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El Sacamantecas, el Hombre del Saco o el coco: origen de nuestros miedos patrios
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LO QUE LOS FANTASMAS CUENTAN

El Sacamantecas, el Hombre del Saco o el coco: origen de nuestros miedos patrios

Las historias de miedo son un pilar en nuestra cultura popular y dicen más de nosotros mismos de lo que creemos. Este Halloween, hacemos un repaso por los personajes más tradicionales

Foto: Representación del Hombre del Saco del siglo XVI. (Wikipedia)
Representación del Hombre del Saco del siglo XVI. (Wikipedia)

Que sí, que un tal Krueger con su amiguito Jason, junto con otros tantos sanguinarios homicidas salidos del género slasher, son las estrellas de todos los años cada vez que llega Halloween. ¿Qué mejor plan para esta noche de miedo que volver a estas películas en las que lo más emocionante pasa por indagar quién es el último personaje que quedará con vida? Otros preferirán el lado más demoníaco de la vida, con niñas que vomitan crema de calabacín y crucifijos que se queman de manera fortuita. O de vampiros y licántropos, seres que de existir sin duda serían los más fascinantes animales de la naturaleza humana.

Sea como sea, las historias de terror hablan más de nosotros mismos de lo que pensamos. Un escritor dijo una vez que "todas las historias de amor son historias de fantasmas" y precisamente las mejores no son aquellas que vemos en la gran pantalla y que han acabado siendo el recurso fácil importado de la industria estadounidense para idear un buen disfraz con el que asustar. Las mejores historias son las que hablan, precisamente, de fantasmas, de seres que se mantienen vivos solo en el boca a boca y forman una parte esencial de nuestra cultura popular.

Que el coco sea anónimo confiere más terror a los niños que no quieren dormir. Nada da más miedo que lo que no puedes visualizar

Al fin y al cabo, ¿qué es un fantasma? De todos los monstruos y criaturas fantásticas, es el que más apegado está al folclore de un lugar concreto. Espíritus, almas errantes que nunca descansaron y, por eso, perviven en la memoria colectiva durante tantos años como para que los más jóvenes ya no recuerden cuál era su historia, pero sí que todos, sin apenas excepciones, hayan oído hablar de ellos. Fantasmagorías que pueden surgir en cualquier momento y escenario, en la oscuridad de tu habitación o en mitad de una noche cerrada en el campo. Hoy hablaremos de los tres más famosos, por si eres más del Día de Todos los Santos que de Halloween.

El coco: dormir o morir

"Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá". Es imposible no recordar la entonación de este estribillo que, a pesar de resultar tierno, en realidad es de lo más terrorífico. ¿Quién era ese coco? ¿Acaso era una persona real con nombres y apellidos? En la cultura hispánica, tiene distintos apelativos, aunque todos se parecen. En América Latina, por ejemplo, le llaman côco, cucay o cuco dependiendo del país. Pero lo que todos comparten es no poseer un rostro, pues no hay ninguna descripción de su apariencia ni ninguna representación en los legajos. El hecho de que el coco sea anónimo le da más poder de aterrorizar a los niños que no quieren dormir, ya que nada da más miedo que lo que no puedes visualizar, poner cara, representar.

Foto: Fotograma de 'Lost Hearts', adaptación de 1973 de la historia de M.R. James por Robin Chapman.

"Se trata de una abstracción poética y por eso el miedo que produce es un miedo cósmico, un medio en el cual los sentidos no pueden poner sus límites salvadores", explican desde Recreación de la Historia. "El niño lo considera como un personaje real, desconocido, peligroso y malvado, pero no de ficción. Se utilizaba para que fuéramos obedientemente a la cama, nos durmiéramos pronto (...) Abrir la puerta de la cocina, después de haber oído ruido en el portal o en las habitaciones superiores, era correr todo un riesgo: encontrarse con el coco. Por no hablar de si se nos ocurría asomarnos a la puerta de la calle en una noche de frío gélido. Considérese que entonces no había iluminación pública".

Al final, todas las leyendas están relacionadas con las de otros países. En el caso del coco, su nombre deriva de un término inglés, booge, que tiene un vínculo etimológico con la raza fantástica de los duendes. Estos personajes solían entrar por la noche en los hogares; algunos eran buenos y se dedicaban a limpiar y poner en orden la casa, mientras que otros eran malvados, llevándose pertenencias consigo, incluso los niños de las familias. Imposible no acordarse del trasgu, un personaje mitológico de la cultura asturiana que era cojo y tenía un agujero en su mano izquierda debido a su naturaleza de ladrón y a la maldición que lleva consigo. Su centro también estaba en la casa, y se suele decir que si algo te desaparece es porque ha venido el trasgu. Este no deja de ser otra adaptación toponímica del mito del coco.

placeholder Grabado 'Qué viene el coco' (1799), de Francisco de Goya.
Grabado 'Qué viene el coco' (1799), de Francisco de Goya.

