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Este español analizará el cerebro de bebés para descubrir cómo aprendemos idiomas
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¿SE PUEDE EVITAR LA DISLEXIA?

Este español analizará el cerebro de bebés para descubrir cómo aprendemos idiomas

Arranca en San Sebastián un ambicioso proyecto que estudiará las ondas cerebrales para diagnosticar y corregir la dislexia, además de mejorar el aprendizaje de una segunda lengua

Foto: Manuel Carreiras. (Cedida)
Manuel Carreiras. (Cedida)

A los cuatro meses y medio, un bebé aún está lejos de empezar a pronunciar sus primeras palabras, pero su cerebro ya está experimentando un hito fascinante: comienza a apreciar diferencias entre dos lenguas que tengan ritmos de habla distintos. Por eso, esa edad tan temprana es el punto de partida ideal de un ambicioso proyecto que pretende investigar las ondas cerebrales relacionadas con el lenguaje. Sus promotores están convencidos de que, más allá de ampliar los límites del conocimiento en un campo aún poco explorado, esta iniciativa ayudará a resolver problemas de dislexia y facilitará el aprendizaje de idiomas.

Manuel Carreiras, director científico del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL), ubicado en San Sebastián, ha obtenido 2,5 millones de euros de la convocatoria Advanced Grant del Consejo Europeo de Investigación (ERC, por sus siglas en inglés), unas becas reservadas a científicos de alto nivel que pueden liderar grandes avances científicos. A lo largo de los próximos cinco años, su equipo se dispone a estudiar la relación entre el habla, a diferentes frecuencias y con distintas poblaciones, y el cerebro. Gracias a la tecnología de neuroimagen más avanzada (electroencefalografía y magnetoencefalografía), analizarán datos cerebrales inéditos y los transformarán en algoritmos que facilitarán el diagnóstico precoz de la dislexia y la intervención para solucionar este problema y otros retos relacionados con el aprendizaje.

Foto: Teddy sabe contar en seis idiomas (BBC)

En la primera parte del proyecto, denominado Cortical Rhythms, “intentaremos encontrar biomarcadores de la dislexia a edades muy tempranas”, explica el investigador en declaraciones a El Confidencial. Este trastorno consiste en la dificultad para relacionar los sonidos del habla con las letras y las palabras y, por lo tanto, con la lectura y el aprendizaje. Aunque la padecen al menos un 5% de los escolares, “se diagnostica muy tarde, en torno a los 8 o los 9 años, cuando aparecen las claves para poder observarlo”. Sin embargo, desde mucho tiempo antes, “esos niños tienen una serie de problemas neurales que no son perceptibles a simple vista, pero que se pueden identificar”, comenta.

Explorando la dislexia

La forma de hacerlo es a través de la técnica que, en inglés, se conoce como cortical tracking of speech, es decir, “un rastreo de la actividad cortical del habla”. Dicho de otra forma, los investigadores del BCBL van a analizar lo que sucede en la corteza cerebral en relación con el lenguaje. Empezarán con los bebés de cuatro meses y medio, pero luego realizarán “un seguimiento en otros momentos donde se alcanzan otros hitos del desarrollo, para ver su evolución”, apunta Carreiras. Además, se incluirán otras poblaciones, como adultos analfabetos y otros niños en edad preescolar que, en teoría, tienen más riesgo de padecer dislexia por motivos familiares, ya que tiene una base biológica.

placeholder Bebé con electrodos. (Cedida)
Bebé con electrodos. (Cedida)

“Lo que nos interesa es ver en qué medida sus señales cerebrales tienen coherencia con la señal del habla”, relata el científico, que es profesor Ikerbasque, profesor honorario de la University College of London (UCL) e investigador distinguido de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). “Los bebés no tienen que hacer nada, simplemente, estarán allí”, en el regazo de su madre o de su padre, y “escucharán una serie de frases”. La clave del experimento está en que “la señal del habla se descompone en distintas bandas de frecuencia”, explica; de manera que, cuando atendemos a un discurso, “tiene que haber una coherencia entre esa señal y la producida por el cerebro”. Si no hay un buen acoplamiento, estamos ante un indicio de posibles problemas que pueden desembocar en dislexia.

