Es noticia
Una teoría sobre por qué la educación española parece mala que no gustará a nadie
  1. Cultura
PROFESORES Y PEDAGOGOS

Una teoría sobre por qué la educación española parece mala que no gustará a nadie

Los relatos apocalípticos sobre la devaluación de nuestro sistema educativo se suceden, pero no somos el único país según PISA ni estamos tan mal. ¿Qué ocurre entonces?

Foto: Un aula del López Ferreiro en Santiago de Compostela. (EFE/Xoán Rey)
Un aula del López Ferreiro en Santiago de Compostela. (EFE/Xoán Rey)

“La pedagogía y los orientadores, así como sus representantes humanoides en los centros educativos, son mi gran chivo expiatorio en este incendio que voy a proponer. Los pedagogos están muy acostumbrados a que los profesores nos metamos con ellos. Pero da igual, ellos perseveran y siguen intentando mejorar la educación, con buena intención, seguro, pero no con mucho acierto”.

Esta es la dedicatoria que Juan Izuzkiza, el profesor de un instituto en el País Vasco, brinda a los pedagogos en su nuevo libro, ‘Borregos que ladran’. El título lo dice todo: se trata de una enmienda a la educación española en la que, como el propio autor explicaba en El Confidencial, “los conceptos han perdido importancia y los profesores no saben muy bien qué enseñar”. Su crítica se dirige también a la burocracia excesiva, a la eliminación de las repeticiones de curso y a las nuevas masculinidades.

Foto: Alumnos de Educación Secundaria. (Efe)

Una nueva entrega en ese subgénero de la literatura educativa que existe desde hace más de una década. En 2006 fue cuando Ricardo Moreno Castillo publicó su ‘Manifiesto antipedagógico’, que inauguraba una serie de relatos que, con mejor o peor suerte, estilo y clarividencia, intentan explicar la pérdida de calidad del sistema educativo español a través de una galería de infortunios que en muchos casos terminan encarnándose en la endiablada figura del pedagogo, principio y final de todos estos cambios que han operado en la educación española y que se ahondarán en el nuevo currículo de la LOMLOE, que dará menos importancia a la memoria y más al modelo competencial.

Entre ellos puede contarse también a Luisa Juanatey y ‘Qué pasó con la enseñanza. Elogio del profesor’; a José Sánchez Tortosa y ‘El profesor en la trinchera’ o ‘El culto pedagógico’; a Andreu Navarra y ‘Devaluación continua: informe urgente sobre alumnos y profesores de secundaria’; a Alberto Royo y ‘Contra la nueva educación’, o virales artículos de Enrique Moradiellos y Félix de Azúa. No están todos los que son, pero son todos los que están en el bando de la decepción pedagógica.

"Los tópicos de la nueva pedagogía se han desarrollado hasta el frenesí"

Aunque puedan diferir en determinados aspectos e ideologías, la mayoría tienen algo en común: están escritos por profesores que, desde su práctica diaria, han percibido una “devaluación” del sistema educativo español, por utilizar el término de Navarra. El éxito de estas visiones se debe también a que se hacen eco de una sensación compartida en gran parte de la sociedad, que de manera abstracta sospecha que algo se ha perdido irremisiblemente en la educación española. Pero ¿es realmente tan mala o es simplemente una cuestión de perspectiva?

Para entenderlo, propongamos una hipótesis. ¿Y si esta sensación de decadencia se debe a un desencuentro que se remonta a 1990, cuando la LOGSE introdujo a los pedagogos en los centros escolares, lo que arrebató agencia y autoridad a los profesores? ¿Y si no se trata de una cuestión de calidad, tan difícil de medir, sino de un conflicto entre dos formas de entender la educación que ha producido una ruptura irreconciliable entre docentes y expertos? ¿Y si la decepción pasa por un cisma que aún no se ha cerrado y en el que probablemente todos tengan su parte de razón?

1990, el año en el que todo cambió

El 3 de octubre de 1990, la LOGSE sustituyó a la Ley General de Educación de 1970. La primera ley orgánica educativa de la democracia fue un invento de Jose María Maravall, ministro de Educación entre 1982 y 1988, y Álvaro Marchesi, catedrático de Psicología Educativa, director general de Renovación Pedagógica entre 1986 y 1992 y el gran arquitecto de la reforma socialista de la educación. La LOGSE, entre muchas otras cosas, establecía “la creación de servicios especializados de orientación educativa, psicopedagógica y profesional que atiendan a los centros”.

placeholder Álvaro Marchesi, ideólogo de la LOGSE, fotografiado en 2015. (Efe/Hugo Ortuño)
Álvaro Marchesi, ideólogo de la LOGSE, fotografiado en 2015. (Efe/Hugo Ortuño)