Para hacernos a la idea de hasta qué punto es antiguo el mito del coco, el pintor Francisco de Goya lo dibujó en un grabado titulado Que viene el coco en 1799, en el que aparecía un encapuchado de espaldas que intenta desprender de sus hijos asustados a una mujer (fíjense en el detalle de los ojos de terror de los niños). Si lo traemos a la actualidad, al mundo del creepypasta, las zonas más oscuras de YouTube y los foros más siniestros, su transfiguración al presente puede estar encarnada por Slenderman, aquel hombre espigado del que tampoco se sabe nada ni tiene rostro, pero sobre el que hay tantas piezas de vídeo en bosques oscuros y lugares demoníacos. Un ser por el que los niños de nuestra época seguramente quieran arrebujarse en el interior de las sábanas antes de que aparezca.

El Sacamantecas: ¿quién puede matar a un niño?

—Yo tengo el remedio, Moruno.

—¿Cuál?

—Es necesario que te bebas la sangre de un niño robusto y sano; pero la sangre tiene que estar caliente, según vaya brotando... Y luego tendrás que ponerte en el pecho sus mantecas como cataplasma.

—¿Pero para eso habrá que matarlo?

—Sí, claro.

Este diálogo terrible e inquietante, extraído de un artículo de la web Cultura Andalucía, es supuestamente el que tuvieron Francisco Leona Romero, un curandero muy famoso en Almería y Granada al que apodaban el doctor Salivilla, y Francisco Ortega, un enfermo de tuberculosis desesperado por acceder a algún tipo de cura. El Moruno, como le llamaban en Gádor, el pueblo del Valle del Andarax en la provincia de Almería, y epicentro de la leyenda del Sacamantecas.

Foto: Catacumbas de la Basílica de los Capuchinos, en Palermo. Fuente: Wikipedia.

Podría ser también una variación del mito del coco, pero a diferencia de este, tiene un contexto mucho más particular y oscuro. Tres mil pesetas es lo que le costaría al Moruno obtener la sangre de un bebé vivo que habrían de matar. Era la década de 1910 y una gran parte de la España rural todavía estaba comida por la superstición. El curandero tenía contactos en el municipio que le darían vía libre para cometer el infanticidio: era familiar del alcalde y también estaba emparentado con el juez. A la hora de decidir quién secuestraría al niño para luego matarlo, se les ocurrió el hijo de Agustina Rodríguez, otra curandera que se aprovechaba de las miserias ajenas. Su nombre era Julio Hernández Rodríguez y era famoso en el pueblo por "disfrutar mordiendo y arrancándoles la cabeza a dentelladas a pájaros y perdices".

La víctima se llamaba Bernardo González Parra y tenía tan solo siete años. Un día fue al colegio, como siempre, y nunca más volvió. Sus padres dieron la voz de alarma en el municipio y todos sus vecinos se pusieron a buscarlo sin éxito. Ese mismo día, Julio Hernández, su asesino, declara en el cuartel policial que ha encontrado el cadáver de un niño en el Barranco de El Pilar de Las Pocicas, a cinco kilómetros del centro del pueblo.

"De los desconocidos se temían raptos, asesinatos y fechorías propias de delincuentes sin escrúpulos amparados en el anonimato"

Aunque tenía compradas a las fuerzas de seguridad, Francisco Leona no se pudo quitar de encima la fama de vampiro. A tal punto llegaron las habladurías que se puso nervioso y sugirió que el verdadero asesino había sido Julio Hernández, quien evidentemente se había encargado de secuestrar y matar al chico. Pero la policía no le creyó, pues ¿qué clase de asesino declararía el lugar en el que había escondido el cadáver? Entonces, los cómplices del asesinato se revolvieron y enfadaron entre ellos, y el curandero se negó a pagar al asesino la recompensa económica pactada.

Los dos hombres fueron finalmente llamados a declarar por las autoridades, esta vez en Almería. Julio reconoció haber participado en el crimen como cómplice, inculpando al curandero Leona como autor material del mismo, quien al final acabó confesando. Hay más detalles sobre el homicidio que nos ahorraremos en este artículo, pero si el lector quiere seguir indagando sobre esta terrible historia real, puede hacerlo aquí. Tan solo apostillar que el nombre de Sacamantecas viene de que el remedio para la tuberculosis del curandero se basaba en extraer las tripas del infante para colárselas sobre el abdomen al enfermo, y que durmiera con ellas atadas bien abrigado para sudar la enfermedad.

