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Inglaterra veta el uso de móviles en los colegios y permite el registro de mochilas
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Aún no ha sido aprobada como ley

Inglaterra veta el uso de móviles en los colegios y permite el registro de mochilas

La nueva guía es un conjunto de directrices no vinculantes y llega más bien tarde. La mejor solución para proteger a los jóvenes de daños físicos y mentales es una regulación de seguridad 'online' más "estricta y ambiciosa"

Foto: Una persona usa el teléfono móvil. (Europa Press/David Zorrakino)
Una persona usa el teléfono móvil. (Europa Press/David Zorrakino)
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Los adolescentes reciben alrededor de 237 notificaciones al día en sus teléfonos móviles a través de unas aplicaciones con alto poder de adicción y ansiedad. Porque no poder consumir lo primero lleva inevitablemente a lo segundo. Aunque estos son los problemas más básicos. En los peores casos se puede llegar al suicidio —como le pasó a Molly Russell, que se quitó la vida con 14 años— o al asesinato —como le ocurrió a Brianna Ghey, de 16 años, quien fue apuñalada por dos menores de 15 años—.

Ante la gravedad de la situación, el Gobierno británico ha prohibido el uso de los teléfonos tanto en las clases como en los recreos, otorgando a los docentes el poder de registrar las mochilas y protección legal ante posibles demandas de padres en caso de pérdida o daño de los dispositivos confiscados.

¿Problema resuelto? La verdad es que no. Se trata tan solo de directrices no vinculantes y llegan más bien tarde. Demasiado. Actualmente, menos del 1% de las escuelas permite el uso ilimitado de los dispositivos. Alrededor de dos tercios de los colegios ya tienen reglas para vetarlos. Por lo tanto, es una no política ante un no problema. El desafío más bien se presenta cuando los menores salen del colegio, según aseguran los especialistas en la materia.

La guía publicada este lunes por el Ejecutivo, que llega tres años después de lo prometido, ocupa las portadas. Pero no especialmente en la manera en la que pretendía Downing Street. "Otro ejemplo más de un gobierno sin ideas serias que intenta parecer ocupado", rezaba el propio The Spectator, biblia para los tories. "La guía es tan innovadora como anunciar que los altavoces deberían prohibirse en las bibliotecas", añade.

Foto: Adolescentes usando el móvil en el aula. (EFE/Marcus Fuerer)

Las conversaciones sobre la prohibición de los teléfonos en las escuelas de Inglaterra —donde el Gobierno central tiene competencias en la materia— comenzaron en 2018, cuando un portavoz del ministerio de Educación dijo que la política gubernamental no era necesaria porque "el 95% de los centros ya tenía algún tipo de restricción". En febrero de 2019, el secretario de Educación, Nick Gibb, dijo que deberían prohibirse. En abril de 2021, el entonces ministro Gavin Williamson también dijo que quería actualizar la política gubernamental al respecto. Lanzó una consulta en junio de ese año, con planes de realizarla en la primavera siguiente. No pasó nada. Hasta ahora, cuando se han publicado unas directrices que han dejado más que fríos a los especialistas, quienes llevan demandando desde hace años verdaderas herramientas para atajar una amenaza que se intensifica cada día.

Según los principales defensores de la seguridad en Internet, prohibir los teléfonos móviles en las escuelas no solucionará los daños causados por las plataformas tecnológicas a los niños. Ian Russell, padre de Molly Russell, denuncia que la guía no impedirá que los menores estén expuestos a material peligroso.

"La simple realidad es que los niños seguirán expuestos a riesgos evitables día y noche hasta que abordemos los fallos fundamentales de seguridad de los productos de las plataformas tecnológicas que son peligrosas por diseño", dijo. "La mejor solución para proteger a los jóvenes de daños físicos y mentales es una regulación de seguridad on line más estricta y ambiciosa", añade.

¿Cómo se lidia con todas las consecuencias que surgen del hecho de que los estudiantes tengan acceso ilimitado a los teléfonos inteligentes durante el resto del día? Incluso si los estudiantes no pueden usar sus teléfonos, no significa que no quieran hacerlo: los estudios han demostrado que la mera presencia de un teléfono es una distracción en sí misma.

