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La lotería en la que los ricos siempre ganan: el dinero te presta lo que la genética no te da
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SCARR ROWE Y EFECTO MATEO

La lotería en la que los ricos siempre ganan: el dinero te presta lo que la genética no te da

Una nueva investigación muestra que aunque no ganes en la lotería genética, no importa si ya lo has hecho en la socioeconómica. ¿Cómo influyen nuestros genes en nuestro éxito?

Foto: Personas disfrazadas frente al Teatro Real de Madrid durante el sorteo de Navidad de 2018. (Getty/Pablo Blázquez Domínguez)
Personas disfrazadas frente al Teatro Real de Madrid durante el sorteo de Navidad de 2018. (Getty/Pablo Blázquez Domínguez)

A los genetistas les gusta citar la parábola bíblica de Abel y Caín. Al fin y al cabo, se podría considerar el primer estudio de gemelos de la historia. Como hijos de Adán y Eva, no es que tuviesen mucha variedad genética en su ADN. ¿Por qué uno trabajó la tierra y el otro se dedicó a la ganadería y, sobre todo, por qué el malvado Caín mató a su buen hermano Abel? Una respuesta podría ser que, como Dios favoreció las ofrendas de Abel por encima de las de Caín, estimuló sus celos, que le llevaron a acabar con la vida de su hermano.

Un genetista moderno diría, siguiendo el consenso actual: no se trata solo los genes con los que naces, es también el ambiente en el que te desarrollas. Es decir, dos personas exactamente iguales terminarán comportándose de forma distinta por la acción de su entorno. Son las dos loterías a la que jugamos, la genética y la ambiental, y que condicionan (pero no determinan) nuestro éxito posterior. Pero a veces, el ganador se lo lleva todo, también en la lotería genética.

Desde hace 20 años, con el abaratamiento de los análisis del ADN, cada vez más investigaciones se preguntan qué rol juega la genética a la hora de explicar las diferencias entre personas, por ejemplo, en el éxito académico. La última aportación es un trabajo publicado por la Comisión Europea que muestra cómo, dejando aparte la propensión genética a las habilidades cognitivas y no cognitivas, los estudiantes de clase alta van más a la universidad. La lotería genética afecta menos a los privilegiados, señalan los autores.

El trabajo, en el que ha participado Carlos J. Gil, premio a la tesis del año 2021 del European Consortium for Sociological Research, junto a Gaia Ghirardi, Fabrizio Bernardi, Elsje Van Bergen y Perline Demange, encuentra un efecto de compensación en el que la genética importa menos para las familias de clase alta, algo más evidente en Bachillerato y a la hora de ir a la universidad.

"Cuanta mayor igualdad social, más explican los genes las diferencias entre individuos"

En otras palabras, un estudiante que no haya salido particularmente favorecido en la lotería genética en cuanto a sus habilidades cognitivas probablemente terminará yendo a la universidad, mientras que alguien de clase baja con las mismas características lo tendrá aún más difícil. Si tienes dinero, no importa si no te ha tocado la lotería genética, porque ya has ganado la socioeconómica.

La hipótesis de Scarr-Rowe señala que es en los entornos más ricos donde los individuos tienen más facilidades para desarrollar su potencial de partida, es decir, una relación positiva. Sin embargo, esta investigación realizada en Países Bajos encuentra más bien un efecto compensatorio y negativo: el dinero alivia lo genético. “Mientras que la hipótesis de Scarr-Rowe apunta a una interacción positiva, defendiendo que las familias de alto nivel socioeconómico permiten el desarrollo pleno de la expresión genética de los niños, la compensatoria predice un patrón negativo donde las familias de alto nivel compensan la baja dotación genética de sus hijos”.

placeholder 'Caín matando a Abel'. Frans Francken II, Museo del Prado.
'Caín matando a Abel'. Frans Francken II, Museo del Prado.

Hasta el momento, la mayoría de investigaciones habían encontrado lo contrario, quizá porque se trataba de contextos muy polarizados económicamente, como EEUU: la genética tenía más peso entre las familias de la élite. Los resultados tienen importantes aplicaciones para la política educativa, que es la herramienta que puede mejorar el rendimiento de los estudiantes de familias desaventajadas con dificultades de aprendizaje. Es decir, para que no se vuelva a repetir lo de Caín y Abel.

