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La oruga procesionaria que puede matar a tu perro ya es una plaga extendida en España
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La oruga procesionaria que puede matar a tu perro ya es una plaga extendida en España

Nuevos estudios confirman que la procesionaria se extiende en cada vez más territorios: se ve favorecida por los inviernos suaves, aunque las olas de calor pueden contrarrestarla

Foto: Procesionaria.
Procesionaria.
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Marchan en forma de procesión, con diferencias y similitudes con respecto a las religiosas. La oruga Thaumetopoea pityocampa es conocida como procesionaria del pino, porque en primavera baja de este árbol y numerosos ejemplares se unen formando una larga fila, dirigida siempre por una hembra. El objetivo de su deambular por el suelo es hallar el lugar adecuado para enterrarse y resucitar dentro de algunas semanas en forma de polilla. El problema es que, hasta ese momento, podemos tener un encuentro desagradable con este sorprendente animal.

Hasta la Guardia Civil ha advertido del peligro en estos últimos días: el contacto con la sustancia tóxica de los 500 pelos microscópicos que tiene cada oruga causa irritaciones en la piel y, en los peores casos, reacciones alérgicas. Sin embargo, para las mascotas en peor, ya que un perro puede llegar a morir. Este peligro es bien conocido en España, pero este año está causando especial alarma porque las altas temperaturas del invierno han favorecido una auténtica explosión. Al parecer, hay más procesionaria y está más extendida que nunca. ¿Cuál es el futuro de esta plaga?

La Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA) ha calificado de "alarmante" la situación este año, porque el calor en pleno invierno provocó que la oruga comenzara a aparecer incluso en enero. La procesionaria "se está adelantando cada vez más debido a los efectos del cambio climático", explicó Jorge Galván, director general de esta entidad, y la única solución para hacer frente al problema es mejorar la prevención.

El peligro de un animal extraordinario

Durante el invierno, este animal permanece en bolsones de seda en pinos y cedros, alimentándose de las acículas, sus hojas. Aunque el daño puede ser importante, estos árboles se suelen recuperar. "Normalmente, un año más tarde no queda rastro", explica en declaraciones a El Confidencial la experta Ana Isabel Magide, profesora de la Universidad de Valladolid. Por eso, esta plaga "es mucho más relevante para las personas y para sus mascotas", apunta. Entre febrero y abril conviene estar atentos y evitar el contacto.

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Uno de los bolsones de seda de las orugas en los árboles. (EFE)

Los pelos de la oruga se clavan en la piel y provocan urticaria, aunque las personas alérgicas pueden sufrir algún tipo de inflamación que complique la situación hasta requerir tratamiento médico. ¿Por qué? Hasta hace no mucho se pensaba que la sustancia responsable era el ácido fórmico, pero "los últimos estudios han revelado que está compuesta por siete proteínas y que una de ellas es la responsable de los síntomas", apunta la investigadora. En el caso de los perros puede ser letal. A otros animales domésticos, como los gatos, podría sucederle lo mismo; pero normalmente es más fácil que perro se acerque a la procesión de orugas, le llame la atención e incluso se ponga a lamerlas. Por el contrario, este insecto sirve de alimento para pájaros, murciélagos y reptiles, sin que estos animales manifiesten ningún problema.

De hecho, si no fuera por la amenaza que supone para los árboles, las personas y las mascotas, habría que valorar el gran servicio que ofrece al ecosistema y su fascinante ciclo de vida. Tras bajar del árbol, "saben hacia dónde tienen que ir para encontrar un sitio donde enterrarse, pero todavía no sabemos cómo lo hacen", comenta la experta. A 15 o 20 centímetros de profundidad y con una temperatura de unos 20ºC, las orugas se convierten en pupas y se transforman en polillas. En el mes de mayo salen y comienzan a poner huevos en los árboles. Allí volverán a formar sus bolsas de seda y esperarán a descender, una vez más, la primavera siguiente.

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Las orugas, en fila.

Los cambios que modifican el problema

La procesionaria es endémica en España. "La hemos tenido siempre", destaca Ana Isabel Magide, y podemos convivir con ella. El problema es que en los últimos años parece estar multiplicándose y sobre todo, extendiéndose a zonas que antes no ocupaba. Dos factores pueden explicarlo. Por una parte, "la llegada de inviernos más cálidos está permitiendo una mayor supervivencia de la oruga". Por otra, "se está investigando un factor importante, los marcos de plantación o repoblaciones que se llevan a cabo, probablemente, son demasiado homogéneos y con una única especie de pino, y esto puede estar facilitando su expansión".

