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Un día, la pasión por las aves se les fue de las manos: "El pajareo extremo es mi adicción"
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SUS CONOCIDOS ESTÁN QUE TRINAN

Un día, la pasión por las aves se les fue de las manos: "El pajareo extremo es mi adicción"

El pajareo o 'birding', salir a identificar aves, es una actividad cada vez más popular. Pero a menudo se convierte en algo parecido a una adicción o una neurosis. Estas son sus historias

Foto: Un pajarero observa en Veracruz el fenómeno conocido como Río de Rapaces. (Reuters/Carolina Pulice)
Un pajarero observa en Veracruz el fenómeno conocido como Río de Rapaces. (Reuters/Carolina Pulice)
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Para la mayor parte de la población, los pájaros son solo un efluvio indeterminado de trinos que se percibe al abrir la ventana, o al adentrarse en un parque. Un ruido no demasiado molesto que vivimos en segundo plano. Sin embargo, hay quienes necesitan descifrar ese galimatías: identificar qué especies los emiten y por qué en este momento del año. Encontrar un patrón donde antes solo había ruido, nombres concretos de familias, especies y subespecies donde para los demás solo hay gorriones o palomas.

Esas personas son los pajareros, viven entre nosotros y cada vez se avistan con más facilidad.

placeholder Ornitólogos participan en un 'Birding Rally Challenge', en el norte de Perú (Paolo Aguilar / EFE)
Ornitólogos participan en un 'Birding Rally Challenge', en el norte de Perú (Paolo Aguilar / EFE)

En algunos casos, la afición ornitológica surge de forma natural, en otras por imitación, pero el paciente es capaz de mantenerla a raya. En otras, deviene en una especie de obsesión conocida —a falta de un mejor término por parte de la psiquiatría— como pajareo extremo o extreme birding, ya que son los ingleses y estadounidenses quienes más han popularizado esta pasión por las aves.

He aquí algunas historias de personas que, un día, alzaron la cabeza atraídos por un reclamo y ya jamás la volvieron a bajar.

Zamora, 1994

Un matrimonio paseaba junto al tramo urbano del río Duero cuando, de repente, atisbaron entre los arbustos a un hombre misterioso. Tenía en las manos un par de prismáticos y parecía absorto mientras observaba en silencio hacia un sitio que no lograban determinar.

"¡Pervertido!", le gritó la señora.

Ese hombre es Alfonso Rodrigo, funcionario de 46 años que aún recuerda cómo en su juventud tuvo que soportar anécdotas de este tipo. Fue el precio a pagar por vivir su pasión ornitológica que él pagó con sumo gusto. "La palabra clave es adicción", confiesa a este periódico.

"Hay gente que se aficiona a los pájaros por imitación y luego hay pajareros de sangre", entre los que se incluye. "Desde que tengo uso de razón los identifico por sistema". Fue alrededor de los cuatro años, cuando su padre le dibujó al detalle una perdiz en un cuaderno y le pidió que descubriera de qué especie se trataba. Rodrigo buscó volumen por volumen en la Larousse que tenían por casa y, al encontrarla, experimentó un subidón. "Me hizo tanta ilusión que la identificación de ese pájaro es mi primer recuerdo".

El paseo se puede convertir en un chute de adrenalina al observar por primera vez una rara avis, nunca mejor dicho

Para mucha gente, salir a observar pájaros les lleva a un estado de sosiego —suelen hacerlo en soledad y silencio— donde, en calma, observan, entornan la mirada e identifican especies ya conocidas. Pero de repente, el paseo se puede convertir en un chute de adrenalina al observar por primera vez una rara avis, nunca mejor dicho, una especie que no debería estar allí, pero que la naturaleza ha puesto al pajarero justo delante de los ojos durante una fracción de segundo. Ese chute dopamínico les pone el cerebro a dar vueltas. Ya solo ansían poder repetir esa sensación.

