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¿Por qué los zombis llevan siglos asustándonos? Buscando el origen del terror social
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¿Por qué los zombis llevan siglos asustándonos? Buscando el origen del terror social

Durante décadas, la literatura y el cine han sido los canales perfectos para que el sistema reforzara con los muertos vivientes a modo de metáfora las fobias sociales más delirantes

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Fuente: iStock.

Mancos, tuertos, desorientados, deseosos de sangre, resultan la constatación más realista de los temores sociales. Nadie puede escapar: del miedo, de la muerte, de un apocalipsis zombi frente a la pantalla. Sin embargo, mucho antes de que llegaran a la cultura mediática, criaturas de poca carne y mucho hueso ya pululaban por el subconsciente colectivo. Esta criatura es, de hecho, mucho más que un horror estético, acaso una forma de comentario político.

Todas las fobias y manías son creaciones culturales, escribe Kate Summerscale en su trabajo El libro de las fobias y las manías: "el momento en que cada una fue identificada (o inventada) marcó un cambio en la forma en que nos pensamos a nosotros mismos". Summerscale sostiene, además, en palabras de David Trotter, que "la fobia particulariza la ansiedad hasta el punto en que puede sentirse y conocerse en su particularidad y, por lo tanto, contrarrestarse o evitarse". Pero, ¿qué ocurre con los zombis?

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El concepto de zombis apareció por primera vez en la literatura en 1697, aunque entonces se los describía como entes fantasmales o espíritus en lugar de muertos vivientes de cuerpo presente. No obstante, los arqueólogos han descubierto en los últimos años un gran número de tumbas inquietantes que datan de la antigua Grecia. En su interior, esqueletos cargados de rocas y otros objetos pesados con el fin, tal vez, de inmovilizar a los muertos para evitar que sus cuerpos volvieran a la vida y se reunieran con los vivos.

placeholder San Sebastián apareciéndose ante el emperador Hércules Máximo. Fuente: iStock.
San Sebastián apareciéndose ante el emperador Hércules Máximo. Fuente: iStock.

Un desafío vivo a la muerte

Porque la figura del zombi, a diferencia del fantasma, parece acechar como "muerto viviente". Desafían a la muerte en el plano de lo vivo. ¿Quiere decir eso que no están muertos? En realidad, podría decirse que no se los considera realmente vivos como a las personas "sanas", personas que su propia condición les empuja a una huida constante de la enfermedad.

placeholder Fotograma de la película 'Carnival of souls' (1962).
Fotograma de la película 'Carnival of souls' (1962).

A pesar de que como sociedad entendemos mejor las enfermedades transmisibles, por eso de que su transcurso a nuestro alrededor, antes o después, sigue patrones científicamente detectables, nuestro miedo a ellas está por encima de toda observación empírica. Han sido estas dolencias las que han moldeado la psique social durante siglos, y son ellas, aún hoy, las que nos explican nuestro miedo a los zombis.

Durante la Edad Media, las personas con lepra, una infección bacteriana crónica que afecta principalmente a la piel, los nervios, los ojos y el sistema respiratorio superior, fueron poco menos que desterradas de la sociedad. Siglos más tarde, las personas con VIH enfrentaron una discriminación similar debido al estigma que les situaba como un peligro público. En este sentido, explica la profesora Cecilia Petretto en un análisis para Jstor que "gran parte de nuestro miedo radica en la naturaleza de la enfermedad misma. Fea como la muerte, esta tiene su asociación con el mal que se remonta a la peste negra".

Reflejo de las fobias más delirantes

Desde luego, el escenario en el mundo real siempre parece haberse prestado a esa convivencia impulsiva (y repulsiva) que las sociedades mantienen con la fantasía como escondite o sombra de lo que les mueve. Un terror completamente humano, tan cotidiano que, a veces, es difícil extraerlo. ¿Cómo entender nuestros miedos sin devorarnos a nosotros mismos?

placeholder Fotograma de la película 'Dawn of the dead' (1978).
Fotograma de la película 'Dawn of the dead' (1978).

Durante, al menos, un siglo, la literatura y el cine han sido los canales perfectos para que el sistema reforzara con los muertos vivientes a modo de metáfora las fobias más delirantes: la sublimación racial, la destrucción atómica, el comunismo o el contagio masivo de lo que sea. Este folclore zombi moderno, tal como se entiende en la actualidad, surgió entre los siglos XVII y XVIII para proclamarse producto estrella a lo largo del XX.

