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¿Prohibir las redes sociales a los menores por ley? En estos estados ya se debate en serio
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Convertidas en el "nuevo tabaco"

¿Prohibir las redes sociales a los menores por ley? En estos estados ya se debate en serio

Después de dos décadas de vida, las redes sociales se perciben como un peligro. Varios estados tratan de legislar para proteger a los menores y atajar el deterioro de su salud mental

Foto: Son muchos los niños los que acuden a su móvil para contestar dudas, antes que a sus padres. (Pexels/Pixabay)
Son muchos los niños los que acuden a su móvil para contestar dudas, antes que a sus padres. (Pexels/Pixabay)
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El debate sobre las redes sociales ha entrado en una fase nueva en varios países occidentales, empezando por Estados Unidos. El prisma cultural, económico, mediático, incluso filosófico desde el que se abordaba hasta ahora el asunto ha abierto camino a una encendida discusión política, relacionada principalmente con la salud mental. La pregunta ya no es si las redes sociales son beneficiosas o nocivas, la pregunta es si tenemos que regularlas, o incluso restringirlas, para proteger al menos a nuestros menores. El debate coincide con el 20 aniversario de Facebook, la primera de las redes sociales cuyo uso se hizo realmente global.

Este 26 de enero, la Cámara de Representantes de Florida, controlada por el Partido Republicano, aprobó con 106 votos a favor y 13 en contra un proyecto de ley para prohibirlas entre menores de 16 años. A falta del voto en el Senado, el texto propone acabar de forma inmediata con todas las cuentas abiertas por adolescentes, tengo o no autorización de sus padres. En otros lugares, como en California, se ha arrancado el año anunciando medidas parecidas, aunque menos radicales que las de Ron DeSantis. Y algo similar se está debatiendo en Reino Unido. La restricción de las redes, un debate recurrente en el continente asiático, ha alcanzado por fin a Occidente.

Las cámaras legislativas federales estadounidenses están llamando a declarar cada vez con más frecuencia a la alta dirección de las empresas responsables del funcionamiento de las grandes redes sociales. A lo largo de la última semana, han acusado a Mark Zuckerberg de tener "las manos manchadas de sangre", han interrogado a los directores ejecutivos de Snapchat, Discord o X (antes Twitter), y han cuestionado de manera muy agresiva al CEO de TikTok, Shou Zi Chew, insinuando que mantiene lazos con el gobierno chino. En el vídeo del careo, que se ha hecho viral, el directivo insiste en que su pasaporte es de Singapur y que es ese país, y no China, donde hizo el servicio militar.

Foto: Johann Hari posando en un aula de la Universidad Schiller. (Ana Beltrán)

La preocupación en Estados Unidos tiene varias aristas. La primera, la geopolítica, está sobre todo relacionado con el ascenso de China en un terreno donde nadie esperaba que pudiese ser competitiva. Aunque las redes sociales en manos de capital estadounidense siguen teniendo más usuarios, el ritmo de crecimiento de TikTok y la penetración entre los adolescentes empieza a ser apabullante. Además de que su funcionamiento (más algorítmico que basado en interacciones sociales auténticas) ha obligado a sus competidores a cambiar de estrategia para sobrevivir.

La pujanza de TikTok ha revertido la situación, ya que hace apenas unos años eran las autoridades chinas las que cuestionaban y restringían la penetración en las tecnológicas estadounidenses. Lo que Washington consideraba hasta hace apenas unos años una práctica aislacionista que no respetaba las reglas del libre comercio mundial, se ha convertido de la noche a la mañana en un asunto puramente estratégico. Y viceversa. Ambas potencias temen que su rival pueda utilizar los datos obtenidos con las redes sociales, o lanzar campañas de desestabilización e intoxicación.

Epidemia para la salud mental

Pero la preocupación que más terreno ha cobrado en los últimos meses es la que tiene que ver con los efectos para la salud mental, especialmente para niños y adolescentes. Cada vez más investigadores relacionan las redes sociales con el aumento exponencial de los casos de ansiedad y depresión. Estas dos enfermedades mentales se han duplicado y triplicado entre los adolescentes en Estados Unidos, siendo especialmente grave en el caso de las chicas.

Autores como Max Fisher (a quien entrevistamos en El Confidencial), o Jonathan Haidt, sugieren que la única manera de frenar la epidemia es "desconectar el algoritmo" o, al menos, regular severamente el uso de teléfonos móviles hasta la mayoría de edad. Otros, como Johann Hari comparan la situación actual con el momento en el que las autoridades empezaron a tomar consciencia sobre los efectos del tabaco para la salud.