Todo buen pajarero debe tener una zona donde sea la autoridad. Es lo que ellos llaman un local patch. Puede ser un parque, un río o un monte, donde haya pasado años observando las aves y sea capaz de identificar a todas las especies habituales, un requisito imprescindible para poder distinguir si llega alguna rareza. En el caso de Rodrigo son las lagunas de Villafáfila, uno de los mayores reservorios de aves de España, el curso urbano del río Duero y una zona del embalse de Ricobayo.

placeholder Entre 27.000 y 32.000 aves se contabilizan cada diciembre en la reserva natural de las Lagunas de Villafáfila (Mariam A. Montesinos / EFE)
Entre 27.000 y 32.000 aves se contabilizan cada diciembre en la reserva natural de las Lagunas de Villafáfila (Mariam A. Montesinos / EFE)

"Salvo excepciones puntuales, identifico el 100% de lo que veo en mi zona habitualmente, porque llevo muchos años, conozco los reclamos, el canto y si no, los reconozco por la forma de volar", explica. El día antes de nuestra conversación venía de hacer un challenge en Villafáfila con otros pajareros amigos venidos de Burgos y Salamanca. "Es un pique sano que tenemos, estuvimos de ocho de la mañana a ocho de la tarde a ver quién identificaba más especies", dice Rodrigo. "Acabé yo con 97".

El auténtico Twitch

Ser el pajarero de referencia de un sitio determinado te permite ser quien más opciones tenga de descubrir una rareza. "Para un pajarero no hay nada mejor que descubrir un megapepino en nuestro local patch", confirma Rodrigo. Un megapepino es como denomina a un pájaro llegado desde otro país de Europa, África, Norteamérica o incluso Asia que, no se sabe bien cómo, acaba en nuestro país. Probablemente, ocurre más a menudo de lo que creemos, pero observarlos a una distancia prudencial es muy difícil.

A efectos estadísticos, algunos de estos avistamientos son casi un milagro y solo la fotografía permite la canonización de los afortunados pajareros, que pueden entonces anotarse el self-found, descubrimiento fortuito que supone la mayor medalla imaginable. A partir de ahí, el hallazgo se difunde dentro de la comunidad y otros acuden prestos a observar a la nueva especie, a veces recorriendo cientos de kilómetros en coche o avión. Es lo que ellos denominan un twitch, ir a observar un ave rara que otra persona ha descubierto. Habitualmente, para que el pajarero pueda tacharla de su lista personal y seguir adelante.

Estos días, entre los pajareros circula que en Guipúzcoa​ ha aparecido un zarcero escita, un pajarito color crema que procede de Oriente Medio. "Es la mejor rareza que hay ahora mismo en España", dice Rodrigo. Para cualquier profano, es indistinguible de un gorrión. Pero para un pajarero extremo justifica un viaje exprés al norte de España, viva donde viva.

placeholder Un zarcero escita como el avistado en el País Vasco (Alexandronikos / Wikimedia Commons)
Un zarcero escita como el avistado en el País Vasco (Alexandronikos / Wikimedia Commons)

"Es un pepinazo, creo que es la tercera o cuarta cita para España", es decir, el número de veces que se ha presenciado aquí. "Para identificarlo hay que saber muchísimo de pájaros, requiere mucha investigación y yo, a pesar de haber viajado mucho, no lo he visto nunca", dice Rodrigo. Si se decidiera a verlo, lograría tachar de su lista el ave número "dos mil doscientas y pico, los que llevo en el mundo", calcula sin darse mucha importancia.

