Es noticia
La IA resucita el sentimiento ludita: ¿estamos a punto de volver a destrozar máquinas?
  1. Tecnología
UNABOMBER TENÍA SUS RAZONES

La IA resucita el sentimiento ludita: ¿estamos a punto de volver a destrozar máquinas?

La cruzada contra la tecnología nunca tuvo que ver con el miedo a las máquinas, sino con un futuro laboral en el que el humano queda fuera de juego

Foto: Obreros destrozan máquinas de hilar en la Revolución Industrial. (Dominio público)
Obreros destrozan máquinas de hilar en la Revolución Industrial. (Dominio público)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Lo primero de todo, cómo están los máquinas. ¿Estáis bien? Bueno, pues ahora vamos a echarnos una fotillo. David Bisbal, 2023.

Hubo un tiempo, más o menos hasta finales del XX, en el que ser comparado con una máquina no era un elogio. Se consideraba que la maquinaria era tosca y estúpida, incapaz de igualar la calidad humana, y que su presencia en los centros de trabajo solo se debía a la voracidad del empresario por abaratar costes. Contra esto, la única solución era frenar el avance de las máquinas, ya fuera con un impuesto a su producción o, sencillamente, golpeándolas con una maza hasta que dejasen de molestar.

Foto: El robot digidog camina entre los asistentes a un foro. (EFE/Giorgio Viera) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
¿Cómo están los máquinas?
Juan José Cercadillo

¿Le suena este argumento? Se llama ludismo y llegó a España hace más de 200 años.

El 2 de marzo de 1821, en torno a 1.000 jornaleros y campesinos armados irrumpieron en Alcoy, Alicante, en busca máquinas. Hasta entonces habían vivido de cardar e hilar lana en sus casas, pero, en aquel momento, unos ingenios a vapor lo hacían más rápido y barato que ellos. Aquella mañana, ni siquiera dos compañías de la Milicia Nacional pudieron evitar la destrucción de 17 fábricas automatizadas de textil, y los asaltantes solo pararon cuando el alcalde les prometió que el resto de fábricas de Alcoy serían desmanteladas de forma pacífica.

Hace un par de semanas, este periódico publicó una ilustración generada por una inteligencia artificial. Las respuestas en Twitter alcanzaron una violencia verbal que nadie podía haber previsto para un simple experimento. Fue solo la punta del iceberg de un sentimiento que aflora a nivel global: cada vez son más los ciudadanos que están a favor de frenar el avance tecnológico, algo que no va a suceder.

En este escenario, ¿podrían repetirse las escenas luditas del XIX? "No cabe duda de que el conflicto de fondo es el mismo que en Alcoy", dice Lluis Torró, profesor de Historia en la Universidad de Alicante. "El problema nunca han sido las máquinas, sino cómo nos afectan. En el caso de Alcoy, y creo que es igual ahora, era por el control del proceso de trabajo. Hasta ese momento, lo controlaban los trabajadores, aunque funcionasen por encargo, porque la separación era clara: la materia prima y el producto eran del empresario, pero la fuerza de trabajo (y la propiedad de las herramientas) era de los campesinos. Podían organizarse como quisieran el tiempo y trabajar desde casa. Con la introducción de la máquina, se convierten en operarios y, por tanto, están obligados a acudir a un centro de trabajo todos los días. De un día para otro, pierden el control del proceso de trabajo".

El ludismo no es tecnofobia, sino lucha de clases. El avance tecnológico no impacta igual sobre todos: a los empresarios los ayuda a reducir costes, mientras que a los trabajadores los obliga a un proceso de reconversión en el que sus habilidades quedan obsoletas. Siguiendo el ejemplo anterior, nadie le garantiza al ilustrador más cotizado que se convertirá en el operador de IA que mejores ilustraciones obtiene. "La gran lección que nos ha enseñado el ludismo es que los humanos no somos capaces de proyectar el impacto de las máquinas. Siempre nos refugiamos en la convicción de que nuestro trabajo es imposible que lo replique una máquina, y lo que nos dice la historia es que estamos sumamente equivocados", continúa Torró. "La tecnología beneficia a la humanidad, pero degrada el trabajo humano".

