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El psicólogo que odia prohibir los móviles explica por qué no piensa dar uno a su hija
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ENTREVISTA CON PETER ETCHELLS

El psicólogo que odia prohibir los móviles explica por qué no piensa dar uno a su hija

El profesor de la Universidad de Bath acaba de publicar 'Unlocked', en el que pone en tela de juicio las investigaciones apocalípticas sobre el uso de "las pantallas" y se posiciona contra la prohibición

Foto: Peter Etchells. (Foto cedida)
Peter Etchells. (Foto cedida)
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A principios de año, la Cámara de Representantes de Florida, controlada por el Partido Republicano, aprobó un proyecto de ley para prohibir las redes sociales entre los menores de 16 años. Rishi Sunak, primer ministro de Reino Unido, estudia limitar la venta de smartphones a los jóvenes menores de esa edad. En España, cada vez más comunidades autónomas prohíben el uso del móvil en entornos escolares. Es parte de un movimiento de reacción contra “las pantallas” que se ha agudizado en los últimos años.

Cuando el psicólogo Peter Etchells observa estas noticias, niega con la cabeza y las comparte en sus redes como muestras de una oleada de pánico moral antimóviles con poco fundamento. El profesor de la Universidad de Bath acaba de publicar Unlocked: the Real Science of Screen Time (Piatkus Books), en el que intenta poner en contexto de manera rigurosa las investigaciones disponibles. No es que las redes sociales o smartphones no tengan problemas, señala, pero gran parte de los estudios no aseguran lo que creen asegurar y, sobre todo, no está tan claro que sean el único motivo para la crisis de salud mental.

Etchells ha sido considerado la némesis a Jonathan Haidt, máximo exponente de la cruzada antipantallas, cuya metodología ha criticado en repetidas ocasiones. Una voz moderada en una cuestión que, como él mismo explica a El Confidencial, despierta respuestas muy polarizadas porque suele encajar con determinadas visiones del mundo, desde el conservadurismo reaccionario hasta el optimismo radical de determinado progresismo pasando por el neoludismo. Solo sabemos que no sabemos mucho, advierte.

PREGUNTA. ¿Qué sabemos con seguridad acerca de las pantallas, y que sabemos que no sabemos aún?

RESPUESTA. La respuesta brutalmente honesta es que no sabemos demasiado sobre relaciones causales. La mayoría de las investigaciones observan relaciones entre el tiempo que pasamos mirando pantallas o en redes sociales y la salud mental, pero son correlacionales. Gran parte de ellas están muy bien hechas, pero no permiten establecer relaciones causales. Sé que hay gente que no está de acuerdo y que defiende que sí hay una relación, pero no estoy seguro de la calidad de esos estudios.

"Si las redes fuesen la única causa de los problemas de salud mental, lo sabríamos"

Uno de los problemas, y lo he visto recientemente, es que mucha gente asegura que las redes sociales son la causa de las enfermedades mentales entre los adolescentes y citan algunos estudios para apoyarlo. Por ejemplo, una investigación en la que encontraron que no pasar un mes en Facebook había mejorado la salud mental de los adultos. Pero eso no tiene nada que ver con la pregunta. A menudo terminamos juntando muchas cosas en tres o cuatro frases: tiempo de pantalla, salud mental, redes sociales, Facebook, etc. Son términos muy amplios. La salud mental puede ir desde no sentirse bien a un aumento de suicidios, pero hablamos de todo eso como si fuese lo mismo.

Así que es muy difícil saber qué sabemos realmente porque todos estamos hablando de cosas diferentes en cada investigación. Puedes coger un estudio que asegure que para un adulto, dejar de usar Facebook durante un mes mejora su calidad de vida y otro que la empeora. Una de las cosas que quiero hacer entender es que si las redes sociales fuesen la única explicación para los problemas de salud mental los datos estarían mucho más claros y sería tan catastrófico que ni siquiera estaríamos teniendo este debate.

P. En su libro utiliza un ejemplo muy interesante para entenderlo. Por ejemplo, pensamos que utilizar el móvil en la cama nos hace dormir peor, pero usted sugiere que tal vez usamos el móvil en la cama porque ya nos encontramos mal de antes. La causa y el efecto contra correlación, de nuevo.