La mitad de sus cuatro semanas de vacaciones las reparte entre los colegas pajareros, con los que hace cada año un viaje ornitológico a algún lugar del mundo, y su familia. Aunque su mujer e hijos escogen el destino, tienen asumido que, en algún momento de la estancia, Rodrigo hará una pequeña escapada. Por ejemplo, este verano fueron unos días a Gran Canaria. "Adelantándome a los nuevos cambios taxonómicos, que dicen que el petirrojo de Gran Canaria, que hasta ahora se pensaba que era una subespecie del petirrojo europeo, es una especie aparte, me fui a verlo antes que se haya publicado", explica este pajarero. "No está admitido todavía por las grandes listas de aves del mundo, pero adelantándome a eso, tenía interés en verlo, porque así lo he visto como una subespecie del petirrojo europeo, pero el día de mañana, cuando lo acepten, yo ya podré decir que he visto al petirrojo de Gran Canaria".

placeholder Un petirrojo europeo descansa sobre una rama en Zaragoza (Javier Belver / EFE)
Un petirrojo europeo descansa sobre una rama en Zaragoza (Javier Belver / EFE)

En la lista de pajareros españoles, Rodrigo ocupa un lugar alto, pero todavía tiene a muchos por encima.

"Yo llegué a estar de los primeros de la lista, en los primeros 2000 no tenía pareja, familia o trabajo y tuve una época de cogerme el coche e irme donde fuera, pero los tiempos cambian", explica. "Sin embargo, sigue habiendo una decena de personas que siguen ahí en la brecha". Son los popes. Para hacernos una idea, Rodrigo ha logrado identificar con sus propios ojos unas 420 especies de aves en España —sobre el papel hay 638— y ahora se sitúa entre el puesto 20 y el 30 de esa oficiosa clasificación de pajareros. Le resulta difícil saber por dónde andarán los primeros. "Por encima de 480, seguro".

En el podio de pajareros están quienes han identificado al menos 480 especies distintas en España

Ese podio de pajareros españoles está copado por varios nombres, de los que estos tres no serían discutidos en ningún caso: Clemente Álvarez, Xurxo Piñeiro y Ferrán López. Por ahí cerca anda también Antonio Sandoval, conocido ornitólogo y divulgador.

Desde fuera, puede resultar sorprendente esta fijación por encontrar nuevas especies. Hay un estudio, publicado hace unos años, que establecía paralelismos entre los pajareros extremos y las personas afectadas por desórdenes psicológicos como adicciones o anorexia nerviosa. Otros artículos, publicados en revistas especializadas como Birdwatch, hablaban de aficionados obsesionados con las listas de especies desbloqueadas por pajareros mayores. El pajareo es una pendiente resbaladiza, por lo que se ve.

Sin embargo, siempre tiene que haber alguien para pinchar el globo y ese es Álvaro Díaz, biólogo en SEO/BirdLife y, por tanto, otro pajarero de gran calado. "Encontrar rarezas está sobrevalorado, porque a veces son anécdotas, pero en muchos otros casos sí que nos están diciendo cosas: especies que antes eran más escasas y empiezan a aparecer, ¿por qué está pasando, de dónde vienen? Si hay motivos climáticos, de cambios de distribución… analizar eso es más relevante que simplemente aplaudir al que ha encontrado el Iduna caligata en el País Vasco", sentencia sin acritud. "Es un mundo cambiante y las rarezas nos dicen cosas".

Aunque, ahora que los pajareros son legión y existen apps para móvil que permiten la identificación de una especie en segundos, va siendo mucho más habitual que cualquier aficionado a la ornitología vaya sumando tantos a su colección y tachando pájaros de la lista. Díaz es bastante culpable porque participó en la creación de una de las más populares, la app de la Sociedad Española de Ornitología, lanzada hace años y actualizada —dato que los pajareros consultados mencionan recurrentemente— hace poco.

Un momento clave para este renacimiento del pajareo fue la aparición de BirdNET. La aplicación, desarrollada por la Universidad de Cornell, funciona como un Shazam (reconoce de qué especie proceden los trinos, cantos o reclamos al escucharlos) pero también como una checklist para anotar qué pajaros has visto u oído. En definitiva, sirve como un cuaderno de campo global que, sobre todo, ha permitido que mucha gente superara ese primer escalón para descubrir a los pájaros, algo que no siempre es fácil.

