Es noticia
Tramposos, brandy, ladrones y matarratas: la loca maratón de 1904
  1. Alma, Corazón, Vida
historia del atletismo

Tramposos, brandy, ladrones y matarratas: la loca maratón de 1904

Una pésima organización, sumada a una falta absoluta de escrúpulos por parte de algunos participantes (y entrenadores), convirtió esta prueba de las Olimpiadas de San Luis en la más absurda que nunca se ha llevado a cabo

Foto: Thomas Hicks, con muy mala cara, después de ganar la carrera. (Cedida)
Thomas Hicks, con muy mala cara, después de ganar la carrera. (Cedida)

A pesar de que a lo largo de su historia las Olimpiadas no han parado de ir acompañadas de polémica (votos erróneos en las elecciones, dopaje, atletas de los que se ponía en duda su sexo...), uno de los episodios más absurdos y que difícilmente serán superados en el futuro tuvo lugar hace 118 años en la ciudad estadounidense de San Luis, en el estado de Misuri. Fue allí donde se celebraron las Olimpiadas de 1904. Esta edición fue de especial importancia para convertir este evento en lo que conocemos hoy en día: fue la primera vez en la historia en que se introdujeron las medallas, de oro, plata y bronce, para los tres mejores atletas de cada categoría y también fue la primera vez que el boxeo pasó a ser un deporte olímpico.

Un total de 12 países participaron en esta edición (que era, al mismo tiempo, una competición internacional y los campeonatos nacionales de EEUU) con un total de 651 atletas (645 hombres y seis mujeres) participando en 95 disciplinas. Pero una de ellas (por polémico que para algunos amantes del atletismo pueda resultar) destaca por encima del resto: la maratón.

El representante de Lorz lo subió a su coche y recorrió con él, de vuelta al estadio, los siguientes 17,7 kilómetros de la carrera

La última (masculina), que tuvo lugar el pasado año en Tokio, tuvo especial morbo deportivo, por ver si Eliud Kipchoge, poseedor del récord mundial, era capaz de arrebatar a Samuel Wanjiru el récord olímpico (que tenía lógica, dado que su mejor tiempo oficial es de dos horas, un minuto y 39 segundos, además de haber sido la única persona en la historia capaz de correr los 42 kilómetros en menos de dos horas, aunque con ayudas especiales). Este es el deporte bonito del que disfrutan los amantes del atletismo, un lujo del que no pudieron gozar en 1904 debido al despropósito que supuso la prueba.

Para empezar, la distancia estaba mal calculada. En vez de los oficiales 42.195 metros requeridos, la organización erró en el cálculo, con lo que la distancia solo alcanzó los 39.992 metros. Para continuar, se celebró el 30 de agosto, con una humedad relativa muy alta y a pleno medio día, en el momento en que más calor podía hacer. Como resultado, solo 14 de los 32 atletas que comenzaron la prueba fueron capaces de acabarla.

placeholder El 'tramposo' Frederick Lorz. (Cedida)
El 'tramposo' Frederick Lorz. (Cedida)

Tras tres horas y 13 minutos, el 'ganador' de la prueba, el estadounidense de 20 años Frederick G. Lorz, cruzó la meta en sorprendente buen estado físico. La organización lo consideró el ganador y pasó a ser fotografiado con la hija del por entonces presidente de EEUU, Theodore Roosevelt, Alice Roosevelt, quien debía entregarle la medalla de oro como premio por su victoria. Por suerte, antes de que esto ocurriera, los espectadores destaparon el engaño. La realidad era que, tras solo 14,5 kilómetros, Lorz no podía dar un paso más, plagado de calambres. Fue entonces cuando su representante lo subió a su coche y recorrió con él, de vuelta al estadio, los siguientes 17,7 kilómetros, mientras Lorz saludaba tanto al público como a los otros participantes desde el vehículo. Tras recorrer esta distancia, el coche en el que circulaban se averió, por lo que el 'tramposo' salió del coche y recorrió los últimos 7.800 metros al trote, muy por delante del resto de competidores.

Tras descubrirse el engaño, los jueces, furiosos, no solo descalificaron al corredor, sino que le prohibieron de por vida volver a participar en unas Olimpiadas. Meses después, habiéndose comprobado que la excusa de Lorz era correcta (que lo había hecho como broma y que no intentó hacer trampas con el objetivo de ganar la carrera), la suspensión se limitó a un solo año. En realidad, Fred Lorz era un atleta con talento, que consiguió alzarse con la victoria en la maratón de Boston de 1905.

"Los entrenadores de Hicks 'suavizaron' el matarratas mezclándolo con una copa de brandy y una clara de huevo"

15 minutos después de la llegada de Lorz a la meta, habiendo dado tiempo a fotos, celebraciones, descubrimientos del engaño y descalificaciones, el verdadero ganador de la carrera, el estadounidense Thomas Hicks, cruzó la meta con un tiempo de tres horas, 28 minutos y 53 segundos (más de media hora más que el ganador de la maratón de las Olimpiadas anteriores, que tuvieron lugar en París en el verano de 1900). Esta diferencia de tiempos es otro testimonio de la dureza de las condiciones a que se expuso a los atletas.

