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Los poderes de 'Super Mario' contra un euro fuerte, la deflación y la escasez de crédito
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el bce se reúne el jueves

Los poderes de 'Super Mario' contra un euro fuerte, la deflación y la escasez de crédito

Llegó la semana. Este jueves tendrá lugar la trascendental reunión del BCE. Se espera mucho. Pero, ¿con qué poderes cuenta de verdad Draghi?

El mercado ya vela armas. Lo viene haciendo un mes, que es el tiempo que lleva esperando la reunión de política monetaria que el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) celebrará este jueves. Sin duda, es el cónclave de la institución europea que más expectativas ha levantado desde el que protagonizó en septiembre de 2012, cuando lanzó su histórico –y salvador– programa de Operaciones Monetarias de Compraventa (OMT, en sus siglas en inglés). Casi dos años después, y como en aquella ocasión, la trascendencia de la cita es tan alta porque el presidente de la entidad, Mario Draghi, así lo ha querido. A comienzos de mayo –y desde entonces tanto él como sus colegas del Consejo– telegrafió que sí, que el 5 de junio anunciaría nuevas medidas. Esa fecha llegará el jueves. Y los inversores esperan.

¿Qué esperan? Que actúe. Es decir, que Draghi añada una muesca más al amplio historial que ya tiene desde que llegó a la presidencia del BCE en noviembre de 2011. Con la salvedad de que, esta vez y precisamente por la toda la expectación que ha levantado, deberá ser Super Mario, el sobrenombre con el que se le conoce por su capacidad de trabajo durante sus años en el Tesoro italiano.

En su mano tiene ocho poderes fundamentales con los que luchar contra tres riesgos: las presiones deflacionistas, con la inflación de la Eurozona por debajo del 1% desde octubre de 2013; la escasez de crédito, que no termina de revitalizarse; y la fortaleza del euro, matizada en las últimas semanas precisamente por la promesa de intervención que adquirió Draghi hace un mes, pero con la amenaza de volver a dispararse si el banquero italiano no pasa a la acción.

¿Y qué hay de los poderes? ¿Cuál empleará? No recurrirá a uno sólo, sino a un combinado de medidas. A estas alturas de crisis, parece complicado que una única medida sea efectiva, de ahí que se espere que Draghi actúe por varios frentes.

El combo mínimo consistiría en una rebaja de los tipos de interés oficiales, que del 0,25% actual pasarían al 0,15 o al 0,10%, mezclada con el uso de otras herramientas, entre las que destaca la posibilidad de reducir los intereses de la facilidad de depósito hasta situarlos en negativo por primera vez en la historia del BCE. Estos tipos llevan en el 0% desde el verano de 2012; Draghi podría ponerlos en negativo, con lo que pasaría a cobrar a los bancos por el dinero que depositaran durante 24 horas en el BCE, cuando históricamente les ha pagado por ello.

Remataría esta opción con la ampliación de la barra libre de financiación bancaria; esto es, la prolongación del sistema con el que viene suministrando financiación a los bancos desde finales de 2008. Si hasta entonces lo venía haciendo con una operación en la que subastaba dinero a precios diferentes en función de las pujas que hicieran las entidades, desde esa fecha les viene prestando tanto dinero como le piden y a un interés fijo y homogéneo, de ahí que se le conozca como barra libre. El BCE la viene prorrogando desde entonces, y ahora podría hacerlo de nuevo porque se ha convertido en un básico de su estrategia en los últimos años.

Con este mix, que no es ni mucho menos el más potente al que podría recurrir, atacaría fundamentalmente uno de esos problemas, como es la fortaleza del euro, y aplicaría un tratamiento preventivo a otro, el de la desinflación. Es decir, trasladaría al mercado la sensación de que va en serio con la intención de debilitar la divisa y de que, por el momento, no tiene por qué ser más contundente con las presiones a la baja sobre los precios porque entiende que la deflación no constituye una amenaza tan real.

Sin embargo, es posiblemente otro el peligro que sigue quitando el sueño al BCE. Para la institución europea lo más frustrante es que sus medidas expansivas –las habituales, como rebajar los tipos, y otras que no lo son tanto– no se traduzcan en más crédito para el sector privado. Esta realidad, que es la que se viene sufriendo desde 2007, certifica que la correa de transmisión de su política monetaria no funciona. O lo que es lo mismo, que el surtidor del BCE no deja de meter combustible –dinero– en el sistema financiero, sin que ese combustible se canalice al motor –en forma de crédito para estimular la inversión, el empleo y el consumo– para que el coche acelere –recuperación económica–.