Así comencé a ser pajarera

"BirdNET ha sido el desencadenante de toda mi obsesión”, cuenta Tani. A diferencia de otros de los nombres que aparecen en este artículo, esta editora y correctora residente en Gijón no tenía ningún tipo de vinculación con el campo o con el mundo ornitológico. "Soy totalmente urbanita y, más allá de un gato, nunca me habían interesado los animales", explica. Sin embargo, hace tres años llegó el confinamiento.

Entonces, con el silencio de las calles sin coches y los paseos por el parque en aquellos ratitos en los que se nos permitía bajar a la calle, empezó a darse cuenta de que no todo eran gorriones, palomas y gaviotas. Un día iba con su pareja cuando se fijó en unas urracas. Por primera vez, percibió algo distinto en ellas. Hmmm...

"Lo de ver pájaros tiene algo parecido a cazar Pokémon"

Hoy, su novio ya sabe qué regalarle a Tani para su cumpleaños: otra guía de aves. Cuando sale de casa no siempre es para identificar pájaros, la excusa es estirar las piernas o respirar, pero un poco sí que lo hace. Hace tiempo que sus amigos, al ir de cervezas con ella, no se sorprenden ante comentarios como "es una oropéndola". Sus vecinos se la encuentran en el parque de Moreda mirando hacia arriba a un árbol con unos prismáticos. Algunos días tiene que volver antes a casa solo porque le duele el cuello de la postura.

El pajareo "tiene algo parecido a cazar Pokémon", confiesa. De repente, visitar el pueblo leonés de su novio adquirió un nuevo matiz. "Hay especies que aquí no llegan, las cigüeñas no atraviesan la cordillera cantábrica, ni los abejarucos".

El parque se ha convertido, poco a poco, en su local patch. El otro día vio un pájaro que no reconoció y la aplicación le dijo que era un papamoscas cerrojillo. Ya ha llegado a ese punto. "Yo ya sabía que no era habitual porque tengo muy trillado el parque", dice Tani. Poco a poco, a base de salir y leer, aquella bruma de sonidos se ha ido desvaneciendo. “De repente me di cuenta de que estaban los carboneros desatados, o que a los petirrojos en primavera apenas se les oye, pero en otoño están cantando muchísimo, mirando una de las guías vi que era en estas fechas cuando eligen y defienden un territorio".

Tampoco suele frecuentar a otros pajareros, más allá de los que se encuentra casualmente al hacer alguna ruta o cuando va de vacaciones. Una de las cosas que tiene esta adicción es que cada uno la acaba haciendo suya. Tani no suele salir al monte, pero exprime cada parque urbano que encuentra en Gijón. Los que disfrutan de la soledad o la meditación convierten esto en su propio mindfulness, pero quienes tienen una parte competitiva también encuentran en el avistamiento de pájaros un estímulo potente. Suele pasar entre los que entran a través de la fotografía, que quieren ser los que más pájaros distintos capturen.

"Aparte de los prismáticos, me compré un monocular para hacer fotos con el móvil, pero no me he querido meter a fondo en la fotografía porque es mucho dinero y es mucho tiempo", dice.

La rama fotográfica

Entre los pajareros que más rápido están creciendo en especies fichadas están aquellos que proceden directamente del mundo de la fotografía. Aunque los puristas suelen recelar de este tipo de estrategias, cada vez más aficionados a las aves suelen acudir a un hide, escondites perfectamente preparados en los que refugiarse durante horas a la espera de que la naturaleza haga su labor y le brinde al pajarero una remesa de especies icónicas. De este modo se maximiza mucho el número de piezas capturadas con el teleobjetivo.

placeholder Un 'hide' en una finca de Villacañas (J. Juzgado)
Un 'hide' en una finca de Villacañas (J. Juzgado)

En Madrid, Castilla-La Mancha o Extremadura llevan años proliferando. Quienes quieren iniciarse en este mundillo suelen acudir a Fotocasión, la tienda de fotografía donde trabaja José Juzgado, en El Rastro. Juzgado suele aconsejar a los neófitos e instruirles en los códigos de conducta del pajareo, también recomendar fincas que han instalado hides para otear especies concretas. "Lo que hago desde la tienda es, si alguien viene a comprar con un objetivo concreto, pues puedo vincularlos al sitio para que empiecen a hacer fotos por allá a especies que es muy complicado fotografiar", explica a este periódico. "Ese tipo de alicientes, levantarte por la mañana, meterte con el coche por la campiña con la niebla de primera hora… es como una aventura, muy adictivo".

