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¿Por qué deberíamos aceptar que hay cosas que no podemos comprender?
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No es cuestión de fantasmas

¿Por qué deberíamos aceptar que hay cosas que no podemos comprender?

Entre la conciencia y la coincidencia se encuentra todo lo que se escapa de ellas

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Piensas, luego existes. Pero, ¿cuántas cosas existen fuera de tu pensamiento? La pregunta sigue siendo una constante en todos los ámbitos de estudio de la conciencia humana, también en la filosofía, pese a los regios pilares del racionalismo que aún abarcan el pensamiento más extendido de la sociedad actual. Los sucesos que escapan del llamado sentido común continúan atravesando el mundo (tal vez en un sentido literal) cuatro siglos después de que Descartes plasmara con su famosa frase el rumbo de la civilización occidental.

Las matemáticas constituyen un pilar fundamental ya en la etapa educativa básica. Desde pequeñas, las personas aprenden que la vida en el planeta opera de acuerdo a leyes de causa y efecto, que existe un orden lógico en la existencia. Y, si bien todo ser vivo nace para morir, más allá de esto tal vez haya tanto orden como desorden. De hecho, ni siquiera los límites que a lo largo de la historia se han establecido a partir de dichos acontecimientos son evidentes.

El investigador en psicología Steve Taylor ha narrado para Psychology Today tres experiencias que le han llevado como estudioso a transitar la dimensión entre la conciencia y la coincidencia y lo que escapa de ambas. Taylor considera que “algunas personas están demasiado dispuestas a explicar las experiencias, en un esfuerzo por mantener su visión de sentido común de la realidad” mientras quizás sea mejor comprender que algunas cosas no tienen respuesta. “Hay experiencias anómalas que ilustran que nuestro conocimiento del mundo está lejos de ser completo y que hay aspectos de la realidad que no podemos entender, y tal vez nunca entenderemos”, apunta.

Sucesos que no son aislados

Algunas incógnitas inmensas rodean la memoria de este investigador: cuando su padre predijo el día en el que moriría (y no se equivocó), cuando él mismo predijo en un sueño la victoria de su equipo de fútbol y los goles exactos que se la darían, o una suerte de comunicación con el más allá a través del sonido de unos altavoces mientras dedicaba una de sus conferencias a su suegro, fallecido dos días antes. Aunque enigmáticos, no son sucesos aislados. De hecho, los sueños son los que por encima de las teorías conectan a las personas con un instinto irracional casi palpable. ¿Quién no ha tenido o ha escuchado de alguien cercano una experiencia parecida?

“No tiene sentido asumir que tenemos una consciencia confiable o completa de la realidad”, sostiene Taylor, quien asegura que la conciencia humana “es limitada, al igual que la consciencia de cualquier ser vivo, como un insecto u oveja”. Precisamente entre animales establece su noción de por qué aferrarse a lo visible es innecesario: “Es probable que, en algún momento en el futuro, surjan otros seres vivos que tengan una consciencia más intensa que nosotros, al igual que nosotros tenemos una consciencia más intensa que los insectos o las ovejas”.

No se trata de fantasmas o una dimensión paralela al más puro estilo cinematográfico, sino de fuerzas y energías que estarían cohabitando en el mismo espacio-tiempo que los seres humanos, y de evolución. No es nada nuevo, nuestros ancestros, o en las culturas menos racionales, se mantienen ligadas a las supuestas dimensiones ocultas de la realidad, aceptando que el mundo contiene fuerzas y fenómenos más allá de lo reconocible. Creer lo contrario es “una forma de antropocentrismo, equivalente a ver a los seres humanos como el punto final del proceso evolutivo”.

Foto: Deirdre Barrett. (Russ Schleipman / Wikipedia)

"Todavía hay mucha oscuridad"

En este sentido, este experto recuerda que “medida que los seres vivos han evolucionado y se han vuelto más complejos físicamente, con un número creciente de células organizadas de maneras cada vez más intrincadas y complejas, su consciencia se ha vuelto más amplia e intensa”. Por lo que, tal vez la lógica no ayude a encontrarle explicación a todo, pero sí a la idea de que no todo es explicable: “Nuestro foco de atención de la consciencia es verdaderamente amplio e intenso en comparación con el de la mayoría de animales, pero sería absurdo afirmar que es tan amplio que ilumina toda la realidad, ni siquiera una parte significativa de ella. Todavía debe haber grandes rangos de oscuridad a nuestro alrededor, llenos de aspectos desconocidos”.

La psicología, por su parte, ya ha demostrado cómo se comporta el cerebro ante la idea de la muerte: prediciéndola. Pero no por ello asustándose menos. Y esto podría ser por la necesidad constante que le invade, fruto de los niveles de conciencia que la evolución ha alcanzado, de controlarla. Sin embargo, aunque sea muy tentador creer que ya existe una comprensión sólida del mundo para la tranquilidad de nuestro cerebro, Taylor defiende que lo mejor es “permanecer humildes”, sabiendo que la conciencia es limitada y que la vida siempre transcurrirá entre elementos inexplicables.

Piensas, luego existes. Pero, ¿cuántas cosas existen fuera de tu pensamiento? La pregunta sigue siendo una constante en todos los ámbitos de estudio de la conciencia humana, también en la filosofía, pese a los regios pilares del racionalismo que aún abarcan el pensamiento más extendido de la sociedad actual. Los sucesos que escapan del llamado sentido común continúan atravesando el mundo (tal vez en un sentido literal) cuatro siglos después de que Descartes plasmara con su famosa frase el rumbo de la civilización occidental.

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