R. Parte de la razón por lo que resulta tan útil ese ejemplo es porque cuando pensamos en el uso del smartphone en la cama, lo hacemos en términos biológicos, en el impacto de la luz azul sobre el sueño. Creo que la lección más importante es que nos centramos en eso porque parece algo relativamente sencillo. Los móviles emiten luz azul por lo que es malo utilizarlos por la noche. El scroll infinito es adictivo por diseño porque afecta a nuestro sistema dopamínico y demasiada dopamina es adictiva.

Es fácil de entender, pero no explica todo, porque las razones reales por las que nos cuesta dormir por las noches, o por las que nos cuesta cerrar Instagram, son mucho más complejas. Una de las cosas que aprendí escribiendo el libro es que los insomnes pasan el día con sueño y agotadas, pero en cuanto se meten en la cama, no pueden pegar ojo. La razón es que han formado asociaciones negativas con el dormitorio. Por eso decimos que una buena higiene del sueño es importante, no hacer otra cosa en la cama que no sea el amor o dormir, porque se pueden establecer asociaciones negativas con otros elementos.

Hay toda clase de razones por las que usamos los móviles por la noche. A veces hemos tenido un día estresante, y es el único momento en que hemos podido descansar, o todavía estamos respondiendo mensajes, etc. Algunas de esas cosas no nos van a afectar, pero otras sí. Por eso si coges el móvil por la noche no es que vayas a dormir mal por algo biológico, sino porque desarrollas malas asociaciones.

"No pienso darle a mi hija un móvil si puedo evitarlo, pero no porque sean adictivos"

P. Depende de lo que hagamos, no del teléfono en sí.

R. En el libro cuento que bajé una app de crucigramas para desconectar un poco antes de dormir y que me funcionaba. Pero después de publicarlo, un buen día me vi a las 23:30 de la noche agotado haciendo crucigramas, sin ganas de terminarlos, como una tarea más. Así que he dejado de hacerlo porque para mí ya no es útil, no cumple su propósito, pero eso no quiere decir que haya dejado de usar el teléfono. No digo que la app fuese adictiva, sino que yo mismo desarrollé un mal hábito. Es una manera más empoderadora de pensar sobre la tecnología, porque tienes que reflexionar sobre su uso, quedarte con los buenos hábitos y librarte del resto.

P. ¿Qué piensa de las medidas de prohibición de móviles?

R. Entiendo de dónde vienen, porque es un tema que provoca reacciones muy emocionales. En parte, porque lo pensamos como una adicción, por lo que tiene sentido que pensemos que lo único que se puede hacer es regular, prohibir y limitar. Pero es problemático. En Reino Unido hay un gran debate sobre prohibir los móviles antes de los 16 años. He tenido muchas discusiones con periodistas porque, por ejemplo, me preguntan si prohibiría los teléfonos. Siempre respondo: ¿de qué hablamos? Porque un teléfono no es lo mismo que un smartphone. Nadie prohibiría los teléfonos.

Sobre los smartphones: mi hija Matilda tiene cuatro años y va a Primaria. No veo ninguna necesidad en que tenga un smartphone. Quizá a la gente le sorprenda oírme decir que no pienso darle uno si puedo evitarlo. Pero no porque piense que son malos, adictivos o nada por el estilo, sino porque no tiene las suficientes habilidades digitales aún. Si le doy ahora mi viejo iPhone va a ser como cuando me dieron mi primer iPhone hace quince años, que dije “qué bien, ¿qué hago con esto?” Es como meterse en el salvaje oeste.

placeholder Rishi Sunak se plantea no vender móviles a los menores de 16. (Reuters/Pool/Jacob King)
Rishi Sunak se plantea no vender móviles a los menores de 16. (Reuters/Pool/Jacob King)

El problema con la prohibición es que simplemente estás dejando el problema para más tarde. No me parece mal si se acompaña con un programa de alfabetismo digital que eduque a nuestros hijos como no nos educaron a nosotros, que vimos cómo de repente aparecieron los smartphones de la nada y tuvimos que aprender a usarlos por nuestra cuenta. La cuestión es que desarrollen habilidades para que puedan entender los usos saludables, que sean capaces de identificarlos y cambiar los malos hábitos, y desarrollar redes de apoyo para que si algo les hace daño, haya mecanismos para que puedan hablar de ello y solucionarlo. Si no, te vas a encontrar con los mismos problemas cuando les des un móvil.

