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El aislamiento afecta (para mal) a nuestra esperanza de vida
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AFECTA AL RAZONAMIENTO Y A LA MEMORIA

El aislamiento afecta (para mal) a nuestra esperanza de vida

El aislamiento social a escala mundial que hemos vivido, y seguimos viviendo, tiene consecuencias graves para nuestro bienestar psicológico y salud física, llegando a afectar a

Foto: Soledad. (iStock)
Soledad. (iStock)

El aislamiento social a escala mundial que hemos vivido, y seguimos viviendo, tiene consecuencias graves para nuestro bienestar psicológico y salud física, llegando a afectar a nuestra esperanza de vida, según un estudio de investigadores de la Universidad McGill (Canadá) y de la Universidad de Oxford (Reino Unido).

A través del análisis de una amplia gama de estudios, Danilo Bzdok (Universidad McGill) y Robin Dunbar (Universidad de Oxford) han concluido que la soledad causada por el confinamiento obligatorio tiene una serie de secuelas negativas para nuestro organismo.

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Así, según sus conclusiones, tener fuertes relaciones interpersonales es crítico para la supervivencia a lo largo de toda la vida, por lo que el aislamiento social es un predictor significativo del riesgo de muerte. Al mismo tiempo, la insuficiencia de la estimulación social afecta al razonamiento y al rendimiento de la memoria, a la homeostasis hormonal, a la materia gris/blanca del cerebro, a la conectividad y a la función, así como a la resistencia a las enfermedades físicas y mentales.

Predictor del riesgo de muerte

En el estudio, publicado en la revista científica 'Trends in Cognitive Sciences', los investigadores señalan que los sentimientos de soledad pueden propagarse a través de una red social, causando una percepción social negativamente sesgada, aumentando la morbilidad y la mortalidad y, en las personas de edad, precipitando la aparición de la demencia, como el Alzheimer. La soledad afecta directamente al sistema inmunológico, haciéndonos menos resistentes a las enfermedades e infecciones. De hecho, sentirse solo y tener pocos amigos puede dar lugar a una defensa inmunológica particularmente deficiente. Sin embargo, las personas que están más integradas socialmente tienen biomarcadores mejor ajustados para la función fisiológica, como una menor presión sanguínea sistólica, un menor índice de masa corporal y menores niveles de proteína C reactiva (otra respuesta molecular a la inflamación).

"Desde los bebés hasta los ancianos, la integración psicosocial en las relaciones interpersonales es fundamental para la supervivencia"

Los seres humanos son intensamente sociales y se benefician psicológica y físicamente de la interacción social. Cuanto más unidos estemos en una red de amigos, por ejemplo, menos probabilidades tenemos de enfermar y más altas son las tasas de supervivencia. Se ha descubierto que las personas que pertenecen a más grupos, como clubes deportivos, iglesias o grupos de pasatiempos, reducen el riesgo de una futura depresión en casi un 25%.

"Somos criaturas sociales. La interacción social y la cooperación han alimentado el rápido ascenso de la cultura y la civilización humanas", explica Danilo Bzdok a Neuroscience News. "Sin embargo, las especies sociales luchan cuando se ven obligadas a vivir en aislamiento. Desde los bebés hasta los ancianos, la integración psicosocial en las relaciones interpersonales es fundamental para la supervivencia. Ahora es más urgente que nunca reducir la brecha de conocimiento sobre cómo el aislamiento social afecta al cerebro humano así como al bienestar mental y físico". Por su parte, Robin Dunbar concluye que "la soledad se ha acelerado en la última década. Dadas las consecuencias potencialmente severas que esto puede tener en nuestra salud mental y física, hay un creciente reconocimiento y voluntad política para enfrentar este desafío social en evolución".

El aislamiento social a escala mundial que hemos vivido, y seguimos viviendo, tiene consecuencias graves para nuestro bienestar psicológico y salud física, llegando a afectar a nuestra esperanza de vida, según un estudio de investigadores de la Universidad McGill (Canadá) y de la Universidad de Oxford (Reino Unido).

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