Estamos en el Haití colonizado y controlado por Francia. De hecho, estamos en lo que la apropiación quiso llamar Saint-Domingue. Transcurrían las décadas del 1600 y miles de africanos occidentales fueron enviados hasta allí para trabajar como esclavos en las plantaciones de caña de azúcar. En la incertidumbre de una vida comprada, se llevaron con ellos sus creencias de protección. Así, una práctica antigua conocida como vudú, ante las condiciones laborales brutales que redujeron a la mitad la población esclava en pocos años, despertó la noción de los zombis.

Una historia de terror esclavista

En el idioma Mitsogo de Gabón ndzumbi significa "cadáver", y "espíritu de una persona muerta" en el idioma Kongo, apunta Roger Luckhurst en un reportaje para la BBC. "Estas fueron las tierras donde los esclavistas europeos reclutaron a la fuerza a un gran número de la población y la transportaron a través del Atlántico para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar, cuyas enormes ganancias impulsaron el ascenso de Francia e Inglaterra a potencias mundiales".

placeholder 'The Zombies' del pintor haitiano Hector Hyppolite. Fuente: Museo de Arte Haitiano de St. Peter College en Port-au-Prince (Vía Haitian Art Society).
'The Zombies' del pintor haitiano Hector Hyppolite. Fuente: Museo de Arte Haitiano de St. Peter College en Port-au-Prince (Vía Haitian Art Society).

El sistema de creencias espirituales haitianas rurales fue así formulado por los millones de esclavos que llegaron. El destino impuesto del país, de incesante miseria y subyugación, sostenía que aquellos que morían por una causa no natural como el asesinato "permanecerían" en sus tumbas. Durante este tiempo, el cadáver sería susceptible de ser revivido por un bokor, o médico brujo, que lo mantendría como un esclavo personal, sin otorgarle ningún poder. Los haitianos llamaron a esta criatura, suspendida en un estado ambiguo entre la vida y la muerte, un zombi.

"Para los esclavos, la invención del zombi fue una prueba de que el abuso que sufrían era de alguna manera más poderoso que la vida misma: habían imaginado un escenario en el que continuarían siendo esclavos incluso después de la muerte", señala Mike Mariani en The Atlantic. Según añade el escritor, las personas allí "creían que morir les liberaría llevándoles de regreso a África". Bajo esa consideración, aunque el suicidio era común entre las personas esclavizadas, a los que se quitaban la vida no se les permitía regresar, sino que serían condenados a merodear eternamente por las plantaciones donde trabajaban. "Aquella especie de demonio devorador de cerebros original no era esclavo de la carne de los demás, sino de la suya propia, esclavos no-muertos a los que se les negaron sus propios cuerpos y, sin embargo, quedaron atrapados dentro de ellos: zombis sin alma".

La libertad satanizada

Tuvieron que pasar dos siglos de muerte hacinada para que una rebelión de esclavos venciera sobre los pseudogobiernos que se habían ido pasando el poder de aquellas tierras. El pueblo, finalmente, obtuvo la independencia de Francia en 1804. Sin embargo, cuando Haití se liberó fue satanizado por el mundo occidental que le rodeaba porque, decía este, su existencia era una amenaza para el imperialismo. Desde el momento de su libertad, dice Mariani, fue "constantemente satanizado como un lugar de violencia, superstición y muerte, porque su sola existencia era una ofensa a los imperios europeos".

placeholder A la izquierda, un fotograma de la película 'I walked with a zombie'. A la derecha, 'un zombi al atardecer en un campo de caña de azúcar de Haití' ,por Jean-noël Lafargue. Fuente: Wikipedia.
A la izquierda, un fotograma de la película 'I walked with a zombie'. A la derecha, 'un zombi al atardecer en un campo de caña de azúcar de Haití' ,por Jean-noël Lafargue. Fuente: Wikipedia.

En este marco de acoso a gran escala, la cultura que se había ido constituyendo en este país del Caribe se entendía por todas aquellas potencias como un indicador de "inferioridad salvaje" que Estados Unidos explotó cuando en 1915 se apropió de todo su territorio. Para hacerlo, a lo largo del siglo XIX, generó un sinfín de informes que hablaban de un lugar atrofiado por el canibalismo, los sacrificios humanos y peligrosos ritos místicos. Por supuesto, ejércitos con armas y biblias en mano, soldados y misioneros católicos, se propusieron desmantelarlo.

