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Los 'antiprohibicionistas' de los móviles responden: "Quitárselo hasta los 14 es peor"
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Los 'antiprohibicionistas' de los móviles responden: "Quitárselo hasta los 14 es peor"

Frente a los padres que reclaman retrasar la entrega de los 'smartphones' todo lo posible, los expertos y otros progenitores consideran que es como matar moscas a cañonazos

Foto: Foto: Europa Press/Eduardo Parra.
Foto: Europa Press/Eduardo Parra.

"Partiendo de la evidencia que tenemos, se podría defender que los niños no deberían tener ninguna clase de acceso a los smartphones. Pero ¿al menos sacarlos de los colegios? Es una idea que hay que implantar". No es habitual que The Washington Post, el periódico que destapó el Watergate, dedique un editorial a la educación. La pasada semana, sin embargo, publicó uno de los textos más contundentes en contra de los teléfonos móviles, compartido rápidamente por popes como Jonathan Haidt, autor de La transformación de la mente moderna (Planeta).

El debate llevaba abierto desde hacía años, pero se ha acentuado durante las últimas semanas, especialmente después de la publicación de los resultados de PISA. En España, cada vez más padres organizados en grupos de WhatsApp y Telegram se han puesto de acuerdo en retrasar el momento de entregar estos dispositivos a sus hijos (idealmente, hasta los 16 años). En los colegios, cada centro tiene potestad para decidir sobre este tema y la mayoría los emplea solo con motivos lectivos. Sin embargo, a pesar que es la más ruidosa, la postura completamente prohibicionista no es tan mayoritaria.

“Los estudios científicos no han demostrado, por el momento, que las prohibiciones indiscriminadas en el uso de los dispositivos móviles supongan un beneficio para la salud de los niños y adolescentes”, señala la Asociación Española de Pediatría en un comunicado. “Pensar que solo instaurando una prohibición el problema del uso inadecuado de los teléfonos móviles se va a resolver puede hacer que no se haga hincapié por parte de las familias y las instituciones en otros factores”. Por ejemplo, el uso de los móviles por parte de sus padres o la educación de sus hijos.

La AEP publicó este año su Plan Digital Familiar dirigido a los padres en el que rechazaba la prohibición indiscriminada “ante la respuesta que está habiendo entre la población”, como explica Julio Álvarez Pitti, coordinador del Comité de Promoción de la Salud del grupo de Salud Digital de la AEP e investigador CIBEROBN. “El móvil no es malo en sí, pero hay que hacer un uso saludable de los dispositivos digitales, porque mejoran la capacidad de aprender, facilitan la comunicación con los familiares e iguales, etc.”, añade. “Un uso adecuado puede ser beneficioso”.

El plan parte de la evidencia científica disponible para cambiar los comportamientos, sobre todo, de los padres. El propio Pitti señala que mantiene un uso más saludable con los dispositivos después de participar en la elaboración del documento. La prohibición es una manera fácil de lavarse las manos antes el problema. “Algunos padres piensan que si alguien se lo prohíben así no tienen que estar peleándose con sus hijos porque es alguien externo el que ha dicho que no lo pueden tener”. Pero una prohibición total puede provocar que, cuando lleguen los 14 años y los adolescentes reciban su primer móvil, no sepan qué hacer con ellos ni cómo desenvolverse.

En su casa, Pitti ha desarrollado una serie de reglas con sus dos hijas adolescentes. Por la noche, hay que dejar el móvil en un lugar visible, conectados al cargador; si no están en su sitio, la multa es de un euro. Todo el mundo debe tener la puerta de su cuarto o del despacho abierta. Las reglas están escritas en un lugar visible. “Ahora mi uso es mucho mejor, porque tengo que reconocer que yo también sufro cierto grado de adicción”, admite.

Los efectos negativos más claros son entre menores de dos años, pero tampoco es seguro

En el Plan publicado por la asociación se realizan recomendaciones por edad. “Donde sí se ha visto que hay un efecto negativo en cualquier caso es por debajo de los dos años”, recuerda el coordinador. “Por debajo de los cinco se recomienda menos de una hora y entre los adultos, no más de dos, porque roba tiempo para hacer cosas más productivas y por su efecto sobre nuestra capacidad de concentración”. Según los datos del INE, el 88% de los jóvenes de 13 a 18 años tienen móvil y el 43% de los de entre 8 y 12.