Foto: Foto: Getty/NurPhoto/Jaap Arriens.

Una de las investigaciones que más está dando que hablar es la que ha dirigido el ensayista Jonathan Haidt, y cuya primera entrega será publicada el mes que viene en Estados Unidos en un libro muy esperado (La generación ansiosa), con el que se esperan batir récords de ventas.

Los preadolescentes estadounidenses (de 8 a 12 años) pasan aproximadamente 6 horas al día delante de pantallas, sin contar los usos educativos. Los adolescentes (de 13 a 17 años) pasan alrededor de 9 horas al día. Eso equivale aproximadamente a 60 horas a la semana, 238 horas al mes y 3.000 horas al año. "La enormidad de estas cifras debería hacer que nos detuviésemos a pensar qué estamos haciendo", explica en entrevista Zach Rausch, investigador principal del proyecto de Haidt.

PREGUNTA. ¿Cuál es el problema de que pasen tiempo delante de la pantalla?

RESPUESTA. Durante la mayor parte de la historia evolutiva humana, los niños pasaron casi todo su tiempo jugando, a menudo sin supervisión, y en grupos de edades diversas. El juego a menudo implicaba cierto riesgo, emoción e incertidumbre: trepar árboles, perderte en aventuras por el campo o la ciudad. Este tipo de infancia, basada en el juego, es fundamental para el desarrollo social y emocional: es la forma en que los niños aprenden y dominan habilidades, incluida la regulación de las emociones, la recuperación de fracasos y la navegación en entornos sociales complejos sin la intervención de los adultos. El problema que enfrentamos ahora es colosal porque este tipo de infancia ya no existe en muchas partes del mundo occidental.

Foto: Foto: Reuters/Dado Ruvic. Opinión

P. El cambio ha sido muy veloz.

R. Entre 2010 y 2015, los jóvenes trasladaron su vida social a las pantallas de manera casi exclusiva, transformando la infancia de una infancia principalmente basada en el juego a una basada principalmente en el teléfono. Esta nueva manera de crecer, les despoja de todas las experiencias esenciales del mundo real que necesitan. A cambio, les educa en experiencias basadas en pantallas, algo que resulta totalmente insuficiente. Entre otros motivos, no sustituyen de ninguna manera la cercanía y la intimidad del juego real, el contacto físico, dinamismo, etcétera. Y ya estamos en condiciones de afirmar sin riesgo a equivocarnos que las implicaciones para su bienestar son devastadoras.

P. ¿Cómo? ¿Puede concretarlo?

R. Desde 2010, hemos visto un aumento de la ansiedad, la depresión, las autolesiones y el suicidio entre los adolescentes, especialmente entre las niñas, en decenas de países de todo el mundo. Los problemas de salud mental entre los jóvenes son más elevados que los de cualquier generación anterior. Y todas las evidencias apuntan fuertemente hacia un culpable: la transformación radical desde una infancia basada en el juego a una basada en el teléfono. Están haciendo enfermar a los niños.

P. ¿Qué le pasa a un niño que, por ejemplo, recibe su primer smartphone a los 10 años?

R. Si a los niños no se les ponen límites, se verán absorbidos y conectados las 24 horas del día y los 7 días de la semana. Es como coger a un niño que ha crecido en Nueva York, soltarlo en la selva amazónica y decirle que descubra cómo encontrar el camino a casa. La idea clave es que hemos sobreprotegido a los niños en el mundo real y los hemos subprotegido en línea. Los teléfonos están llenos de aplicaciones y redes sociales diseñadas para enganchar, captar la atención y vendérsela a los anunciantes.

Foto: Foto: Istock/EC Diseño.
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P. Pero muchos padres temen que sus hijos se queden atrás en habilidades digitales.

R. Imagínate a dos niños diferentes. Uno pasa 3000 horas al año en Instagram, Snapchat y TikTok. El segundo las pasa jugando y haciendo lo que han hecho los niños durante cientos de miles de años. ¿Cuál crees que estará mejor preparado para los desafíos que va a enfrentar a lo largo de su vida? Los niños necesitan crecer en el mundo real antes de adentrarse tan profundamente en el virtual. Además, pueden usar ordenadores, aprender a navegar y mucho más sin llevar una conexión en el bolsillo.

P. El verdadero desafío para muchos padres es la presión social. ¿Cómo prohíbes el teléfono a tu hijo cuando todos sus amigos lo tienen?

R. Esta es la pregunta del millón. Los jóvenes corren el riesgo de aislarse socialmente si no están conectados. Es una trampa para muchas familias, una trampa de la que necesitamos salir como sociedad para que el precio a pagar por crecer en un entorno saludable no sea el aislamiento social. Necesitamos transformar nuestras normas y comportamientos de manera colectiva. Los padres tendrán que unirse para establecer normas de que no les darán a sus hijos teléfonos inteligentes hasta los 14 años y redes sociales hasta los 16 años.