Otro problema que encuentro es que cuando hablamos de prohibir los smartphones o las redes sociales, no definimos bien de qué se trata. Creo que todos nos podemos poner de acuerdo en que no debería haber niños de cinco años en Twitter o Instagram, pero “redes sociales” es un concepto muy amplio. Por ejemplo, WhatsApp es básicamente mensajes de texto. Y los chavales usan Fortnite como una red social venida a más. Hay muchas evidencias de que las redes sociales se usan para mantener y reforzar sus relaciones en persona, no son dos mundos separados. Si prohibimos todas las redes, acabaremos con eso. No creo que se escuche lo suficiente la voz de los jóvenes para saber qué quieren, qué buscan, qué les preocupa y qué beneficios sacan. Hay algunos beneficios muy importantes para que las comunidades marginalizadas formen sus redes en sus ciudades, por ejemplo la comunidad LGTBI, o para expresar su creatividad. Las redes sociales no son 100% malas.

El problema es que estas conversaciones generan respuestas muy emocionales. Si dices algo así, mucha gente te acusa de que estás defendiendo que no hay nada de que preocuparse. No es así. Claro que hay problemas, pero hay otras soluciones que no pasan por la prohibición. Lleva ocurriendo lo mismo con los videojuegos desde hace años y no hemos salido de ese debate. Es difícil venderle a los padres que, si lo explican bien, pueden ser beneficiosas, en parte porque no tenemos tiempo ni energía. Es difícil ser padre, tienes mucha gente a tu alrededor diciéndote que deberías implicarte en la vida de tu hijo, pero tampoco demasiado para no ser un padre helicóptero. Recibes mensajes contradictorios todo el tiempo. Es más fácil en esa situación retroceder a tu experiencia personal y aplicarla.

"Hay tantos estudios que todos podemos encontrar lo que queramos"

Pero también creo que tanto los críticos como los alarmistas buscamos lo mejor para todos. En su último libro, Jonathan Haidt propone cuatro consejos, y uno de ellos es jugar con los niños. Absolutamente. Es uno de sus derechos. No tengo problemas con que un padre no le dé un móvil a su hijo antes de los 16, pero no hay necesidad de meter miedo diciendo que son adictivos.

P. Ha criticado en diversas ocasiones el trabajo de Haidt. ¿Qué le parece su último libro?

R. No lo he podido terminar porque he pasado las últimas semanas en el hospital, así que gran parte de mi opinión viene de otras cosas que ha escrito antes. Creo que entiendo lo que quiere hacer, y creo que intenta lo mejor para todo el mundo. Me preocupa, dado el estado de la investigación, que hay miles de estudios sobre pantallas y tecnología en los que es muy fácil encontrar lo que te interesa. Como resulta tan difícil ponerse de acuerdo, es muy fácil encontrar argumentos a tu favor. Soy consciente de que la gente me puede acusar de lo mismo en mi libro, pero estoy a favor de esa clase de debate.

Lo importante es recalcar que gran parte de las investigaciones son muy pobres. No tenemos evidencias que permitan desarrollar recomendaciones políticas claras. Si sigues los argumentos de Haidt a lo largo de los últimos veinte años, cambian de formas sutiles pero importantes. Todo empieza con aquel largo artículo de The Atlantic que básicamente dice que todas las actividades ligadas a las pantallas están relacionadas con una menor felicidad y que todas las actividades que no lo están, a más felicidad. Pero eso no está apoyado por la evidencia.

placeholder Jonathan Haidt, autor de 'La generación ansiosa'. (Fundación Rafael del Pino)
Jonathan Haidt, autor de 'La generación ansiosa'. (Fundación Rafael del Pino)

Entonces, Haidt cambió su narrativa para centrarse en el uso de las redes sociales por las chicas, y luego algo semejante sobre bienestar y salud mental. Da pequeños giros y esa no es forma de hacer ciencia, porque tienes un montón de datos que puedes analizar de un millón de formas hasta que encuentras el resultado que encaja con tu visión del mundo. Es lo que ha ocurrido. Todos esos debates tienen lugar en blogs o Substack, y por una parte está bien, pero no es un debate robusto. Lo que nadie está haciendo es volver al punto de partida y decir: “Vale, ¿cuál es el impacto de X en Y? Vamos a registrar nuestro estudio, nuestro proceso de análisis y nuestras predicciones”.