La incertidumbre de la evidencia

José César Perales es catedrático del Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Granada, experto en adicciones y se ha alineado durante las últimas semanas entre los antiprohibicionistas. “Incluso la evidencia de que es perjudicial para los menores de dos años está disputada, como cualquier exposición a pantallas”, explica. Hay una correlación entre el uso de dispositivos y el retraso del desarrollo del lenguaje, pero como recuerda, puede ser inversa: que los hijos de los padres que recurren a las pantallas para tenerlos entretenidos sufran otros problemas adicionales de crianza.

En el entorno de los colegios, Perales considera que lo importante es respetar la autonomía de los centros y no intentar imponer normas a nivel estatal o de comunidad autónoma porque “cada centro tiene su propia casuística”. También que “en horario escolar el uso del móvil para actividades que no sean estrictamente académicas no es necesario: todos estamos de acuerdo en que usar redes sociales o mensajería dentro del centro no tiene ninguna justificación educativa”.

Más complicado es establecer reglas fuera del aula. Algunos grupos de padres han intentado establecer una reglamentación coherente para sortear el efecto presión: es decir, que su hijo no se sienta discriminado por ser el único de la clase sin teléfono móvil. Para Perales, una prohibición absoluta, aparte de no sostenerse desde el punto de vista legal, es “matar moscas a cañonazos, abordar un problema complejo con una solución simplista”.

Su hijo de nueve años no tiene móvil, pero sí acceso a uno con internet para jugar a determinados videojuegos apropiados para su edad durante el fin de semana o ver series de dibujos animados. “Pero nunca redes sociales”, añade. Su hija de 13 años no puede descargar ninguna aplicación sin permiso previo de sus padres. Lo emplea sobre todo para escuchar música y utilizar una cuenta de WhatsApp que pueden revisar sus padres: no puede entrar en un grupo sin su aprobación.

"Un niño de 10 años no tiene que estar en redes sociales, pero un adolescente de 16 sin redes a lo mejor se queda aislado"

“Hay mucha incertidumbre en la evidencia”, concluye. “Estamos llevando el debate a unos extremos que la evidencia científica no justifica: las relaciones entre uso de dispositivos y bienestar psicológico son muy sutiles y dependen mucho del contexto o la actividad que se realice. Las posiciones tajantes no están apoyadas por la evidencia, sino por tus propios prejuicios al respecto”.

El pánico moral crece

Gran parte de los grupos de padres que han defendido la prohibición de los teléfonos móviles aluden a un informe publicado por la Unesco durante este verano en el que en teoría solicitaría la prohibición de los teléfonos móviles en las aulas. En realidad, el informe propone que solo se emplee esta clase de dispositivos para apoyar el aprendizaje: “Alguna tecnología puede apoyar alguna educación en algunos contextos”, señala el resumen.

“Respeto que cada padre tome en su hogar las decisiones que considere correctas, pero no están respaldadas por lo que muestran las investigaciones”, añade Isabel Rodríguez de Dios, investigadora postdoctoral Ramón y Cajal en comunicación en la Universidad de Salamanca que está a punto de publicar los resultados de un proyecto sobre el posible impacto del uso de móviles en adolescentes que no ha encontrado una relación clara.

placeholder Los adultos deberían ser los primeros en dar ejemplo. (Reuters/Kacper Pempel)
Los adultos deberían ser los primeros en dar ejemplo. (Reuters/Kacper Pempel)

“Con los móviles está ocurriendo lo mismo que ocurre cada vez que aparece una nueva tecnología: se genera un pánico moral, como ya ocurrió con la televisión, los videojuegos o la música rock, que viene ocasionado por el desconocimiento de los padres”, explica. Las investigaciones no sustentan esa visión, sino que suelen mostrar que es preferible educar antes que prohibir ya que van a tener que terminar usando móviles (u otros dispositivos).

La diferencia se encuentra una vez más entre el aula o el hogar. Mientras que en el colegio es preferible evitarlos porque el profesor no puede controlar su uso, en el hogar lo mejor es establecer reglas acordes a la edad. “Un niño de diez años no tiene que estar en redes sociales ni viendo TikTok indiscriminadamente, pero un adolescente de 16 sin redes a lo mejor se queda aislado”, añade. Es lo que ocurre con los resultados de las investigaciones, que muestran que estas herramientas pueden ser positivas o negativas, dependiendo del contexto.

