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Ni impago, ni quita, ni reestructuración: Syriza pide ahora un "programa puente"
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TSIPRAS MANTIENE SUS PROGRAMAS SOCIALES

Ni impago, ni quita, ni reestructuración: Syriza pide ahora un "programa puente"

Grecia ya no habla de que la deuda no se pague. Ahora, Atenas aboga por acordar un programa “puente” entre el rescate firmado con la troika y el nuevo acuerdo

Foto: Una mujer visita la colina de Filopapos, a corta distancia de la Acrópolis, en Atenas, el 7 de febrero. (Reuters)
Una mujer visita la colina de Filopapos, a corta distancia de la Acrópolis, en Atenas, el 7 de febrero. (Reuters)

“En algún momento a alguien le tocaba decir 'no' y nos ha tocado a nosotros”, afirmaba el ministro de Finanzas heleno, Yanis Varufakis, en la sesión de investidura del lunes por la mañana en el Parlamento. El día anterior, su jefe, Alexis Tsipras, había hecho una defensa de las medidas sociales que quiere llevar a término al tiempo que recordaba que Grecia “quiere pagar la deuda”, pero “si le dan medios para hacerlo”. Y estos medios significan, según la idea lanzada por los altos cargos económicos del Ejecutivo, una especie de 'cláusula de crecimiento' que condicione el abono de la deuda a la buena marcha del PIB heleno.

Además de las peticiones al BCE de que suba el límite de venta de letras del tesoro para hacer así frente a los gastos que se avecinan, ahora Atenas aboga por acordar un programa “puente” entre el rescate firmado con la troika y el nuevo acuerdo que pretenden alcanzar. Varufakis tuvo dardos desde la tribuna para el BCE (“Ha perdido el control de la política monetaria”, dijo), aunque acabó reconociendo que el 70% de las reformas que proponían los acreedores eran acertadas… “Se llevarán a cabo”, convino. El ministro recibirá al secretario general de la OCDE, José Ángel Gurría, para hablar de un plan para implementarlas. La gira de Varufakis por Europa ha hecho moverse a Syriza de sus posturas iniciales en una de sus reclamaciones estrella.

¿Qué ha sido de la famosa quita de la deuda?

El dos de diciembre de 2014, Tsipras aún pensaba que las elecciones serían en febrero y hablaba en un foro económico sobre los insostenibles de la deuda –que entonces era de un 174% del producto interior bruto– y de una “quita significativa” que permitiera pagarla. Parecía que Syriza preparaba un choque con Europa. ¿De cuánto sería la quita? Hasta después de las elecciones del 25 de enero la cifra no se movió: un 50% de esa deuda debería ser renegociada. Ninguno de los líderes del partido se atrevía a aventurarse –ni respondían a preguntas sobre ello– sobre qué pasaría si Bruselas, Alemania y la troika decían 'no' a este plan que ellos calificaban de “razonable”.

Además de las peticiones al BCE de que suba el límite de venta de letras del tesoro para hacer así frente a los gastos que se avecinan, ahora Atenas aboga por acordar un programa ‘puente’ entre el rescate firmado con la troika y el nuevo acuerdo que pretenden alcanzar

Nueva Democracia, en el poder entonces, y con su primer ministro a la cabeza, agitaba el fantasma del impago al estilo de los argentinos, el corralito y un largo etcétera que se resumía en desastre para Grecia y esfuerzo en vano tras tantos años de sacrificios si Syriza gobernaba. Tsipras, por su parte, le pedía un mandato “claro” al pueblo para poder negociar con las manos libres ante la troika. Los demonios que quería despertar Antonis Samarás pesaron menos que el hartazgo ante la austeridad y Tsipras obtuvo una mayoría casi absoluta. Para conseguirla se alió nada menos que con los nacionalistas antimemorándum: los Griegos Independientes.

El escenario de colisión con los acreedores parecía definido. Y más tras el incómodo apretón de manos que se dieron Varufakis y Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, cuando el primero quiso dar por terminada a la troika, no reconociéndola como interlocutora. Se dice que el holandés le espetó: “Has matado a la troika” mientras se marchaba, a lo que Varufakis le respondió con su asombro. La poca sintonía entre estos dos mandatarios y la ola de simpatía que despertaba el griego en sus visitas a París, Roma, Londres... le llenó de optimismo: la quita era posible.

Pero Fráncfort terminó por llegar. Y el rostro permanentemente enfadado de Schäuble y la decisión del Banco Central Europeo de que ya no aceptaría deuda griega como respaldo de liquidez. Y los términos cambiaron aunque nadie hable de cambio. Grecia ya no reclama que la deuda no se pague y el domingo Tsipras lo dejó muy claro, como si jamás hubiera dicho lo contrario. Algo que técnicamente puede ser verdad, pero que no lo es en espíritu. Ahora Atenas quiere ligar el pago al crecimiento, como la Conferencia de Londres hizo con Alemania en 1953.