Muchas marcas ya trabajan con ellos, de modo que si uno porta una cámara Canon, por ejemplo, puede utilizar los objetivos que la marca deja en el hide. "En Villacañas, Toledo, por ejemplo han instalado 15 en una finca", explica Juzgado. "En el caso de que tú quieras hacer una especie y no se pudiera, el dueño te dice pues mira, en esta época del año no está entrando, pero te ofrecemos aguilucho lagunero o te ofrecemos alcaudón; otras veces, si no logra entrar la especie durante todo el día te ofrecen volver al día siguiente totalmente gratis".

"Si la especie que buscas no está entrando te ofrecen aguilucho lagunero o alcaudón"

Todo esto está atrayendo un nuevo tipo de turismo que en países como Inglaterra, Alemania o Francia es muy sustancial. "Por ahí viajan mucho para ver pájaros", dice Juzgado. "Ahora hay gente reintroduciendo el quebrantahuesos en Gredos o en Teruel, ya no hay que ir a Cazorla o a Picos de Europa, y el alcalde está encantado porque la gente va a empezar a ir allí, quedarse a dormir, a comer en los restaurantes… esto mueve mucha gente".

Javier Rubio, experto en F1 de El Confidencial y también pajarero, contó en estas mismas páginas su experiencia dentro de un hide en Navalagamella, Madrid. Esta semana, Rubio me explicaba que para él, que comenzó su carrera como fotógrafo en los circuitos, la sensación de esperar la llegada de una rareza en silencio durante horas en mitad del campo tiene más coincidencias con hacer fotos a los bólidos de lo que parece. El subidón de tomar una imagen perfecta de un bólido, en el momento adecuado y sabiendo que quizá en la próxima curva sea imposible de repetir, es análogo a los que sintió al capturar por primera vez un águila imperial o un martín pescador. Más bello que la Victoria de Samotracia, que diría aquel.

placeholder Un martín pescador capturado en la Comunidad de Madrid (Javier Rubio)
Un martín pescador capturado en la Comunidad de Madrid (Javier Rubio)

"Al pajareo viene mucha gente por la fotografía, pero también por el mundo del senderismo y la montaña", indica Díaz, que organiza este tipo de cursos de iniciación. "Un día empiezan a fijarse un poco más, dicen “ostras”, luego van a un curso, a una actividad o una visita guiada y se acaban enganchando".

"Lo curioso es que siempre vendemos esto como una forma de conexión con la naturaleza y de quitarse estrés, pero cuando llegas a un punto muy cañero, en el que empiezas a tener tu lista de pájaros y no quieres perderte una especie que sabes que está en esta zona, por lo que a veces vuelves de los sitios cabreado porque ibas a ver cinco especies y te ha fallado una", dice el biólogo.

Mi gran día pajarero

Por muchas especies que hayan identificado en sus vidas, todos los pajareros tienen un día imborrable. Aquel en el que vieron aparecer de la nada una rareza que —por motivos incognoscibles o apenas confesables— brilla sobre todas las demás en su memoria.

Para Juzgado, por ejemplo, sucedió en Toledo. "Me entró un alcaraván, que es como un correcaminos, una especie que nunca había visto porque es supermimética", recuerda. "Pues le tengo bebiendo agua a las ocho de la mañana con una luz muy bonita".