"La tecnología beneficia a la humanidad, pero degrada el trabajo humano"

El físico de la Universidad del Sur de Florida Steven E. Jones es el autor de Against Machines (2006), la obra más citada en los trabajos académicos sobre ludismo. Cree que por el momento no tenemos que preocuparnos por que las máquinas usurpen nuestros puestos de trabajo: "Lo inmediato es evitar que las inteligencias artificiales puedan hacer imágenes falsas para engañarnos o que los estudiantes dejen de hacer sus trabajos porque puede hacerlos por ellos ChatGPT. Creo que la cuestión de la pérdida de trabajos no está cerca", explica a este periódico.

Lo que Jones no sabe es que ninguno de los correos que nos hemos intercambiado los he escrito yo. Se los pedí a ChatGPT, que tardó cinco segundos en redactar en un inglés formal y ordenado mis ideas. No modifiqué una sola coma para ver si Jones descubría la broma; el profesor acabó deseándole un buen fin de semana al software.

"La cuestión ludita del XIX fue meramente laboral, mientras que el neoludismo que vivimos en los años 80 del XX estaba más relacionada con el estilo de vida. La gente contraponía el amor por la naturaleza con la pujanza de las máquinas, y en este momento veo más ataques de tipo neoludita que ludita", argumenta Jones.

placeholder Unabomber el día de su detención, en abril de 1996. (Wikipedia)
Unabomber el día de su detención, en abril de 1996. (Wikipedia)

El matiz es importante. Si el símbolo de los ludistas fue Neil Ludd, un joven trabajador británico, el del neoludismo corresponde a Theodore Kaczynski, más conocido como Unabomber. Licenciado en Matemáticas por la Universidad de Harvard, Kaczynski evolucionó de la investigación académica a recluirse en una cabaña desde donde enviaba cartas bomba que le costaron la vida a tres personas y produjeron heridas a otras 23.

Su figura, olvidada durante décadas, vuelve a ser reivindicada en algunos sectores de la sociedad estadounidense. "No creo que una reacción neoludita de la sociedad. Puede que se den ataques puntuales, pero creo que, al final, la respuesta estará más focalizada en lobbies y grupos de presión que en la violencia", afirma el sociólogo de la UDIMA César Santos Blázquez. "Además, para cuando la gente quiera organizar un gran ataque cibernético contra la IA, ya estará dotada de grandes medidas de seguridad. Creo que veremos a la inteligencia artificial más como una estructura de los Estados que como el producto de una empresa".

Así, los expertos ven más factible una lucha por la regulación que la agresión directa: "Las nuevas tecnologías han afectado siempre a los trabajadores menos cualificados, y es una circunstancia que tenemos interiorizada. Pero lo que sucede ahora le atañe a los profesionales cualificados, lo que me induce a pensar que será más una revuelta de despachos que callejera", dice el sociólogo. "Esta respuesta no es que crea que vaya a suceder: es que va a suceder".

¿Hacia una regulación?

De cara al futuro, la gran duda es si debemos dejar que la IA crezca libre o hay que perimetrarla con un marco regulatorio, lo que nos lleva a otra pregunta: ¿es posible regular el avance a nivel global? "Tengo muchas dudas en torno a si será efectivo. Creo que habrá regulación, sobre todo a nivel europeo, pero también creo que no tendrá nada que ver con la que adopten países como Estados Unidos o China. Hay una cuestión de competitividad que no se podrá manejar", dice Santos.

"Si la IA se desarrolla sin control, los Estados tendrán que imponer la renta universal"

"Hay que tener siempre en cuenta que lo que estamos viendo hoy es una inteligencia artificial que lleva un año abierta al público. Lo que veremos en 10 años no tendrá nada que ver, es un salto al vacío para la humanidad. Si permitimos que se desarrolle sin control, los Estados se verán obligados a imponer una renta universal a sus ciudadanos, porque la destrucción de empleo será brutal", afirma el experto.

Para Torró, la aceptación de la inteligencia artificial dependerá de cómo se distribuyan sus beneficios. "Han de democratizarse las relaciones laborales. El beneficio que supone la IA no puede quedarse en los propietarios de los medios de producción, porque entonces los perjudicados se contarán por millones. La IA puede ser buena para todo el mundo, facilitando las labores, pero, si es a costa de mi prestigio social y de mi dinero, entonces es obvio que no voy a estar de acuerdo. La producción debe ser más horizontal y no solo debe usarse para ahorrar costes".

Lo primero de todo, cómo están los máquinas. ¿Estáis bien? Bueno, pues ahora vamos a echarnos una fotillo. David Bisbal, 2023.

El redactor recomienda