Por ejemplo, para una persona que tiende a compararse con los demás, Instagram puede resultarle dañino. Los casos de bullying se acentúan en entornos digitales, pero suelen originarse en el mundo físico. Para miembros de la comunidad LGTBI+ las redes sociales pueden tener un efecto positivo porque les ayuda a encontrar otras personas como ellos. También para personas con aficiones minoritarias: “Si a lo mejor no conoces a nadie más a quien le guste el manga, puedes entrar en un foro y conocer a otras personas que son como tú para no sentirte como un bicho raro”, añade.

"Yo les he dado el teléfono a mis hijos antes de tiempo, y me arrepiento"

Rodríguez de Dios es madre de una niña de nueve meses que aún no ha tenido tiempo de pedirle su primer móvil, pero tiene claro que intentará ser consecuente con lo que predica. “Ahora no utilizamos el móvil porque no tiene sentido, pero en el momento en que haya contenidos que puedan ser beneficiosos para ella lo usaremos”, añade. Lo que tiene claro es que no piensa estar sentada al lado de su hija con el móvil entre las manos, como ocurre con tantos adultos que se quejan del abuso de los smartphones por parte de sus retoños.

2023 no es igual que 2013

Ha pasado ya una década desde que Juan Medina Molina, profesor titular de la Universidad Politécnica de Cartagena, publicó junto a Fernando Blasco Tu hijo puede ser un genio de las mates (Ediciones Martínez Roca). Durante la gira de presentación del libro, Medina contaba que había conseguido que su hijo de cinco años aprendiese a realizar operaciones aritméticas enviándole los deberes por WhatsApp en lugar de en papel. Fue uno de los pioneros en utilizar YouTube para impartir sus clases.

“Para el crío, tener el móvil en las manos era algo fascinante, le resultaba más atractivo que el papel”, recuerda. “Sabía que si dejaba de prestar atención le iba a quitar el móvil de las manos”. Los tiempos han cambiado y lo que en aquel momento era una novedad que hacía que les resultase llamativo hoy ha provocado que estén “pasados de rosca”, en los términos utilizados por el profesor. Lo tiene claro: hoy, si tuviese un hijo de cinco años, no volvería a hacer lo mismo.

placeholder Juan Medina Molina. (Foto cedida)
Juan Medina Molina. (Foto cedida)

“Yo he dado el teléfono antes de tiempo, como la inmensa mayoría, y me arrepiento”, explica el profesor. “Ni 12, ni 13, ni 14: es complicado porque es adictivo, hay estudiantes muy brillantes que no pueden estudiar porque están enganchadísimos”. Sin embargo, también ha visto cómo algunos de sus alumnos rechazan la utilización de estos dispositivos. Uno de ellos le dijo que si querían ponerse en contacto con él, no podía ser ni por WhatsApp ni por Telegram, porque no tiene.

Otro de los pioneros en la utilización de móviles en las aulas es Juan Francisco Hernández, profesor de Matemáticas en el Colegio Hispano Inglés de Santa Cruz de Tenerife desde 1988. Eso sí, siempre de manera controlada y bajo su supervisión, como ha explicado en varias ocasiones. “Creo que estamos poniendo el foco en el lugar equivocado: que yo deje el móvil para una actividad de media hora en Matemáticas no debería ser un escándalo, lo que es escandaloso es que se pasen de seis a siete horas con la cabeza agachada en el teléfono fuera del aula”, explica.

En su opinión, no tiene sentido que los padres que permiten que sus hijos tengan móvil soliciten la prohibición del uso de teléfonos en los colegios. Por eso son tan importantes los cursos de formación de padres como del que acaba de salir, impartido por la policía y llamado Riesgos en redes sociales: pornografía y violencia, porque la clave son los progenitores. “Yo doy formación a los profesores y me sorprendo cuando los veo durante las clases con el móvil entre las rodillas escribiendo por WhatsApp”, lamenta. “No sé cómo nos alarmamos tanto cuando nos comportamos igual. Pedimos a nuestros hijos que no lo usen cuando nosotros nos pasamos seis horas diarias conectados a Instagram”.

"Partiendo de la evidencia que tenemos, se podría defender que los niños no deberían tener ninguna clase de acceso a los smartphones. Pero ¿al menos sacarlos de los colegios? Es una idea que hay que implantar". No es habitual que The Washington Post, el periódico que destapó el Watergate, dedique un editorial a la educación. La pasada semana, sin embargo, publicó uno de los textos más contundentes en contra de los teléfonos móviles, compartido rápidamente por popes como Jonathan Haidt, autor de La transformación de la mente moderna (Planeta).

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