están poniendo el ojo en sus proteínas para estudiarlas por sí mismas. También desde el ámbito literario.

La proteómica, nueva ciencia

"Si el ADN mantiene un registro estático de nuestra ascendencia, las proteínas, que metabolizan nuestros alimentos, almacenan y transportan recursos y llevan mensajes de un lugar a otro, brindan un comentario continuo sobre nuestra salud y hábitos. Dejan evidencia de nuestras dietas, nuestras enfermedades, si consumimos drogas, incluso nuestra causa de muerte. Y se quedan en todo lo que tocamos", sostiene Marchant.

placeholder Xilografía alemana de 1499 que muestra a Vlad III cenando entre los cadáveres empalados de sus víctimas / Retrato de Vlad III de 1560. (Wikipedia)
Xilografía alemana de 1499 que muestra a Vlad III cenando entre los cadáveres empalados de sus víctimas / Retrato de Vlad III de 1560. (Wikipedia)

En los vacíos de la carta de Vlad Drácula, sin ir más lejos, las moléculas se condensan burlando el tiempo, como el personaje de Stoker hace a través de la sangre, a base de pequeñas gotas y restos de quien la tuvo en sus manos. Resulta que la sangre es, como nos recuerda la ficción, un auténtico flujo regenerador. La proteómica lo sabe bien.

Bajo las directrices de esta área de la ciencia, Zilberstein y otros investigadores están buscando en la carta proteínas relacionadas con el hambre, el estrés y enfermedades como la sífilis y la viruela, proteínas dietéticas de la comida o el vino, pero también rastros de plagas como ratas y moscas. El objetivo de todo ello es más bien una esperanza: que los registros brinden una nueva ventana al conocimiento sobre la vida del siglo XV.

Un trabajo en equipo

Hasta hace poco, quien buscaba detectar rastros de proteínas antiguas necesitaba destruir una pequeña muestra del material en cuestión para aislar suficientes moléculas para obtener una señal legible. Esto no suele ser un problema con restos biológicos como huesos o fósiles, pero pocos archivistas están dispuestos a dañar un artefacto invaluable como la carta de Drácula.

placeholder Extracto de un manuscrito donde aparece la firma de Vlad III o Vlad Drácula. (Wikipedia)
Extracto de un manuscrito donde aparece la firma de Vlad III o Vlad Drácula. (Wikipedia)

Sin embargo, gracias a Gleb y Pier Giorgio Righetti, un empresario e inventor originario del Kazajistán soviético y un químico italiano respectivamente, el asunto se ha vuelto algo más fácil. El primero ha diseñado un material que puede extraer moléculas de proteína de la superficie del papel y el pergamino e incluso de pinturas, sin dañar los objetos.

De esta forma, lo que ya se conoce como proteómica lleva varios años sacando a la luz detalles absolutamente increíbles sobre la vida de personas que dieron forma al pasado escribiéndolo en su presente. También en los laboratorios de Sibiu se ha descubierto así, por ejemplo, que el escritor Jack London se habría envenenado tomando dosis cada vez más fuertes de medicamentos debido al dolor que le causaba la diabetes.

Reconfigurando el análisis literario

London murió en 1916 en circunstancias inciertas. La causa fue catalogada como insuficiencia renal, pero a los pocos días los periódicos comenzaron a publicar rumores de que consumía regularmente drogas como el opio, la morfina y la heroína y que podría haberse suicidado por sobredosis.

placeholder Retrato del escritor Jack London. (Wikimedia)
Retrato del escritor Jack London. (Wikimedia)

Trabajando con Richard Rocco, un farmacólogo de la Universidad Samuel Merritt en California, Zilberstein y Righetti recuperaron algunos de los objetos personales de London, incluido un folleto que había escrito sobre las mordeduras de serpientes de cascabel. Encontraron rastros de opio y heroína, pero solo en combinación con otras drogas que sugerían que eran parte de los remedios de venta libre populares en ese momento para tratar la tos y los resfriados. "No había residuos de drogas duras", explica al respecto Righetti, que descarta con ello la hipótesis del suicidio.

Mientras tanto, en una pequeña mancha de sangre encontraron además proteínas sanguíneas alteradas por azúcares, lo que sugiere que London tenía diabetes no diagnosticada. El uso de opioides puede causar y exacerbar la diabetes, y los analgésicos opioides son menos efectivos en personas con la enfermedad, dice Zilberstein. Sugiere que los tres factores trabajaron juntos: el dolor causado por la diabetes llevó a London a tomar dosis cada vez mayores de opioides de venta libre, que a su vez dañaron sus riñones y lo mataron.

La proteómica podría desencadenar una "reconfiguración radical" en el análisis literario, permitiendo saber más sobre los contextos

Con todo esto, Deb Donig, académica literaria de la Universidad Estatal Politécnica de California, asegura que la proteómica podría desencadenar una "reconfiguración radical" similar en el análisis literario. En lugar de centrarnos en las afiliaciones nacionales o el carácter, como la literatura rusa o la literatura judía, podríamos preguntar "cómo escriben aquellos que están bajo estrés; cómo escriben las personas según su edad, según su clase social e incluso según su condición dentro del sistema identitario de cada momento; cómo escribe la gente en el contexto de la hambruna". O, dada la popularidad de la morfina entre los autores estudiados por Righetti y Zilberstein, un investigador podría investigar cómo las drogas opioides influyeron en la literatura modernista.

Otra promesa de la proteómica es el acceso a datos sobre personas que hasta ahora están subrepresentadas (cuando no descartadas y olvidadas) en el registro escrito estudiado, pues las proteínas podrían informarnos sobre las actividades y, por lo tanto, hasta cierto punto, las creencias y prácticas de las personas cuyas preocupaciones nunca se escribieron con tinta.

Durante décadas, la investigación cultural y especialmente literaria ha tratado de resolver uno de los misterios más emblemáticos de la historia: si Vlad el Empalador, también conocido como Vlad Drácula, sirvió de inspiración para Bram Stoker cuando se dispuso a crear a su famoso personaje del conde Drácula. ¿Estaban aquí atados los hilos de la ficción y la realidad o entre ellos apenas tenían nada en común más allá de un nombre?

Historia Literatura Ciencia ADN
El redactor recomienda