“El cortical tracking ya nos dice si hay un alineamiento entre la señal del habla y la señal del bebé”, comenta el director científico del BCBL y líder del grupo de investigación Neurobiología del Lenguaje de este centro. Cuando no se produce, estaríamos ante un posible biomarcador de dislexia, fruto de un problema neural. Sin embargo, detectarlo tan pronto puede ser una ventaja enorme y, sin duda, “facilitará su corrección”, porque, a medida que los niños se desarrollan, “el ambiente puede mejorar o empeorar el resultado”. En cambio, cuando el diagnóstico se retrasa, conlleva muchas más dificultades, no solo de aprendizaje, sino de integración y autoestima.

placeholder Uno de los experimentos. (Cedida)
Uno de los experimentos. (Cedida)

Los idiomas y el apoyo de la tecnología

Ese proceso de acoplamiento de las ondas cerebrales y el habla, cuyo fallo es la dislexia, en realidad es muy similar a lo que sucede cuando tratamos de aprender un nuevo idioma. Por eso, este proyecto donostiarra tiene una segunda parte enfocada hacia esa cuestión. En concreto, participarán adultos que estudian una segunda lengua, como el euskera o una lengua de signos, que tienen características lingüísticas muy diferentes, pero cuyos procesos de aprendizaje resultan bastante similares a nivel cerebral.

Las dos cuestiones están íntimamente relacionadas. La dislexia no deja de ser una dificultad para dominar un idioma o una parte de este, como su expresión escrita o la lectura, algo a lo que se enfrenta cualquier aprendiz adulto de un segundo idioma. De hecho, la relación entre la dislexia y las distintas lenguas es un tema muy estudiado. Por ejemplo, el italiano o el español “se leen como se escriben, lo que se denomina ortografía transparente; mientas que el inglés tiene una ortografía opaca, porque la correspondencia entre letras y sonidos no es sistemática”, describe Carreiras. Estas diferencias “ambientales” no son determinantes para sufrir o no dislexia, ya que este problema es neural, pero sí que está “modulado por el tipo de ortografía”. Es decir, que se suele manifestar de forma distinta en función de la tarea concreta de unir letras con sonidos que nos plantee nuestro propio idioma.

placeholder La tecnología de neuroimagen más sofisticada. (Cedida)
La tecnología de neuroimagen más sofisticada. (Cedida)

“El lenguaje es muy complicado, tenemos la morfología, la fonología, la sintaxis, la semántica… Son muchas capas y cada una de ellas está asociada con distintos tipos de frecuencia que podemos registrar”, señala el experto. Recoger toda esa información sobre las ondas cerebrales, tanto en el caso de la dislexia como en el aprendizaje de idiomas, implica recurrir a técnicas como la electroencefalografía, que consiste en registrar la actividad cerebral por medio de un gorrito con una serie de electrodos conductores, o la resonancia magnética estructural, otra técnica de neuroimagen de referencia en el estudio de los tejidos cerebrales y algunas enfermedades.

Sin embargo, la tecnología más cara y sofisticada del proyecto será la magnetoencefalografía: “Contamos con una máquina única en España en estos momentos”, destaca Carreiras, “lo que hace es registrar la actividad magnética del cerebro con una extraordinaria resolución espacial”. Es decir, se trata de un método muy específico para estudiar áreas concretas del cerebro que responden a los estímulos del habla.

Foto: Estudio del cerebro. (EPA/Andreas Gebert)

Gracias a todos esos datos, los investigadores desarrollarán algoritmos de neurofeedback, una técnica que busca enviar una respuesta al cerebro, reforzando o inhibiendo las ondas cerebrales para corregir los problemas. Por ejemplo, “tanto los niños con dislexia como los participantes escucharán un podcast y el algoritmo analizará en tiempo real la coherencia entre el sonido y el cerebro. Si se desacopla, el programa intentará modificar la señal del habla”, afirma el experto. De esta forma, la investigación irá dando las pautas para mejorar el aprendizaje en ambos casos.

Al final, una vez que los algoritmos de neurofeedback se vayan perfeccionando, el proyecto probablemente derivará en algún programa informático o aplicación que facilitará el aprendizaje de idiomas. “De alguna forma, acabará entrando en el mercado mejorando los productos que hay actualmente”, pronostica el director científico del centro de investigación donostiarra. “Vamos ir viendo qué resultados obtenemos y cómo se pueden presentar para que puedan ser útiles”, añade el líder del proyecto.

A los cuatro meses y medio, un bebé aún está lejos de empezar a pronunciar sus primeras palabras, pero su cerebro ya está experimentando un hito fascinante: comienza a apreciar diferencias entre dos lenguas que tengan ritmos de habla distintos. Por eso, esa edad tan temprana es el punto de partida ideal de un ambicioso proyecto que pretende investigar las ondas cerebrales relacionadas con el lenguaje. Sus promotores están convencidos de que, más allá de ampliar los límites del conocimiento en un campo aún poco explorado, esta iniciativa ayudará a resolver problemas de dislexia y facilitará el aprendizaje de idiomas.

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