Cuanta más igualdad, más importan los genes

Juan Ramón Ordoñana, profesor titular de Genética y Evolución de la Conducta en la Universidad de Murcia, publicó en 2015 un estudio semejante en el que concluía después de analizar a la generación española que estudió antes y después de la Ley de Educación de Villar Palasí de 1970 que la política educativa afecta “el peso relativo de los factores genéticos y ambientales en el éxito educativo”. En ese caso, favoreciendo a las clases sociales menos privilegiadas.

En concreto, un sistema educativo más equitativo reduce la variación de los factores no genéticos. “Planteábamos que la heredabilidad, la parte de diferencia entre individuos que podemos achacar a la diferencia genética, debería ser mayor en situaciones más igualitarias”, explica Ordoñana a El Confidencial. Es la paradoja de esta tensión entre naturaleza y crianza: que en las sociedades más igualitarias, el peso de la lotería genética es mayor. “Cuanta mayor igualdad social, más explican los factores genéticos las diferencias entre individuos”.

"La verdadera lotería es la del ambiente socioeconómico en el que crecemos"

Durante mucho tiempo, la influencia de la genética ha sido controvertida a la hora de explicar la posición de un individuo en la sociedad, su éxito académico o el económico, por su equívoca asociación con prácticas eugenésicas o cosmovisiones racistas. Hoy, sin embargo, como explica la profesora de la Universidad de Texas Katherine Paige Hearden en La lotería genética (Editorial Deusto), el gran libro referencia sobre el tema, ya nadie duda que la genética influye, al igual que el ambiente, el esfuerzo o la familia en la que nos criamos. El otro gran consenso al que apuntan investigaciones como las realizadas por estos científicos españoles es que aunque sea importante, la genética no es determinista.

“La hipótesis compensatoria es lo que se estaba encontrado en los exámenes PISA, en los que se ve que en aquellas familias con un bajo nivel económico, las posibilidades de repetir curso son parecidas a mismo nivel de conocimiento matemático o científico, mientras que las familias de alto nivel socioeconómico compensan las limitaciones a otros niveles”, explica Ordoñana. “Es la misma conclusión a la que llegamos: cuando igualas la accesibilidad al sistema educativo, independientemente del nivel socioeconómico, los factores genéticos son más visibles. Los genes son los mismos, pero se ven más”.

El ambiente es lo determinante

Manuel Pérez-Alonso es catedrático de Genética de la Universidad de Valencia, pero tiene claro hasta dónde pueden llegar los genes a la hora de explicar nuestro éxito: “El factor determinante es el entorno, la educación, el ambiente y las experiencias vividas de la persona”, señala. “La genética contribuye, pero el ambiente es lo determinante”.

Es muy complicado establecer relaciones de causa y efecto entre determinados índices poligénicos y el rendimiento académico, añade, por lo que hay que ser cautos. Uno de los genetistas que más han investigado y divulgado sobre ello es Robert Plomin, gran defensor de la influencia genética en el éxito educativo. “Los rasgos cognitivos y el éxito educativo se encuentran entre los rasgos más heredables”, defendía en un vídeo. “Los chavales ingleses se encuentran entre los más testados del mundo, porque realizan exámenes a lo largo de su formación. En el primer año del colegio, la lectura o el cálculo son un 65% heredables. Pero esa heredabilidad no significa que esos resultados sean inmutables”.

“La verdadera lotería es el ambiente socioeconómico en el que crecemos, porque se hereda de una forma muy clara y es un factor que importa de una manera fundamental”, incide Pérez Alonso. Los rasgos de la genética son poligénicos, es decir, no tienen una influencia tan clara como los rasgos mendelianos (que causan, por ejemplo, condiciones como albinismo o hemofilia). “La genética no está dictada por un solo gen, sino por cientos de genes que realizan una pequeña contribución, por lo que su influencia ya no está tan clara”, señala el genetista.

De un padre inteligente no es obvio que vayan a salir hijos inteligentes. ¿Cuánto influye la genética en el éxito educativo de cada individuo? Algunas investigaciones señalan que un 20%; otras, que un 40%, como recuerda Ordoñana. En algunos casos, como en estudios realizados por Plomin, el porcentaje puede ser aún mayor. “Pero eso no quiere decir que el 40% de tu éxito educativo dependa de los genes, no es exactamente así porque la heredabilidad es un concepto complicado”.

