Árboles lunares olvidados: la historia de las semillas que viajaron al espacio en el Apolo 14
Los estadounidenses ya habían plantado en la Luna una bandera que ondeaba al ritmo del viento cósmico, así que en la nueva misión de 1970 debían portar consigo otra cosa, y esa otra cosa crecería después en la Tierra
Habían pasado solo nueve meses de la misión fallida del Apolo 13. En aquel momento de abril de 1970, la NASA había adquirido una nueva fijación, la de pisar la Luna otra vez, después del éxito en 1969 con el Apolo 11 y el famoso instante de los cuerpos de Armstrong y Aldrin desafiando la gravedad del satélite para plantar la bandera estadounidense en aquel suelo. Volvieron aquel mismo año. De nuevo, tres astronautas ponían sus pies fuera del planeta. La euforia era evidente. Y con ella se decidió volver: primera derrota en lo que parecía un transcurso de naves asegurado. Que no cunda el pánico, llegó entonces el Apolo 14.
Para aquella misión se eligieron tres astronautas: Edgar Mitchell, Alan Shepard y Stuart A. Roosa. Shepard ya tenía experiencia en el asunto: se había ganado la fama internacional por ser el primer estadounidense, el segundo humano en general, en el espacio en 1961. Aunque no fue aquel hito, sino otro, el que lo convirtió en una estrella, pero del humor, porque acabó empapado en su propia orina debido a los retrasos en el lanzamiento y la falta de instalaciones sanitarias a bordo.
Ya habían plantado una bandera que ondeaba al ritmo del viento cósmico, así que con todas y cada una de las complicaciones, ahora debían portar otra cosa. ¿Qué más se podría llevar a la Luna? Ah, sí, árboles.
Cientos de semillas con una misión
La idea no llegó por casualidad, por muy evidente que resulte. Esta curiosa historia está directamente ligada a Roosa, el tercer tripulante. En 1953, este ingeniero trabajó durante el verano para el Servicio Forestal del país, así que con aquel recuerdo se puso en contacto con él Ed Cliff, el jefe del Servicio Forestal en el momento de anunciarse que Roosa había sido seleccionado para atravesar la atmósfera.
A Cliff se le ocurrió ofrecerle un bote de metal lleno de 500 semillas para que lo llevara consigo a bordo del Apolo 14. Según señalan desde la NASA, el abeto de Douglas, secuoya, sicomoro, liquidámbar y pino loblolly eran los árboles elegidos por Stan Krugman, también miembro del Servicio Forestal. "Elegí secuoyas porque eran muy conocidas y las otras porque crecían bien en muchas partes de los Estados Unidos. Las semillas procedían de dos institutos de genética del Servicio Forestal. En la mayoría de los casos, conocíamos a sus padres [un requisito clave para cualquier estudio genético posterior al vuelo]", anunció más tarde.
Roosa accedió a llevarlas, y los funcionarios de la NASA dieron su aprobación. Además de ser un gesto simbólico cargado de publicidad, se esperaba poder usar aquellas semillas para estudiar si el espacio alteraba de algún modo el crecimiento de vida vegetal. "Los científicos querían saber qué pasaría con estas semillas si viajaran a la Luna. ¿Brotarían? ¿Los árboles se verían normales? También queríamos regalarlos como parte de la celebración del Bicentenario de EEUU en 1976", señaló al respecto Krugman.
Más de 30 órbitas a la Luna
Ambas misiones pudieron cumplirse, la de aterrizar en la Luna y la de que cientos de diminutas semillas terrestres orbitaran el satélite. Lo hicieron, de hecho, 34 veces dentro del módulo de comando Kitty Hawk, al tiempo que Shepard caminaba por la superficie lunar, haciendo otra de esas cosas típicas que cualquiera haría en la luna: practicar tiros de golf.
Sin embargo, aunque las semillas soportaron el viaje de ida y vuelta, durante el proceso de descontaminación ya en tierra, el recipiente de metal que las contenía se abrió de golpe. Todas las semillas salieron disparadas. Parecía que la exposición a una presión tan baja no permitiría que pudieran germinar, pero después de un minucioso trabajo de separación y limpieza, se plantaron de todos modos para comprobarlo.
Sorpresa: de ellas surgieron brotes, de los brotes se elevaron troncos, y de los troncos se esparcieron ramas. Era el milagro científico de los árboles lunares. Un hito histórico de posibilidad para la existencia que prometía un futuro más próximo a la vida exterior.
Los árboles cósmicos olvidados
Durante los años siguientes, los árboles se distribuyeron por todo Estados Unidos, aunque algunos llegaron a otros países y continentes como Japón. Había árboles lunares en la Washington Square de Filadelfia, en un campamento de Girl Scouts en Indiana, en una escuela primaria de Boise, en Idaho, en Nueva Orleans, en la base Siskiyou Smoke Jumpers de Oregón, incluso frente a la Casa Blanca. El entonces presidente, Gerald Ford, diría de ellos que eran "símbolos vivientes de nuestros espectaculares logros humanos y científicos".
El destino, no obstante, no iba a ser tan espectacular. Una base de datos cuenta actualmente con 77 árboles documentados. ¿Qué ha pasado con los restantes? Pues bien, a algunos se les ha perdido el rastro, otros fueron destruidos por el huracán Katrina y el llamado desarrollo (la tala descontrolada para la construcción de edificios).
En definitiva, los árboles de la Luna fueron olvidados en su mayoría cuando alcanzaron un aspecto adulto que no los diferenciaba a la vista de otros árboles. Este dato pudo haber sido útil para las intenciones iniciales del proyecto, ya que venía a decir que no había diferencia entre los que salieron de nuestro planeta y los que se quedaron aquí, pero la falta de interés en tiempos cada vez más acelerados ante nuevos propósitos eclipsó el interés.
Llegada la década de los noventa, la NASA trató de rectificar aquel descuido, al menos en el ámbito científico. Así, hacia 1995, el astrónomo Dave Williams intentó rastrear cada ejemplar conformando la mencionada base de datos, como apunta Marina Koren en 'The Atlantic'. Lo que encontró es que, seguramente, muchos quedaron en su momento sin marcar, pasando totalmente desapercibidos. De hecho, encontró que había uno justo frente a su oficina del Centro Espacial Goddard, en Maryland, del que "no tenía ni idea".
Lo evidente a estas alturas es que aún hay cientos de árboles lunares que siguen poblando el planeta de manera silenciosa. Tal vez hayas pasado cerca de uno alguna vez, prestando atención a las nuevas noticias que destacan que la vida podría llegar pronto a Marte.
Habían pasado solo nueve meses de la misión fallida del Apolo 13. En aquel momento de abril de 1970, la NASA había adquirido una nueva fijación, la de pisar la Luna otra vez, después del éxito en 1969 con el Apolo 11 y el famoso instante de los cuerpos de Armstrong y Aldrin desafiando la gravedad del satélite para plantar la bandera estadounidense en aquel suelo. Volvieron aquel mismo año. De nuevo, tres astronautas ponían sus pies fuera del planeta. La euforia era evidente. Y con ella se decidió volver: primera derrota en lo que parecía un transcurso de naves asegurado. Que no cunda el pánico, llegó entonces el Apolo 14.
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