Álvaro Díaz tampoco duda al recordar sin esfuerzo la fecha: 8 de noviembre del año 2008. "Uno de mis días más gordos de pajareo fue una salida en barco que hicimos en Cantabria, vimos una fragata magnífica o rabihorcado magnífico, que es un ave tropical con la cola así horquillada", dice. "La vimos los que íbamos en el barco y no volvió a verla nadie". Un self-found sin posibilidad alguna de twitch, ¿alguien da más?

placeholder La mirada de la fragata ya lo dice todo, no esperaba ser vista (Álvaro Díaz)
La mirada de la fragata ya lo dice todo, no esperaba ser vista (Álvaro Díaz)

Y por supuesto, está el noviembre loco de 2021, cuando aparecieron búhos nivales como los que salen en Harry Potter en diversos puntos de Asturias y Cantabria. Aquello fue una catarsis ornitológica para muchos, que no dudaron en desplazarse en tropel hasta allí para verlos. Díaz, sin embargo, había hecho lo propio siete años antes, cuando viajó en coche hasta La Rochelle, en Francia, para fotografiar a su primer búho nival y tacharlo de la lista.

Laura Jiménez Ortega, investigadora en el Departamento de Psicobiología en la Universidad Complutense de Madrid, hizo para su tesis doctoral un registro de 3.000 aves haciendo head bobbing, esto es, cuando mueven la cabeza al andar, y más tarde siguió investigando sobre la cognición visual de aves tan inteligentes como los cuervos. Su marido, Juanma Sánchez Peral, era fotógrafo de naturaleza para medios como National Geographic y, entre otras cosas, se recorrió Europa en coche siguiendo a las grullas desde España hasta Suecia. Son miembros de la SEO y su viaje de novios fue a las Islas Galápagos para ver especies como el pinzón de Darwin.

Sirva esta breve introducción para decir que son muy pajareros.

"En vacaciones siempre vamos a un parque natural a ver aves, este año hemos estado en Alemania, pues hemos ido al mar del Norte a ver aves. A mí me gustan sobre todo los limícolas, en playas y sitios de desembocadura", explica Jiménez Ortega. "Todos los años en Semana Santa nos vamos al Levante a ver aves: al P.N. del Hondo o de la Mata… también vamos con el telescopio a ver la mayor concentración de búhos de Europa que está, increíblemente, cerca de Torrevieja, en la Sierra Escalona".

Como otros pajareros extremos, la investigadora aprovecha siempre un hueco para ir a indagar, especialmente cuando le toca viajar por un congreso. Recientemente en Países Bajos se encontró un picamaderos negro, pero nada comparable a lo que le sucedió en un congreso al que fue en Londres. "Como ya la ciudad me la conocía, en un rato libre me fui a la antigua reserva de agua de la ciudad", el hoy llamado London Wetland Centre, unos humedales cerca de Richmond. "Pues llego allí y en mitad de la reserva veo un avetoro", indica Jiménez Ortega orgullosa. "El avetoro lo ha oído todo el mundo pero es superdificil de ver, y la probabilidad de verlo en Londres… además mi marido, que tiene mucho más camino en esto de las aves, nunca lo había visto".

En lenguaje técnico pajarero, un supermegapepino mundial. Lo primero que hizo fue llamar a su marido.

— Juanma, acabo de ver avetoro.

— No te creo. ¿En Londres? No puede ser avetoro, es imposible. ¡Será avetorillo o cualquier otro!

El marido lo comprobó y sí, era avetoro. Uno menos en la lista para ella. "Tenemos un pique interesante con eso".

Para la mayor parte de la población, los pájaros son solo un efluvio indeterminado de trinos que se percibe al abrir la ventana, o al adentrarse en un parque. Un ruido no demasiado molesto que vivimos en segundo plano. Sin embargo, hay quienes necesitan descifrar ese galimatías: identificar qué especies los emiten y por qué en este momento del año. Encontrar un patrón donde antes solo había ruido, nombres concretos de familias, especies y subespecies donde para los demás solo hay gorriones o palomas.

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