"A nadie le importa que en el deporte cada jugador tenga características distintas"

¿Qué tiene más mérito, nacer rico o nacer listo?

La pregunta del millón de dólares es, por lo tanto, en una sociedad meritocrática, ¿qué tiene más mérito, nacer en una familia con un alto nivel socioeconómico o con unas capacidades innatas muy elevadas? Al fin y al cabo, no podemos decidir ninguna de las dos cosas. John Rawls, el filósofo político, se preguntaba si en el fondo, desde un punto de vista moral, tanto la lotería genética como la ambiental son igual de arbitrarias. Por lo tanto, una sociedad más igualitaria donde la genética tuviese un mayor peso tampoco sería necesariamente más justa.

En La lotería genética, Paige Harden propone tres formas de enfrentarse a este problema. Por un lado, igualando a la baja. El escenario menos deseable, en el que “la pobreza, el sexismo o un Gobierno represivo impiden que la gente continúe su educación, lo que hace que sus genes sean algo bastante irrelevante”. Es lo que ocurría en la España franquista, en la que aquellos nacidos en las clases empobrecidas, fuesen más o menos inteligentes, lo tenían muy difícil para llegar a la universidad, mientras que los privilegiados lo tenían mucho más fácil.

La segunda alternativa sería aquella en la que se minimizase la desigualdad de resultados invirtiendo en los que corren más riesgo genético (y social) de obtener malos resultados, una sociedad equitativa. La tercera, “implementar intervenciones y programas que maximizan los resultados de quienes ya cuentan con ventaja, pero que no logran impulsar los resultados de los demás”; una sociedad elitista en la que los ganadores se lo llevan todo, acentuando el efecto Mateo. Hoy, el sistema educativo apunta sobre todo a esa segunda alternativa en la que se minimiza la desigualdad de resultados.

“Todos los países del mundo tienen que velar por tener un sistema educativo universal al que todas las personas tengan acceso y donde puedan desarrollar su potencial, para mí es algo que sí podemos deducir del estado actual de conocimiento de la ciencia”, apuesta Pérez-Alonso. El catedrático recuerda que aunque la lotería genética sea injusta, ya que no podemos hacer nada por evitarlo (pues nos empujaría hacia la intervención genética de películas como Gattaca), lo mejor que podemos hacer es garantizar que todos puedan desarrollar su máximo potencial genético. Es decir, que hasta los más pobres tengan posibilidades de triunfar aunque no hayan ganado ninguna de las dos loterías.

El ejemplo más claro es el del deporte, donde nadie pone en duda que las capacidades innatas con las que nacen algunos jugadores (desde la altura hasta la fuerza o la resistencia) no deban ser potenciadas solo porque otros no hayan nacido con ellas. “Estamos acostumbrados a aceptarlo, pero no pasa nada, porque eso forma parte de la diversidad humana, y el ser humano es diverso: eso no significa que unos sean superiores a otros”, señala el genetista. “Aceptar la diversidad es parte del juego”.

"El mérito es el del profesor que motiva a sus estudiantes y los incentiva"

El lugar donde tal vez pueda identificarse el mérito es en el esfuerzo que, en parte, también está condicionado por lo biológico y, sobre todo, por el ambiente. Pero Pérez-Alonso concluye rompiendo una lanza a su favor. “Un mérito que hay que buscar es el del profesor que motiva a sus estudiantes y los incentiva”, termina. “Hay una parte del esfuerzo que depende del ambiente educativo de esos profesores que van a fomentar el esfuerzo de los estudiantes: tenemos que velar por que todos los estudiantes, tanto los mejores como los peores, tengan oportunidades”.

A los genetistas les gusta citar la parábola bíblica de Abel y Caín. Al fin y al cabo, se podría considerar el primer estudio de gemelos de la historia. Como hijos de Adán y Eva, no es que tuviesen mucha variedad genética en su ADN. ¿Por qué uno trabajó la tierra y el otro se dedicó a la ganadería y, sobre todo, por qué el malvado Caín mató a su buen hermano Abel? Una respuesta podría ser que, como Dios favoreció las ofrendas de Abel por encima de las de Caín, estimuló sus celos, que le llevaron a acabar con la vida de su hermano.

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