Economistas como Paul Krugman aseguran que lo que daña al país a corto plazo es la exigencia de la troika de tener un 4,5% del PIB de superávit primario, lo que ha llevado a la implacable austeridad. Ahora, Syriza se agarra a que los acreedores –en cualquier formato que no sea la troika, eso sí– acepten que ese superávit baje al 1,5%. Esto, escribió Krugman recientemente, podría tener un efecto muy positivo en la economía griega y traer el fin de la austeridad. En cualquier caso, la palabra “quita” ha desaparecido de las declaraciones del primer ministro. Ahora hay –conforme se acerca la fecha límite en la que se termina el rescate, el 28 de febrero– más voluntad de presentar una propuesta aceptable para Berlín, Bruselas y Fráncfort.

Tsipras, firme en su cura para “la herida de la austeridad”

En lo que Tsipras se ha mantenido totalmente fiel al programa y espíritu que vertebró para ganar las elecciones es en el aspecto social. La calificada de “crisis humanitaria” ha infligido a Grecia una “herida” que debe ser curada. La austeridad se puede dar por terminada si nos atenemos a las palabras de Tsipras en el Parlamento. “Nuestro único compromiso –aseguraba– es servir a los intereses del pueblo griego por el bien de la sociedad”. Primero, ha anunciado que subirá el umbral de ingresos para estar exento de pagar impuestos de los 5.000 euros anuales a los 12.000 y que eliminará el impuesto de propiedades, que será sustituido por una tasa a las viviendas de lujo. Además ha asegurado que restaurará el salario mínimo precrisis hasta los 751 euros, pero no de forma inmediata, sino que se irá aplicando gradualmente hasta 2016.

Tsipras quiere abrir una investigación parlamentaria para dilucidar por qué Grecia entró en el programa de la troika, de la que podrían desprenderse consecuencias penales

Al mismo tiempo ha anunciado medidas para acabar con la corrupción y la evasión fiscal, sin duda uno de los mayores problemas de la economía helena. No se echa atrás tampoco en recuperar la decimotercera paga a los pensionistas que ganen menos de 700 euros –una promesa que viene de largo– ni en proveer de electricidad gratuita y bonos de comida a los más necesitados. También ha dicho que prepara la reapertura del ente de radiodifusión público ERT, cuyos empleados serán readmitidos, como ya publicó El Confidencial. Este último plan se engloba en uno más amplio: readmitir a los funcionarios despedidos durante los años de austeridad.

Esta recontratación es segura para las limpiadoras del Ministerio de Finanzas, cuya lucha ha sido un símbolo de la guerra contra la troika, de los vigilantes escolares y de los administrativos de las universidades, otro de los colectivos que ha llevado a cabo más pulsos con el anterior Gobierno. Tsipras ha insistido en que el dinero para ello provendrá de lo que estaba calculado para nuevas contrataciones en 2015. Además, pretende establecer una investigación parlamentaria para dilucidar por qué Grecia entró en el programa de la troika, de la que podrían desprenderse incluso consecuencias penales.

Las privatizaciones, de puntillas

El programa de privatizaciones ha sido uno de los puntos por los que el primer ministro ha pasado más rápidamente, sin abundar. En el asunto es muy importante lo que no se dice casi tanto como lo que sí se dice: Tsipras aseguró que no va a permitir que se “liquiden” las propiedades públicas, pero no dijo que se vayan a detener indefinidamente los procesos o que no vayan a reducirse los activos estatales. La opinión sobre qué debe quedar en manos de Atenas y qué en manos privadas no es un asunto unánime dentro del Gobierno. Tsipras, quien hizo un guiño a la línea más dura de su propio bando, también repitió que Alemania debe hacerse cargo de las reparaciones por la Segunda Guerra Mundial.

El primer ministro cubrió ante el Parlamento un discurso que es un mero trámite desde el punto de vista del procedimiento, aunque ha servido para desentrañar con qué ideas encara sus primeros días de mandato y sus primeras negociaciones. En la madrugada del martes al miércoles cuenta con la mayoría absoluta de 162 votos que suman Syriza e Independientes Griegos para salir elegido primer ministro en la primera ronda. Y cuenta también con el apoyo de su pueblo. Un reciente estudio de la Universidad de Macedonia (en el norte del país) refleja que el 72% de los griegos respalda con mayor o menor grado a su Gobierno en esta confrontación contra la troika. Entre los votantes de Nueva Democracia, este apoyo alcanza el 43%. Un fuerte espaldarazo en casa para las próximas –y duras– negociaciones en el exterior: el miércoles el Eurogrupo, el jueves el Consejo Europeo y el 16, de nuevo el Eurogrupo.

“En algún momento a alguien le tocaba decir 'no' y nos ha tocado a nosotros”, afirmaba el ministro de Finanzas heleno, Yanis Varufakis, en la sesión de investidura del lunes por la mañana en el Parlamento. El día anterior, su jefe, Alexis Tsipras, había hecho una defensa de las medidas sociales que quiere llevar a término al tiempo que recordaba que Grecia “quiere pagar la deuda”, pero “si le dan medios para hacerlo”. Y estos medios significan, según la idea lanzada por los altos cargos económicos del Ejecutivo, una especie de 'cláusula de crecimiento' que condicione el abono de la deuda a la buena marcha del PIB heleno.

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