Durante aquella ocupación, un estadounidense llamado William Seabrook quiso investigar las dinámicas del vudú y, según contó más tarde, fue llevado a la Haitian American Sugar Company para presenciarla. En el interior de lo que la fábrica de azúcar le presentaron a cuatro zombis que describió como "bestias autómatas". Lo peor, aseguró, fueron sus ojos de muerte. "No estaban ciegos, sino mirando fijamente, desenfocados, sin ver, sin sentir".

A través de la pantalla

Los seres catatónicos, ante los ojos de Seabrook, eran sin duda esclavos empleados por fabricantes estadounidenses, obligados a trabajar en turnos de 18 horas mientras sobrevivían en condiciones ínfimas. Pero Seabrook cubrió la pobreza con el velo del morbo cuando añadió el relato de su experiencia en su libro de 1929 La isla mágica. Al hacerlo, mitificó para siempre a los zombis.

En 1932, solo un año después de Drácula y Frankenstein, se estrenaba la primera película sobre esta figura: White Zombie, coincidiendo con la victoria de Haití contra la ocupación estadounidense

En 1932, solo un año después de que se estrenaran las adaptaciones cinematográficas de Drácula y Frankenstein, llegaba a la gran pantalla la primera película sobre esta otra figura de las tinieblas, White Zombie, coincidiendo con el comienzo del género de películas de terror estadounidense. En ese mismo momento, Haití conseguía desprenderse de la ocupación estadounidense.

placeholder Fotograma de la película 'Night of the living dead'.
Fotograma de la película 'Night of the living dead'.

En dicha película, una pareja blanca visitan el país, donde planean casarse. El propietario de una plantación se enamora de la mujer y, con la ayuda de un maestro vudú, transforma la acaba transformando en zombi. Se produce un complot contra aquellos blancos que desencadena múltiples "zombificaciones" a manos de lo que representan a malvados haitianos. En un giro de tuerca, la pareja escapa ilesa y el maestro del vudú muere empujado por un precipicio.

placeholder Fotograma de la película 'Night of the living dead'.
Fotograma de la película 'Night of the living dead'.

Retorcidos por la ira, vacíos por el trauma

En la Feria Mundial de 1939 celebrada en Nueva York, el zombi tomó forma de cóctel hecho con ron y caña de azúcar cultivada por esclavos haitianos. Para cuando la Segunda Guerra Mundial acabó, esta era ya una figura completamente blanqueada en formato de fenómeno cultural palpable, por ejemplo, en las obras que vinieron: desde I walked with a zombie (1943) a Night of the living dead (1968), donde de nuevo, se avivaban explícitamente los peores temores de Occidente en torno a las creencias espirituales ajenos convirtiéndolos en un motivo de terror.

Haití se presentó así como un lugar primitivo al tiempo que la brujería parecía recubrirse de normalidad en las esquinas de los nuevos barrios acomodados de la naciente clase media estadounidenses y los zombis campaban a sus anchas por la pesadilla que suponía la otredad. Erin Cassese destaca en The Conversation que George A. Romero grabó Night of the living dead precisamente cuando la atención de la población de Estados Unidos estaba narcotizada de poderosas imágenes televisadas de disturbios raciales en ciudades como Newark y Detroit y, por supuesto, en la guerra de Vietnam. "Romero imaginó, en paralelo a la realidad, decenas de rostros sangrantes, retorcidos por la ira o vacíos por el trauma".

Según Angela Becerra Vidergar, la percepción de la humanidad ante esta figura se perfiló después del incidente de Hiroshima y Nagasaki, cuando los seres humanos comenzaron a ficcionalizar la muerte en masa para escapar de ella y el concepto de supervivencia del más apto afloró como tema central de muchos productos culturales. Desde entonces, los problemas sociales de gran alcance solo se han acrecentado bajo el nombre de "cambio climático". Tratar de evitar el contagio ha dejado de ser una posibilidad, más aún tras la llegada de la COVID-19. "Lo mejor de las películas de zombis es que causan estragos en la estructura. Hay una tesis y una antítesis pero no hay síntesis. Es decir, los zombis nunca son destruidos y no emerge un nuevo orden estable. Y eso, me temo, puede ser la verdad", recordaba hace años el investigador Christoper Shaw en The Guardian, de la historia que acontece.

Mancos, tuertos, desorientados, deseosos de sangre, resultan la constatación más realista de los temores sociales. Nadie puede escapar: del miedo, de la muerte, de un apocalipsis zombi frente a la pantalla. Sin embargo, mucho antes de que llegaran a la cultura mediática, criaturas de poca carne y mucho hueso ya pululaban por el subconsciente colectivo. Esta criatura es, de hecho, mucho más que un horror estético, acaso una forma de comentario político.

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