Fantasmas extranjeros en un mundo muy cerrado

Y... ¿qué sucede con el Hombre del Saco? Digamos que fue, más que un cuento para hacer que los niños se durmieran, un producto de la Revolución Industrial española. Según la web anteriormente citada, "la construcción de nuevas carreteras y la llegada del ferrocarril puso en movimiento a cientos de personas que eran extrañas en aquellos sitios a los que llegaban". Hoy en día, en el mundo globalizado en el que vivimos, es poca la gente que se extraña de ver a un extranjero en su propia tierra, pero en aquellos años el recelo debía ser brutal.

Foto: Fuente: Wikimedia.

"De los desconocidos se temían raptos, robos, asesinatos y toda clase de fechorías propias de delincuentes y aventureros sin escrúpulos amparados en el anonimato", explican. "La leyenda del Hombre del Saco fue, de alguna manera, resultado de esta psicosis popular hacia los que venían de fuera. Paradójicamente, los crímenes más sangrientos los protagonizaron quienes habían nacido y se habían criado en los lugares donde se cometieron esos feroces delitos", como el del niño Bernardo.

Ha podido pasar más de un siglo, y a pesar de que vivimos en una sociedad más abierta y menos supersticiosa (no todas las creencias llevan el marchamo de lo siniestro, también de lo político-social), todavía hay gente que entra en este esquema mental de desconfianza hacia el de fuera, al diferente, al que no "es de aquí de toda la vida". Vengan englobadas estas ideas bajo la xenofobia o el racismo, un mito tan trascendental en nuestra cultura como es el Hombre del Saco, en el momento en que nació, sirvió para representar al inmigrante. Y, trasladándolo a las películas de terror más taquilleras de nuestra época, era cuestión de tiempo que directores como Jordan Peele pusieran a personas racializadas como sujetos protagonistas de estos miedos que no son de hoy ni vienen después de los regímenes totalitarios del siglo XX.

La chica de la curva: una joven llamada Teresa Fidalgo

Para finalizar, recuperaremos otro fantasma que nos toca más de cerca. Nada da más miedo que viajar solo por la noche en un automóvil y distinguir, de entre toda la espesura, una figura fantasmagórica en el arcén. Un terror hecho a medida de los viajes familiares, cuando las distancias parecían tan lejanas antes de que llegara la alta velocidad ferroviaria o las ofertas de viajes en avión no estuvieran tan estandarizadas. En aquellos años, muchas familias españolas viajaban a la otra punta de la Península, aprovechando la tranquilidad de la noche, en el medio de transporte privado por antonomasia: el automóvil. Y las leyendas urbanas en torno a este tipo de viajes hicieron acto de presencia.

Historias como la de Teresa Fidalgo, una joven portuguesa que aterrorizó a los niños y jóvenes del nuevo milenio tras aparecer supuestamente en un vídeo casero realizado por tres amigos durante un viaje nocturno a Sintra, Portugal. En dicho documento, disponible en YouTube, se puede ver a una adolescente apeada en el arcén que sube al automóvil después de que este retrocediera para ver si necesitaba ayuda. Ella se presentó y dijo que se llamaba Teresa, y tan solo unos segundos después, les señala con el dedo un punto de la carretera, diciendo: "Allí, mirad, allí es donde tuve un accidente... y ¡morí!".

Nada más decir eso, los tres amigos sufren un accidente del que solo sobrevive el que llevaba la cámara, llamado David. Antes de salir de la acera, se puede ver el rostro de Teresa, que antes lucía terso, joven y muy blanquecino, y en su lugar aparecen agujeros en sus mejillas de lo que parece ser un rostro demacrado que acaba de tener un accidente de tráfico. Supuestamente, cuando llegó la policía al lugar de los hechos, no estaba el cuerpo de Teresa en el automóvil.

El vídeo, obviamente, era una recreación de un grupo de videoaficionados de la leyenda urbana. Un mito que, curiosamente, ha crecido en las últimas décadas en muchos países y que es un clásico de la historia de lo paranormal y la crónica del misterio en España, reportando casos similares cada cierto tiempo. No tiene por qué ser el fantasma de Teresa lo que aparece a un lado de la carretera, también ha habido muchas personas que han reportado encuentros en la tercera fase con seres extraordinarios.

Que sí, que un tal Krueger con su amiguito Jason, junto con otros tantos sanguinarios homicidas salidos del género slasher, son las estrellas de todos los años cada vez que llega Halloween. ¿Qué mejor plan para esta noche de miedo que volver a estas películas en las que lo más emocionante pasa por indagar quién es el último personaje que quedará con vida? Otros preferirán el lado más demoníaco de la vida, con niñas que vomitan crema de calabacín y crucifijos que se queman de manera fortuita. O de vampiros y licántropos, seres que de existir sin duda serían los más fascinantes animales de la naturaleza humana.

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