En otras palabras, hacían entrada en escena los citados pedagogos, a los que se les achaca la pérdida de importancia de los conocimientos, la memoria, y el comienzo de la dictadura de los sentimientos del alumno y el “buenismo educativo”. “Nunca ha sido el curso más largo, ni han gastado tanto los alumnos en material escolar, ni la administración en mantener a expertos, equipos, gabinetes y psicólogos que asesoren a estudiantes y profesores, y nunca han sido los conocimientos de los primeros tan ridículos ni el desánimo de los segundos tan grande”, escribía Moreno Castillo en su célebre panfleto a mediados de los dosmiles.

José Sánchez Tortosa, autor de ‘El culto pedagógico’ y profesor de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, añade otra perspectiva histórica. “Por una parte, los cambios demográficos y tecnológicos que se producen durante la segunda mitad del siglo XX, que cambiarán la manera de entender la escuela”, explica a El Confidencial. “Por otra, la manera en que esto se integra en la legislación”. La ley de Villar Palasí de 1970 ya cambiaba la estructura del Bachillerato “y comenzaban a colarse tópicos de la nueva pedagogía que terminarán desarrollándose hasta el frenesí”. No se trata solo de España: ‘Aprender a ser’ de Edgar Faure, publicado en 1972 por la UNESCO, recoge esa clase de directrices.

"¿Por qué atacan a la LOGSE y se olvidan de que el fracaso escolar era terrorífico?"

“La escuela ya no necesita formar técnicos o licenciados superiores y adopta otra función, de acogida o control demográfico”, prosigue Sánchez Tortosa. “Los tópicos de la nueva pedagogía vinculados a la educación lúdica o a lo emocional son el circo que oculta las verdaderas causas materiales que producen esa gran metamorfosis”. La LOGSE encarna en la legislación española esas tendencias a través de varias medidas: “La ampliación de la educación obligatoria hasta los 16 años, la reducción del Bachillerato de cuatro a dos años y la promoción automática”.

Ha llegado el pedagogo

Estos cambios tomarán la forma del pedagogo, que irrumpe en los colegios e influye en los procesos de decisión. Una figura ajena, que despierta los recelos entre los docentes. “El problema es de la función”, añade Sánchez Tortosa. “Si cada vez es más débil la autoridad del docente porque los criterios de calificación y promoción son cada vez menos estrictamente académicos, tiene que haber otra figura que suba, y esos son los departamentos de Orientación”. La jerarquía se invierte y la última palabra en juntas de evaluación o reuniones ya no la tiene el profesor.

placeholder Foto: EFE/Laura Fernández Palomo.
Foto: EFE/Laura Fernández Palomo.

Pero ¿qué piensan los pedagogos? “¿Es que alguien habla de los médicos, los ingenieros o los físicos en general?”, se pregunta Jurjo Torres, catedrático de Didáctica y Organización Escolar y autor de 'Políticas educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas'. “Que digan nombren concretos, porque hay pedagogos con los que discrepo totalmente, como en todo campo de conocimiento. Que me digan qué critican, porque a lo mejor me pongo de su lado”, añade. Por ejemplo, recuerda que él mismo ha pedido revisiones de los currículos. “¿Donde está escrito eso de que los contenidos no importan? Quien diga eso es un bárbaro, pero eso no lo dice el corpus de la pedagogía, lo dirá Fulanito que es pedagogo o psicólogo”.

El ensayista de 70 años lamenta la falta de memoria histórica de muchos de los críticos de la ley socialista. “¿Por qué ponen el límite en la LOGSE si el fracaso escolar anterior era terrorífico?”, se pregunta. “La gente se olvida de que antes la educación tan solo era obligatoria hasta los 14 años. En mi generación, llegamos a la universidad un 6% y el resto fracasó. Yo sé bien por qué: iba viendo cómo algunos compañeros se quedaban por el camino, y eran los que venían de entornos más desfavorecidos mientras a nosotros nos preparaban, nos metían en academias…”.

"Un pedagogo habitualmente carece de la experiencia que un profesor sí tiene"

“Yo distingo entre pedagogos y pedagogistas”, añade Alberto Royo, profesor en un centro navarro y autor de ‘Contra la nueva educación’. “Entre los pedagogos hay aportaciones que pueden ser muy útiles para enriquecer la labor del profesor. A los pedagogistas, sin embargo, hay que combatirlos, pues son enemigos del conocimiento que pretenden imponer una metodología única”. La fractura, añade, es cierta y “tiene mucho que ver con el hecho de que el primero dice que enseña a enseñar y el segundo enseña, es decir, un pedagogo habitualmente carece de la experiencia que un profesor sí tiene, diaria y prolongada, y que le permite no elucubrar desde lo ideal, sino extraer conclusiones a partir de esta experiencia. Pero también es habitual que el pedagogo cuestione la labor del profesor, que es quien asume la responsabilidad directa en el aula”.

