Audio | el vuelo de los ánsares en las Salinas de Villafáfila en Zamora

Semana a semana, las páginas del otoño van cayendo. Y a medida que el campo calla, nuevos griteríos sobrevuelan nuestras cabezas. En oleadas, precedidas por los vientos más frescos, llegan las bandadas de aves invernantes. Los gansos grises, ánsares comunes, se dirigen, con certeza, hacia las charcas, salinas, lagunas y marismas donde van a pasar los meses fríos. Con las patas en el agua, atentos a cualquier chapoteo que delate la aproximación de un merodeador terrestre.

El complejo lagunar de las salinas de Villafáfila, islas de agua salobre en la Tierra de Campos zamorana, son uno de sus destinos favoritos. Al atardecer, entre las franjas oscuras del cielo rojo y la tierra negra, se descuelgan las bandadas. Baja la luz y el griterío sube de intensidad. Primero es un vocerío lejano que rellena el horizonte infinito. De repente, unos gritos aislados —el gangueo de donde les viene el nombre a los gansos—, apoyándose en el característico matraqueo que producen al vibrar las plumas de vuelo. Cuatro o cinco, una docena, varias decenas, miles…

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Al caer la noche, con la lámina de agua roja encendida entre franjas oscuras, como una pintura expresionista, el ambiente se serena. Pero la quietud del agua no supone silencio: un vocingleo de cientos de aves ocultas en la oscuridad se expande por la laguna.