"Demasiadas personas y demasiados políticos se apresuran a afirmar de manera patética y falsa que el genio de las grandes tecnologías ha salido de la botella y que no hay nada que podamos hacer al respecto. Esto simplemente no es cierto", explica Kristina Murkett, profesora y periodista en The Spectator. "Si realmente queremos restablecer la norma social, hay dos opciones que debemos considerar seriamente. O abordamos el hardware y prohibimos los teléfonos inteligentes para menores de 16 años, o abordamos el software y tenemos dispositivos apto para niños que se reduzcan a lo esencial. Ambos eliminarían la presión sobre los padres que con demasiada frecuencia permiten que sus hijos tengan teléfonos inteligentes por temor al aislamiento social, y ambos liberarían a los niños de la implacable estimulación de la dopamina de la vida digita", detalla.

Si los propios adultos apenas podemos controlar el tiempo que pasamos frente a la pantalla, ¿cómo podemos esperar que los adolescentes sean capaces de dominar algo que está diseñado, en todas las formas imaginables, para mantenerlos enganchados el mayor tiempo posible? Los expertos recalcan que las directrices deben enfocarse en cómo proteger a los menores durante las otras 18 horas del día que no están en las aulas.

Foto: No se puede poner puertas al campo ni inhibidores de señal a los colegios. (iStock)

"Cuando más de una quinta parte de los alumnos faltan persistentemente a la escuela, un tercio de los jóvenes suspenden sus exámenes de fin de ciclo, los docentes piden a gritos un plan de estudios que brinde a los niños las habilidades que necesitan para trabajar y las escuelas luchan contra una crisis de salud mental, hay una necesidad urgente de reforma educativa. Un nuevo anuncio sobre los teléfonos móviles es un truco que no se corresponde con la magnitud del desafío", señala Rachel Sylvester, columnista de The Times especializada en educación.

Otros países europeos, como Italia, Francia o Alemania, ya han introducido por ley restricciones a los teléfonos en las escuelas. Aunque los especialistas se decantan más bien por enseñar a los menores a navegar de forma segura en el mundo online. En Finlandia, por ejemplo, todos los alumnos reciben clases de alfabetización mediática desde los siete años, que les enseñan a detectar noticias falsas y les dan las herramientas para resistir la manipulación digital.

En Reino Unido, la Ley de Seguridad Online, que contiene disposiciones para proteger a los menores de contenidos dañinos como la pornografía y la promoción del suicidio y los trastornos alimenticios, se convirtió en ley el año pasado, pero aún está en proceso de implementación.

"El problema no es el dispositivo, es la persistente e irresponsable búsqueda de ganancias por parte de empresas que interactúan con niños"

Beeban Kidron, experto en regulación de internet para menores, asegura que, "quienes trabajan con niños a diario entienden que un teléfono es un dispositivo para pagar el autobús, contactar a tu madre, escuchar música y encontrar información". "El problema no es el dispositivo, sino la persistente e irresponsable búsqueda de ganancias por parte de empresas que interactúan con niños sin ofrecerles un servicio adecuado a su edad y capacidad de desarrollo", denuncia.

Por su parte, Esther Ghey, la madre de la adolescente transgénero asesinada Brianna Ghey, pide una prohibición total del acceso a las redes sociales para los menores de 16 años y asegura que los creadores de aplicaciones y plataformas de redes sociales tienen el deber de proteger la salud mental de los menores. Con miles de seguidores en TikTok, su hija apenas socializaba.

Fue apuñalada en un parque de Warrington, en el condado de Cheshire, hace justo ahora un año. Los responsables del asesinato, que planificaron y escribieron los detalles del crimen en un papel, fueron Scarlett Jenkinson y Eddie Ratcliffe. Tenían 15 cuando cometieron los hechos.

Los adolescentes reciben alrededor de 237 notificaciones al día en sus teléfonos móviles a través de unas aplicaciones con alto poder de adicción y ansiedad. Porque no poder consumir lo primero lleva inevitablemente a lo segundo. Aunque estos son los problemas más básicos. En los peores casos se puede llegar al suicidio —como le pasó a Molly Russell, que se quitó la vida con 14 años— o al asesinato —como le ocurrió a Brianna Ghey, de 16 años, quien fue apuñalada por dos menores de 15 años—.

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