Pero Thomas Hicks tampoco estaba limpio, ni muchísimo menos. A pesar de que desde el inicio había sido él quien lideraba la carrera, en el momento en que mayor ventaja le sacaba al segundo (con una diferencia mayor a los dos kilómetros), sus entrenadores tuvieron que forzarle a que no se tumbara, desfallecido, sobre la calzada. Para lograrlo, administraron al corredor varias dosis de estricnina, una potente sustancia natural sacada de los frutos de diversos árboles africanos (similares a los nogales) que, a pesar de que en aquella época se usaba para aumentar las capacidades físicas de los atletas (además de para otras causas medicinales), hoy en día se usa comúnmente como matarratas.

placeholder Hicks, siendo 'transportado' por su equipo durante la maratón. (Cedida)
Hicks, siendo 'transportado' por su equipo durante la maratón. (Cedida)

Esta sustancia es un estimulante del sistema nervioso que, en pequeñísimas dosis, puede mejorar la respuesta muscular, pero que pasado este umbral provoca convulsiones musculares, alucinaciones y, finalmente, muerte por asfixia (el cuerpo pierde el control de su diafragma, por lo que no puede respirar). Esto es lo que se le administró, en múltiples ocasiones, a Hicks durante la carrera. Como comenta el escritor David Wallechinsky en su libro 'The Complete Book of the Olympics', dado que el sabor de la estricnina es extraordinariamente amargo, "los entrenadores de Hicks lo 'suavizaron' administrándoselo mezclado con una copa de brandy y una clara de huevo". A duras penas, como explica Wallechinsky, Hicks alcanzó el estadio sufriendo graves alucinaciones y, tras desplomarse a escasos metros de la meta, su equipo invadió la pista y, agarrándolo de los brazos lo suficiente como para levantarlo del suelo, "cruzaron la meta con él 'volando', mientras él movía las piernas como si estuviera corriendo".

A pesar de que esto, hoy en día, suponga una clara violación de los estándares y reglas olímpicas, la victoria le fue concedida (esta vez de verdad) a Hicks, que fue puesto inmediatamente en manos del personal médico del evento que, según David Wallechinsky, "le salvó la vida, dado que sin ellos habría muerto allí mismo".

Pero Hicks no fue la única víctima casi-mortal de esta maratón infernal. Otro de los participantes, William García (que también representaba a EEUU) tuvo que ser evacuado de la carrera y llevado de emergencia a un hospital porque fue encontrado inconsciente en el suelo, con los pulmones llenos de polvo tóxico que había sido levantado por el coche de los jueces, que iba delante de él durante unos cuantos kilómetros de la carrera.

placeholder Andarín Carvajal, durante el evento. (Cedida)
Andarín Carvajal, durante el evento. (Cedida)

Por supuesto, la historia no acaba aquí. Otro de los grandes 'eventos' de la carrera lo narra en la revista 'Smithsonian' (publicada por el Instituto Smithsoniano de EEUU, que se centra en la preservación de la historia del país norteamericano) la escritora Karen Abbott. Se trata del particular caso de Andarín Carvajal, un cartero cubano que, después de haber perdido todos sus ahorros apostando en Nueva Orleans, hizo autoestop hasta las olimpiadas, se cortó el traje de cartero cubano por encima de las rodillas para que aparentase ser un chándal y corrió la carrera. Dado que, según narra Abbot, "Carvajal llevaba más de 40 horas sin comer", durante la carrera "encontró a un espectador que estaba comiéndose dos melocotones. Acercándose a él, Carvajal le preguntó si se los daba, a lo que el espectador dijo que no. Por ello los robó y continuó corriendo". No solo eso, sino que más tarde encontró un campo de manzanos que lindaba con el recorrido, por lo que se salió y robó unas cuantas manzanas "que resultaban estar podridas, lo que le ocasionó grandes dolores abdominales, por lo que se tuvo que tumbar y echar una siesta [sic]". A pesar de esto, y así consta en los registros oficiales, Andarín Carvajal acabó en cuarta posición.

Por otro lado, como se explica en un artículo de 'Los Angeles Times', una de las grandes promesas de ese año era el atleta sudafricano Len Taunyane (que finalizó en novena posición). Este mal resultado se debió, según testimonios del público, a que, durante más de kilómetro y medio, Taunyane "fue perseguido por fuera de la pista por perros salvajes".

Foto: Hitler, en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 (Imago, foto de archivo)

Pero el gran villano de estas Olimpiadas no fue el 'tramposo' Lorz, ni el 'dopado' Hicks, ni siquiera el 'ladrón' Carvajal, sino James E. Sullivan, uno de los principales organizadores de las Olimpiadas de 1904, que se empeñó en desechar la idea de un puesto de rehidratación cada nueve kilómetros, y poner tan solo uno situado a 24,85 millas de la línea de salida (básicamente, justo antes de llegar a la meta, a los 39 kilómetros), a pesar de que la temperatura ese día alcanzó los 32 °C. Su intención era, según explica Karen Abbott, "llevar a cabo una investigación en el terreno de la 'deshidratación voluntaria'. Esta fue una de las causas de que, en la historia de los maratones, este sea el que tenga una peor ratio entre los que la empiezan y la terminan, y también que se trate de la edición más lenta de la historia, 30 minutos por encima de la segunda peor".

Por supuesto, comparar el deporte de principios de siglo XX al de hoy en día es completamente absurdo. Pero la maratón de las Olimpiadas de 1904 sí que fue un verdadero 'ironman'.

A pesar de que a lo largo de su historia las Olimpiadas no han parado de ir acompañadas de polémica (votos erróneos en las elecciones, dopaje, atletas de los que se ponía en duda su sexo...), uno de los episodios más absurdos y que difícilmente serán superados en el futuro tuvo lugar hace 118 años en la ciudad estadounidense de San Luis, en el estado de Misuri. Fue allí donde se celebraron las Olimpiadas de 1904. Esta edición fue de especial importancia para convertir este evento en lo que conocemos hoy en día: fue la primera vez en la historia en que se introdujeron las medallas, de oro, plata y bronce, para los tres mejores atletas de cada categoría y también fue la primera vez que el boxeo pasó a ser un deporte olímpico.

Historia
El redactor recomienda