Por supuesto que hay investigaciones así, pero en general no es lo que está guiando el debate, cuyo marco está cambiando continuamente. Eso es un gran problema porque un día hablamos del efecto de las redes sociales en el suicidio de los adolescentes estadounidenses, y al siguiente las cifras de suicidio en todo el mundo, y luego depresión e Instagram. Son cosas distintas. Es como si cada uno estuviésemos jugando el partido con un balón distinto.

P. El lector probablemente se estará preguntando qué piensa hacer con su hija respecto a los smartphones. Cuando le dará el primero, si establecerá alguna regla, etc.

R. Aquí y ahora, no lo sé, porque no pienso darle uno próximamente. No porque piense que son adictivos, sino porque no ha desarrollado sus habilidades aún y por ahora no veo ninguna necesidad. Tiene otros intereses. He intentado jugar a videojuegos con mi hija porque me gustan, pero a ella no le interesan, lo que es gracioso. Así que intentamos apoyarla en lo que le gusta.

"Cuando mi hija me pregunta qué hago con el móvil, nunca digo 'cosas de adultos'"

¿Cuándo le daremos un smartphone? Depende de muchos factores. Para empezar, si hay una necesidad real, y no me refiero a que todo el mundo en su clase tenga uno porque no creo que haya que sucumbir a esa clase de presión entre pares. Como padre, eres el más indicado para entender las necesidades, rutinas y deseos de tu hijo. En muchos sentidos somos privilegiados, porque no necesitamos un smartphone, por ejemplo, para monitorizar sus niveles de glucosa en sangre como pasaría si tuviese diabetes. Lo que sí sé es que antes de hacerlo habremos hablado mucho de para qué sirven los móviles.

Algo muy importante es que creo que los padres tenemos que ser buenos modelos de comportamiento para nuestros hijos. Si pasamos todo el tiempo usando móviles a su lado, van a querer uno y van a pensar que es apropiado utilizarlos sin parar porque es lo que están viendo. No hay padres perfectos, pero lo que hago cuando estoy delante de mi hija y me pregunta qué hago no es responder “cosas de adultos” y esconderlo, porque crea un aura de misterio, sino hablar con ella.

P. ¿Por ejemplo?

A veces le digo “lo siento, pero es algo que tengo que hacer”. Por ejemplo, en Reino Unido se abre a las ocho de la mañana el cupo de citas para el médico, y hay tanta demanda en la NHS que se acaban en media hora. Es un mal momento porque estamos preparándonos para ir al colegio o al trabajo, pero si tienes que ir al médico, no te queda otra que meterte en la app. Sé qué piensa mi hija cuando estoy intentando hacer el desayuno mientras miro el móvil, y le parece mal. Lo que le digo es “mira, no quiero estar con el teléfono, pero en cinco minutos termino”. A veces nos olvidamos que los niños son más perceptivos de lo que pensamos. Lo entiende y cuando le explico qué hago, se da cuenta de que es algo aburrido y deja de interesarle.

placeholder Foto: Europa Press/Eduardo Parra.
Foto: Europa Press/Eduardo Parra.

A veces me pongo a mirar el mail del trabajo cuando estoy estresado y me pilla. Lo importante es poder decir “tienes razón, no tengo por qué mirarlo, lo siento, ¿qué quieres hacer?”. En otras ocasiones le digo: “¿Quieres que hagamos fotos entre los dos?” Eso me lleva a explicarle para qué sirve internet. Lo importante, no solo con los móviles, sino con los niños en general, es que tengan un espacio seguro para hablar sobre cómo se sienten y cómo podemos hacer las cosas mejor.

A principios de año, la Cámara de Representantes de Florida, controlada por el Partido Republicano, aprobó un proyecto de ley para prohibir las redes sociales entre los menores de 16 años. Rishi Sunak, primer ministro de Reino Unido, estudia limitar la venta de smartphones a los jóvenes menores de esa edad. En España, cada vez más comunidades autónomas prohíben el uso del móvil en entornos escolares. Es parte de un movimiento de reacción contra “las pantallas” que se ha agudizado en los últimos años.

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