Torres lamenta la idealización de un pasado en el que “parece que todos aprendían muchísimo y estudiaban muy bien, y no era así, pero todo el mundo piensa que cada modelo es peor que el anterior”. En la crítica a la nueva pedagogía confluye, en su opinión, “un profesorado melancólico que estaba acostumbrado a mandar y al que los demás obedecían, y, por otro lado, las evaluaciones internacionales tipo PISA que evalúan cuatro cosas y se lanzan como bombas educativas”.

placeholder La LOMCE no convenció ni a unos ni a otros. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
La LOMCE no convenció ni a unos ni a otros. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

El filósofo José Antonio Marina recuerda que su tesis en ‘El bosque pedagógico’ era que el gran problema había sido plantear la situación como una guerra entre modelos excluyentes, el tradicional (centrado en el maestro, en la memoria y los contenidos) y el moderno (centrado en el alumno, en la creatividad y los procesos). “Después de muchos años, estamos comprobando que el enfrentamiento excluyente no tenía justificación, que cada modelo tenia sus aspectos beneficiosos, para algunos alumnos, o para determinadas edades”, añade. “Ahora sabemos más sobre la dinámica personal de aprendizaje y creo que el paso de un sistema a otro debe hacerse dentro del mismo proceso educativo”.

¿Una batalla política?

La identificación entre decadencia educativa y LOGSE ha señalado repetidamente al PSOE, su principal valedor (y continuador a través de leyes como la LOE o la actual LOMLOE) como principal culpable. Una acusación repetitiva desde la bancada del PP: las dos leyes impulsadas por el partido de derechas, la LOCE de 2002 y la LOMCE de 2013, hacían hincapié en la “calidad”, que se antepone a esa decadencia que, sobre el papel, produjo la universalización.

"La LOMCE terminó siendo una secuela más de la LOGSE"

La crítica, no obstante, es agitada por profesores de todo signo político, ya que ni siquiera las leyes del PP han propiciado un retorno a aquel punto en el que todo hizo crac. “La LOMCE se oponía, en efecto, ‘en principio’, pero terminó siendo una secuela más de la LOGSE”, valora Royo. “En realidad, no hay demasiadas diferencias entre las diferentes leyes, salvo detalles cosméticos, aunque probablemente esta última, la ley Celaá o LOMLOE, ha ido más lejos que ninguna, al imponer por ley la disuasión del esfuerzo”, añade Sánchez Tortosa.

La LOMCE no tiene defensores ni siquiera entre los profesores desencantados. “Una aportación que podía haber tenido cierta eficacia, como la introducción de evaluaciones externas, al final se quedó en meras pruebas de diagnóstico, que no suponían cambio de ciclo o de etapa, así que era un maquillaje formal”, prosigue Sánchez Tortosa. Como otros, considera que la LOMLOE ha sido la puntilla para la enseñanza pública”.

placeholder LOMLOE... ¿o ley Celaá? (EFE/Mariscal)
LOMLOE... ¿o ley Celaá? (EFE/Mariscal)

Marina se muestra de nuevo conciliador ante los dos extremos. “La escuela hasta la transición democrática se basaba en dos grandes pilares: el sentido del deber y la obediencia a las normas, dos principios muy eficaces educativamente”, razona. “Mi generación se educó en ese paradigma. Lo malo es que olvidaban los otros dos pilares: el sentido de los derechos y la valoración de la libertad. Como reacción, la nueva escuela se fundó en estos dos factores. De nuevo la educación quedaba coja. Ahora tenemos que intentar recomponerla integrando los cuatro valores”.

Quien piense que España está sola, se equivoca. El debate, en menor o mayor grado, y con distintas particularidades educativas, se ha reproducido en casi todos los países europeos. La propia Finlandia se orientó hacia la nueva educación a partir de los años 90, lo que algunos han identificado con el comienzo de su decadencia. Sánchez Tortosa utiliza el ejemplo de los países asiáticos que no han participado de dicha tendencia, como Corea del Sur: “Desde los 50 hasta la actualidad Corea ha superado a la mayoría de países que estaban por delante en los sistemas de evaluación internacionales”.