¿El nuevo tabaco?

El proceso por el que las redes sociales están empezando a ser consideradas el nuevo tabaco lleva algún tiempo cuajando en Estados Unidos, donde la actitud ha pasado de la exaltación al catastrofismo en muy poco tiempo. Zuckerberg ya tuvo que comparecer por el escándalo de Cambridge Analytica en 2018, para dar detalles de por qué no había evitado el expolio de datos personales que estaba haciendo la compañía en sus redes con fines políticos.

Dos años más tarde fue citado junto a los CEO de Google, Amazon y Apple en el marco de una investigación en la que una comisión de demócratas y republicanos dijeron que los grandes nombres de Silicon Valley se habían convertido en monopolios que no se veían desde la era de los “magnates del ferrocarril y el petróleo”.

Pero es probable que el fundador de la compañía antes conocida como Facebook nunca haya tenido que afrontar un vía crucis como el que vivió esta semana en el Capitolio. "Tiene usted las manos manchadas de sangre", le espetó un senador republicano, por "crear productos que acaban con vidas humanas", en relación al daño psicológico que podían llegar a provocar las redes sociales.

Foto: Logos de Facebook e Instagram. (Reuters/Dado Ruvic)

Algo que Zuckerberg negó tajantemente, sosteniendo que no existe ninguna evidencia científica al respecto. La defensa causó revuelo entre un grupo de familias presentes en la comparecencia que aseguran que sus hijos sufrieron abusos sexuales por culpa de internet. Ese era en realidad el objeto de la sesión. El CEO de Meta se levantó, se disculpó ante los presentes, pero no rectificó sus palabras.

Hasta ahora a Google, Amazon o Apple se les había leído la cartilla por motivos puramente empresariales, por cómo utilizan su poder financiero para fagocitar a su competencia a golpe de talonario o, si se niegan, asfixiando a los rivales clonando sus productos y utilizando su poder de mercado para colocarlos en un lugar privilegiado. Durante la pasada década, también preocupó la privacidad y la desinformación. Pero el centro de gravedad del asunto empezó a cambiar en 2021, cuando apareció en escena Frances Haugen, quien protagonizó una de las filtraciones más relevantes de la historia de la industria tecnológica.

Extrabajadora de Meta, se convirtió en garganta profunda y difundió miles de documentos que, entre muchas otras cosas, demostraban que la compañía era consciente de los efectos nocivos que tenían aplicaciones como Instagram sobre sus usuarios, especialmente lo menores, pero hacían caso omiso de ello o se tomaban medidas cosméticas, priorizando el negocio. Una vez esta ingeniería de la adicción quedó al descubierto, el debate estaba servido.

Toda esta desconfianza ha empezado a traducirse en un goteo de proyectos legislativos que pretenden reducir la exposición de los menores

Toda esta desconfianza ha empezado a traducirse en un goteo de proyectos legislativos que pretenden reducir la exposición de los menores a las redes sociales. Además de la citada ley aprobada por el Congreso de Florida, en California la senadora demócrata Nancy Skinner presentó esta misma semana una batería de medidas que pretende reducir la adicción de los más jóvenes. Si sale adelante, estará prohibido enviar notificaciones en horario escolar o nocturno a estos usuarios, las cuentas deberán ser privadas por defecto y el uso máximo estará limitado a una hora.

Pero los ecos de esta polémica llegan a otros países. En Reino Unido, por ejemplo, el gobierno de Rishi Sunnak llegó a poner encima de la mesa una medida similar a la impulsada en Florida, aunque de momento no parece más que una idea peregrina. Por ahora, se limitarán a exigir a las compañías mecanismos para evitar que los menores consuman contenido dañino. Si incumplen esto, la ley británica recoge la posibilidad de sanciones que asciendan a un 10% de la facturación total de la compañía responsable.

El debate sobre las redes sociales ha entrado en una fase nueva en varios países occidentales, empezando por Estados Unidos. El prisma cultural, económico, mediático, incluso filosófico desde el que se abordaba hasta ahora el asunto ha abierto camino a una encendida discusión política, relacionada principalmente con la salud mental. La pregunta ya no es si las redes sociales son beneficiosas o nocivas, la pregunta es si tenemos que regularlas, o incluso restringirlas, para proteger al menos a nuestros menores. El debate coincide con el 20 aniversario de Facebook, la primera de las redes sociales cuyo uso se hizo realmente global.

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