El propio Draghi lo reconoció la semana pasada, cuando tras diseccionar la anatomía y la fisiología de la baja inflación actual, alertó que le preocupa que una larga temporada de reducida inflación pueda constreñir más aún el crédito. "Si Draghi ha presentado bien la anatomía y la fisiología de los riesgos de inflación bajos de Europa, la expansión crediticia (CE) es la cura correcta. Pero esto no es una vacuna para todas las cosas, sino más bien una medicina experimental. Al doctor Draghi le tomará tiempo crearla", subrayan desde Royal Bank of Scotland.

Por estos motivos, se espera que añada a las medidas anteriores otras más focalizadas en estimular el crédito, en especial para las pequeñas y medianas empresas (pymes). La versión más light de esta segunda línea de medidas consistiría en adoptar aquellas que liberen más dinero que pueda ser empleado para conceder más préstamos. Ahí es donde se encuadrarían iniciativas como reducir el coeficiente de caja, situado ahora en el 1%, dejar de esterilizar las compras de deuda o rebajar los requisitos para los colaterales que el BCE acepta para financiar a las entidades –ver gráfico–.

Pero, si verdaderamente quiere proyectar un CE, cuenta con otras herramientas más poderosas que podría activar en dos fases. En primer lugar, podría lanzar ya una operación de financiación bancaria a largo plazo (LTRO) condicionada. Es decir, una versión 2.0 de las dos LTRO que convocó a finales de 2011 y comienzos de 2012 y con las que aportó a los bancos 1 billón de euros. Aunque ese dinero ya pretendía estimular el crédito, las entidades lo emplearon sobre todo para ganar dinero rápido con la compra de deuda pública –el famoso carry trade–. Para que no ocurra lo mismo esta vez, el BCE vincularía ahora los préstamos a que ese dinero se usara para otorgar créditos al sector privado, de ahí que se hable de un LTRO condicionado. Los expertos de Nomura conceden un 60% de opciones a que Draghi lo anuncie ya esta semana.

En segundo lugar, y para reforzar tanto el impacto del LTRO condicionado como las intenciones del BCE, Draghi anunciaría que la entidad está diseñando un programa de compras de deuda privada respaldado por los créditos concedidos a las empresas. ¿Por qué no ponerlo en marcha ya mismo? Por cuestiones técnicas derivadas de la normativa europea y del empequeñecimiento del mercado de titulizaciones en los últimos años. Pero si no está preparado para hacerlo, ¿por qué anticiparía esas compras? Para prolongar la melodía de seducción con la que Draghi maneja el mercado y las expectativas: que el mero compromiso de que esté trabajando en ello estimule la resurrección del crédito –sobre todo en la periferia y sobre todo en las pymes– y de las titulizaciones.

¿Y lanzar un programa de compras de deuda más potente del que todo el mundo habla y en el que todo el mundo piensa, ese denominado programa de expansión cuantitativa (QE) a la europea, con compras masivas de deuda pública y privada como han hecho la Reserva Federal estadounidense o el Banco de Inglaterra? En opinión de los expertos, Draghi se reservará el bazooka que supone el QE para más adelante y sólo para un caso de emergencia extrema, es decir, si deflación se convierte en un riesgo real, algo que por ahora no figura en el radar del BCE.

El banquero italiano no es ajeno a que, en estos momentos y sin que sus previsiones contemplen una caída de los precios, el QE generaría críticas al BCE por apartarse de la ortodoxia, por inmiscuirse en la política fiscal y por comprometer la independencia de la institución. Además, aunque el QE acapara las miradas, Draghi sabe que el verdadero secreto reside en el CE, en la banca y en la reparación de la transmisión de la política monetaria. Eso sí, no enterrará la posibilidad de disparar un QE en el futuro. La mantendrá sobre la mesa. Es su superpoder, y quiere tenerlo a mano por si acaso.

El mercado ya vela armas. Lo viene haciendo un mes, que es el tiempo que lleva esperando la reunión de política monetaria que el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) celebrará este jueves. Sin duda, es el cónclave de la institución europea que más expectativas ha levantado desde el que protagonizó en septiembre de 2012, cuando lanzó su histórico –y salvador– programa de Operaciones Monetarias de Compraventa (OMT, en sus siglas en inglés). Casi dos años después, y como en aquella ocasión, la trascendencia de la cita es tan alta porque el presidente de la entidad, Mario Draghi, así lo ha querido. A comienzos de mayo –y desde entonces tanto él como sus colegas del Consejo– telegrafió que sí, que el 5 de junio anunciaría nuevas medidas. Esa fecha llegará el jueves. Y los inversores esperan.

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