En Francia, nuevos libros "acusan de cobardía a las autoridades educativas"

Marina habla de una “falta de orgullo educativo”, que es común a otros países occidentales. Como ejemplo, el libro ‘Requiem por la educación nacional’, que acaba de editar en Francia Patrice Romain, antiguo director de un centro educativo, y que encaja en este subgénero.

“Acusa de cobardía a las autoridades educativas porque no se atreven a enfrentarse a modas o a peticiones de padres o a lo políticamente correcto”, explica el filósofo. “El libro de Jonathan Haidt y Greg Loukianoff ‘La transformación de la mente moderna’, o el de Douglas MurrayLa masa enfurecida’ muestran hasta qué punto en las universidades americanas los mismos alumnos impiden todo posible debate, y los rectores lo aceptan porque se considera que los alumnos son clientes y que el cliente siempre tiene razón”.

¿Es tan mala?

La pregunta del millón de dólares es si realmente la educación española es tan mala y, sobre todo, con qué criterios lo analizamos. PISA, que suele ser utilizada como una de las principales herramientas, tan solo da una imagen parcial, a pesar de sus esfuerzos por incluir cada vez más factores socioeconómicos, y ante todo muestra la diferencia entre regiones de España: algunas están por encima de los países nórdicos y otras, muy por debajo de la media española.

¿Es mala? Responde Sánchez Tortosa: "Como lo vivo a diario y lo he estudiado mucho, si me pides un diagnóstico genérico, te diría que es muy mala. Por eso tienen más valor los alumnos y profesores que mantienen rigor y calidad dentro del sistema. Me parece que últimamente hay ciertas resistencias entre profesores, incluso alumnos y familias, ante la deriva que está tomando desde mucho atrás la enseñanza".

Foto: Estudiantes realizando el examen de selectividad en Sevilla el 16 de junio de 2015. (Reuters/Marcelo del Pozo)

“Nunca hemos tenido mejor escuela que en la actualidad”, valora por su parte Marina. “Estamos haciendo muchas cosas bien, en situaciones difíciles. Sin duda alguna, cuando yo estudié el Bachillerato salíamos mejor formados, pero ¿cuántos estudiábamos? La selección previa era brutal. Así es muy fácil mejorar el nivel. Los informes PISA nos dicen que estamos en la media de la OCDE y, sin duda, deberíamos estar mas arriba. Pero no hay que olvidar que el efecto escuela, es decir, la influencia que la escuela tiene en el éxito o fracaso educativo, no pasa del 40%”.

Uno de esos temas que no suelen asomar en las discusiones sobre la educación española. “Los factores mas importantes son la procedencia socioeconómica del alumno y el entorno cultural en que vive. La escuela puede mejorar, sin duda. En el 'Libro blanco de la profesión docente' expliqué lo importante que eran tres medidas: mejorar la formación del docente, mejorar la competencia de los equipos directivos y dar mayor autonomía a los centros. Añadiría una cuarta: que la sociedad española se interesara mas por su escuela”. Y devuelve la pregunta: “La educación no interesa a casi nadie, como indican las encuestas del CIS sobre la preocupación de los españoles. Solo se acuerdan de ella como de Santa Bárbara, cuando truena”.

"Si la enseñanza no es como nos gustaría, al menos que no sea por nuestra culpa"

“Debería y podría ser mucho mejor, pero sigue habiendo buenos alumnos y buenos profesores, alumnos que todavía se atreven a ponerse de puntillas para alcanzar el conocimiento, a tender hacia la altura, como decía Rubén Darío, y también profesores que aún se atreven a enseñar”, concluye Royo. “Lo que sí percibo es una enorme desigualdad entre comunidades e incluso entre centros de un mismo territorio. Y esto es grave. En cualquier caso, los profesores no podemos permitirnos caer en el pesimismo. Si la enseñanza no es como nos gustaría, al menos que no sea por nuestra culpa o con nuestra complicidad. Que en nuestras clases aprendan. Que sean otros los que se conformen con entretener y adaptarse a sus gustos. Nosotros continuemos trabajando para abrirles puertas, exijámosles y contribuyamos a que sean, en el futuro, ciudadanos cultos, críticos y sensibles”.

Mientras tanto, el cisma sigue abierto. Como zanja Torres, “la lucha por orientar el sistema educativo hacia lo que tú consideras está siempre a la orden del día”.

“La pedagogía y los orientadores, así como sus representantes humanoides en los centros educativos, son mi gran chivo expiatorio en este incendio que voy a proponer. Los pedagogos están muy acostumbrados a que los profesores nos metamos con ellos. Pero da igual, ellos perseveran y siguen intentando mejorar la educación, con buena intención, seguro, pero no con mucho acierto”.

El redactor recomienda