Investigadores de Soria y Zaragoza acaban de publicar un estudio en la revista científica Forest Ecology and Management que analiza en profundidad la evolución de la procesionaria. "En los inviernos más templados, tiende a incrementarse la población, porque la procesionaria está regulada por cuestiones de temperatura", comenta el autor principal, Darío Domingo Ruiz, investigador del grupo Cambium del Campus Duques de Soria de la Universidad de Valladolid y del grupo Geoforest de la Universidad de Zaragoza. El resultado no solo afecta al número de ejemplares, sino que supone una expansión geográfica. Los inviernos fríos impedían la presencia de Thaumetopoea pityocampa mucho más allá de la península ibérica, pero ya está conquistando Francia y ha sido detectada incluso en París. También gana en altura, conquistando terreno en los Alpes.

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Bosque de pinos.

Sin embargo, el cambio climático está provocando otros fenómenos extremos que no siempre favorecen a este insecto. El estudio encuentra que "las olas de calor afectan negativamente a las tasas de eclosión de los huevos y a las primeras fases del desarrollo". De alguna manera, esto podría ser un "contrapeso" a la mayor supervivencia en el invierno y estaría haciendo que la población no se descontrole en exceso a pesar de que inviernos como este parecen favorecer un crecimiento desaforado. Aunque esto se intuía por estudios experimentales, esta investigación recoge por primera vez los datos de las redes de seguimiento de varias comunidades autónomas a lo largo de varias décadas, lo que ha permitido medir el impacto del cambio climático.

Vigilando los árboles

Para controlar la evolución de la plaga, los investigadores utilizan numerosas herramientas. El estado de los árboles es el mejor indicador posible. Por ejemplo, los científicos analizan lo ocurrido en el pasado a través de la dendrocronología, el estudio de los anillos. "La procesionaria se come las acículas y esto afecta al crecimiento de los pinos, porque redistribuyen el agua y los nutrientes, para que salgan nuevas hojas en lugar de que engorde el tronco", explica Darío Domingo. La presencia de este animal genera anillos muy estrechos que se diferencian de los que provocan las sequías y, de esta manera, pueden estudiar la presencia del insecto desde hace décadas.

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Uno de los remedios contra la plaga. (EFE)

Sin embargo, el estudio de lo que está sucediendo en la actualidad es fundamental y para ello también controlan la salud de los pinos a través de sensores remotos en drones, aviones y satélites. Estas herramientas de teledetección ofrecen información relevante a través de las bandas del espectro electromagnético invisibles al ojo humano. Por ejemplo, "el infrarrojo próximo nos permite detectar variaciones en el vigor de la vegetación, así que vemos si la procesionaria está provocando daños", explica el investigador.

Detectar el problema es fundamental para actuar, especialmente, en un momento de expansión hacia lugares donde no era común. "No se trata de erradicar la especie", afirma Ana Isabel Magide, "sino de controlarla para que se mantenga en niveles aceptables para convivir con ella". Las acciones pueden ser muy diferentes en parques urbanos y en zonas forestales. En los primeros, una buena vigilancia durante el invierno facilita mucho la labor, porque los bolsones de seda llaman mucho la atención y se pueden eliminar antes de que las orugas lleguen a tierra. Al margen de destruir o quemar los bolsones, un método que habitual es la colocación de unos anillos alrededor del tronco que impiden que las orugas bajen del árbol, ya que se introducen en una bolsa.

Foto: Oruga de una polilla del árbol de boj en Friburgo. (EFE)

Hoy en día, los métodos químicos están muy restringidos. En cambio, las opciones de control biológico es una vía en auge. "Se está usando el trampeo con feromonas y métodos de confusión sexual que están dando muy buenos resultados", señala la profesora de la Universidad de Valladolid. En los últimos años, la investigación también ha dado paso al uso de bacterias como Bacillus thuringiensis o de hongos como Cordyceps militaris, enemigos naturales del insecto.

El objetivo siempre es "una gestión lo menos dañina posible para otros seres vivos", apunta la experta. En ese sentido, el mejor consejo para el ser humano pasa, simplemente, por tratar de evitar el paso por zonas donde se pueda sospechar la presencia de estas orugas, especialmente si vamos a pasar con perros o con niños: "Si ves una procesión, sepárate de ella".

Marchan en forma de procesión, con diferencias y similitudes con respecto a las religiosas. La oruga Thaumetopoea pityocampa es conocida como procesionaria del pino, porque en primavera baja de este árbol y numerosos ejemplares se unen formando una larga fila, dirigida siempre por una hembra. El objetivo de su deambular por el suelo es hallar el lugar adecuado para enterrarse y resucitar dentro de algunas semanas en forma de polilla. El problema es que, hasta ese momento, podemos tener un encuentro desagradable con este sorprendente animal.

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